Quizás una mosca se metió en mi oído, tan pero tan profundo que afectó mi capacidad auditiva. Este hombre, este deplorable hombre me estaba diciendo el más grande disparate posible. Según él estábamos casados. Hago lo que mi cuerpo me pide hacer. Tomo el acta y la rompo por la mitad.
—No he leído nada. Nada ha pasado aquí — afirmo.
—¿Piensas que cambiarás algo con tu rabieta? — se burla Leonel de mí — Te di una copia, y por más papeles que rompas, todo está digitalizado.
¿Digitalizado? ¿Cómo? ¿Por qué? El cuello me escuece por la soga imaginaria que tengo en este.
—¿Tuviste un brote psicótico? ¿Amnesia? ¡¿Cómo no has disuelto este matrimonio?! — le reclamo.
Leonel finge que está recordando algo, después me sonríe.
—No me interesaba hacerlo. Nos íbamos a casar eclesiásticamente también, tú fuiste la que huyó.
—¡Hui porque me engañaste! ¡No hemos convivido como esposo y esposa por esta década! ¡Aterriza! — sigo exclamando.
—Si tan interesada estuvieses en nuestra separación, habrías introducido el divorcio por tu cuenta.
Clara Santos estaba hablando con una pared. Una con la mueca de triunfo más molesta de la vida.
—Nada de lo que hablas tiene sentido para mí — escondo mi cara en mis manos.
Me duele la cabeza del tiro. Haber estado casada todo este tiempo con Leonel es un disparate. ¿Cómo podría ser este matrimonio válido siquiera? De serlo o no, algo tenía muy en claro, y eso era que Leonel había venido a mí en son de guerra.
Quería algo de mí, y eso me costaría lágrimas de sangre a este paso. Esto fuese legal o ilegal, Leonel se encargaría de usar su dinero para lanzarme al infierno.
—Sea a lo que sea que estés jugando, no es divertido. Déjame en paz — pido todavía con mi rostro escondido.
Nada que este hombre me pidiese podría hacerme cambiar de idea. No quería nada de él. Solo su ausencia.
—Leonor quiere verte antes de morir.
El dolor de mi cabeza se incrementa, es peor cuando salgo del escondite de mis manos y observo la expresión de Leonel. Su sonrisa ha desaparecido.
—¿Qué le ocurre a tu abuela? — pregunto desconcertada.
La matriarca Leonor era un roble. O lo era antes de cortar comunicación con ella. Lo hice porque no confiaba en sus intenciones. Comencé a desconfiar de todos los Brown al escuchar la confesión de Leonel. ¿Por qué esa mujer me había protegido a mí específicamente por tanto tiempo? No estábamos conectadas de ninguna forma, no la conocía antes de que mis padres muriesen.
Ella hacía caridad a orfanatorios y casas hogar, se fijó en mí y me auspició. Pasaba una mensualidad a las familias en las que era hospedada temporalmente. Se ofreció a pagarme la universidad, pero también me pasó el dato de que según Leonel estaba enamorado de mí, que debería aceptar su propuesta antes de comenzar con mis clases. ¿Para qué? ¿Por qué? No tenía el más mínimo sentido para mí.
Así que me alejé por mi propia seguridad, por mi propia estabilidad. Aun así, que me diga que va a morir es, algo que no quiero sea real.
—Cáncer, fue detectado en fase IV. La expectativa de vida es de un año en su caso.
Sé que Leonel es un mentiroso, me mintió sin remordimiento por el tiempo de nuestro noviazgo. Sin embargo, no creo que sea capaz de mentirme sobre la salud de su abuela. Su expresión es diferente, es cruda y adolorida detrás de la dureza de sus ojos.
Leonor iba a morir en un año. Me afecta más de lo quiero. Pero, seguía en mi misma posición. Cedería un poco, solo un poco.
—Puedo verla una última vez Leonel. En agradecimiento a su intervención con mis tutores. Nada más eso. Es innecesario que pretendamos ser un matrimonio.
—No es suficiente. Acepta mi propuesta — responde olvidándose del dolor.
Si mi ofrecimiento no le era suficiente, aquí se estaba cocinando algo más.
—¿Podrías sincerarte conmigo por primera vez en tu vida? ¿A causa de qué debería seguir tu estúpido plan?
Iniciamos una lucha de miradas que no voy a perder. Nos quedamos viendo por varios minutos. Sin pestañear.
—El jefe te está llamando Clara. ¿Qué le digo? — interviene incómodo Mario que se ha acercado a nosotros.
—Qué espere — responde Leonel como si le estuviesen preguntando a él, y el colmo, después se saca de la chaqueta un billete y se lo pasa a Mario.
Mario lo abre, casi se le salen los ojos de la emoción. Yo frunzo mi ceño.
—Te cubro en esta Clara, ustedes sigan con su charla — dice y se marcha.
—Ya veo que tu costumbre de comprar a la gente no se ha disipado con el tiempo.
—Ya veo que tu terquedad tampoco.
—Habla todo lo que quieras, no cederé sin una excusa que me parezca lógica — aseguro.
Leonel cierra los ojos rendido. Luego se enfoca en mí.
—Leonor anuncio que dependiendo de cómo su vida se desarrolle este último año, cambiará su testamento. Beneficiará a quienes le hagan feliz — termina de revelar.
Esta vez le creo. Interés, era obvio que el sucio interés era el que había traído a Leonel de regreso a mi vida. De verdad, el tiempo no le había cambiado. Seguía siendo el mismo interesado.
—Mi propuesta sigue siendo la misma. Organiza una visita con Leonor — cruzo mis brazos — Y lo del matrimonio, encontraré un abogado que me ayude a acabar con este disparate.
Leonel se rinde definitivamente. Se pone de pie, y esta vez saca de su chaqueta una tarjeta de contacto. Me la aproxima desplazándola por la mesa.
—Este disparate se acabará cuando yo quiera que se acabe. Suerte tratando de divorciarte de mí — anuncia y procede a marcharse.
Tomo la tarjeta negra y llena de rabia estoy a punto de partirle por la mitad también.
—No la rompas, la necesitarás, créeme— habla de espaldas a mí, largándose de mi vista.
Así Leonel se termina de ir, dejándome un acta de matrimonio rota, un anillo de compromiso, una tarjeta de negocios y un tic en mi ojo izquierdo.
…….
Hoy se suponía que sería un buen día, uno especial, porque salía temprano del trabajo. Justo para recoger a mi Sarita del colegio, preparar sus hamburguesas caseras favoritas y ver películas. Pero no he podido concentrarme y relajarme cocinando. ¿Cómo hacerlo cuándo tenía a ese indeseable queriendo perturbar mi paz mental?
Estrello el cuchillo en contra de la tabla de picar con tanto ímpetu que las papas que estaba cortando, saltan por todo el mesón.
—¿Por qué estás molesta mami? — indaga asustada Sara.
Ella estaba a mi lado, montada sobre un banquito para estar a un buen nivel del mesón, y encargándose de hacer el aderezo que más le gustaba. Básicamente mezclando mayonesa, pepinillos y cualquier otro ingrediente que le provocase. Solíamos cocinar juntas cuando teníamos tiempo libre.
—No estoy molesta mi chiquita. ¿De dónde sacas eso? — miento recogiendo las papas que cayeron al piso también.
—Estás golpeando todo y poniendo caras feas — dice mi hija.
Me toco la frente arrepentida de que me haya visto así. Esto era lo que pasaba con los niños, de un día para otro crecían tanto y te analizaban con tanta precisión, que estás en riesgo.
—Lo siento, me fue mal en el trabajo — hablo tratando de continuar con lo de las papas — Pero me concentraré y nos prepararé la mejor de las hamburguesas del mundo, mundial y-
—¡Se queman las hamburguesas! — señala preocupada Sara a la sartén.
La sartén con efectivamente, nuestra carne de hamburguesas negras de lo chamuscadas que estaban. Apago la cocina lo más rápido que puedo, y ni eso alcanza. Las remuevo con un tenedor y esto no había como salvarlo.
—¿Qué vamos a comer ahora? — se queja con el corazón roto mi hija.
Me rindo con esto de preparar comida en este estado de ánimo, y hago una mejor propuesta.
—¿Pedimos a domicilio McDonald's? — le sonrío.
Sara se emociona con la idea, le encantaban las papas fritas y ni hablar del juguete de turno en la Cajita Feliz. Hago el pedido por mi celular sentándome en el sofá y con Sara hablando de su colección de juguetes del restaurante.
Entre descripción ridículamente detallada de juguete y otro, aprecio su cara llena de felicidad. Y busco calmarme. Sara no se parecía tanto a Leonel, era mi clon y así me lo habían dicho al cansancio. Si su manía de no romper lazos continua y me llegaba a hacer preguntas sobre mi hija, le inventaría cualquier mentira, que estuve con muchos más hombres sin protección, que su papá estaba muerto, lo que fuese y se me ocurriese. No podía enterarse de la verdad, de hacerlo, usaría al tesoro más grande mi vida para hacerme daño. Tenía esa terrible certeza.
……
Después de la primera película, Sara cayó rendida del sueño en mi regazo. Razón por la que tuve que llevarla a su cuarto y acomodarla para que durmiese. Ahora me tocaba limpiar lo que había ensuciado en la preparación fallida de las hamburguesas caseras.
O eso es lo que quiero hacer, porque oigo golpes en mi puerta. Me asomo a la ventana al lado de la puerta, y remuevo la cortina para confirmar quién está allí. Es Selena. Le abro.
—¿Acostaste a Sara para que termines de contarme la verdad de tu novela? — pasa con una línea muy confiada.
Selena llevaba su uniforme, le tocaba otro evento tarde este día. Cierro la puerta sin muchas ganas de hablar.
—Desconozco de qué me hablas — niego con inseguridad y voy recogiendo los restos de McDonald's que quedaron por mi pequeña sala.
—Doble turno con Mario, y me contó del hombre que te buscó en la fiesta de temprano. También de cómo le dio un billete de 100$ para que los dejará hablando solos. Eso no es normal, menos con lo de la otra mujer, la de la boda, debía tener la casa de mi madre y la de la vecina en joyas puestas — argumenta con sus manos en la cintura.
Echo a la basura los restos de papel, y cartones. Luego me voy a guardar la carne quemada y el resto de las papas crudas en la nevera, ya vería qué hacer con eso. También dudo de lo que le diré a Selena.
—Clara… — ella se ha puesto a mi lado y toca mi hombro con cariño — ¿No somos amigas? Me puedes contar lo que sea y nunca te criticaré, te ayudaré.
Todo este tiempo pensé que no hablar de Leonel, era borrarlo de mi vida. Por eso a nadie se lo mencioné, nunca, ni a ningún Brown. Pero, se presentó de nuevo a esta, y con una evidente amenaza. Tendría que actuar tarde o temprano sobre él.
—Es una historia larga…
—Me gustan esas, lo sabes bien — sonríe.
Me decido por contar mi versión de la historia a mi amiga. Me recuesto de mi refrigerador, ella mete las manos en su bolsillo. Sé que no se espera lo que le diré. La inmensidad de lo que le diré.
—¿Una aventura de verano? ¿Un fan enamorado? ¿Quién era el tipo ese? — la curiosidad la mata.
Aquí vamos.
—Mi esposo. Leonel es… mi esposo — digo con la garganta sabiéndome a amargo.
Ah, y con Selena a punto de un infarto.
¿Se esperaban que esto fuese lo que quería Leonel? ¿Ustedes qué harían si fuera Clara? Las actualizaciones serán de lunes a viernes por febrero. ¡Gracias por el apoyo queridas lectoras!
Hui de una boda digna de un cuento hadas y millonarios hace diez años. Pero mi huida pensé era en calidad de novia, no de esposa. Pasé de ser una novia fugitiva a una esposa fugitiva. Y eso era digno de muchas reacciones, como, por ejemplo, la que estaba teniendo Selena en este instante. Su expresión era como si hubiese visto un fantasma.—¿¡CASADA!? ¿Cómo puedes estar casada con un hombre que no he visto en tres años? ¡Vives a mi lado! ¡Soy tu mejor amiga! ¿Cómo no le hablas a tu mejor amiga sobre tu esposo? — pregunta frenética Selena.Me cruzo de brazos de lo agotada y nerviosa que me tiene el tema.—Ni yo sabía que estaba casada ¿si? — digo — Fui novia de ese hombre por un mes cuando tenía 18, me pidió matrimonio, nos íbamos a casar, llevaba mucho enamorada de él. Pero… el día de nuestra boda… lo escuché con su ex novia, continuaba con ella, quería casarse conmigo por interés.Sé que es mucho por procesar, y Selena lo hace al ritmo que puede. Se guía con sus dedos en el aire para
Luché, traté de escapar de sus garras. Pero no me quedaba más que escuchar a Leonel. En lo único en lo que confiaba de él, era que sus amenazas no eran en vano.—Habla, y sin tu zalamería o falsos testimonios — digo.—Soy complaciente cuando me lo propongo. — me sonríe y después se enseria — Tienes una hija pequeña, trabajas largas jornadas en un empleo que no te permite verla crecer. Tal vez que no te permitirá costear en un futuro alguna de sus emergencias médicas o sus sueños universitarios.Escondo mis manos por debajo de la mesa, porque si estuviesen encima, él podría ver a la perfección cómo mis dedos están sufriendo espasmos por doquier.—Trabajemos un año más por este matrimonio. Al finalizar este periodo de tiempo, de ser contra producente para nosotros te concederé el divorcio, una pensión basada en mis ingresos actuales por el resto de tu vida, el título de una de mis casas y un fidecomiso generoso para Sara — propone.Así que, esa era su propuesta. Fingir que volvimos a dó
Sabía que había vendido la poca dignidad que tenía a Leonel Brown por dinero, pero esto era mucho con demasiado. Algo era fingir ser su esposa, y algo más, era meter de lleno a Sara en esto. Mi sentido de alerta se incendió con lo que escuché y, por ende, decidí tratar cara a cara lo que me proponía. Decidimos encontrarnos en un café de su preferencia, a saber, si yo podía acertar con un lugar digno de su presencia. Al llegar me sorprendo con el sitio. Parece agradable y no tan ostentoso, la mesera me pasa a la terraza para el desayuno, y he ahí a Leonel Brown. Esperándome en una mesa, viendo al horizonte que daba con los edificios de la ciudad, y tomando café. Me siento sin saludarle, solo mirándolo, él me sonríe. —Muéstrale la carta a mi invitada Penélope — pide Leonel a la mesera que me trajo hasta acá. Ella tuvo todo este tiempo una tableta debajo del brazo, me la ofrece. No la tomo, no será necesario. —Un café negro mediano, es todo lo que quiero. Gracias — pido a la empleada
Mis días se volvieron un infierno lleno de regalos costosos a mi casa y de invitaciones ridículas por parte de la gente que trabajaba para Leonel. Todavía me costaba creer que hubiesen aceptado con tanta facilidad a Sara en el colegio privado que sugirió el innombrable o mi hija hubiese reaccionado bien al convencerla con lo de que allí tendría más tiempo para dedicarse a sus clases de pintura. Más allá de mi amor inagotable de madre, sabía con objetividad que mi hija tenía talento en el área. Todavía no le había mencionado muy bien quién era ese hombre, solo le había dado pistas de que nos mudaríamos y que le presentaría a nuevos amigos. Con respecto a mi trabajo, renuncié tal cual me lo pidió el chantajista ese, y heme aquí vistiendo de Chanel, disfrazada de alguien que no soy. —¿A dónde vas tan bonita mami? — se asoma a mi habitación Sara. Volteo a sonreírle apenada y al mismo tiempo nerviosa. Le hago señas de que se acerque y me agacho a su nivel. Era momento de decirle lo que i
La piel de mi mano me arde, pero no es lo único que arde con el toque de Leonel. También me arde el estómago y se lo doy a conocer atravesándolo con mi mirada. Él me dedica una sonrisa suave, después dirige sus ojos a su primo. Leandro por su parte carraspea y toma su cubierto.—Nada en especial. Es impactante y grato tenerte de nuevo con nosotros Clara — dice.—Gratísimo — alza su copa con vino Luciano.Quiero que Leonel me deje de tocar, y fuerzo mi mano para salirme de su toque. Pero, Leonel tiene vena de secuestrador porque no me permite moverla como quiero, la aprieta más y más.—¿Ese es el anillo de mamá? — pregunta curiosa y filosa Leah analizando mi mano — Pensé que habían hecho borrón y cuenta nueva. ¿O cómo es que fue? No debo ser la única confundida con tu reintegración a la familia.—Hija, es una joya que cedí a mi primer nieto en casarse. Habíamos discutido ya de esto — comenta Leonor.—Sí, a la esposa de tu nieto, no a tu hija, ya lo sabemos mamá, no hace falta repetirlo
El momento que nunca quise se hiciera realidad, está tomando vida de una manera desgarradora. Cierro con las fuerzas que no tengo el cierre de mi maleta sobre la cama, era la última maleta por armar en mi cuarto. Me las había ingeniado para meter en dos maletas grandes mi ropa, zapatos y demás objetos de uso personal para mi mudanza a la mansión Brown.Salgo de mi habitación para toparme entonces con mi triste sala vacía, únicamente llena de cajas de cartón apiladas. Había metido mis pocos electrodomésticos, adornos, utensilios en dichas cajas, con la esperanza de volver a usarlos en lo que mi acuerdo con Leonel terminase, por los momentos me los guardaría la señora Celia, puesto que pondría de nuevo en alquiler el anexo.Lo único que faltaba era supervisar a Sara en su habitación. Me asomo a esta y la veo luchando para que su bolso de viaje sea suficiente para contener sus peluches. No me lo parecía.—¿Qué tal si llevamos tus peluches en una bolsa aparte mi vida? Romperás el cierre s
He perdido la cuenta de las muchas veces que la mano de mi hija ha apretado la mía en nuestra entrada a la mansión Brown. Nuestra primera caminata por su interior tenía a Sara mirando de lado a lado impactada por lo que observaba, no la culpaba, esta casa era extravagante e impresionante. Las primeras veces que Leonor me invitó a su hogar, no paraba de pensar en lo mucho que se asemejaba a los palacios por dentro. No podía creer que alguien como yo, pudiese visitar un lugar así cuando quisiera. Para finalizar mi fantasía ilusa, que el palacio tuviese a su propio príncipe, Leonel, era todo lo que una ingenua como yo soñaba. En este presente, siendo obligada a volver a este lugar de viejos recuerdos, ya ha dejado de parecerme un palacio, me parece más bien esas casas lúgubres embrujadas o dignas de alguna escena de crimen. Y el que fue mi príncipe alguna vez, ese que estamos siguiendo, se asemeja más a un carcelero. Nuestra procesión termina, puesto que Leonel se detiene en una de las
Apenas llegue con mis maletas a la mansión Brown, y ya Leonor se había llevado a mi hija de paseo, Leah había lanzado sus comentarios imprudentes y Leonel no se cree mi recurso para despertar de la realidad. Me mira como si fuera una necia. Si lo soy es por su culpa, que no confié tanto en mí.—¿Podrías parar de hacer eso y acompañarme? — habla saliendo de la habitación.Le sigo con cuidado, supervisando que no haya moros en la costa. Leah parecía que había vuelto a su sarcófago. Si mal no recordaba, ella tenía su habitación y espacios favoritos en el segundo piso. A no ser que se haya cambiado de lugar, claro.—¿A dónde quieres que te acompañe? — camino a su mismo nivel ya.—Te daré un recorrido por la casa. Algunas cosas han cambiado — dice.—¿Y por qué me importaría saber qué ha cambiado aquí? No te preocupes por mí, me la pasaré en la habitación de Sara, comeremos en el comedor y luego a la calle. Ah y no te olvides, de las 8 horas de prisión en tu cama.Hablo por hablar sin enten