Capítulo VII

— ¡Vaya! ¡Vaya! Tú hiciste esta reserva para dos. —Le dice Miguel a Victoria.

—Así es, mi querido Miguel. Tenemos una noche agradable con una buena comida. —Le responde ella.

—Supuestamente, esto debería ser una cena para hablar de negocios, no tanto para una cita romántica. —Él le replica.

—Claro que es de negocios, pero me gustan los ambientes románticos y privados como este lugar. —Ella le guiña el ojo seductoramente.

Mientras se sirven la cena y toman unas copas de vino, celebran el nuevo puesto de Miguel Ángel en la petrolera. Ambos se ríen, se coquetean, se cogen de la mano y se besan con pasión.

Sin embargo, Victoria, tan calculadora como siempre, evita acostarse con Miguel Ángel por el momento.

Tras aquella agradable velada, Miguel Ángel conduce a la mansión de Victoria. Al llegar, los dos se quedan conversando en la puerta de entrada, se vuelven a besar y se despiden.

Pero desde la parte superior de la mansión, Sara observa en silencio aquella escena, que desde ese instante
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