Marbella escuchó que cerraron de un fuerte azote la puerta de su habitación, se levantó enseguida, asustada.
Vio a esa imponente figura masculina, con ojos feroces acercarse a ella, titubeó al no entender porque su esposo estaba tan molesto.
Él la tomó de los brazos, la miraba con furia en sus ojos azul porcelana.
—¡¿Cómo has podido ser una mujer tan cruel, Marbella?! —exclamó su marido.
Ella no entendía de lo que él hablaba, estaba conmocionada.
—Pero… ¿Qué fue lo que hice? —preguntó con ojos asustados, nunca lo vio tan furioso, aunque algunas veces tuvieron desavenencias, esto parecía punto y aparte.
Él sujetó la barbilla, su gesto era inclemente.
—¿Fingirás demencia? Creí que eras una mujer diferente, veo que me equivoqué, te puse en un pedestal, creyendo que eras la Marbella con quien crecí, mírate ahora, has caído a lo más bajo.
Él la soltó, sus palabras causaron un dolor en la mujer, sus ojos se volvieron llorosos.
Lugh Ackerman era su esposo desde hace tres meses, el hombre caminó por la habitación como un león enjaulado, luego su mirada se posó en ella.
—Dije que te amaba, que te daría tu lugar como mi esposa, y que Vanesa esperaba un hijo mío, ese bebé fue concebido antes de nuestra boda y te dejé en claro, que me haría cargo de él, pero que nada, ni nadie nos separaría, prometí que ella no sería un obstáculo entre nosotros, entonces, si hice tantos juramentos por tu amor, ¿Por qué tenías que hacerlo? —exclamó enardecido.
—¡No sé de lo que hablas! Explícame.
—Le diste eso… ¡la hiciste beber un té abortivo, Marbella! Hiciste que mi pequeño bebé muriera antes de nacer, ¡¿Por qué fuiste tan cruel?! —la voz de Lugh era rota, sus ojos brillantes se volvieron enrojecidos de furia.
Ella retrocedió, un miedo que provenía de sus entrañas impidió que hablara.
—¡Yo…! ¡no lo hice! Juro que no lo hice.
Lugh se acercò, tomó su barbilla, la pellizcó, le mostró un video en su teléfono; ella aparecía hablando con un mesero.
—¡Él lo dijo todo! ¿Sabes dónde está ahora? —ella negó—; ¡En prisión! Porque confesó todo, tú le pagaste mucho dinero para poner ese brebaje en la bebida de Vanessa, ¿Por qué, Marbella? Prometí que no te desampararía, prometí amarte luego de que te entregaste a mí, ¿Por qué tenías que ser tan cruel con un ser indefenso? ¡Debería mandarte presa!
—¡No! No lo hice, lo juro, no sé porque me acusan, ¡es confuso! No lo hice, cree en mí —exclamó con ojos llorosos, acunó su rostro.
Lugh sintió que era vencido por su llanto, por su dulce voz, pero enloqueció al recordar que su bebé fue asesinado, alejó sus manos y la empujó, Marbella cayó al suelo, sollozó sin control. Para ella, el parecía una bestia despiadada que no podía reconocer, ya no era el hombre que tanto amó.
—¡No hice nada, Lugh, juro que me han tendido una trampa! Créeme, por favor —exclamó con desesperación, al ver que él se mostraba frío con ella.
—Ya no quiero tus falsos gimoteos. A pesar de todo, no tengo valor para enviarte a la prisión, donde perteneces, te doy un día hasta la noche, para que tomes tus cosas, y te largues de mi vida para siempre, no quiero volver a verte, todo lo que había entre los dos, está muerto.
Ella no pudo evitar llorar con más ahínco.
—No lo hagas, no me abandones, ahora, por favor.
Lugh dio la vuelta, se detuvo un momento.
—¿Sabes que es lo peor? Iba a darte todo mi amor, quería cuidarte, como cuando éramos niños, creí que mamá tuvo razón al obligarnos a casarnos, pensé en un felices para siempre, lo arruinaste, Marbella, ¡felicidades!
—¿De verdad creerás eso de mí? ¿Acaso no me conoces?
—Es suficiente —dijo él severo—. Un hombre en la cárcel dijo tu nombre, te incriminó, ¿Qué ganaría, Marbella? Un hombre a punto de una condena no mentiría.
Ella aún estaba en el suelo, intentó abrazarse a sus piernas, suplicar que la escuchara, pero recibió otro impulso de su parte que la envió al suelo, él salió, lo último que escuchó eran sus pasos alejándose.
Marbella lloraba, su corazón estaba roto, se levantó determinada, quería defenderse de tal injuria, no permitiría que la acusaran de algo tan injusto. La mujer limpió sus lágrimas, tomó su cartera, y abrigo, salió apresurada. Bajó la escalera de la casa, y llegó hasta el jardín donde estaba Bryce esperando. Él la miró atónito, Bryce se acercó. —Vi salir a Lugh como alma que lleva el diablo, ¿ocurrió algo malo? Marbella mirò sus ojos, él pudo ver lo enrojecidos que estaban supo que había llorado, tomó su mano. —¿Qué pasa? ¿Te hizo algo malo? Dímelo, y juro que, aunque me eche, lo acabaré. Sus palabras alertaron a Marbella, ella negó con rapidez. —Por favor, no te entrometas —espetó con indiferencia. Esas palabras dolieron en Bryce, él siempre amó a Marbella, pero estaba claro que eran de diferentes clases sociales, y que alguien como ella, era lejana para él, aunque en la infancia se hubiesen criado como amigos. Bryce era el chofer de Lugh, pero se conocían desde niños, cuando
La desesperación invadía a Marbella, Bryce quiso consolarla, intentó abrazarla, pero ella lo rechazó. —Espera… —intentó entrar, pero él la detuvo. —¡No le ruegues más! No sé porque actúa así, pero sé algo, ¡es el rey de los imbéciles! Ella asintió. —Me acusa de haber provocado el aborto de Vanessa, dice que un mesero dijo que le pedí que pusiera algo malo en su bebida, ¡yo no lo hice! Bryce acunó su rostro. —¡Claro que no! Yo te creo, te conozco, Marbella, esa es la diferencia entre Lugh y yo, él te conoce, pero no cree en ti, ¡él no te ama! ¿No lo puedes ver? —¡No lo entiendes! Debo demostrar mi inocencia, entonces, él me creerá. Marbella se alejó de él, fue a la habitación, la puerta estaba entreabierta, podría escuchar las voces adentro. Al asomarse, Lugh estaba sentado a un lado de la camilla, frente a Vanessa, dándole la espalda a la puerta, no podía verla. —Lo siento tanto, ¡Has sufrido mucho, Vanessa! Defendí a alguien malo, y te dañe a ti. —Lugh, promete que tendrem
Al llegar a casa, Marbella empacó todas sus pertenencias, quería irse, quería nunca volver, su corazón se sentía pesado. Bajó la escalera llevando sus pertenencias, cuando escuchó que abrieron la puerta de la mansión, era Lugh, sus ojos se encontraron, la miró severo. Llevaba un documento en las manos, cuando estuvieron frente a frente el hombre le dio los papeles. —Fírmalo, es nuestro divorcio, y no te daré ninguna compensación, te irás tal y como llegaste cuando eras huérfana; sin nada. Ella no podía creer lo que escuchaba, aquello parecía una cruel pesadilla de la que no despertaba, Marbella tomó el bolígrafo en la mesa, su mano temblaba, miró los papeles, firmó con debilidad, luego los lanzó al suelo por frustración. —Un día te arrepentirás, ya te lo he dicho. —Adiós, Marbella, ojalá que no te vuelva a ver en mi vida. Ella caminó, alejándose, sus piernas flaquearon, quiso retroceder, pero siguió su camino, hasta encontrarse con Bryce. —No quiere que te lleve a ningún lugar
—¡Es imposible! ¡Lugh no sería tan perverso para intentar matarme! —¡Escúchame, debes salir del maldito auto! Él quiere una vida por otra, ¡te matará, Marbella! Por favor, ¡sal de ahí! La llamada se cortó, Marbella intentó llamarlo de vuelta, su corazón latía con fuerza, tenía temor, ¿podría Lugh Ackerman, el hombre que tanto amaba desde niña, ser un hombre tan cruel, dispuesto a matarla? No lo creía, recordó cuando eran felices, ahora ese recuerdo estaba nublado en su mente. Escuchó al chofer maldecir y accionar el claxon, ella se distrajo dejó su móvil a un lado. Levantó la vista y vio un fuerte choque a unos metros de ellos, era una carambola de varios autos, que detenían el tráfico en el puente de Overwood, no había escapatoria, Marbella sintió náuseas súbitas, abrió la puerta, bajó del auto, el chofer la miró de reojo. Ella caminó hasta la orilla del puente a pocos pasos, vomitó, buscó un pañuelo en su bolsillo del vestido, limpió su boca, alzó la vista y miró a un pequeñ
—¿Qué ha dicho? —Lugh sintió un frío que lo congelaba desde la espina dorsal hasta sus pies—. No puede ser, ella… ¡estuvo ante mí, estaba… con vida! —Hubo una explosión, estamos determinando a que se debió, lo siento mucho, sería necesario que los familiares de Marbella Ronsard vinieran a la comisaria, tal vez haya que reconocer sus restos, si es que hay. «¿Cómo que si es que hay? ¡No puede ser! ¡No puede ser Marbella…!», pensó, el teléfono de Lugh cayó al suelo, él salió hasta el jardín. Vanessa dejó de fingir, caminó a toda prisa hasta la ventana y observó desde ahí a Lugh, su madre Pina se acercó a ella. —¿Crees que ya lo sepa? —exclamó la madre Vanessa sonrió. —Me apuesto a que ahora mismo ya se enteró, ojalá que haya sufrido mucho antes de morir. —¡Vanessa, no digas eso! Una cosa es que haya sido un accidente. Y… —Deja tus prejuicios, madre, estuviste de acuerdo en pagar todo nuestro dinero por esto, si no la hubiese mandado a matar, ¿Qué crees que hubiese pasado? Te lo d
Lugh entró en la casa, las mujeres retrocedieron, lo vieron entrar tan desesperado, el hombre no les hizo caso, fue hasta el despacho, entró y cerró la puerta de un fuerte azote. —Creo que esto te causará problemas, Vanessa, tal vez Marbella Ronsard está muerta, pero se ha convertido en un fantasma que te perseguirá. —¡Cállate, Pina! ¿Eres mi aliada o mi enemiga? —¡Hija! —exclamó su madre ante sus palabras —Aunque Marbella se convierta en un fantasma, ya he acabado con ella, nunca volverá, los fantasmas se pueden ir a la tumba. Vanessa subió la escalera, dispuesta a elegir su nueva habitación en la villa de Greenblue. Lugh estaba a oscuras en ese despacho, bebió varios tragos, luego llamó por teléfono. Su padre respondió. —¿Lugh? ¿Qué hora es esta para llamar? Dime, ¿Ha sucedido algo malo con Marbella? Te dije que la trajeras a la mansión, debemos hablar, no concibo que Marbella hubiese hecho algo tan cruel, ¡Es un error! Solo si ella lo dice, creeré en su culpabilidad —senten
Dylan Blyth miró a la mujer con estupor, luego asintió. —Te salvaré. El hombre le pidió que lo siguiera, caminaron, pero notó que ella estaba muy asustada. Al llegar al área de maternal, el señor Blyth exigió que su hijo fuera entregado a él. Los ojos de las enfermeras le miraron asustados. —Necesita una alta médica, señor, debe esperar al pediatra. —¡No necesito nada! Soy el padre del niño, puedo llevármelo si quiero, para eso tengo derechos. Las enfermeras se asustaron ante su tono de voz tan autoritario, incluso Marbella se sintió pequeña ante su voz. Las enfermeras vistieron al pequeño, y se lo entregaron en brazos. El hombre tomó la mano de Marbella. —¡No nos pueden ver! Los ojos de Marbella se abrieron enormes al ver a Lugh Ackerman muy cerca de ellos. Sintió que le daba terror, su corazón estaba roto, las lágrimas corrieron. Subieron al elevador, no había otra forma de escapar de ese lugar, pero Marbella se puso frente al hombre, dando la espalda, para que Lugh no la
Lugh y su padre volvieron a casa, junto a Bryce, pero se detuvieron un momento en el jardín, estaban desolados sin haber encontrado a Marbella, eso estaba matando a Lugh, pero también a Bryce, quien temía que ella hubiese muerto en esa m*****a explosión. La abuela Delia, y el abuelo Blard estaban en esa casa, esperaban a su nieto, aún no sabían lo que pasó con exactitud, intuían que el matrimonio de sus queridos nietos peligraba y se veían desesperados. La tía Amelie también estaba ahí junto a su esposo Orson. Cuando Vanessa bajó la escalera, aún tenía su rostro pálido como la nieve, un gesto enfermizo y débil. Los ojos de la abuela Delia se abrieron gigantes al ver a esa mujer, apretó los puños, golpeó su bastón contra el suelo. —¡Por todos los demonios del inframundo! ¿Qué haces aquí, m*****a mujer? —espetó con furia Los ojos de Vanesa estaban asustados al escuchar a la abuela. —¡Abuela Delia, yo no he tenido nada que ver! Delia no esperó un instante, dio una fuerte bofetada