Con paso firme se acercaban directo a saludarme con una sonrisa que me parecía malévola, un señor que se presentó como el enviado de la casa real. —Buenos días, señorita Baronesa del Castillo. Soy Oscar Leonés, Conde de Miraflores, a sus pies. Enviado real a la celebración militar anual.—Bienvenido a mi casa, Conde Oscar. Le presento a mi esposo el capitán Luis Manuel Venegas.—¿Esposo? —preguntó visiblemente contrariado. —Debe ser muy reciente porque no se han enterado en la corte del nuevo Barón del Castillo.—Así mismo es, es el primero de los invitados á quien lo anunciamos —dijo firme el capitán, haciendo una leve reverencia y chocando sus talones.—¿Entonces eso quiere decir que aún no ha obtenido la aprobación de la corte para ese matrimonio?—No sabía que tenía que solicitar un permiso para contraer matrimonio —dije contrariada y asustada. Estaba segura que este era otro que pretendía casarse conmigo, para obtener toda la fortuna de mi familia, por la manera en que me mir
La señora Luz que me seguía sirviendo en silencio y caminaba detrás de mí para donde quiera que yo iba, me escogió un increíble vestido que sacó del fondo del escaparate de mi abuela. Era de un color verde claro que hacía que mis ojos se viesen todavía más verdes de lo que eran, y hacían una completa armonía con mis prendas de gotas de agua y me preguntó donde había colocado el anillo, le dije que lo había guardado porque me dolía el dedo. Me miró de una manera extraña, pero no dijo nada, había algo en ella que había comenzado a incomodarme. Quería a toda costa que me quitara las prendas de gotas de agua, solamente para colocarme un collar y luego volverlas a poner.—No hace falta colocarme ese collar, con estas prendas es suficiente.—No señora Baronesa, usted debe llevar las joyas más lujosas de esta casa, porque todas las damas que vendrán hoy así lo harán.—Muy bien, colóqueme el collar y lo demás, pero sin quitar las prendas que traigo puesta.—Es que no las puedo colocar
Para muchos las fiestas de navidad es algo alegre y feliz donde vamos a compartir en familia y todo será felicidad. Para mí era una tortura saber que iban a venir tantos extraños que estaban deseosos de apoderarse de todo lo que tenía. También, lo que me había dicho Julián me tenía de lo más nerviosa, debido a que por momentos podía ver cómo los ojos del capitán Luis Manuel se ponían de un azul claro, para volver a ponerse azul oscuro. Lo cual me indicaba que tenía Julián una lucha para controlarlo. Al fin los niños llenaron de felicidad todo al bajar corriendo acompañados de las hermanas, que llevaban a los más pequeños en sus brazos para ir a parar al salón, donde estaba iluminado en el centro, el árbol de navidad con todos los enormes regalos que tenía debajo, y ellos estaban ansiosos por abrir. Los soldados habían inundado la residencia, primeramente revisando todo aunque iban a participar de la fiesta. El capitán los había encargado de que estuvieran en alerta por todo lo
Por suerte esa noche no estaba nevando, aunque estaba oscuro y hacía mucho frío, lo cual hacía que recibiera a las personas no en la puerta principal, sino, después del recibidor. Donde dejaban sus abrigos y entraban para saludarnos a mí y al capitán, que solamente inclinábamos nuestras cabezas y le damos la bienvenida sin tomar la mano a ninguno de ellos. Desfilaron todo tipo de militares de diferentes rangos, y otros personajes de la alta burocracia, a los cuales no recordamos haber invitado, pero que se aparecieron de improviso, cómo era la marquesa Sofía que me saludó dándome dos besos. Así como el duque Diego, que intentó atrapar mi mano, pero yo le hice una pequeña reverencia junto con la inclinación que hizo el capitán, impidiendo qué tal gesto sucediera, lo mismo que a su padre. Imité la misma acción cuándo apareció el Conde, que se demoró mucho a entrar, hasta que una de los sirvientes le dijo que pasara.—¿ Y eso? —le pregunté a Julián que estaba a mi lado el cual
Todos en el salón se han quedado asombrados de ver aparecer a una bellísima mujer de color negro, adornada con los más exuberantes collares y peinados con altos turbantes de brillantes colores, seguida de todos los que eran sirvientes de la casa de la Baronesa del Castillo incluyendo a Aurelio, Dolores y Tomaza. Junto a otras gran cantidad de ancianos de barbas blancas y largas, con grandes bastones de madera que golpeaban el piso. Los niños al ver a Tomaza, salieron corriendo y se abrazaron de ella felices. Que los miró y sonrió levemente, pasándole apenas la mano por las cabezas, mientras los sonidos guturales que emitían los ancianos, llamaban la atención de todos. Las monjas rápidamente al darse cuenta, los llamaron y ellos regresaron junto a ellas sin comprender por qué se comportaban así. Luego la dama del frente que parecía la princesa, que reconozco muy bien como la prometida de mi Julián, avanzó de frente mirándome fijamente. Giré la cabeza para mirar al capitán Luis M
Y sin más se puso de pie, ayudándome con sumo cuidado, sin esperar la respuesta de Duque Diego que me observaba, y justo cuando me puse de pie. Vi como se acercaba Abdalayá y inmediatamente me hice la desmayada, sintiendo como el capitán, me cargaba y salió apresurado del salón siendo seguido por la hermana Caridad. Mientras Inés aseguraba que todo iba a estar bien. Que había estado enferma días antes. Todo era muy extraño, al ir a salir sentí como una gran corriente me rozaba y chocaba con el capitán y convirtiendo sus ojos en azul claro que los abrió al verme en sus brazos. Llevé mi mano al pecho sosteniendo el crucifijo y pensando en que mi Julián se mantuviera a mi lado. Y sus ojos volvieron a mirarme de color azul oscuro, mientras subía las escaleras conmigo en sus brazos. Al llegar a la habitación, no lo hicimos en la de mi abuela, sino en mi antigua habitación. Cuando se cerró la puerta, me senté en la cama y observé que se paseaba de un lugar a otro.—No entiendo.—¿Qué no
El silencio embargó a la casa después que había terminado el baile y todos los invitados se habían retirado siendo despedidos por la Madre Superiora y las hermanas, qué se disculpaban con mi enfermedad. Retirándose todos a dormir, de pronto con las doce campanadas del viejo reloj, una extraña y hermosa melodía inundó toda la casa. Era como si todos los violines de la orquesta todavía estuvieran sonando y una maravillosa voz como la de la niña Jacinta, cantaba y cantaba sin parar hasta que salieron los primeros rayos del sol iluminando todo. Los habitantes de la casa se levantaron mirándose entre ellos, al tiempo que observaban alrededor como si esperarán ver aparecer un ángel. Amanecía el veinticinco de diciembre, era como si la melodía hubiese limpiado la casa de todo lo malo que poseía. La señora Luz, había desaparecido junto con todos los demás. Los niños después de desayunar, entraron corriendo alborotados junto a la hermana Inés y las demás para recibir todos sus regalos
—No sé exactamente, es como si temiera hacerlo, porque está convencido de que está siendo poseído por los demonios y teme hacerte daño.—Tenemos que encontrar la manera de que no sufra, no me gusta torturarlo de esa manera, tiene que de alguna manera saber lo que pasa a su alrededor para que no tenga los vacíos en su mente, ¿puedes lograr eso? Y que crea que todo lo que haces que no sea relacionado con tus creencias, es él.—Sí, es buena idea, lo haré así empezando ahora mismo.—¡Espera! —Dije deteniéndole y me abracé de él antes de que entrara en el capitán pidiéndole que me besara. Lo hizo con ansías locas mientras me estrechaba fuertemente. Estuvimos así por un largo rato, todos los trabajadores habían desaparecido a realizar sus tareas como les había ordenado Julián.—¿Podrás salir así a cada rato?—Sí, pero debes seguir comportándote con el capitán como si fuera yo, porque lo soy, ambos te amamos mi Ángel, lo siento, no pensé que te compartiría jamás con otro, pero no veo que pu