— Padre, buenas noches. Necesito hablar con usted urgentemente.—Sí hijo como no, acompáñame a mi casa si no es mucho pedir, estoy realmente agotado de ese viaje en el burro, ya los huesos míos no están para eso.Y sigue caminando seguido por el capitán y los dos soldados hasta introducirse en la pequeña casa, donde lo espera una sirvienta ya con la comida hecha y puesta en la mesa. El padre se gira para ellos y los invita a cenar, pero estos rechazaron la invitación diciendo que ya lo han hecho, qué esperan pacientemente que él termine. Sin embargo el padre le dice que se siente, que pueden conversar en lo que él se toma su sopa.—¿En qué puedo serte útil?—Pues verá padre —comienza a hablar el capitán— necesito realmente que me ayude. —Pues dígame de qué se trata y veré si lo puedo ayudar— contesta el padre Bartolomé sin dejar de tomar su sopa.—Hoy me confesé con la señorita del Castillo, la cual me dijo que iba a pensar sobre mi petición de matrimonio.—Muy bien, ¿que tengo
Los relinchos de los caballos me hicieron despertar asustada al otro día, me levanté rauda de la cama y me asomé a la ventana para saber de qué se trataba todo aquello. No pude dar crédito a lo que veían mis ojos. El capitán había ordenado que sacaran a todos los caballos de la caballeriza, y estaban siendo ensillados por todos sus soldados bajo la protesta de todos los obreros y del señor abogado Edmundo, junto a su hijo. Sin pensar bien en lo que hacía y sin esperar a Julián que también miraba por la ventana, me dijera qué hacer. Me vestí corriendo con un grueso abrigo, las botas de Dolores, y me dispuse a salir a ver qué era lo que pasaba con él. Julián me acompañaba invisible a mi lado, junto a todos los sirvientes que se fueron acercando poco a poco, a los caballos para tranquilizarlos.—Buenos días, capitán. Saludé en cuanto llegué, haciendo que se girara hacia mí y viniera sonriente, tomándome una mano y dándome un beso la cual le quité inmediatamente. —¿Se pued
Y es que Dolores me había ayudado a vestirme muy elegantemente, con todos los atributos de mi posición, incluyendo las joyas que jamás me había puesto, me había hecho un peinado muy alto como el que tenía mi abuela en su foto. Y en mi pecho izquierdo me había colocado la insignia que demostraba que yo era una Baronesa. Caminé decidida siguiendo a Julián que iba delante de mí, el señor Edmundo me abrió la puerta dejándome pasar, yendo a sentarme detrás del buró, remarcando más la posición de dueña y señora de todo lo que me rodeaba. El capitán entró y miraba todo a su alrededor. Soné mi garganta para llamar la atención, sin mandarlo a sentar todavía.— Señor capitán, me veo en la necesidad de sostener esta conversación con usted debido al incidente de esta mañana. Comencé a hablar muy firme, mirándolo de frente con mi torso muy bien erguido, sintiendo la mano de mi Julián en mi hombro apoyándome. —Usted realmente se tomó atribuciones que no debió. No porque sea una jo
Después que estuvimos largo rato conversando sobre dónde ubicar las mesas y que el capitán le diera todas las indicaciones que quiso al señor abogado sin que yo lo interrumpiera ni una sola vez. Por lo cual ambos hombres me miraban a cada rato que exponían sus ideas. Pero yo estaba feliz porque estaba siendo abrazada por mi gran amor, que me susurró al oído que le gustaría escucharme cantar. Por lo que dirigí mis pasos al piano, aún cuando ellos se debatían en los arreglos del baile comencé a deslizar suavemente mis dedos por las teclas. Y así comencé a tocar armoniosamente una hermosa canción de amor que solía cantar mi madre casi todas las tardes así que yo la aprendí de memoria. Tanto el señor Edmundo como el capitán, se quedaron asombrados al escucharme cantar, este último se acercó despacio y se quedó mirándome apoyado a un lado del piano, sonriendo como si yo le dedicara esta canción a él. Al terminar cerré mis ojos por un instante sintiendo como mis labios eran besados
Pregunté al ver cómo se había quedado mirándome en silencio, sin decidirse a ayudarme a quitar el vestido. No se me escapó la mirada de deseo con que me recorría, tampoco el temor que reflejaba de no poder aguantarse ante mi desnudez.—Perdón Julián, sé que haces un gran sacrificio para aguantarte y no hacerme tuya. Pero si quieres puedes enseñarme algo para ayudarte, y no tienes que aguantarte de esa manera. Escuché que nosotras las mujeres podíamos hacer algo a los hombres que los hace feliz. ¿Quieres enseñarme, por favor? No quiero que sufras por mi causa, tampoco quiero que tengas otras mujeres por ahí. Julián no respondió, me dio la espalda y caminó alejándose de mí. Para de pronto girar y venir a abrazarme y besarme desaforadamente mientras acariciaba todo mi cuerpo y se restregaba con lascivia contra mí. —Mi Ángel, mi amor —susurraba como un poseído— no temas no te haré nada malo, solo permite que haga esto—Sí, sí amor Traté de seguirlo, acariciando su fuerte espa
Seguí en silencio la Madre Superiora hasta la capilla, todavía muy asustada con lo que había sucedido, deseando que apareciera Julián en ese instante, para que me ayudara, porque sentía que mi mente no funcionaba correctamente. Sin embargo, no lo hizo, me imaginé que estaría luchando solo contra todo tipo de demonios que habían aparecido en mi habitación, y mi corazón latió violentamente imaginando que podía pasarle algo. Así que al entrar a la capilla, caí de rodillas pidiéndole al señor, primero, perdón por haber usado su nombre en vano. Segundo, por haber pecado en lo que yo creía que había hecho con mi esposo. Tercero, rogándole que lo cuidara de que no le fuera a pasar nada malo, así como proteger a todos los niños y las hermanas que estaban allí, de esa maldición que solo me pertenecía a mí.La Madre Superiora también rezaba en silencio a mi lado, y así permanecimos por un largo período de tiempo hasta que ella creyó que me había calmado y lo había hecho en verdad. Confi
Intenté recordar a quien mencionaba la Madre Superiora, hasta que le pregunté, ante el vago recuerdo que me llegó.—¿Gerardo? ¿El chico amable que siempre iba cargado de cosas para la navidad? —pregunté tratando de recordar .—Hace años que no ha vuelto.—Sí, ya no es un chico. Fue a la guerra y vino hecho todo un coronel por los méritos alcanzados. Creo que es precisamente al que necesitas para ayudarte con este capitán —dijo ella pensativa.—Madre pero él estaba muy enamorado de una chica, lo recuerdo muy bien. A veces iba con él a llevar las cosas al colegio —dije temiendo que no fuera el indicado, o perturbar su vida.—No es para que se case contigo, que lo invité —dijo ella muy seria. — Pude hablar con él unos días antes de venir para aquí, para avisarle que no íbamos a estar este año en el colegio, no sé si se ha casado, pero no es para eso que lo invité.—¿Qué quiere decir madre? —pregunté ahora interesada—Creo que es el más indicado para espantar ese capitán de aquí, pu
A pesar que el día era oscuro, la alegría y felicidad que desbordaban los niños, y hasta las monjitas, hacíamos que lo pasáramos por alto. Al salir por el portón principal, ya se encontraban listos tres carruajes, que ocupamos todos llenos de felicidad. Los niños grandes van solo en uno de ellos, las hermanas con los más pequeños en el otro y las demás con nosotros. El camino realmente hasta el pueblo es hermoso, comenzando por la arboleda de palmas reales que da entrada y salida a nuestra casa, y que están cubiertas por enormes enredaderas de plantas trepadoras de malanga que las hacen ver muy hermosas. Por todo el recorrido existen árboles de diferentes tipos, que albergan diferentes pájaros de colores, lo que ha llamado realmente la atención a los niños, también a las hermanas, que antes nunca los habían visto. Mientras avanzábamos, a mi mente venían las descripciones que hacía Don Lorenzo, de este pasaje cuando vino por primera vez. Estoy segura que nunca imaginó que su vi