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Dos meses después. Nottingham, Londres. Marbella abrió los ojos, hacía frío, le molestaba el poco sol que había en esa ciudad, extrañaba su país, era verdad. Se levantó, tocó su pequeño vientre que amenazaba con pronto hacerse notar, tuvo algo de miedo, ¿Qué dirían el resto de los empleados? De por sí, muchos de ellos ya le tenían mala saña, sobre todo la señorita Kate, la ama de llaves de la mansión Blyth, era tan celosa de ella, que no había día en que no pelearan. Marbella tuvo que ir a vivir a Inglaterra con el señor Blyth y su hijo, no tenía dinero, ni nada más en Estados Unidos, era eso o quedarse sola ahí, sin ayuda, ahora todo lo que le interesaba era dar vida a su hijo. Se dio un baño caliente, se peinó y vistió. Miró su rostro, pensó en él, encendió su nuevo móvil y lo único que vio fue eso, sus ojos se abrieron enormes. «Se ha declarado a la señora Marbella Ronsard como desaparecida, pero no se le seguirá buscando, la familia Ackerman ha entendido que la mujer simpleme
—¿Qué pasó? —¿Cómo dices, amor? ¿No lo recuerdas? Hicimos el amor, como antes, como cuando me querías. Lugh enderezó su postura, tenía el pecho desnudo, no llevaba pantalones, pero su ropa interior estaba cubriéndolo. Tocó su cabeza, dolía, no tenía más recuerdos, solo llegar y caer en la cama, incluso recordó haber dicho el nombre de Marbella, tuvo nostalgia al recordarla. —No me acuerdo de nada. Vanessa se echó a llorar. —¡Estuvimos juntos! ¿Es que no me amas, Lugh? ¿Nunca volverás a amarme? Lugh la miró. —No te amo, Vanessa, entiéndelo, lo nuestro murió hace tiempo, esto fue un error. —¡Entonces! ¿Seguirás amando a la asesina de nuestro bebé? —exclamó Lugh hundió la mirada, Vanessa tomó su ropa, se metió en el cuarto de baño. Lugh se vistió a toda prisa, recibió una llamada, creyó que era de la empresa, pero no, en realidad era una llamada de la policía. —Señor Ackerman, ¿puede asistir a las oficinas de policía? Debemos hablar sobre nueva información de su exesposa. Lugh
Al día siguiente. La abuela Delia estaba en el salón principal, Cordelia estaba a su lado, y al lado de la chica estaba el abuelo Blard. Bryce estaba nervioso apretando las manos, mirándolos. —Entonces, ¿ya me dirán que pasa aquí? Cordelia se levantó, estaba nerviosa, pero se aventuró a hablar. —Abuela, Bryce me ha pedido que sea su novia, y le he dicho que sí, porque lo amo con todo mi corazón, quiero que lo sepan, y me den su aprobación. Delia se levantó feliz, abrazó a la chica que tenia ojos bañados de ilusión. —¡Estoy feliz por ti, cariño! El abuelo Blard no estaba tan animado como su esposa, había algo en ese hombre, algo que no le agradaba después de todo. —Abuelo, ¿no estás feliz con mi decisión? El abuelo se levantó la abrazó con fuerzas. —Claro que sí, todo lo que te hace feliz a ti, me hace feliz a mí —el abuelo miró a Bryce—. Espero que hagas muy feliz a mi niña, o te las verás conmigo —dijo severo. Bryce solo pudo sonreír. —Claro que la cuidaré, adoro a Cory,
Marbella estaba perpleja, sus ojos eran enormes al escuchar esas palabras. —¿Qué ha dicho? —exclamó al instante en que se puso pálida. —Quiero que te cases conmigo, Mar —sentenció, su voz era firme, no parecía haber un atisbo de broma en sus palabras, ella le mirò incrédula, ¿Se volvió loco? No lo sabía. —¡¿Qué dice?! Debió perder la cabeza, mi respuesta es no, incluso si usted salvó mi vida, mi respuesta sigue siendo que no —espetó. Marbella estaba por irse, cuando sintió su fuerte mano devolverla. Se quedó perpleja, sintiendo como ese hombre la inmovilizaba al estrechar su cintura, estaban muy cercas. —¡Me lo debes, Mar! Debes ser mi esposa, ¡te lo suplico! Ella se quedó perpleja, ¿una súplica? Marbella volvió a negar. Sus miradas se cruzaron un instante, ella pudo ver que la fiereza abandonó el rostro del señor Blyth, cambió su gesto a uno desamparado. —Estoy sufriendo —dijo y comenzó a toser, tosió tan fuerte que un hilo de sangre escurrió pro su boca. Marbella tuvo terr
—Mar, mi esposa me engañó, y luego me abandonó por otro hombre, era más joven, el heredero de mucho dinero, igual que yo, la diferencia fue que a mí me dejó con nuestro hijo, renunció a su custodia. Durante años me pregunté que hice mal, ¿Por qué a ella le fue bien y a mí no? Nunca lo entenderé sobre todo cuando sigo recibiendo golpes. —No lo sé… señor Blyth, créame que no sé como a los malos le resultan las cosas bien, a veces pienso que es un mundo al revés. Dylan sonrió. —Tengo cáncer de estómago, Mar, cáncer terminal, me queda muy poco tiempo de vida. Los ojos de Marbella se abrieron enormes, se volvieron llorosos, sintió un nudo en su estómago. —¿Qué? Yo… lo siento… —exclamó asustada —Lo único que me duele es mi hijo, no tengo familia, solo algunos lejanos que son tan ricos como yo para importarles mi pequeño, y a ti. Pensé en ti, pronto serás madre, sabes lo que es ser traicionada, sabes lo que es que alguien rompa tu corazón, he padecido lo mismo, una vez que ocurre, tu co
—¡Yo no hice nada! ¡Soy inocente! —exclamó Marbella con desesperación. Los policías la llevaron fuera de la alcoba, la mujer casi se echaba sobre el suelo, pues no quería ser llevada, entró en pánico, no podía más. Clyde apareció, liberándose de la mano de la empleada. —¡Mamita, mamita! Dejen a mi mamita, ¡no! —Clyde solo tenía tres años y no entendía nada, pero en su pequeña mente tenía pánico y lloraba sin control. La empleada lo cargó, pero el niño no dejó de patalear y sollozar con miedo. —¡Mira lo que haces, pequeña ladrona! Atemorizas a un pobre bebé. Al escuchar el llanto de Clyde, fue como si Marbella volviera en sí, se calmó y miró al niño. —Tranquilo, cariño, está bien, estaré bien, volveré. —¡Mami! —chilló Clyde cuando la vio salir por la puerta. —¡Ya basta, mocoso! Deja de llorar —exclamó Kate al escuchar sus berridos, pero solo provocó que el niño llorara con más fuerza, los empleados miraron a la mujer con gran repruebo, seguro que muchos de ellos hubiesen querid
El empleado estaba temeroso, sus ojos temblaban al mirar a su jefe, sabía quién era, uno de los más ricos y poderosos, no solo de Nottingham, sino de Inglaterra. —Por favor, señor, ¡tenga piedad! Dylan arrastró al hombre hasta una habitación en la finca de empleados. Se sentó frente a él. —¡Habla, ahora! —espetó con rabia, Dylan podía ser tan amable o feroz como quisiera, y por su gesto, el empleado intuyó que estaba rabioso como un león hambriento. —Yo… no quería, lo juro. —¿Y quién te obligó a poner las joyas de mi madre difunta en la alcoba de la pobre Mar? ¿O lo negarás? El empleado negó. —¿Cómo las tomaste? —Me las entregaron, señor. Dylan hizo de sus manos un puño rabioso, lo miró con ojos profundos, pensando en todo lo que le podría hacer a ese hombre por ser un traidor. «¡Traidor, traidor! Todos son como unas ratas hambrientas, dispuestas a devorarme, cuando muera, ellos comerán de mis restos, dejarán a mi hijo sin nada», pensó atemorizado. —Dime de una m*****a vez,
Salieron de la celda, Marbella no podía pensar, su mente era confusa, era como si su vida pasara fuera de ella, y solo la viera desde lejos. Estaba en un trance casi hipnótico, caminando como autómata, hasta el momento en que unos chillidos, que más parecían berridos, la hicieron volver en sí. —¡No he hecho nada, soy inocente! —gritó Kate desesperada Cuando su mirada se cruzó con la de Dylan Blyth la mujer se arrojó a sus pies, desesperada. —¡No hice nada, señor, sálveme! Dylan tomó su barbilla con fuerza, pellizcándola. —¿No has inculpado a una mujer inocente, sin importarte que incluso está embarazada? La mujer abrió ojos horrorizados. —Señora Katherine, es culpable del delito de robo, falso testimonio y amenazas, será condenada mañana por un juez —dijo el comandante. Los ojos de la mujer se abrieron enormes, estaba sollozando, Dylan la soltó, la mujer fue tomada de las muñecas por la policía, siendo llevada a la celda. La mujer gritó, pero cuando sus ojos se cruzaron con M