El padre Bartolomé estaba ocupado apagando todas las velas que iluminaban la iglesia mientras me observaba atentamente. Permanecía de pie, esperando a que decidiera hablar, pero de vez en cuando giraba la cabeza para ver a mi caballo, el cual estaba atado a su lado con un sirviente cuidándolo. Aunque, en ocasiones, el sirviente desaparecía, yo podía jurar verlo claramente, lo que me llenaba de confusión y un poco de miedo. Finalmente, escuché la pregunta del padre Bartolomé, quien se había detenido frente a mí y me miraba fijamente.—¿Es usted la niña Ángel, verdad? —repitió la pregunta.—Sí, padre, soy yo. —Le aseguré, notando que seguía observándome detenidamente. —Así me lo confirmaron tanto el abogado Edmundo como mi difunta abuela.—Hija mía —comenzó a hablar con suavidad y seriedad. —Mis más sinceras condolencias por la muerte de su abuela, quien era mi querida amiga. Quiero disculparme por no haber estado presente en el funeral de la señora Casilda. Sucedió que cuando ocurrió e
Avanzó delante enseñándome donde podía abastecerme de todo lo que me hiciera falta, aunque yo no tenía necesidad de visitar esos lugares, señaló firmemente. No sé que quiso decir con aquello, tampoco pregunté por qué habíamos regresado al lugar que más me había conmovido, la escuela. —Bueno hija, ahora te voy a enseñar dentro este hermoso lugar del cual me regocijo —señaló el padre y podía ver que en verdad se sentía orgulloso de ese logro.—Muchas gracias padre— dije en lo que detallaba el lugar. Estaba pintada de blanco, y resaltaba entre todos los demás edificios de la zona. Constaba la misma de tres aulas. Una para las edades más pequeñas; la otra para las intermedias y la última para los grandes. Tenía una vieja maestra que se encargaba junto al padre de la educación.—Es muy hermosa la escuela —dije emocionada. —Sabe padre, yo soy maestra en mi colegio y con gusto si necesita ayuda, mientras me encuentre aquí, puedo dársela. —Muchísimas gracias, hija por el ofr
Mi respiración se vuelve agitada mientras intento controlar el temblor que recorre mi cuerpo. El vaso de agua que Dolores me ha servido tiembla en mi mano, pero apenas logré beber un sorbo. Mis ojos siguen fijos en el vacío, tratando de apartar de mi mente las imágenes de esos espectros que me miraban con una expresión inquietante.—Tómese esto niña, ya va a ver que se calma Dolores, con el vaso de agua con unas hojas verdes dentro extendido delante de mí. Sin detenerme a averiguar de qué se trataba, me lo bebí de un golpe sintiendo como mi corazón saltaba desbocado. El día había sido maravilloso todo el tiempo que pasé con el padre Bartolomé en el pueblo, sólo aquello de sentir que alguien me cuidaba, tuve que regresar para que comenzara a ver todo de nuevo. De seguro es la casa, me dije ahora más convencida y entendiendo por qué mi abuela me había pedido que la vendiera. Debe ser ella, yo me sentía muy bien, relajada y feliz, ¿por qué surgió esa visión fantasmal? Dolores me mirab
Luego de lavar mis dientes, y como no pretendía salir más, me puse un juego de dormir cómodo y con todas las hojas a mi lado en mi cama, me dispuse a seguir con la agradable lectura. Lo había dejado donde ya habían escogido su terreno. Lo encontré muy pronto y seguí.…. Ya fuimos a la prefectura a inscribir nuestras tierras, y también a buscar cosas que nos hacían falta. Por suerte esta vez fue un poco más fácil por el camino que trazamos al venir. La tala de los árboles, uno por uno con un hacha que había traído, es lo más difícil. Son grandes ejemplares que no desperdiciaremos.Ha sido muy difícil a pesar de los caballos. Me costó mucho la faena de abrir los huecos para colocar los primeros postes donde iba a levantar la casa. Nunca fui un constructor, debí pensar en eso y traer libros de ello, pero estoy aprendiendo de a poco. Son muchas mis dudas sobre la arquitectura Primero reflexioné sobre cómo debía hacerla. Pensé en hacerla de una sola pieza, más tarde la aumenté a dos. No c
Paralizada sin poder mover un solo músculo de mi cuerpo, mis ojos se fijaron en las estatuas de la fuente, cuyos gestos y risas desafiantes parecían desafiar toda lógica y realidad. Mi mente se negaba a aceptar lo que veía, buscando desesperadamente una explicación lógica y racional para lo que estaba presenciando. ¡Imposible…, imposible…, imposible…! repetía una y otra vez en mi mente, aferrándome a la creencia de que esto no podía ser real.Mi corazón latía desbocado, y sentía que el aire se volvía espeso y cargado de un misterio sobrenatural. Cerré mis ojos con fuerza, intentando borrar esas imágenes de mi mente, pero al escuchar un grito, me vi obligada a abrirlos nuevamente y enfrentarme a una nueva escena sobrecogedora.Los hombres que llevaban a la chica arrastrándola también habían cobrado vida, convirtiéndose en figuras inquietantes y siniestras. Algunos sujetaban con fuerza al joven que luchaba por liberarse, mientras otros tiraban de la joven con una fuerza sobrenatural.
Ante lo que acababa de presenciar, no podía creerlo. Caminé hacia la bandeja con incredulidad y, para calmar mis nervios, solté una risa nerviosa. No, Ángel, no levita, me dije entre risas. Era absurdo pensar que algo pudiera flotar en el aire, ¿verdad? Aunque en el fondo, una pequeña voz me susurraba que tal vez había visto algo fuera de lo común. Es muy temprano para que inicies a ver cosas que no suceden Ángel, intenté convencerme a mí misma, negando lo que mis ojos habían captado. Pero no podía quitarme la extraña imagen de la mente. Mientras reflexionaba sobre lo sucedido, pensé que tal vez había otros sirvientes además de Dolores. Esa idea parecía más plausible que creer en lo que había visto, así que decidí sentarme y tratar de ignorar la sensación de incredulidad que me embargaba. A pesar de todo, las deliciosas frutas que había comido antes seguían deleitándome, y opté por beber un refresco de jugo de mango para distraerme. Pero aun así, no podía dejar de pensar en lo que h
Estaba de lo más emocionada ante la lectura del diario, que no me daba cuenta como pasaban las horas y Dolores seguía sin aparecer. Un ruido en la planta baja, hizo que levantara la vista, el viejo reloj dio las campanadas que anunciaban las cuatro de la tarde. Dejé el diario en la mesa, colocando el cenicero de piedra que existía en su centro, y bajé con la intención de saludarla y pedirle disculpas. —Dolores…, Dolores… Llamé sin obtener respuesta alguna. Qué raro, me dije, no creo que se haya ido sin decirme nada. Aunque no la conozco bien, no parece irresponsable. Bueno, deja ver si hay más jugo. Pero al introducirme en la salita del té, había una bandeja con unas galletas y una jarra de jugo. Vaya, debió llamarme, y respiré aliviada de ver que no levitaba. Sin tomar nada, seguí hasta la cocina, sin encontrarla, aunque la comida se estaba cocinando. ¿Dónde se habría metido? Regresé a la salita de té, cogí la bandeja y la llevé conmigo. Volviendo a retomar la lectura, quería d
Salté asustada ante la voz, girando mi cabeza para ver a Dolores, que me miraba muy seria. Algo en ella había cambiado, o eso me pareció. No sé cómo explicarlo, porque la veía un poco más alta, y gruesa. Sin embargo, era tanta mi alegría de verla que me puse de pie de un salto con claras intenciones de abrazarla, pero ella a una velocidad que me pareció fuera de lo normal se alejó de mí. Giró sobre sus pasos y se fue al tiempo que me decía.—Aséese y baje a cenar, se hace tarde —hablaba sin dejar de alejarse, y mirar una sola vez hacía atrás. Si estaba muy extraña, pensé. — Ya sabe que debemos cumplir con el horario. Y nada de visitas al jardín, el regadío está abierto. No quiero volver a mojarme esta noche.—¿Noche? Y fue entonces que me di cuenta de que todas las luces estaban prendidas y por ello no me había dado vuelta de la falta de luz para leer. Presurosa, recogí el diario, y entré en la habitación. A pesar de lo extraña que se comportaba Dolores, estaba feliz de que hubiese