Pasó un rato, Ignacio bebió varios tequilas y conoció a otras personas del pueblo que Pedro y Serafín le presentaron. Luego él y otros que estaban en la misma mesa recibieron otra ronda de tragos. Amelia lo observó cuando recibió el tequila desaprobando con la mirada, él se percató de ello y sonrió.—¿Le molesta que beba?—No me molesta. —Dijo con cierta amargura en su voz.—¿Entonces por qué esa mirada matadora?—No vino aquí a divertirse, ¿ya se le olvidó que solo desea observar mi vida y a mi familia?—Realmente hablas como si estuvieras enojada conmigo.—No estoy enojada.—¿Entonces por qué me reprochas con la mirada? esos lindos ojos intentan asesinarme, pero logran otro efecto, me cautivan.Amelia hizo caso omiso a sus palabras.—No deberías estar aquí fingiendo que te gusta estar con toda esta gente que ni siquiera conoces.Luego se levantó y se fue hacia la entrada de la casa, de ahí se dirigió a la cocina a buscar agua para beber; Ignacio se levantó y se acercó a Filomena, l
Ignacio le agarró el mentón a Amelia y le dijo: —Ahora que sé que puedo tenerte no dejaré que te apartes de mí, mañana te llevaré conmigo. —No puedo regresar a tu casa ahora que sabes que no soy tu esposa. —Tienes meses viviendo conmigo y no ha sido un problema para ti. —Todos creían que Silvia era quién vivía en tu casa, ahora es distinto, tu familia no aceptará que una intrusa como yo viva con ustedes. —No me importa lo que digan. —Si hubieras escuchado a tu familia cuando te advirtieron acerca de Silvia te habrías ahorrado muchos males. —¿Acaso serías un mal para mi familia y para mí? Amelia agachó el rostro. —Quiero llevarte conmigo —Le tocó la barriga—. Cuidaré de ti y de tu hijo. —Ya sabes toda la verdad, sabes que no soy culpable de lo que hizo tu esposa. Pero no pienso regresar a tu casa, me quedaré aquí, debo hacerlo; mi hijo nacerá pronto, debo alistar todo, ni siquiera le he comprado su cuna, debo hacer todo lo que se supone que una madre embarazada debería. En e
Rosalía meneó la cabeza y regresó adentro, tenía la intención de decirle a Flavio que Mario había destruido su auto. Pero no lo vio por ninguna parte, Ignacio estaba con Serafín que lo llevó a un cuarto a curarse las heridas que tenía en la cara. Una de las trabajadoras de la casa le llevó una vasija con agua y la puso sobre la cómoda con una toalla. Ignacio agradeció y comenzó a lavarse la cara y los brazos.—No sabe cuánta vergüenza me da por lo que mi sobrino le hizo. —No se preocupe Serafín, yo soy el que debería sentirme avergonzado, es la primera vez que entro a su casa y sucedió esto. —Mario es buen muchacho, pero a veces se comporta como una mula, no se sabe controlar.Cuando Serafín e Ignacio salieron a la sala, Pedro estaba allí con Romelia, Amelia y Filomena.Pedro observó cómo había quedado Ignacio después de la pelea, con la ropa sucia.—No me imaginé que Mario fuera capaz de llegar a atacar así a alguien. —Amelia agregó:—Flavio ya está bien papá. —Pedro miró a Serafín
Bueno, es mejor que subas a tu cuarto, voy a buscarte ropa de dormir de un primo que viene de vez en cuando, creo que es de la misma talla que tú. —Ignacio sonrió y se acercó a ella.—De haberlo sabido habría empacado ropa antes de venir a la casa de mi novia. —Amelia se sonrojó.—¿Tu novia?—Eso eres a partir de esta noche, y pronto serás mi prometida cuando te presente a todos con tu verdadera identidad. —Amelia sintió preocupación y agachó el rostro.—¿Dije algo malo?—Es que todo este tiempo…—¿Qué?—Es confuso, empecé siendo tu esposa, bueno, era Silvia, yo solo estaba sustituyéndola. Él le agarró el mentón y la miró fijamente a los ojos. —Estos meses has hecho por familia y por mí más de lo que Silvia hizo en años; soportaste muchas cosas y recibiste reproches que no te correspondían, eso te hace una esposa, una buena esposa. Quiero que lo seas pronto, me casaría contigo hoy mismo si pudiera hacerlo.Se quedaron viendo fijamente a los ojos, todo quedó en silencio, solo se esc
Más tarde Amelia fue a la habitación de Pedro a explicarle todo. Lo encontró acostado en su cama, le pareció extraño que lo hubiera hecho a esa hora.—¿Papa te sientes mal?—Solo me siento cansado. —Tenía el semblante serio y distante, Amelia en sus adentros no podía concebir que su padre estuviera enojado con ella. Pensó:—No puedo decirle toda la verdad, se angustiará mucho si se enterara de que he estado usurpando a Silvia, y peor aun si le digo que ella es la mujer de un mafioso.Pedro sin establecer contacto visual con ella dijo:—¿Eres la querida de ese hombre? —Amelia sintió que la cara se le quemaba.—No papá.—¿Entonces por qué Rosalía los vio besándose? —Amelia se quedó muda, no sabía cómo explicar, Pedro frunció el ceño.—A eso te fuiste de regreso a la capital? A quedarse con ese tipo? Has perdido la vergüenza, tu novio ha estado esperándote todo este tiempo, trabajando y arreglando la casa para vivir los dos con mi nieto, mientras que mi hija hace lo contrario y anda com
Mario llegó a la casa buscando a Amelia, ella estaba aún encerrada en la habitación. Mientras una de las ayudantes de la cocina subió a llamarla, Rosalía llegó a la sala agarrándose un mechón del cabello.—Y aquí está el mero macho buscando a la mujer que se burló de él en su propia cara con otro hombre. —Mario arrugó el ceño y la miró con desagrado.—Si, vine a hablar con Amelia, tú lárgate de aquí.—No puedes echarme de mi casa.—Esta casa es de Amelia.—No, es de Pedro y de mi mamá.—Pedro la puso a nombre de Amelia, y no entiendo por qué ella no te ha echado todavía.La joven que fue por Amelia bajó las escaleras y le dijo a Mario:—Amelia dice que está indispuesta y que no lo recibirá.—Entonces deseo hablar con Pedro.—Voy a decirle. —Mario miró a Rosalía.—Lárgate, no vine a verte la cara.—Que bueno que mi hermanita está enamorada de otro que es mejor que tú, te aseguro que con ese no podrás competir, "jamás".—Sal de mi vista. —Rosalía con talante burlón se marchó.Pedro sali
Diego oyó a Ignacio mientras este le contó todo lo que había sucedido en San Pedro; como lo vio tan entusiasmado con Amelía le dio preocupación, temía que su hermano volviera a equivocarse, entonces le dijo:—¿Estás seguro de que en verdad puedes confiar en ella?—Si, te aseguro que esta vez no estoy equivocado, observé a su familia, sus amigos. —Puso una leve sonrisa y una mirada soñadora—. Ella es sencilla, una mujer joven llena de expectativas y sueños; se graduó este año, es licenciada en administración, su padre es un hombre honrado.—No crees que entonces deberías denunciar a Silvia con la policía.—Eso sería lo correcto, pero van a investigar a Amelia, y no sabemos si eso la va a afectar, tal vez la policía decida detenerla; no quiero eso.—Me parece que otra vez estás viendo a través de los ojos del amor, y podrías equivocarte de nuevo.—Nunca lo había hecho, con Silvia solo veía a través de mi soledad, mi tristeza y mi desesperación; en cambio con Amelia siento la alegría y l
Era de noche en Bruselas, Ernesto y Silvia se mudaron de repente a una casa para tener más privacidad y seguridad. Ernesto estaba preparando todo para darle el golpe a Marino.Se encontraba en la habitación hablando por el celular y tenía encendido un habano. De pronto uno de sus hombres llegó, él dejó el teléfono.—Señor, él dijo que le dirá todo a usted directamente.Ernesto agarró el habano y fumó, luego se puso de pie y se dirigió a otra habitación en el primer piso, allí tenían a Henrry amordazado en una silla.Ernesto dejó el habano sobre una vieja mesa de metal que había allí.—Entonces decidió cantar. —Henrry lo miró con recelo y se rió.—Para qué quiere saber en dónde tengo esa caleta, igual no podrá moverla sin que las calaveras se den cuenta; el destino de esa droga es pudrirse en donde la dejé.—Tengo un plan que Marino no espera. —Henrry se carcajeó.—No me diga, le robará la droga a su compadre.—Si, igual que tú alguna vez le robaste a su mujer… asumiste un gran riesgo