Capítulo XXXII

El médico saca de su maletín algunos analgésicos y luego inserta un tubo flexible en la vena de Sara para administrarle líquidos, fármacos y nutrientes.

Tras varios minutos, el rostro de Sara recupera su color natural y ella sigue dormida. Su padre la contempla fijamente mientras el médico le pone un suero para hidratarla.

Finalmente, el médico y el doctor Néstor salen del dormitorio para dejar que Sara descanse toda la noche.

—Alfonso, ¿se encuentra mejor mi hija?

—Sarita está mejor, acabo de inyectarle proteínas y minerales para restaurar su sistema inmunológico, que está débil. —Le contesta.

—Gracias, mi querido amigo. Sin embargo, estoy confundido por la inexplicable transfusión de sangre. —Néstor se queda pensativo un instante, hasta que vuelve a hablar.

—Ahora que lo recuerdo, hace unos días, en el hospital, de forma milagrosa, una persona donó tres pintas de sangre para salvar la vida a uno de mis mejores empleados.

— ¿Y eso tiene algo que ver con lo que ha hecho Sarita? —le pr
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