Atacaban el palacio de los piratas, todo era caos y confusión. La pequeña Arelis sabía que aún no estaba lista para ayudar en una guerra, su entrenamiento aun no finalizaba. Sin embargo, los paganos eran muchos, de ese modo no quedaría nadie en aquel reino al caer la tarde.
Ella salió de su escondite ignorando las advertencias de sus compañeros, tomó sus armas de estudio y corrió hacia donde estaba su instructora, la cual estaba a punto de ser asesinada. Varios hombres la rodeaban y su cuerpo estaba bastante herido, sin embargo, peleaba con una pasión que sorprendió gratamente a la pequeña aprendiz.
Arelis llegó con sus espadas y las balanceo como su maestra la había enseñado. Blandió la espada hacia el primer hombre cortándole el cuello; el hombre cayó frente a sus compañeros, quienes miraron sorprendidos a la niña.
- ¡Matad a la pequeña! - gritó el más viejo - ¡MATADLA!
La pequeña corrió directo a la puerta, afortunadamente su maestra estaba libre de peligro y Arelis era experta en camuflarse. Salió rápidamente y giró con brusquedad lanzándose en los arbustos. Los hombres pasaron de largo en busca de ella.
La niña empezó a avanzar lentamente y dio con la alcantarilla, no era un sitio agradable, pero desde ahí podría entrar nuevamente al palacio sin ser vista.
La adrenalina del momento se fue marchando lentamente, sus manos empezaron a temblar cuando cayó en cuenta de lo que había hecho. Había matado a un hombre, y lo había hecho sin piedad, le había propiciado una de las muertes más dolorosas y lentas. Le había cortado la vena principal pero también la tráquea, el sujeto cayó y no murió instantáneamente antes de que le diera un paro cardíaco sus pulmones se llenaron de sangre y se asfixió. Aquella imagen ya no le pareció valiente sino despiadada, ella había practicado tantas veces aquel ataque sorpresa y sin embargo nunca dejó de aborrecerlo.
Camino en la oscuridad sin hacer ruido, su cuerpo se movía en un letargo espantoso. Desde muy pequeña le habían enseñado a matar, pero hasta la fecha solo lo había hecho con animales, hasta ese día en que había visto cómo por causa de ella aquel hombre caía y sufría una agonizante muerte.
Unos pasos rápidos resonaron por el agua sucia poniéndola en alerta, venían de la dirección a la cual se dirigía, alguien corría sin cuidado, como huyendo y entonces oyó muchos más pasos, fuese quien fuese esa persona había entrado a la cisterna huyendo y había guiado a sus captores hasta allí.
A unos diez metros de distancia vio la silueta de otro niño un poco mayor que ella, corría sin mirar atrás. La pequeña no pudo reconocerlo por la oscuridad, pero sabía que posiblemente era uno de los suyos así que le salió al encuentro sorpresivamente. El joven se detuvo sorprendido y asustado, estaba rodeado.
- ¡Piedad por favor! - suplico. La pequeña lo observó y guardo su espada
- ¿Es de nosotros? - Preguntó mostrándole la marca de los guardianes que estaba en la palma de su mano
-Si- el joven le mostró el collar de protección que solo la familia real poseía. La pequeña lo jalo enseguida hasta un rincón y lo ayudó a subir hasta las vigas que se encontraban en lo alto de la cisterna- si sigue esa viga, llegará al salón de entrenamiento- le indicó detalladamente- corra hacia las puertas de bronce y antes de llegar a ellas alce el tapete, encontrará una puerta en el suelo, entre allí y muéstrales el medallón, ahí estará a salvo, ellos le protegerán- la pequeña desapareció de la vista del joven sin que este pudiera decir algo. La vio correr hacia sus captores y sacar su espada. Empezó a correr por la viga, como ella le había indicado y vio cómo los cinco hombres que lo perseguían llegaban al encuentro de la pequeña que lo había salvado, pidió internamente por la niña y se dirigió al salón de los guardianes.
- ¿Algo que quieran decir? - preguntó Arelis desafiante, los hombres se rieron y uno de ellos se agachó a su altura
-Pequeña ¿No sabes que no debes hablar con extraños? - se burló el hombre. El joven se giró y observo a la niña, sintió pánico por su salvadora, eran muchos guerreros y ella era solo una niña.
-Si- dijo la pequeña y en dos movimientos rápidos le atravesó el corazón al hombre- ¡Maldita mocosa! - gritó uno de ellos lleno de rabia y se lanzó hacia ella, ella los esquivó con elegancia y agilidad. En poco tiempo había cinco cuerpos sin vida y una pequeña que corría hacia el palacio. El chico quedó sorprendido y mucho más aliviado, se giró también y continuó su camino hacia el salón de entrenamiento.
El joven pirata llegó hasta donde su salvadora le había indicado, sin embargo, allí no quedaba nadie con vida. Había muchos aprendices, pero habían sido asesinados a sangre fría, miró a su alrededor y vio una gran cantidad de cuerpos sin vida esparcidos por el suelo, se sintió desamparado. Rogó en silencio por la vida de su padre, su madre y sus hermanos. Sintió unas terribles ganas de llorar, pero eso no le era permitido así que se levantó y caminó hacia las puertas que lo llevarían hasta las habitaciones reales.
El palacio estaba en un abrumador silencio, no se oía nada, parecía que sus atacantes se habían marchado. El joven pirata recorrió el salón con cuidado, sabía que si daba un paso en falso alguien podría verlo y matarlo. Logró llegar hasta la habitación de su padre, pero no encontró a nadie allí. Escuchó un ruido desde el armario y dudo en abrirlo, pero no tuvo tiempo de acercarse, pues enseguida vio salir de allí a la niña que lo había salvado.
-Estamos sólo- dijo el niño preocupado- todos están muertos
-No todos- informo Arelis revisando toda la habitación- he encontrado al rey y al príncipe Gabriel -le indicó caminando frente de él- lo llevaré con ellos
- ¿Y mi madre? - preguntó con desespero el joven- ¿y la princesa Cristal?
-No lo sé, señor- respondió sin mirarlo. El joven príncipe la siguió hasta el jardín, allí se encontraban su padre y su hermano, pero ellos no se veían felices.
- ¿Y mamá? - preguntó tan pronto los vio- ¿y Cristal? - el príncipe Gabriel miró a su joven hermano y con una terrible tristeza negó
-Han muerto- respondió con dolor- los han asesinado Erick
Erick vio los ojos de su hermano llenarse de lágrimas, sabía que aquello estaba prohibido, pero él también quería llorar, su madre acababa de morir y su hermana también. Gabriel se giró hacia su padre quien lo abrazo con tristeza. Una flecha alcanzó al príncipe heredero directamente en el corazón en ese instante, quitándole la vida sin aviso y tomando desprevenido a todos.
- ¡No! - gritó furioso el rey, sosteniendo el cuerpo de su hijo mayor en brazos- ¡No!
Arelis tomó su arco y apunto hacia donde estaba el asesino del joven príncipe, una flecha dirigida hacia ella fue destrozada por la que ella lanzó atravesándola directamente por la mitad y llegando hasta su atacante. Le bastó tres flechas más para poner fin a sus atacantes, sin embargo, no se sintió satisfecha, el príncipe Gabriel había muerto por su descuido, ella debía mantenerlos a salvo, ella estaba siendo entrenada para proteger al rey, pero había fallado. Se arrodillo frente al rey indicando que podía disponer de su vida como quisiera. El rey tomó su espada y apuntó a la niña.
-Levántate- le dijo con dolor, Arelis se puso en pie sin alzar la mirada. El rey le puso la espada en el hombro y luego volvió su espada a su lugar, Arelis miró sorprendida al rey, él le había perdonado la vida- Estas en deuda conmigo pequeña
Al príncipe pirata le gustaba observa cómo entrenaba Arelis. Con el paso de los años había desarrollado una fascinación por la joven. Recordaba claramente cómo ella le había salvado la vida cuando el palacio fue asaltado por paganos. Una pequeña con tan solo once años había demostrado que daría la vida por protegerlo y eso siempre le pareció admirable.Hacía tiempo había empezado a sentir que él también daría la vida por ella y ese sentimiento le asustaba, pues era natural que Arelis lo hiciera, así lo había determinado una dura vida de entrenamiento, ella se había preparado para eso; pero el pirata había cruzado la línea de la admiración, sabía que se estaba enamorando y en cierto modo eso le gustaba, jamás había visto reír a la joven ni romper el protocolo al dirigirse hacia él. Pe
Erick se levantó sobresaltado, había vuelto a tener aquel extraño sueño, en donde se encontraba en brazos de una joven de cabello rubio y profundos ojos verdes. En el sueño ambos eran perseguidos por unos seres de piel amarilla y ojos totalmente negros, había escuchado hablar de esos seres, les llamaban “Los monstruos paganos”. Se decía que eran carnívoros y no tenían piedad de nadie. Por fortuna los guardianes de magia se encargaban de aquellos seres y los mantenían lejos de la familia pirata. Pero a pesar de encontrarse seguro en su habitación, sentía como si estuviera siendo vigilado y aquella noche Arelis no estaba allí para cuidarlo como siempre lo hacía. Ese día en la tarde, gran parte de los guardianes habían salido hacia la costa como refuerzos, para apoyar al ejercito pirata contra la guerra contra los rebeldes. Una parte del pueblo pirata, se ha
El príncipe se paseaba por el balcón impaciente, hacía más de dos días que los guardianes habían salido junto con los soldados a neutralizar los rebeldes y desde entonces no había tenido noticia alguna de la guardiana. Se llevó nuevamente la uña del pulgar a la boca y la mordió en un acto de desespero, le parecía frustrante no poder salir del palacio y más frustrante aún el hecho de que su padre no le diera noticias de los guardianes, solo le decía cosa de cómo iba la guerra cosa que a Erick no le importaba.Alzó su mirada hacia las torres de los vigías, no podía ver nada más allá de la pared y el espeso cielo azul que se iba oscureciendo con el paso de las horas dando fin así a un tercer día.Se sentó en su silla y siguió observando la puerta oeste con la esperanza de que en cualquier momento Arelis ent
El príncipe se paseaba por el balcón impaciente, hacía más de dos días que los guardianes habían salido junto con los soldados a neutralizar los rebeldes y desde entonces no había tenido noticia alguna de la guardiana. Se llevó nuevamente la uña del pulgar a la boca y la mordió en un acto de desespero, le parecía frustrante no poder salir del palacio y más frustrante aún el hecho de que su padre no le diera noticias de los guardianes, solo le decía cosa de cómo iba la guerra cosa que a Erick no le importaba.Alzó su mirada hacia las torres de los vigías, no podía ver nada más allá de la pared y el espeso cielo azul que se iba oscureciendo con el paso de las horas dando fin así a un tercer día.Se sentó
El joven permaneció en su sitio como su padre le indicó, se moría de ganas por hablar con Arelis, pero no podía desobedecer las órdenes de su padre, así que se mantuvo allí durante un par de horas mientras terminaba de entrar el ejército, cuando finalmente terminó todo el desfile de guerreros se apresuró a llegar a patio de entrenamiento.-¡Arelis!- grito al visualizarla entre la multitud, ya se había cambiado y tenía puesta su ropa habitual. Ella caminó hacia él dejando lo que estaba haciendo por el momento, sus armas podían esperar, pero ignorar la orden de alguien de la familia real recibía como castigo la muerte.-Señor- lo saludo con una reverencia como se acostumbraba, él parecía ansioso por decir algo, pero en vez de eso se le lanzo encima sin tiempo de reaccionar y la abrazo-¡Gracias al cielo estas bien!- el pr
Erick había mantenido la distancia de Arelis lo que se le había hecho realmente difícil. La guardiana por su parte había seguido su entrenamiento sin ningún problema, su mano había ido sanando poco a poco. A pesar de que le molestaba y dolía para tomar sus armas no le había dificultado su desempeño en el combate.Un gran estruendo la sacó de su concentración. Estaba atacando el lugar, corrió rápidamente a recoger el resto de sus armas. Visualizó a lo lejos como la puerta del palacio caía y un grupo de guerreros piratas entraban. Se apresuró a subir a la habitación del príncipe tenía que sacarlo de allí lo más rápido posible, el joven aún seguía bajo su cuidado.Erick estaba recostado en su cama cuando oyó el estruendo de la puerta al caer, se levantó r&aacu
Erick poso sus labios sobre los de ella, temió que ella lo apartara pero no lo hizo así que se animó a subir su mano hasta el suave rostro de la joven. Al principio Arelis no supo cómo reaccionar, pero pronto se dejó llevar, no quería aceptarlo, pero sabía qué hacía mucho había dejado de ser neutral respecto al príncipe; aunque apenas acababa de ser consciente de ese hecho.Erick la beso de una forma delicada como si temiera romperla, su boca acarició los labios de la joven. Su corazón latía tan rápido que podía sentirlo casi en la garganta, todo aquello parecía irreal; el hecho de que sus labios se movieran en un mismo compás, el sólo hecho de estaría besando le parecía tan irreal, temía que fuera un sueño y en cualquier momento despertara,
Arelis había logrado sacar al príncipe Erick de los escombros producidos por el incendio, sin embargo, no había logrado sacarlo ileso. Las llamas habían causado grandes heridas en su cuerpo y en el del príncipe, sin embargo, el dolor había pasado a un segundo plano al ser consciente de que había fallado en protegerlo.Preocupada por el estado del príncipe se había dirigido rápidamente con él al salón de cuidados, temía encontrarse con los asaltantes porque si eso sucedía seguramente lograrían matarla.Tan pronto llegaron al salón Arelis se detuvo al ver gran cantidad de guerreros y guardianes heridos, al cruzar la puerta todas las miradas colleron en ella y en el príncipe, al entender la sorpresa de todos, soltó al príncipe