★Dylan.
Después de que ella se marchara, mis ojos quedaron fijos en la alfombra empapada por el agua que esa mujer, atolondrada y nerviosa, había derramado. El rastro húmedo era una distracción molesta. Con un suspiro de irritación, levanté el teléfono que descansaba sobre mi escritorio y, con un tono seco, pedí a la secretaria que enviara a alguien para encargarse de limpiar la m*****a alfombra. El trabajo me consumía. Nuevos inversionistas, clientes ansiosos, y los habituales que insistían en volver a ser parte de la compañía. No había margen para el error, y mucho menos para la mediocridad, algo que, lamentablemente, había heredado de mi padre. Él, un hombre despreciable, no conocía la compasión. A veces temía que yo mismo estuviera caminando por esa misma senda, aunque, al menos, no era tan cruel como él lo había sido. —Dylan, cariño… —La estridente voz de Montserrat me sacó de mis pensamientos. El ruido de sus tacones resonó en la oficina, seguido del golpe de la puerta al cerrarse tras ella. Ni siquiera levanté la vista. Mis ojos permanecían fijos en los documentos sobre mi escritorio, especialmente en un currículum que había captado mi atención. —¿Qué haces aquí? Lárgate —ordené, manteniendo mi mirada fija en el papel. Montserrat, como siempre, no entendió la indirecta ni la directa. —No puedo creer que me hables así. Soy tu prometida, Dylan. —Se acercó, ignorando mi tono, y sin pedir permiso, se acomodó sobre mi regazo—. No respondiste mis llamadas. Estaba preocupada por ti… por nosotros. Rodé los ojos con fastidio, deseando que entendiera de una vez por todas que sus intentos de seducción no funcionaban conmigo. Montserrat nunca había sido ni sería la mujer que quisiera a mi lado. —¿Mañana es mi cumpleaños, sabes? Podrías aprovechar para proponerme matrimonio. Mi familia estará presente y podría invitar a la prensa. Sería perfecto —insistió con entusiasmo, pero su tono dulce solo lograba provocarme una punzada de irritación. —Montserrat, vete. Estoy trabajando —respondí con frialdad. Ella no desistió. Sus ojos se fijaron en el currículum que tenía en la mano y, como era su costumbre, encontró la manera de criticar. —¿Quién es esta tal… Jennifer Clark? —preguntó con sorna, su tono estaba lleno de desdén—. Qué nombre tan vulgar. Seguro es una cualquiera. No presté atención a sus palabras. Mi mirada seguía fija en la fotografía adjunta al currículum. Había algo en esa mujer, algo en su expresión que me resultaba… intrigante. —Se ve… triste —murmuré, más para mí mismo que para ella. Montserrat, evidentemente molesta por mi falta de interés, intentó llamar mi atención de la manera más predecible posible. Dejó caer su vestido al suelo, quedando frente a mí en ropa interior. —Dylan, deja eso. Podemos hacer algo más interesante. —Su voz ronroneó, y sus manos intentaron llevarme de vuelta a su juego. Suspiré con resignación. Montserrat era hermosa, nadie podía negar eso. Sus curvas y su porte llamaban la atención dondequiera que iba. Pero para mí no significaba nada. Ella no despertaba mi interés ni física ni emocionalmente. —Ella no volverá —dije, ignorándola completamente—. Probablemente no quiera trabajar para mí después de hoy. —¿Por qué piensas en otra mujer cuando estoy contigo? —espetó Montserrat, claramente furiosa—. ¡Eres un idiota! —Sus manos golpearon mi pecho con fuerza, pero antes de que pudiera continuar, la sujeté por las muñecas. —Sí, soy un idiota —admití con una sonrisa sarcástica—. Pero un idiota al que no le importas tú ni nadie más. Esto se acabó, Montserrat. Nuestra relación termina aquí. Su rostro se transformó, con una mezcla de incredulidad y rabia. Sin esperar su reacción, me levanté del asiento y caminé hacia la puerta. Dejé que se quedara refunfuñando en mi oficina mientras salía al pasillo. Scott, mi asistente, estaba por tocar la puerta cuando lo interrumpí. —Investiga todo sobre Jennifer Clark. Quiero su información en media hora. Cancela la reunión de las tres y asegúrate de que nadie, especialmente Montserrat, me moleste. —Sí, jefe —respondió sin cuestionar. Atravesé los pasillos con paso firme. Sabía que los empleados susurraban a mis espaldas, pero no me importaba. Sus opiniones eran irrelevantes. Entré al ascensor y, al llegar al estacionamiento, abordé mi auto. Solo había un lugar al que debía ir. El hospital. —Joven Hans —me saludó la recepcionista al llegar. —¿Dónde está? —pregunté, sin detenerme. —Piso seis, medicina familiar —respondió rápidamente. Presioné el botón del ascensor y me quedé mirando el número iluminado mientras subía. Había algo en Jennifer Clark que no podía ignorar. Algo que tenía que descubrir. El ascensor se llenaba de personas conforme ascendía: pacientes, enfermeras, familiares con rostros cansados. Apenas llegamos al sexto piso, el característico hedor a desinfectante y medicamentos invadió mis sentidos. Ese aroma me resultaba insoportable, era una mezcla que siempre me ponía de mal humor. —Joven Hans —llamó la secretaria, su voz estaba casi imperceptible entre el ruido. —¿Está? —pregunté sin detenerme, directo y cortante. Asintió con nerviosismo mientras yo continuaba caminando hacia la puerta indicada. No perdí el tiempo tocando; simplemente la empujé y entré. Maximiliano estaba de pie junto a la ventana, con las manos en los bolsillos de su bata blanca, y se giró apenas escuchó la puerta cerrarse. —¿Qué demonios haces aquí? —preguntó, arqueando una ceja. —Terminé con tu hermana. —Fui directo al grano, sin rodeos. Él soltó una risa seca, una que sabía tanto a alivio como a burla. —Ya era hora. La pobre idiota no se daba cuenta de que no significaba nada para ti. —Sacudió la cabeza con incredulidad y añadió—: Mira, eres mi amigo y todo, pero Montserrat es mi hermana. Aún así, me alegro por ambos. No te convenía. Es una bruja... aunque, siendo honesto, ninguna mujer es suficiente para ti. Se acercó con su estetoscopio, como si esta conversación no tuviera mayor importancia para él. —Inhala. Ahora exhala —ordenó, colocando el aparato frío contra mi espalda. Hice lo que me pidió, aunque mi paciencia comenzaba a agotarse. —Estoy bien, Max. No necesito un chequeo —le espeté. —Es mi trabajo, Dylan. —Dejó el estetoscopio sobre la mesa y me miró con curiosidad—. ¿A qué se debe tu visita? Levanté la mirada, midiendo mis palabras antes de hablar. —¿Recuerdas a la chica de la discoteca de hace tres años? —pregunté. Él frunció el ceño, tratando de recordar. —¿Qué chica? —La pelirroja —dije con impaciencia—. La que chocó conmigo cuando salía del baño, el día que celebramos el inicio de mi compañía. Una chispa de reconocimiento iluminó su rostro. —Ah, claro. La que llevaba un vestido negro sencillo. Era linda, aunque no usaba maquillaje. Saqué mi teléfono del bolsillo y busqué la imagen que tenía grabada en mi mente desde entonces. Se la mostré en silencio. —¿Es ella, verdad? —insistí. Maximiliano tomó el teléfono y observó la foto con atención, con su expresión pasando de la nostalgia al desconcierto. —Sí... es ella. Aunque algo ha cambiado. Sus ojos... ahora parecen cargados de tristeza. —Levantó la mirada hacia mí, su tono estaba lleno de preguntas—. Dylan, ¿qué está pasando? No le respondí. Simplemente le arrebaté el teléfono y me dirigí hacia la puerta. —Tengo que irme —dije, ignorando sus intentos de detenerme. Odiaba estar en hospitales. La atmósfera de enfermedad y el hedor me eran intolerables. Caminé rápido hasta el estacionamiento y, una vez dentro de mi auto, abrí el correo que acababa de llegar. Era de Scott. La información que le había pedido. "Jénifer Clark, 25 años, soltera... deuda acumulada de cifras exorbitantes..." Había más datos, incluso su tipo de sangre. Una hoja entera dedicada a desmenuzar su vida. Una sonrisa helada cruzó mi rostro. "Esta mujer está hasta el cuello", pensé. No me explicaba cómo había osado rechazar mi propuesta, pero eso estaba a punto de cambiar. Tomé el teléfono y marqué el número de Scott. —Dígame, señor —respondió al primer timbre. Siempre eficiente. —Quiero que los cobradores se presenten en su casa mañana. Que reclamen todo. Quiero a esa mujer en mi oficina antes de las ocho. —Entendido, señor. Colgué la llamada y permanecí en silencio por un momento. Saqué una vieja fotografía de la guantera. Ahí estaba ella, con la misma mirada que ahora me obsesionaba. —Al fin te encontré —murmuré, mientras la imagen de Jennifer se volvía aún más nítida en mi mente.★ Jenny. Corría desesperada por el viejo bosque, con el corazón latiéndome a mil por hora. No importaba cuánto me esforzara, no lograba escapar. Finalmente, la bestia alcanzó a su presa y la devoró sin piedad... Me desperté sobresaltada, con el corazón a punto de salirseme del pecho y un dolor punzante en la cabeza. Me levanté rápidamente y me dirigí al baño. Me sumergí en la bañera, pasando más de una hora intentando borrar cualquier rastro de lo que ese hombre dejó en mí. Aunque esa horrible noche ocurrió hace tres años, la sensación sigue ahí. Por más que frotaba mi piel, la suciedad no desaparecía. Aún puedo sentir sus manos asquerosas sobre mi cuerpo, la devastación en mi corazón y cómo todas mis esperanzas, sueños e ilusiones se esfumaron en un instante. Todavía puedo sentir su aliento en mi nuca, susurrando algo en mi oído. Mi propia voz, que gritaba de miedo, me impidió escuchar claramente sus palabras. Siempre me he preguntado qué fue lo que me dijo en ese momento. Cerré l
El comportamiento de Dylan es muy extraño.“Idiota” murmuré mientras miraba como su auto se alejaba.Caminé hacia mi casa, abrí la puerta y me fui a acostar, directo en el sofá.No dejaba de pensar en todo lo que había pasado, desde la aparición de Madeleine y de Stuart, como a pesar de los años aún me sigue doliendo su traición.Caminé hacia mi alacena dónde guardo el licor y saqué una enorme botella de vodka y comencé a beberlo directamente de la botella.“Malditos, no es justo que ellos tengan una buena vida, menos yo… Yo no quiero esta vida, ellos viven felices, mientras yo… Guaaa” el llanto se apoderó de mi bebida.Recordaba los momentos que vivimos felices, en todas las veces que Stuart me nombró cariño, amor, mi ángel, te amo. Pero nada de eso era real, él nunca me amó, nadie jamás me ha amado.¿Merezco morir sola?¿Merezco no conocer jamás el amor verdadero?Comencé a beber sin parar y caminé a mi refrigerador y estaba completamente lleno.“¿Qué demonios?”, hasta la Nutela est
Sentía algo muy caliente en mi nuca…Abrí los ojos y me vi rodeada por los brazos de Dylan.Me quedé viéndolo por unos segundos, dormido no me da miedo.Sus facciones son muy lindas, es un hombre muy apuesto, su cabello algo largo y su barba que está un poco descuidada.No sé por qué tenía una sensación familiar entre sus brazos.Él frunció el entrecejo y lo escuché pronunciar algunas palabras como en susurros.«Perdón… Perdóname» no paraba de repetir una y otra vez.Le acaricié la frente para que se relajara un poco.Vi cuando abrió los ojos y se me quedó viendo.“Perdóname” pronunció mientras cerraba los ojos una vez más.Se supone que soy la que habla dormida.Me alejé de él y me recosté en el sofá.Me fijé en el reloj despertador y apenas eran las tres de la mañana.Me volví a dormir a las 4, ya que mi cabeza tardó una hora en dejar de bombardearme con preguntas.Dylan parece una persona muy segura de sí mismo, pero mientras dormía parecía un niño, y tenía una expresión de dolor e
Le acaricié la mejilla por última vez y bajé a la cocina a buscar que preparar para el desayuno.Mientras llamaba a Scott con las manos libres.“¿Dime?”, respondió bostezando.“Encárgate de pagar las deudas de Jénifer, todas en su totalidad y llama a mi abogado para que finalice las inversiones en casa moda con Angelina”“¿Ya acepto trabajar para ti?” preguntó.“Tengo métodos un poco ortodoxos de convencimiento, será mi asistente, encárgate de que le tengan lista una oficina.”“¿Qué? ¿Una oficina? Llevo tres años trabajando como tu asistente y nunca me has dado una oficina, que demonios, quiero también mi oficina, no des tratos preferenciales entre tus empleados, ¿Que tiene ella que yo no tenga?” Comencé a reírme“A ya sé, pero me puedo operar”“Que te operes no te dará un buen lugar si no luchas por él ¿Aún no sabes por qué no te he vuelto gerente en la nueva empresa?”“Por qué no querías dejarme ir, no puedes vivir sin tu mejor amigo.” Comencé a partir un poco de fruta.“No, es por
★Jenny.No comprendo la razón del porqué me sentí tan cómoda con Dylan.Antes de que él me llevara a mi casa me dijo que mañana podía iniciar con mi jornada laboral, que me tomará el día de hoy para alistar mis pendientes, he ir de compras, ya que la empresa tiene etiqueta de vestimenta.Cuando llegue a mi casa solo me encerré en espera de mi casera como 2 o 3 horas, pero la mujer nunca se presentó.Me puse a ver una película en una plataforma y me quedé dormida, pero aun así esa mujer no apareció, ya cuando eran casi las dos de la tarde, tomé algunas cosas de mi refrigerador y de mi alacena.Estoy agradecida con Dylan por haberme comprado comida, pero es demasiado, no me la acabaré ni en un mes.Repartí varias cosas en bolsas y comencé a repartirla entre mis vecinos, las casas donde sabía que vivían solo hombres, toque y dejé la comida en sus puertas.Después de eso reacomodo mi mandado y me quedé con lo que realmente necesito y me gusta.Le mandé un mensaje a Dylan con una foto de a
★Jenny.Termine de picar la lechuga y agregarla a la ensalada de pollo.Saque de la alacena, una bolsa sé tostadas y otra de galletas saladas, no sé qué le guste más a Dylan.¿Por qué estoy tan nerviosa?Corrí al baño a lavarme el rostro y me percaté que estaba ruborizada.“Solo es un chico, Jénifer solo es un chico” me di unas ligeras palmaditas en las mejillas cuando la chica a través del espejo me respondió, y claro, yo misma me respondí.“Es el único chico con el que has interactuado en estos tres años, además está bien guapo, sus brazos y esos… Cállate Jenny” me remojé más las mejillas.Me estoy creando ideas en mi cabeza y él solo es amable conmigo.Salí del baño y me senté a esperar a que él llegara a mi casa.Después de 10 minutos escuché que tocaron a mi puerta.Nunca me había entusiasmado tanto, ni cuando andaba de novia con el imbécil de Stuart me sentía tan nerviosa.Corrí a la puerta y abrí, pero no era Dylan.“¿Que haces aquí?”, pregunté y trate de cerrar la puerta, pero
Me alejé al sentir que él no me correspondió a mi beso.Soy una tonta.Di un paso atrás.“Lo siento, no debí, perdón” mencioné.No quiero que él piense de mí que soy una ofrecida, además no sé el porqué lo besé, solo me nació hacerlo.Cuando me gire y estaba lista para salir corriendo, él me tomó de la mano.Me giré y no me dijo nada, solo su otra mano viajó a mi mejilla y cerré los ojos, lo siguiente que sentí fueron sus labios sobre los míos, nuestras bocas se unieron en un besó lento y dulce.Nunca nadie me había besado de esa manera y no es que muchos me hayan besado ya, solo con Dylan van 3 hombres que me han besado en la boca, al segundo lo enterré en mis recuerdos, ya que ni siquiera supe que se sentía ser besada por ese hombre, por el hecho de que lo único que tenía en ese momento era dolor, pero ahora entre los brazos de Dylan me he olvidado de todo.Su mano estaba tomando mi mejilla y parte de mi cuello.Mientras el besó seguía.Su dulzura y su calidez me estaban derritiendo
“Dylan” mencioné y el volteo a ver la televisión y sonrió cuando la prota se cayó de espaldas por ocultarse del prota.“Aún no me has hablado del contrato, debo de saber que debo hacer y que no” el volteo a verme de nuevo.“Tú puedes hacer lo que quieras” volvió a ver la televisión.“Eso no responde mis dudas, mencionaste que debíamos tener las tres comidas juntos, ¿Y si como 5 veces esas también tienen que ser contigo? Y de casualidad no quieres saber cuántas veces voy al baño.” Sonreí.“Eres muy delgada para comer 5 veces, pero me puedo sacrificar, no me interesa cuántas veces vayas, pero si vas muchas en el día no creo que sea bueno, aunque…” comencé a reírme.“Háblame más del contrato, por favor” apagué el televisor. Por qué si sigue viéndolo no me va a explicar nada.“Estaba en la mejor parte” mencionó.“¿El CEO dominante, ve K-Dramas, lo pondré en el periódico mañana mismo?” Bromie“También puedes poner que lo hago con mi novia.” Si sigue diciendo que soy su novia me lo creeré.