Mi respiración se volvió errática, como si el aire se negara a llegar a mis pulmones. Intentaba inhalar profundamente, pero cada intento parecía un fracaso. Mi pecho subía y bajaba de manera descontrolada, y, en un acto desesperado, llevé mi mano sobre mi corazón, intentando apaciguar esos latidos frenéticos que amenazaban con estallar. Sin embargo, nada funcionaba.
—Señorita —murmuró él con voz firme, mientras se incorporaba y comenzaba a caminar hacia mí. Mi mente entró en pánico. No te acerques. Por favor, quédate donde estás, gritaban mis pensamientos, pero mi boca parecía sellada. Estaba atrapada, como si mi cuerpo hubiera decidido traicionarme. Quería acurrucarme en posición fetal y desaparecer. —No... por favor... aléjese —logré decir al fin, aunque mi voz salió entrecortada, con apenas un susurro. Mis ojos suplicaban mientras mi cuerpo temblaba. Él ignoró mi ruego y continuó acercándose. Su presencia era imponente, sofocante. Di un brusco movimiento hacia atrás, pero tropecé con la silla, cayendo al suelo con estrépito. —Jenny —pronunció mi nombre con calma, pero su voz solo intensificó mi angustia. Lo vi agacharse mientras intentaba ayudarme a levantarme. Retrocedí instintivamente, su contacto me aterrorizaba. No quería que me tocara, no podía permitirlo. —Por favor... —rogué, con las lágrimas brotando de mis ojos y el pecho a punto de estallar por el llanto contenido. —Señorita, está teniendo un ataque de pánico. Respire conmigo, ¿de acuerdo? Inhale profundamente. —Su tono era sereno, casi clínico, mientras trataba de guiarme. ¿Un ataque de pánico? La frase resonó en mi mente como un eco lejano. Sus palabras chocaban contra el muro del terror que me envolvía. Lo vi comenzar a contar, invitándome a seguir su ritmo. Pero mi mirada estaba fija en sus ojos. Había algo en ellos que encendió una alarma en mi interior. Mi corazón, que ya estaba desbocado, pareció detenerse por un instante. Es él. Es el hombre de esa noche. El que me arrebató todo. Cerré los ojos con fuerza, intentando ahogar esos pensamientos y concentrarme en su voz. Poco a poco, mi respiración comenzó a estabilizarse. Él me levantó con cuidado y me llevó hasta el sofá. Sentí el calor de sus brazos, pero la sensación no me reconfortaba; al contrario, me producía escalofríos. —¿Está mejor, señorita Clark? —preguntó con suavidad, pero yo negué con la cabeza. No, no estaba mejor. Y no lo estaría mientras permaneciera cerca de este hombre. —Usted... ¿hace tres años estuvo en una discoteca? ¿Chocó contra una joven? —pregunté, con mi voz apenas en un murmullo lleno de sospecha. Él frunció el ceño, visiblemente confundido. —Las discotecas no son lo mío, señorita —respondió con frialdad, desviando la mirada. Sentí que el peso de la vergüenza caía sobre mí. Tal vez lo había confundido. No sería la primera vez que mi mente me jugaba una mala pasada. —¿Quiere que comencemos con la entrevista o prefiere que la reagende? —dijo con un tono profesional, mientras se ponía de pie y se dirigía a su escritorio. —Hágala ahora, por favor —respondí, esforzándome por mantener la compostura. Él asintió y tomó mi currículum de su escritorio. —En su expediente menciona que no tiene experiencia en áreas administrativas y dejó en blanco el puesto al que desea aplicar. —Se colocó unos lentes de montura negra, revisando los documentos con atención. —Es cierto. No tengo experiencia laboral formal, pero en la universidad fui una alumna destacada —respondí, desviando la mirada cuando él me observó directamente. —¿Desea un vaso de agua? Aún parece alterada. Además, está muy pálida. ¿Se ha estado alimentando bien? —preguntó, ladeando la cabeza con un dejo de preocupación. Asentí en silencio. Lo vi caminar hacia una pequeña licorera, donde tomó una jarra y sirvió agua en un vaso. Su elegancia al hacerlo parecía calculada, como si cada movimiento estuviera pensado para intimidar. Al regresar, me extendió el vaso, pero al tomarlo, nuestras manos se rozaron. Esa breve fricción fue suficiente para que una corriente recorriera mi espalda, erizándome la piel. Solté el vaso, y este cayó al suelo, derramando su contenido sobre la alfombra. Me quedé paralizada, incapaz de mirarlo, convencida de que estaría furioso por el desastre. —Perdóneme, estoy un poco torpe hoy —balbuceé, sintiéndome insignificante. Él suspiró y se cruzó de brazos. —Si esa es su actitud habitual, me temo que no puedo contratarla. El puesto requiere precisión y confianza. —Se inclinó hacia mí, quedando a mi altura, y con un gesto firme, levantó mi barbilla con dos dedos. Sus ojos verdes se clavaron en los míos. —También prefiero que me miren a los ojos cuando hablo —dijo con arrogancia. Sentí que el aire me faltaba otra vez, pero esta vez no por un ataque de pánico, sino por el hombre frente a mí, cuyo poder parecía absorber todo el oxígeno de la habitación. —El puesto que se solicita es para asistente personal del CEO, y no queremos que ocurra un accidente, ¿verdad? —su voz era baja, pero el filo en sus palabras me puso en alerta. —Creí que era para programadora o algo similar —contesté, tratando de mantenerme firme. —Acabo de decidir que necesito un asistente —su tono era autoritario. —¿Usted es el CEO? —intenté apartar la mirada de sus ojos penetrantes. —Dylan Hans —respondió con seguridad—, dueño de la compañía a la que viniste a solicitar trabajo. —Mi solicitud era para un puesto en programación —insistí, aunque mi voz tembló ligeramente. Él negó con un movimiento lento de la cabeza, como si estuviera explicando algo obvio. —¿Cómo podría ser para programación si ni siquiera especificaste el puesto en tu solicitud? Seguro mi secretaria te asignó conmigo. Dio un paso hacia mí, reduciendo la distancia entre ambos. Podía sentir su presencia, intimidante, envolvente. —¿Por qué tiemblas, corderito? —susurró, casi burlándose. Me levanté de inmediato, apartándome de su cercanía. Mi corazón latía con fuerza, pero no podía permitirme mostrar debilidad. —Lo siento, pero no puedo aceptar este trabajo —dije con firmeza, tratando de recuperar el control—. No me interesa ser su asistente. Caminé hacia la puerta con pasos decididos. No importaba lo que costara, no podía quedarme allí ni un segundo más. Tomé la perilla con fuerza, pero antes de que pudiera abrirla, su mano se posó sobre la mía, deteniéndome. —No voy a presionarte —dijo con un tono más suave, pero igualmente firme—. Si quieres el puesto, es tuyo. No pienso contratar a nadie más. Me giré lentamente, y allí estaba él, demasiado cerca. Con su rostro a escasos centímetros del mío. Su respiración rozaba la mía, y la intensidad de su mirada me dejó paralizada. —¿Por qué? —pregunté en un hilo de voz, intentando leer las emociones en sus ojos. Hubo un silencio que se sintió eterno. Él me observaba, analizándome, como si buscara algo que ni él mismo entendía. Cuando no pude soportarlo más, aparté la mirada. —No lo sé —susurró al fin, con su voz llena de algo que no lograba descifrar—. Me resultas familiar. Tal vez sea eso. Retrocedió un poco, dándome espacio. Sentí un alivio inmediato, como si finalmente pudiera respirar. —¿Tomarás el puesto o no? —su tono cambió, volviéndose frío, casi desesperado, como si la respuesta fuera más importante de lo que quería admitir. —Lo pensaré —respondí con cautela, aunque ambos sabíamos que mi decisión ya estaba tomada. Él sacó una tarjeta de presentación de su cartera y me la tendió. —Tienes tres días para decidir. Llámame o envíame un correo si cambias de opinión. Después de eso, la oferta se retira. Abrió la puerta de la oficina y me dejó salir. Crucé el umbral sin mirar atrás, aferrando la tarjeta en mi mano como si quemara. No me sentí realmente libre hasta que estuve fuera de la empresa. Ni loca volvería a ese lugar. Y mucho menos aceptaría trabajar con un hombre que solo me recordaba el peor día de mi vida. Sin pensarlo dos veces, lancé la tarjeta a un basurero cercano y continué con mi día, buscando trabajo en otro lugar.★Dylan. Después de que ella se marchara, mis ojos quedaron fijos en la alfombra empapada por el agua que esa mujer, atolondrada y nerviosa, había derramado. El rastro húmedo era una distracción molesta. Con un suspiro de irritación, levanté el teléfono que descansaba sobre mi escritorio y, con un tono seco, pedí a la secretaria que enviara a alguien para encargarse de limpiar la m*****a alfombra. El trabajo me consumía. Nuevos inversionistas, clientes ansiosos, y los habituales que insistían en volver a ser parte de la compañía. No había margen para el error, y mucho menos para la mediocridad, algo que, lamentablemente, había heredado de mi padre. Él, un hombre despreciable, no conocía la compasión. A veces temía que yo mismo estuviera caminando por esa misma senda, aunque, al menos, no era tan cruel como él lo había sido. —Dylan, cariño… —La estridente voz de Montserrat me sacó de mis pensamientos. El ruido de sus tacones resonó en la oficina, seguido del golpe de la puerta al c
★ Jenny. Corría desesperada por el viejo bosque, con el corazón latiéndome a mil por hora. No importaba cuánto me esforzara, no lograba escapar. Finalmente, la bestia alcanzó a su presa y la devoró sin piedad... Me desperté sobresaltada, con el corazón a punto de salirseme del pecho y un dolor punzante en la cabeza. Me levanté rápidamente y me dirigí al baño. Me sumergí en la bañera, pasando más de una hora intentando borrar cualquier rastro de lo que ese hombre dejó en mí. Aunque esa horrible noche ocurrió hace tres años, la sensación sigue ahí. Por más que frotaba mi piel, la suciedad no desaparecía. Aún puedo sentir sus manos asquerosas sobre mi cuerpo, la devastación en mi corazón y cómo todas mis esperanzas, sueños e ilusiones se esfumaron en un instante. Todavía puedo sentir su aliento en mi nuca, susurrando algo en mi oído. Mi propia voz, que gritaba de miedo, me impidió escuchar claramente sus palabras. Siempre me he preguntado qué fue lo que me dijo en ese momento. Cerré l
El comportamiento de Dylan es muy extraño.“Idiota” murmuré mientras miraba como su auto se alejaba.Caminé hacia mi casa, abrí la puerta y me fui a acostar, directo en el sofá.No dejaba de pensar en todo lo que había pasado, desde la aparición de Madeleine y de Stuart, como a pesar de los años aún me sigue doliendo su traición.Caminé hacia mi alacena dónde guardo el licor y saqué una enorme botella de vodka y comencé a beberlo directamente de la botella.“Malditos, no es justo que ellos tengan una buena vida, menos yo… Yo no quiero esta vida, ellos viven felices, mientras yo… Guaaa” el llanto se apoderó de mi bebida.Recordaba los momentos que vivimos felices, en todas las veces que Stuart me nombró cariño, amor, mi ángel, te amo. Pero nada de eso era real, él nunca me amó, nadie jamás me ha amado.¿Merezco morir sola?¿Merezco no conocer jamás el amor verdadero?Comencé a beber sin parar y caminé a mi refrigerador y estaba completamente lleno.“¿Qué demonios?”, hasta la Nutela est
Sentía algo muy caliente en mi nuca…Abrí los ojos y me vi rodeada por los brazos de Dylan.Me quedé viéndolo por unos segundos, dormido no me da miedo.Sus facciones son muy lindas, es un hombre muy apuesto, su cabello algo largo y su barba que está un poco descuidada.No sé por qué tenía una sensación familiar entre sus brazos.Él frunció el entrecejo y lo escuché pronunciar algunas palabras como en susurros.«Perdón… Perdóname» no paraba de repetir una y otra vez.Le acaricié la frente para que se relajara un poco.Vi cuando abrió los ojos y se me quedó viendo.“Perdóname” pronunció mientras cerraba los ojos una vez más.Se supone que soy la que habla dormida.Me alejé de él y me recosté en el sofá.Me fijé en el reloj despertador y apenas eran las tres de la mañana.Me volví a dormir a las 4, ya que mi cabeza tardó una hora en dejar de bombardearme con preguntas.Dylan parece una persona muy segura de sí mismo, pero mientras dormía parecía un niño, y tenía una expresión de dolor e
Le acaricié la mejilla por última vez y bajé a la cocina a buscar que preparar para el desayuno.Mientras llamaba a Scott con las manos libres.“¿Dime?”, respondió bostezando.“Encárgate de pagar las deudas de Jénifer, todas en su totalidad y llama a mi abogado para que finalice las inversiones en casa moda con Angelina”“¿Ya acepto trabajar para ti?” preguntó.“Tengo métodos un poco ortodoxos de convencimiento, será mi asistente, encárgate de que le tengan lista una oficina.”“¿Qué? ¿Una oficina? Llevo tres años trabajando como tu asistente y nunca me has dado una oficina, que demonios, quiero también mi oficina, no des tratos preferenciales entre tus empleados, ¿Que tiene ella que yo no tenga?” Comencé a reírme“A ya sé, pero me puedo operar”“Que te operes no te dará un buen lugar si no luchas por él ¿Aún no sabes por qué no te he vuelto gerente en la nueva empresa?”“Por qué no querías dejarme ir, no puedes vivir sin tu mejor amigo.” Comencé a partir un poco de fruta.“No, es por
★Jenny.No comprendo la razón del porqué me sentí tan cómoda con Dylan.Antes de que él me llevara a mi casa me dijo que mañana podía iniciar con mi jornada laboral, que me tomará el día de hoy para alistar mis pendientes, he ir de compras, ya que la empresa tiene etiqueta de vestimenta.Cuando llegue a mi casa solo me encerré en espera de mi casera como 2 o 3 horas, pero la mujer nunca se presentó.Me puse a ver una película en una plataforma y me quedé dormida, pero aun así esa mujer no apareció, ya cuando eran casi las dos de la tarde, tomé algunas cosas de mi refrigerador y de mi alacena.Estoy agradecida con Dylan por haberme comprado comida, pero es demasiado, no me la acabaré ni en un mes.Repartí varias cosas en bolsas y comencé a repartirla entre mis vecinos, las casas donde sabía que vivían solo hombres, toque y dejé la comida en sus puertas.Después de eso reacomodo mi mandado y me quedé con lo que realmente necesito y me gusta.Le mandé un mensaje a Dylan con una foto de a
★Jenny.Termine de picar la lechuga y agregarla a la ensalada de pollo.Saque de la alacena, una bolsa sé tostadas y otra de galletas saladas, no sé qué le guste más a Dylan.¿Por qué estoy tan nerviosa?Corrí al baño a lavarme el rostro y me percaté que estaba ruborizada.“Solo es un chico, Jénifer solo es un chico” me di unas ligeras palmaditas en las mejillas cuando la chica a través del espejo me respondió, y claro, yo misma me respondí.“Es el único chico con el que has interactuado en estos tres años, además está bien guapo, sus brazos y esos… Cállate Jenny” me remojé más las mejillas.Me estoy creando ideas en mi cabeza y él solo es amable conmigo.Salí del baño y me senté a esperar a que él llegara a mi casa.Después de 10 minutos escuché que tocaron a mi puerta.Nunca me había entusiasmado tanto, ni cuando andaba de novia con el imbécil de Stuart me sentía tan nerviosa.Corrí a la puerta y abrí, pero no era Dylan.“¿Que haces aquí?”, pregunté y trate de cerrar la puerta, pero
Me alejé al sentir que él no me correspondió a mi beso.Soy una tonta.Di un paso atrás.“Lo siento, no debí, perdón” mencioné.No quiero que él piense de mí que soy una ofrecida, además no sé el porqué lo besé, solo me nació hacerlo.Cuando me gire y estaba lista para salir corriendo, él me tomó de la mano.Me giré y no me dijo nada, solo su otra mano viajó a mi mejilla y cerré los ojos, lo siguiente que sentí fueron sus labios sobre los míos, nuestras bocas se unieron en un besó lento y dulce.Nunca nadie me había besado de esa manera y no es que muchos me hayan besado ya, solo con Dylan van 3 hombres que me han besado en la boca, al segundo lo enterré en mis recuerdos, ya que ni siquiera supe que se sentía ser besada por ese hombre, por el hecho de que lo único que tenía en ese momento era dolor, pero ahora entre los brazos de Dylan me he olvidado de todo.Su mano estaba tomando mi mejilla y parte de mi cuello.Mientras el besó seguía.Su dulzura y su calidez me estaban derritiendo