Ante lo que acababa de presenciar, no podía creerlo. Caminé hacia la bandeja con incredulidad y, para calmar mis nervios, solté una risa nerviosa. No, Ángel, no levita, me dije entre risas. Era absurdo pensar que algo pudiera flotar en el aire, ¿verdad? Aunque en el fondo, una pequeña voz me susurraba que tal vez había visto algo fuera de lo común. Es muy temprano para que inicies a ver cosas que no suceden Ángel, intenté convencerme a mí misma, negando lo que mis ojos habían captado. Pero no podía quitarme la extraña imagen de la mente. Mientras reflexionaba sobre lo sucedido, pensé que tal vez había otros sirvientes además de Dolores. Esa idea parecía más plausible que creer en lo que había visto, así que decidí sentarme y tratar de ignorar la sensación de incredulidad que me embargaba. A pesar de todo, las deliciosas frutas que había comido antes seguían deleitándome, y opté por beber un refresco de jugo de mango para distraerme. Pero aun así, no podía dejar de pensar en lo que h
Estaba de lo más emocionada ante la lectura del diario, que no me daba cuenta como pasaban las horas y Dolores seguía sin aparecer. Un ruido en la planta baja, hizo que levantara la vista, el viejo reloj dio las campanadas que anunciaban las cuatro de la tarde. Dejé el diario en la mesa, colocando el cenicero de piedra que existía en su centro, y bajé con la intención de saludarla y pedirle disculpas. —Dolores…, Dolores… Llamé sin obtener respuesta alguna. Qué raro, me dije, no creo que se haya ido sin decirme nada. Aunque no la conozco bien, no parece irresponsable. Bueno, deja ver si hay más jugo. Pero al introducirme en la salita del té, había una bandeja con unas galletas y una jarra de jugo. Vaya, debió llamarme, y respiré aliviada de ver que no levitaba. Sin tomar nada, seguí hasta la cocina, sin encontrarla, aunque la comida se estaba cocinando. ¿Dónde se habría metido? Regresé a la salita de té, cogí la bandeja y la llevé conmigo. Volviendo a retomar la lectura, quería d
Salté asustada ante la voz, girando mi cabeza para ver a Dolores, que me miraba muy seria. Algo en ella había cambiado, o eso me pareció. No sé cómo explicarlo, porque la veía un poco más alta, y gruesa. Sin embargo, era tanta mi alegría de verla que me puse de pie de un salto con claras intenciones de abrazarla, pero ella a una velocidad que me pareció fuera de lo normal se alejó de mí. Giró sobre sus pasos y se fue al tiempo que me decía.—Aséese y baje a cenar, se hace tarde —hablaba sin dejar de alejarse, y mirar una sola vez hacía atrás. Si estaba muy extraña, pensé. — Ya sabe que debemos cumplir con el horario. Y nada de visitas al jardín, el regadío está abierto. No quiero volver a mojarme esta noche.—¿Noche? Y fue entonces que me di cuenta de que todas las luces estaban prendidas y por ello no me había dado vuelta de la falta de luz para leer. Presurosa, recogí el diario, y entré en la habitación. A pesar de lo extraña que se comportaba Dolores, estaba feliz de que hubiese
Sigo entretenida leyendo, tratando de olvidar todas las extrañas experiencias que me han ocurrido o que mi mente ha imaginado desde que llegué a esta enorme casa llena de misterios. Cada rincón parece esconder secretos y susurros del pasado, pero trato de mantener la calma y no dejar que el temor se apodere de mí. …La he ayudado a prender el fogón —sigue contando Dol Lorenzo. —Aunque ella se las arregla bastante bien. Ahora he tomado un baño y escribo en mi diario para poder aguantar la espera de nuestra primera noche juntos. ¡Gracias Dios, por tanta felicidad que me has otorgado!... Aquí termina la narración del día, luego se interrumpe por varios días, pero hay otras pequeñas hojas que no son de su misma letra y que tienen la continuación, son de Constanza, están escritas con hermosos rasgos caligráficos y me lleno de alegría porque me parece que las mujeres somos más expresivas. Así que después de tomar un vaso de agua, me dispuse a ver qué era lo que ella decía. … Mi q
Abrí la puerta con el mismo cuidado que lo hiciera antes, para evitar que emitiera cualquier sonido que me delatara, aun cuando ya no había nadie. Y me introduje de nuevo sigilosamente en mi habitación, cerré con llave esta vez. Por alguna razón tenía miedo. Un miedo a lo desconocido, miedo a perder la razón y dejar de dilucidar lo real de lo ficticio. Tenía que hacer algo al respecto, ¿pero qué? ¿Debería hacerle caso a mi abuela, vender todo e irme? ¿Cuál o qué, era esa maldición de la que ella me había advertido? Y mientras pensaba, recogí todos los papeles formando mi enorme fajo, y los deposité en la mesa de noche, al lado de mi cama, para la parte en que dormía. Era un enorme bulto, ¿qué más existirá en ellos? Me pregunté al ver que había una abultada carpeta que decía propiedades. El sueño había escapado de mí, alargué mi mano para tomarla y curiosear, pero el suave movimiento casi imperceptible de una de las cortinas hizo que dirigiera mi mirada hacia allá. ¿Acaso no las habí
Me quedé congelada, con la mano izquierda agarrada a la puerta y la derecha aferrada a la pared. Frente a mí, obstruyendo el paso, se materializó un extraño hombre. Vestía altas botas negras, como las de un jinete del más allá; su pantalón, ajustado y oscuro, se combinaba con una camisa blanca que parecía emanar un débil brillo espectral. Bajo un chaleco negro y una larga chaqueta roja, el desconocido emanaba una aura inquietante y sombría.Su cabello negro y desaliñado caía en mechones sobre su frente, dejando al descubierto una nariz perfilada y unos ojos negros y brillantes, enmarcados por espesas cejas y largas pestañas. Al verme, sus ojos se iluminaron de una manera sobrenatural, desprendiendo un fulgor inquietante que parecía penetrar en lo más profundo de mi ser.Mi corazón latía con fuerza, mientras intentaba comprender si aquella presencia era real o simplemente una creación de mi mente perturbada. Traté de hablar, pero las palabras se atoraron en mi garganta, incapaces de es
La explicación de Dolores sobre la pesadilla parecía plausible, y la idea de haberme quedado dormida mientras leía el diario podría explicar todos los sucesos extraños que experimenté el día anterior. Guardé silencio mientras caminábamos juntas hasta la casa. El mismo sirviente nos recibió y luego se perdió entre los animales de la inmensa caballeriza.Caminamos una al lado de la otra hasta llegar a la casa. Giré la cabeza para contemplar el jardín, cubierto de blancas flores que lucían hermosas.—Están lindas las flores hoy en el jardín, todas de blanco —dije sonriendo.—¿En serio ve el jardín blanco, señorita Ángel? —preguntó Dolores, mirando en la dirección que yo señalaba.—¡Claro que lo veo! ¿Por qué me haces esa pregunta? ¿Acaso tú no lo ves? ¿Tienes problemas en la vista para mirar de lejos? Vamos a verlo de cerca. ¡Está todo florecido y lindísimo!—¡No! —gritó Dolores asustada, alejándose rápidamente. —No hace falta, niña. Es... eso mismo que dijo, no veo bien de lejos. Además
Mientras permanecía allí, en ese momento atemporal, mirando como ellos me sonreían y extendían sus brazos hacía mí, en una clara invitación para que fuera hacía ellos, una certeza se afianzaba en mi interior. No importaba si lo que veía era real o una ilusión, lo que realmente importaba era el vínculo inquebrantable que tenía con mis padres, un lazo que trascendía el tiempo y el espacio.Avancé decidida hasta tocar el lienzo con mis manos. Tenía que asegurarme de que no estaban allí vivos. La textura de la pintura al rozarla apenas con la yema de mis dedos hizo que retrocediera y exclamara en voz alta:—¡Oh, Dios mío, yo me estoy volviendo loca! —me di cuenta de quiénes estaban reflejados en la pintura. Sí, no cabía duda, algo pasaba conmigo para que mi mente funcionara de esa manera. Me repetía esto al darme cuenta de que estaba mirando a mis padres reflejados en esas imágenes. Cerré mis ojos fuertemente, aguantando la respiración por unos minutos, y al volver a abrirlos, allí esta