Al despertar, la primera sensación que me golpeó fue el frío que calaba mis huesos. Mi piel desnuda se erizaba bajo la única prenda que me cubría: una chaqueta de cuero negra, gruesa, con un olor a tabaco y lluvia que no era mío. Su textura áspera rozaba mi piel como un recordatorio tangible de la noche anterior, un contraste amargo entre la calidez del cuero y la helada indiferencia de la mañana. Cada respiración me dolía, como si el aire estuviera impregnado de un veneno invisible. El ardor en mis pulmones me decía que aún estaba viva, pero la realidad era un peso insoportable.
El dolor no era solo físico. Estaba en todas partes, incrustado en mi pecho y retumbando en mi cabeza. Mis músculos estaban tensos, mi garganta reseca, y mi cuerpo entero parecía haber sido reducido a una colección de sensaciones punzantes. Especialmente entre las piernas, una punzada aguda me recordaba la brutalidad que había enfrentado. Me incorporé lentamente, abrazándome con la chaqueta como si pudiera protegerme del mundo. Estaba en un lugar desconocido, en un rincón vacío donde el silencio era tan denso que parecía gritarme al oído. El amanecer arrojaba sombras alargadas que se burlaban de mi vulnerabilidad. Mis pasos, tambaleantes y doloridos, me alejaron del sitio como si al dejarlo atrás pudiera borrar lo ocurrido. Pero no importaba cuánto caminara; las memorias me perseguían. Caminé sin rumbo, arrastrando mis pies en un intento desesperado por seguir avanzando. No sabía adónde iba, solo que necesitaba moverme, alejarme, desaparecer. El frío mordía mi piel expuesta, y la chaqueta, aunque grande, no lograba calentarme. Me aferré a ella como si fuera mi única conexión con la humanidad. Cuando finalmente atravesé lo que podría llamar "las puertas del infierno", no sentí alivio, solo una desgarradora resignación. Aquel día fue el principio del descenso, el inicio de un camino lleno de sombras. El sonido de un plato al romperse me sacó de golpe de mis pensamientos. Estaba en el restaurante, mi lugar de trabajo, y una vez más había dejado caer una pieza de loza. El agua tibia de la pila seguía corriendo, arrastrando espuma y fragmentos de cerámica mientras mis manos temblaban. Mi jefa, una mujer entrada en años con una voz afilada como navaja, se acercó rápidamente. —¿Qué te pasa, Clark? —dijo con un tono que mezclaba cansancio y enojo, cruzándose de brazos mientras su mirada me perforaba. —Lo siento, no volverá a pasar —respondí, pero mi propia voz sonaba hueca, carente de convicción. —Eso dijiste la última vez —replicó ella, sacudiendo la cabeza—. No puedo seguir así. Estás despedida. Su sentencia cayó sobre mí como un mazazo, aunque, en el fondo, lo esperaba. La culpa no fue suya; llevaba días ausente de mí misma, atrapada en el espiral de mi propia mente. Salí del restaurante con pasos lentos, sintiendo que el suelo se desmoronaba bajo mis pies. Cada esquina de las calles grises parecía señalar mi fracaso. --- Mi apartamento no era más que una jaula diminuta, pero en ese momento me pareció un refugio del mundo exterior. Al entrar, mis ojos se posaron en dos sobres sobre la mesa. Los abrí con manos temblorosas, solo para confirmar lo que ya sabía: debía dos meses de alquiler, y las facturas acumuladas amenazaban con devorar lo poco que me quedaba. Con un suspiro, tomé mi vieja computadora portátil, sus teclas gastadas eran un recordatorio de mis intentos fallidos por cambiar mi suerte. Comencé a enviar currículums, uno tras otro, como si eso fuera suficiente para conjurar una solución. La mayoría de las veces, ni siquiera recibía respuestas. Hasta que un correo diferente apareció en mi bandeja de entrada: una invitación a una entrevista en «Prime Industry». El mensaje estaba en alemán, idioma que apenas conocía, pero confirmé la cita de inmediato. Era mi última esperanza. --- El edificio de Prime Industry era imponente, sus ventanales reflejaban el cielo gris. Al entrar, me recibió la mirada indiferente de un recepcionista que apenas se molestó en darme indicaciones. Mis manos sudaban mientras ascendía en el elevador hacia el piso 35. El sonido mecánico de los cables se mezclaba con mi respiración irregular. Al llegar, me encontré con una sala llena de aspirantes, todos vestidos impecablemente, todos proyectando confianza. Yo era un eco de lo que alguna vez fui, con mi ropa ajustada y zapatos gastados. La espera fue interminable, y mi ansiedad creció con cada minuto que pasaba. Finalmente, alrededor de la una de la tarde, una secretaria me llamó. Me indicó una puerta con una sonrisa profesional y se retiró, dejando que enfrentara mi destino. Al entrar, vi a un hombre sentado tras un escritorio, absorto en unos documentos. Su postura era relajada, pero la energía que irradiaba llenaba la habitación. —Señorita Clark, tome asiento —dijo sin levantar la vista. Obedecí, mis pasos eran pesados y mi respiración contenida. Cuando finalmente alzó la mirada, sus ojos me atraparon. Había algo en él, una chispa de reconocimiento que me descolocó. Su rostro me resultaba vagamente familiar, pero no podía ubicarlo. Su mirada fría era como un espejo que me devolvía mis propios miedos. —¿Está bien? —preguntó, arqueando una ceja con ligera preocupación. Tragué saliva, obligándome a responder. Pero mi voz se quebró. Había algo en sus rasgos que me llevaba a una noche olvidada, a un baño oscuro en un club lleno de sombras y música ensordecedora. Algo que no podía ignorar. Mi entrevista había comenzado, pero sentí que la verdadera prueba era recordar de dónde conocía a aquel hombre. Y lo que eso significaba.Mi respiración se volvió errática, como si el aire se negara a llegar a mis pulmones. Intentaba inhalar profundamente, pero cada intento parecía un fracaso. Mi pecho subía y bajaba de manera descontrolada, y, en un acto desesperado, llevé mi mano sobre mi corazón, intentando apaciguar esos latidos frenéticos que amenazaban con estallar. Sin embargo, nada funcionaba. —Señorita —murmuró él con voz firme, mientras se incorporaba y comenzaba a caminar hacia mí. Mi mente entró en pánico. No te acerques. Por favor, quédate donde estás, gritaban mis pensamientos, pero mi boca parecía sellada. Estaba atrapada, como si mi cuerpo hubiera decidido traicionarme. Quería acurrucarme en posición fetal y desaparecer. —No... por favor... aléjese —logré decir al fin, aunque mi voz salió entrecortada, con apenas un susurro. Mis ojos suplicaban mientras mi cuerpo temblaba. Él ignoró mi ruego y continuó acercándose. Su presencia era imponente, sofocante. Di un brusco movimiento hacia atrás, pero tropec
★Dylan. Después de que ella se marchara, mis ojos quedaron fijos en la alfombra empapada por el agua que esa mujer, atolondrada y nerviosa, había derramado. El rastro húmedo era una distracción molesta. Con un suspiro de irritación, levanté el teléfono que descansaba sobre mi escritorio y, con un tono seco, pedí a la secretaria que enviara a alguien para encargarse de limpiar la m*****a alfombra. El trabajo me consumía. Nuevos inversionistas, clientes ansiosos, y los habituales que insistían en volver a ser parte de la compañía. No había margen para el error, y mucho menos para la mediocridad, algo que, lamentablemente, había heredado de mi padre. Él, un hombre despreciable, no conocía la compasión. A veces temía que yo mismo estuviera caminando por esa misma senda, aunque, al menos, no era tan cruel como él lo había sido. —Dylan, cariño… —La estridente voz de Montserrat me sacó de mis pensamientos. El ruido de sus tacones resonó en la oficina, seguido del golpe de la puerta al c
★ Jenny. Corría desesperada por el viejo bosque, con el corazón latiéndome a mil por hora. No importaba cuánto me esforzara, no lograba escapar. Finalmente, la bestia alcanzó a su presa y la devoró sin piedad... Me desperté sobresaltada, con el corazón a punto de salirseme del pecho y un dolor punzante en la cabeza. Me levanté rápidamente y me dirigí al baño. Me sumergí en la bañera, pasando más de una hora intentando borrar cualquier rastro de lo que ese hombre dejó en mí. Aunque esa horrible noche ocurrió hace tres años, la sensación sigue ahí. Por más que frotaba mi piel, la suciedad no desaparecía. Aún puedo sentir sus manos asquerosas sobre mi cuerpo, la devastación en mi corazón y cómo todas mis esperanzas, sueños e ilusiones se esfumaron en un instante. Todavía puedo sentir su aliento en mi nuca, susurrando algo en mi oído. Mi propia voz, que gritaba de miedo, me impidió escuchar claramente sus palabras. Siempre me he preguntado qué fue lo que me dijo en ese momento. Cerré l
El comportamiento de Dylan es muy extraño.“Idiota” murmuré mientras miraba como su auto se alejaba.Caminé hacia mi casa, abrí la puerta y me fui a acostar, directo en el sofá.No dejaba de pensar en todo lo que había pasado, desde la aparición de Madeleine y de Stuart, como a pesar de los años aún me sigue doliendo su traición.Caminé hacia mi alacena dónde guardo el licor y saqué una enorme botella de vodka y comencé a beberlo directamente de la botella.“Malditos, no es justo que ellos tengan una buena vida, menos yo… Yo no quiero esta vida, ellos viven felices, mientras yo… Guaaa” el llanto se apoderó de mi bebida.Recordaba los momentos que vivimos felices, en todas las veces que Stuart me nombró cariño, amor, mi ángel, te amo. Pero nada de eso era real, él nunca me amó, nadie jamás me ha amado.¿Merezco morir sola?¿Merezco no conocer jamás el amor verdadero?Comencé a beber sin parar y caminé a mi refrigerador y estaba completamente lleno.“¿Qué demonios?”, hasta la Nutela est
Sentía algo muy caliente en mi nuca…Abrí los ojos y me vi rodeada por los brazos de Dylan.Me quedé viéndolo por unos segundos, dormido no me da miedo.Sus facciones son muy lindas, es un hombre muy apuesto, su cabello algo largo y su barba que está un poco descuidada.No sé por qué tenía una sensación familiar entre sus brazos.Él frunció el entrecejo y lo escuché pronunciar algunas palabras como en susurros.«Perdón… Perdóname» no paraba de repetir una y otra vez.Le acaricié la frente para que se relajara un poco.Vi cuando abrió los ojos y se me quedó viendo.“Perdóname” pronunció mientras cerraba los ojos una vez más.Se supone que soy la que habla dormida.Me alejé de él y me recosté en el sofá.Me fijé en el reloj despertador y apenas eran las tres de la mañana.Me volví a dormir a las 4, ya que mi cabeza tardó una hora en dejar de bombardearme con preguntas.Dylan parece una persona muy segura de sí mismo, pero mientras dormía parecía un niño, y tenía una expresión de dolor e
Le acaricié la mejilla por última vez y bajé a la cocina a buscar que preparar para el desayuno.Mientras llamaba a Scott con las manos libres.“¿Dime?”, respondió bostezando.“Encárgate de pagar las deudas de Jénifer, todas en su totalidad y llama a mi abogado para que finalice las inversiones en casa moda con Angelina”“¿Ya acepto trabajar para ti?” preguntó.“Tengo métodos un poco ortodoxos de convencimiento, será mi asistente, encárgate de que le tengan lista una oficina.”“¿Qué? ¿Una oficina? Llevo tres años trabajando como tu asistente y nunca me has dado una oficina, que demonios, quiero también mi oficina, no des tratos preferenciales entre tus empleados, ¿Que tiene ella que yo no tenga?” Comencé a reírme“A ya sé, pero me puedo operar”“Que te operes no te dará un buen lugar si no luchas por él ¿Aún no sabes por qué no te he vuelto gerente en la nueva empresa?”“Por qué no querías dejarme ir, no puedes vivir sin tu mejor amigo.” Comencé a partir un poco de fruta.“No, es por
★Jenny.No comprendo la razón del porqué me sentí tan cómoda con Dylan.Antes de que él me llevara a mi casa me dijo que mañana podía iniciar con mi jornada laboral, que me tomará el día de hoy para alistar mis pendientes, he ir de compras, ya que la empresa tiene etiqueta de vestimenta.Cuando llegue a mi casa solo me encerré en espera de mi casera como 2 o 3 horas, pero la mujer nunca se presentó.Me puse a ver una película en una plataforma y me quedé dormida, pero aun así esa mujer no apareció, ya cuando eran casi las dos de la tarde, tomé algunas cosas de mi refrigerador y de mi alacena.Estoy agradecida con Dylan por haberme comprado comida, pero es demasiado, no me la acabaré ni en un mes.Repartí varias cosas en bolsas y comencé a repartirla entre mis vecinos, las casas donde sabía que vivían solo hombres, toque y dejé la comida en sus puertas.Después de eso reacomodo mi mandado y me quedé con lo que realmente necesito y me gusta.Le mandé un mensaje a Dylan con una foto de a
★Jenny.Termine de picar la lechuga y agregarla a la ensalada de pollo.Saque de la alacena, una bolsa sé tostadas y otra de galletas saladas, no sé qué le guste más a Dylan.¿Por qué estoy tan nerviosa?Corrí al baño a lavarme el rostro y me percaté que estaba ruborizada.“Solo es un chico, Jénifer solo es un chico” me di unas ligeras palmaditas en las mejillas cuando la chica a través del espejo me respondió, y claro, yo misma me respondí.“Es el único chico con el que has interactuado en estos tres años, además está bien guapo, sus brazos y esos… Cállate Jenny” me remojé más las mejillas.Me estoy creando ideas en mi cabeza y él solo es amable conmigo.Salí del baño y me senté a esperar a que él llegara a mi casa.Después de 10 minutos escuché que tocaron a mi puerta.Nunca me había entusiasmado tanto, ni cuando andaba de novia con el imbécil de Stuart me sentía tan nerviosa.Corrí a la puerta y abrí, pero no era Dylan.“¿Que haces aquí?”, pregunté y trate de cerrar la puerta, pero