Me miro al espejo con el pecho oprimido y los ojos brillantes de emoción. Los ajustes de última hora de mi vestido de novia, ese del cual están cerrando su corset, quedaron perfectos. Tan perfectos como me siento esta noche, la noche más feliz de mi vida, la noche en la que me casaría con Leonel.En pocos minutos uniría mi vida al hombre de mis sueños, al mismo que vi crecer desde la distancia y que parecía un imposible para mí. Hasta que dejó de serlo por proponerme matrimonio al cumplir la mayoría de edad. Si me preguntasen por qué amaba a Leo con una intensidad avasallante, estaría respondiendo por cientos y cientos de horas.Para mí no había nadie más atractivo, inteligente y considerado que él. Formaríamos la familia que soñaba tener desde que quedé huérfana siendo una niña, y seriamos felices por siempre.—Magnífica. Luces como una obra de arte — elogia vivazmente Amanda, una de las estilistas que me estaba preparando para la ceremonia.No era la única, en esta habitación de la
10 años despuésLos aplausos ensordecedores cuando entran los recién casados al salón, son dignos de una película romántica. Esta es por mucho la recepción más extravagante en la que he podido estar con el servicio de catering para el cual trabajo, y mi momento de brillar al estar encargada de la mesa de dulces. Hice una gran mayoría de ellos por primera vez, y si me va bien esta noche, mi jefe me incluirá en el equipo de repostería como repostera fija.—¿Cuántas casas crees que cueste ese vestido de novia? — pregunta con curiosidad Selena, mi compañera de estación.Ambas estábamos detrás de la mesa con nuestros uniformes correspondientes, por la importancia del evento, nos había tocado vestir las chaquetillas de reposterías negras, las más formales. Eso junto con nuestros cabellos sujetos a colas de caballo, nos dan nuestra mejor apariencia.—Debieron invertir mejor en las casas que en un vestido que usará una sola noche — comento comenzando a aplaudir en una gran sonrisa, por los no
¿Cómo fue que terminé siendo la madre de la hija de ese malnacido? Digamos que yo era una pobre niña ansiosa de amor y de una familia. Digamos que me comí ese cuento de que la gente adinerada puede mostrar afecto desinteresado en ti. Digamos que creía en las mentiras de un hombre sin escrúpulos, ni corazón.Tenía 18 años cuando me embaracé de Sarita, a duras penas sabía lo que hacía. Pero la única decisión que tomé en aquel tiempo de la que no me arrepiento, fue haberme embarazado de mi hija. Y, por ende, haberme acostado con el malnacido con L ese. Unas tres veces me acosté con él bajo premisas de amor, matrimonio y un futuro juntos. Conociendo su plan macabro, debió llevarme a la cama para comprometerme y embobarme más de lo que me tenía.Era virgen, dejé de serlo con él. Por supuesto que lo hizo con la intención de ser el nieto que se quedara con la obra de caridad de Leonor. Después de mi huida fatídica de esa noche, tuve que empezar de cero. Me fui del estado sin nada en las mano
Quizás una mosca se metió en mi oído, tan pero tan profundo que afectó mi capacidad auditiva. Este hombre, este deplorable hombre me estaba diciendo el más grande disparate posible. Según él estábamos casados. Hago lo que mi cuerpo me pide hacer. Tomo el acta y la rompo por la mitad. —No he leído nada. Nada ha pasado aquí — afirmo. —¿Piensas que cambiarás algo con tu rabieta? — se burla Leonel de mí — Te di una copia, y por más papeles que rompas, todo está digitalizado. ¿Digitalizado? ¿Cómo? ¿Por qué? El cuello me escuece por la soga imaginaria que tengo en este. —¿Tuviste un brote psicótico? ¿Amnesia? ¡¿Cómo no has disuelto este matrimonio?! — le reclamo. Leonel finge que está recordando algo, después me sonríe. —No me interesaba hacerlo. Nos íbamos a casar eclesiásticamente también, tú fuiste la que huyó. —¡Hui porque me engañaste! ¡No hemos convivido como esposo y esposa por esta década! ¡Aterriza! — sigo exclamando. —Si tan interesada estuvieses en nuestra separación, habr
Hui de una boda digna de un cuento hadas y millonarios hace diez años. Pero mi huida pensé era en calidad de novia, no de esposa. Pasé de ser una novia fugitiva a una esposa fugitiva. Y eso era digno de muchas reacciones, como, por ejemplo, la que estaba teniendo Selena en este instante. Su expresión era como si hubiese visto un fantasma.—¿¡CASADA!? ¿Cómo puedes estar casada con un hombre que no he visto en tres años? ¡Vives a mi lado! ¡Soy tu mejor amiga! ¿Cómo no le hablas a tu mejor amiga sobre tu esposo? — pregunta frenética Selena.Me cruzo de brazos de lo agotada y nerviosa que me tiene el tema.—Ni yo sabía que estaba casada ¿si? — digo — Fui novia de ese hombre por un mes cuando tenía 18, me pidió matrimonio, nos íbamos a casar, llevaba mucho enamorada de él. Pero… el día de nuestra boda… lo escuché con su ex novia, continuaba con ella, quería casarse conmigo por interés.Sé que es mucho por procesar, y Selena lo hace al ritmo que puede. Se guía con sus dedos en el aire para
Luché, traté de escapar de sus garras. Pero no me quedaba más que escuchar a Leonel. En lo único en lo que confiaba de él, era que sus amenazas no eran en vano.—Habla, y sin tu zalamería o falsos testimonios — digo.—Soy complaciente cuando me lo propongo. — me sonríe y después se enseria — Tienes una hija pequeña, trabajas largas jornadas en un empleo que no te permite verla crecer. Tal vez que no te permitirá costear en un futuro alguna de sus emergencias médicas o sus sueños universitarios.Escondo mis manos por debajo de la mesa, porque si estuviesen encima, él podría ver a la perfección cómo mis dedos están sufriendo espasmos por doquier.—Trabajemos un año más por este matrimonio. Al finalizar este periodo de tiempo, de ser contra producente para nosotros te concederé el divorcio, una pensión basada en mis ingresos actuales por el resto de tu vida, el título de una de mis casas y un fidecomiso generoso para Sara — propone.Así que, esa era su propuesta. Fingir que volvimos a dó
Sabía que había vendido la poca dignidad que tenía a Leonel Brown por dinero, pero esto era mucho con demasiado. Algo era fingir ser su esposa, y algo más, era meter de lleno a Sara en esto. Mi sentido de alerta se incendió con lo que escuché y, por ende, decidí tratar cara a cara lo que me proponía. Decidimos encontrarnos en un café de su preferencia, a saber, si yo podía acertar con un lugar digno de su presencia. Al llegar me sorprendo con el sitio. Parece agradable y no tan ostentoso, la mesera me pasa a la terraza para el desayuno, y he ahí a Leonel Brown. Esperándome en una mesa, viendo al horizonte que daba con los edificios de la ciudad, y tomando café. Me siento sin saludarle, solo mirándolo, él me sonríe. —Muéstrale la carta a mi invitada Penélope — pide Leonel a la mesera que me trajo hasta acá. Ella tuvo todo este tiempo una tableta debajo del brazo, me la ofrece. No la tomo, no será necesario. —Un café negro mediano, es todo lo que quiero. Gracias — pido a la empleada
Mis días se volvieron un infierno lleno de regalos costosos a mi casa y de invitaciones ridículas por parte de la gente que trabajaba para Leonel. Todavía me costaba creer que hubiesen aceptado con tanta facilidad a Sara en el colegio privado que sugirió el innombrable o mi hija hubiese reaccionado bien al convencerla con lo de que allí tendría más tiempo para dedicarse a sus clases de pintura. Más allá de mi amor inagotable de madre, sabía con objetividad que mi hija tenía talento en el área. Todavía no le había mencionado muy bien quién era ese hombre, solo le había dado pistas de que nos mudaríamos y que le presentaría a nuevos amigos. Con respecto a mi trabajo, renuncié tal cual me lo pidió el chantajista ese, y heme aquí vistiendo de Chanel, disfrazada de alguien que no soy. —¿A dónde vas tan bonita mami? — se asoma a mi habitación Sara. Volteo a sonreírle apenada y al mismo tiempo nerviosa. Le hago señas de que se acerque y me agacho a su nivel. Era momento de decirle lo que i