12. EXTRAÑEZAS

Ante la extraña reacción de Dolores, mi curiosidad aumentó y la observé con mayor detenimiento. Sus ojos estaban llenos de temor y sus manos temblaban ligeramente. Me preguntaba qué podía haber detrás de esa inusual aversión hacia las flores. Sin embargo, decidí no insistir por el momento y le pedí que trajera un florero para colocar las rosas en agua.

—No creo que sea sabio dejarlas dentro de la casa —insistió Dolores, sin moverse del lugar y sin quitar la mirada de las flores.

A pesar de su negativa, decidí seguir adelante y colocar las rosas en el florero que me trajo. Pero mientras lo hacía, una espina me hirió el dedo, y una gota de sangre cayó en el agua, tiñendo ligeramente el líquido. Dolores reaccionó rápidamente, sacando un algodón para curar mi herida. Aun así, continuaba murmurando con un aire misterioso.

—¡Todo se repite, Dios mío, todo es igualito!

—¿A qué te refieres?

—Nada, mi niña, no me haga usted caso —respondió esquivando mi mirada.

Sus palabras me intrigaron aún m
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