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La esposa traicionada por el CEO
La esposa traicionada por el CEO
Por: J.D Anderson
Capìtulo1: Lo que había entre nosotros terminó

Marbella escuchó que cerraron de un fuerte azote la puerta de su habitación, se levantó enseguida, asustada.

Vio a esa imponente figura masculina, con ojos feroces acercarse a ella, titubeó al no entender porque su esposo estaba tan molesto.

Él la tomó de los brazos, la miraba con furia en sus ojos azul porcelana.

—¡¿Cómo has podido ser una mujer tan cruel, Marbella?! —exclamó su marido.

Ella no entendía de lo que él hablaba, estaba conmocionada.

—Pero… ¿Qué fue lo que hice? —preguntó con ojos asustados, nunca lo vio tan furioso, aunque algunas veces tuvieron desavenencias, esto parecía punto y aparte.

Él sujetó la barbilla, su gesto era inclemente.

—¿Fingirás demencia? Creí que eras una mujer diferente, veo que me equivoqué, te puse en un pedestal, creyendo que eras la Marbella con quien crecí, mírate ahora, has caído a lo más bajo.

Él la soltó, sus palabras causaron un dolor en la mujer, sus ojos se volvieron llorosos.

 Lugh Ackerman era su esposo desde hace tres meses, el hombre caminó por la habitación como un león enjaulado, luego su mirada se posó en ella.

—Dije que te amaba, que te daría tu lugar como mi esposa, y que Vanesa esperaba un hijo mío, ese bebé fue concebido antes de nuestra boda y te dejé en claro, que me haría cargo de él, pero que nada, ni nadie nos separaría, prometí que ella no sería un obstáculo entre nosotros, entonces, si hice tantos juramentos por tu amor, ¿Por qué tenías que hacerlo? —exclamó enardecido.

—¡No sé de lo que hablas! Explícame.

—Le diste eso… ¡la hiciste beber un té abortivo, Marbella! Hiciste que mi pequeño bebé muriera antes de nacer, ¡¿Por qué fuiste tan cruel?! —la voz de Lugh era rota, sus ojos brillantes se volvieron enrojecidos de furia.

Ella retrocedió, un miedo que provenía de sus entrañas impidió que hablara.

—¡Yo…! ¡no lo hice! Juro que no lo hice.

Lugh se acercò, tomó su barbilla, la pellizcó, le mostró un video en su teléfono; ella aparecía hablando con un mesero.

—¡Él lo dijo todo! ¿Sabes dónde está ahora? —ella negó—; ¡En prisión! Porque confesó todo, tú le pagaste mucho dinero para poner ese brebaje en la bebida de Vanessa, ¿Por qué, Marbella? Prometí que no te desampararía, prometí amarte luego de que te entregaste a mí, ¿Por qué tenías que ser tan cruel con un ser indefenso? ¡Debería mandarte presa!

—¡No! No lo hice, lo juro, no sé porque me acusan, ¡es confuso! No lo hice, cree en mí —exclamó con ojos llorosos, acunó su rostro.

Lugh sintió que era vencido por su llanto, por su dulce voz, pero enloqueció al recordar que su bebé fue asesinado, alejó sus manos y la empujó, Marbella cayó al suelo, sollozó sin control. Para ella, el parecía una bestia despiadada que no podía reconocer, ya no era el hombre que tanto amó.

—¡No hice nada, Lugh, juro que me han tendido una trampa! Créeme, por favor —exclamó con desesperación, al ver que él se mostraba frío con ella.

—Ya no quiero tus falsos gimoteos. A pesar de todo, no tengo valor para enviarte a la prisión, donde perteneces, te doy un día hasta la noche, para que tomes tus cosas, y te largues de mi vida para siempre, no quiero volver a verte, todo lo que había entre los dos, está muerto.

Ella no pudo evitar llorar con más ahínco.

—No lo hagas, no me abandones, ahora, por favor.

Lugh dio la vuelta, se detuvo un momento.

—¿Sabes que es lo peor? Iba a darte todo mi amor, quería cuidarte, como cuando éramos niños, creí que mamá tuvo razón al obligarnos a casarnos, pensé en un felices para siempre, lo arruinaste, Marbella, ¡felicidades!

—¿De verdad creerás eso de mí? ¿Acaso no me conoces?

—Es suficiente —dijo él severo—. Un hombre en la cárcel dijo tu nombre, te incriminó, ¿Qué ganaría, Marbella? Un hombre a punto de una condena no mentiría.

Ella aún estaba en el suelo, intentó abrazarse a sus piernas, suplicar que la escuchara, pero recibió otro impulso de su parte que la envió al suelo, él salió, lo último que escuchó eran sus pasos alejándose.

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