Narrado por Leonel BrownBuscar a mi padre nunca había sido un problema, era del tipo de hombre que podía localizar con facilidad. Y esta vez no fue una excepción, solo por cortesía toco la puerta de su oficina, aquí era donde había logrado ubicarlo.—No recibiré a nadie más por el día de hoy — lo escucho decir.La cortesía se me acaba, abro la puerta para que Lemuel despegue la vista de la computadora, se quite los lentes de lectura y se estruje los ojos.—¿Tan complicado se le hace a Clara mantenerse quieta por un instante?—Si no fuese por la repelencia que le tienes, habrías actuado de la misma manera. Admítelo — aseguro cerrando la puerta.Lemuel revira sus ojos y se cruza de brazos. Enfoca su mirada en la mano en la que sostengo el retrato de mi madre.—¿Qué traes ahí? ¿Un presente para el padre que solo se preocupa por ti?—No es un presente y estoy comenzando a dudar que solo te preocupes por mí. No me agrada la forma en la que estás tratando a mi esposa. ¿No te avergüenza tu
Al tranquilizar a Leonel explicándole las cosas que había descubierto de su madre, no visualicé como mi aparente madurez me cobraría facturas en este futuro. ¿Qué tiene de malo este futuro? Casi nada si omitimos que el patio de la mansión Brown se encontraba lleno de aves de rapiña por doquier. Aves de las que relucía su afilado pico y feroces garras.Fuera de comparaciones acertadas, me refería a las madres del colegio de Sara, porque Leonel había hecho lo impensable: traer al enemigo a casa. Como mi prioridad era que él descubriese sobre la vida de Amerié, me concentré en ello, en inducirlo a que buscase respuestas y al conseguirlas, nos quedaba la maravillosa acción de mi esposo.Dicha acción que me ha llevado a ser una anfitriona forzada del fulano acto cultural en honor a los padres. Tal cual me lo hubiese esperado, desde ayer una tropa de personas están montando un escenario teatral, varios stands de comida y entretenimiento. Eso sin contar con los malabaristas, bailarines y can
El terror que tengo entre el pecho y el estómago es agobiante. Leonor me estaba probando para saber si sería su heredera universal o solo se estaba burlando de mí. Era complicado de saber si era lo uno o lo otro, a quién se le podría ocurrir semejante disparate. En lo que esto fuese revelado a Leah, Liam y tal vez hasta Lemuel, se irían a mi garganta.—Bien, qué piensas de lo que te dije — habla Leonor.—No puedes hacer algo como eso — aseguro todavía en pleno shock.—¿Por qué no podría? Soy la titular de las propiedades anexadas a los Brown, y el resto de la fortuna por igual. Tú misma lo acabas de decir, será mi decisión.Por más que sea la decisión de Leonor, ella no me puede hacer esto a mí.—Temo la reacción que tendrán tus hijos hacia mi persona. Mi último deseo es molestarte en tu condición Leonor, pero debes entender que, si me nombras como heredera universal, acabarás con mi paz.—Lo veo de una forma diferente Clara. Todavía me pesa en la conciencia la injusticia de tu vida,
Mi hija era una niña inquieta por naturaleza, así que, con tantas distracciones alrededor tenía que haberse dejado llamar por alguna. La interrogante en el aire correspondía a cuál de ellas. Estoy caminando a través de la feria y nada que la consigo. Al preguntarle a Sofía sobre el paradero de Sara me comentó que iría a traerle una mini hamburguesa, de esas que habíamos probado con Leonor.Pero, aunque estoy llegando al puesto donde venden las hamburguesas, continuo sin ver a mi hija. Tendría que recurrir a la búsqueda más detallada de su paradero.—Hola de nuevo. ¿Recuerdas a mi hija Sara? La niña con el vestido rosa y dos trenzas — le hablo al hombre encargado de esta estación.—Sí recuerdo. ¿Qué pasa con ella? — pregunta.—¿Te estuvo pidiendo hamburguesas no? ¿A dónde se fue después de eso?El hombre hace memoria, aunque da rápido con ello. Me habla mientras vira las carnes en la plancha caliente en la que está trabajando.—Sí, pero se le cayeron por tropezarse con un niño más pequ
Abro mis ojos con tanta rapidez en un lugar completamente distinto al almacén en llamas, que me asustó y salto del miedo en… en esta camilla de hospital. Esta vez sí soy capaz de controlar mi respiración y percatarme de que estoy a salvo, así como lo está mi hija. Esa que me está observando despertar y despertarse ella en el proceso, parecía que había echado una siesta en el sofá de la habitación.—¿Estás bien mamá? ¿Te duele algo? — cuestiona preocupada Sara acercándose a mí.—Es lo mismo que te preguntó a ti. ¿Cómo llegamos hasta acá? — replico tocando su cara y supervisando que no le haya ocurrido nada mientras perdí el conocimiento.—Te desmayaste y papá te trajo y… y… — a mi hija se le complica terminar la oración, comienza a derramar lágrimas — te quemaste el brazo por mi culpa. Soy una mala hija que solo se mete en problemas y lastima a los demás.¿Me queme el brazo? Observo mi brazo y en realidad, lo que creí fue un poco de calor por la adrenalina del evento, debió ser una que
A una semana de la partida de Leonor, el dolor no había sido superado, solo se había asentado en nuestros corazones. Habíamos pasado el tortuoso ritual social de un fallecimiento, y esperaba que ello nos ayudase a deslavar un poco el ardor en nuestras almas. Como era de esperarse, el funeral de Leonor no fue un evento pequeño e íntimo.Fue un evento colosal, muy concurrido y que me atrevería a decir que sacudió a la ciudad. Perdí la cuenta de toda la gente que vino a presentar sus respetos a la mansión Brown, también la aglomeración que hubo para el entierro como tal.Atender a tantos conocidos y amistades de los Brown era en definitiva mi actividad más detestada del mundo, sin embargo, esta vez no podía esconderme o esquivar mi responsabilidad como la esposa de Leonel. Mi marido era el que peor la estaba pasando de los tres. Los primeros días tuve que prácticamente obligarlo a comer purés o sopas y beber agua, además me lo conseguía la mayor parte del tiempo llorando a solas.Sobre e
Narrado por Leonel Brown6 meses despuésReconstruir tu vida en base a una nueva meta y contexto debía ser difícil. En lo que tuve en mis manos el testamento de mi abuela pidiendo que me divorciase de Clara a cambio de su fortuna, por mi mente rondó esa certeza de que mis pies estaban a punto de emprender el camino más complicado que pudiesen transitar alguna vez.Sin embargo, luego de pasados los primeros seis meses, debo decir que sorprendentemente… todo ha sido más fácil de lo que hubiese esperado. Las cosas solo se fueron dando sin más. Saqué ese mismo día a mi esposa e hija de la mansión Brown, y nos mudamos momentáneamente a mi departamento de soltero. Buscamos el siguiente mes una casa familiar que nos gustase a los tres, y dimos con ella con la misma facilidad.Tras el proceso de compra y la mudanza, lo teníamos por fin, ese hogar con el que Clara y yo soñamos siendo adolescentes. Tenía el gran patio y cocina que ella había exigido; también un estudio de pintura para Sara y un
8 meses despuésLos hijos son una bendición, pero es complicado verlos así cuando te toca cargarlos dentro con un embarazo engorroso. Puede que la espera de mi segundo hijo, un varoncito esta vez, haya sido planeada y tanto su padre como su madre lo esperemos dichosos, aun así, ha sido un gran trabajo la gestación esta vez.Lo cual era una ironía del tamaño de una casa. Cómo era posible que un embarazo con 18 años y necesidades económicas fuese más cómodo que uno con casi 30 años y estabilidad económica. No lo sé, no tengo la menor idea, e igual acá íbamos.Sentía que pesaba como 100 kilos, mis tobillos estaban tan hinchados que lloraba al verlos, ah, y apenas podía verlos, y eso de llorar, era muy, muy frecuente. ¿Cómo no llorar si ni podías verte los tobillos a menudo? Era una tragedia.Sin embargo, dejando a un lado las consecuencias menos afortunadas de un embarazo, del resto me iba de maravilla en la vida. Desde que Leonel dio ese gran paso, el de dejar su anhelo de la herencia po