Capítulo IX

Al transcurrir el día, ambas van a almorzar, pero, para sorpresa de Sara, Diego Brindissi entra en la oficina con un ramo de flores y una caja de bombones.

—Hola, mi querida Sara. Estás radiante y hermosa como siempre. Diego le besa suavemente la mano.

—Hola, Diego. Gracias. ¿Tú cómo estás? —Le saluda cordialmente.

—Estoy muy bien, de hecho, he traído este ramo de flores y estos chocolates, espero que te gusten. Diego sonríe.

—Muchas gracias, no es necesario que te molestes por estos lindos detalles. Sara se sonroja.

—Me gustas, Sara, y voy a hacer todo lo posible para ganarme tu aprecio y la aprobación de tu padre. Perdóname por ser tan directo, pero es mi manera de ser. —Le dice Diego con firmeza.

Sara guarda silencio por unos instantes hasta que con una tímida voz responde:

—No sé qué decirte, Diego. Me has cogido de sorpresa de verdad. De todas maneras, te agradezco las flores y los bombones.

—No te preocupes, tenemos todo el tiempo del mundo para que las cosas fluyan por sí solas
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