Apenas llegue con mis maletas a la mansión Brown, y ya Leonor se había llevado a mi hija de paseo, Leah había lanzado sus comentarios imprudentes y Leonel no se cree mi recurso para despertar de la realidad. Me mira como si fuera una necia. Si lo soy es por su culpa, que no confié tanto en mí.—¿Podrías parar de hacer eso y acompañarme? — habla saliendo de la habitación.Le sigo con cuidado, supervisando que no haya moros en la costa. Leah parecía que había vuelto a su sarcófago. Si mal no recordaba, ella tenía su habitación y espacios favoritos en el segundo piso. A no ser que se haya cambiado de lugar, claro.—¿A dónde quieres que te acompañe? — camino a su mismo nivel ya.—Te daré un recorrido por la casa. Algunas cosas han cambiado — dice.—¿Y por qué me importaría saber qué ha cambiado aquí? No te preocupes por mí, me la pasaré en la habitación de Sara, comeremos en el comedor y luego a la calle. Ah y no te olvides, de las 8 horas de prisión en tu cama.Hablo por hablar sin enten
No es que sea cobarde, es que era estratégica. Y al Leonel estar a la hora en la que me quería acostar en la habitación de su abuela, eso lo utilicé como recurso para dormirme por “accidente” en la cama de mi hija. Tal vez oí a la medianoche llamando mi nombre, pero “no le escuché”, ni este hizo el intento por despertarme. Así había sobrevivido a mi primera noche bajo el dominio de los Brown. Faltaban cientos de noches más, sin embargo, no podía andar con negativismos. Mucho menos ahora que necesito mantener un buen semblante frente a Sarita. Verla más animada que anoche mientras come de su cereal, me anima. También me lo hace que el uniforme escolar de su nuevo colegio, le haya quedado a la perfección. Hoy era el gran día, su primer día de clases en este nuevo sitio. Había investigado de Nuestra Señora de Lourdes y era lo mejor de lo mejor de la ciudad. Esperaba que esta fuese una experiencia positiva y divertida para mi hija. Termino de tomarme mi café en la mesa de desayuno donde
Bueno, este matrimonio parecía sumamente prometedor.Ni dos días conviviendo teníamos y ya nuestra primera pelea había acontecido. Una por no querer que mi esposo me compre un auto último modelo. ¿Era estúpida por no aceptarlo? Que alguien me dijese algo que no supiese, y es que cada vez estaba más convencida de que Dios da pan al que no tiene dientes.Clara, la sin dientes me podrían llamar.En mi dilema interno me voy a la casa de la señora Celia, quien me recibe encantada de la vida. Aunque es notorio que no me esperaba en la puerta de su vivienda, no tan pronto, y ni bajándome de un taxi.—Clarita. ¿Qué haces por estos caminos de la vida?—Buscando lo que dejé atrás. He venido a desocupar tu garaje — comento en una sonrisa.—¿Dejaste tu carrito aquí? — dice sorprendida, parecía que no se acordaba de ello.—Sí es que el día de la mudanza, Leonel nos llevó en su auto y, no tenía ganas de conducir esa tarde sinceramente.—Pasa, pasa — me invita comprendiendo mi visita — ¿Quieres un c
Tras mil peinados, Sara por fin se siente cómoda con el que le he hecho ahora. Solo el pelo suelto y una diadema de lazo, ese es el que le termina de convencer. Las madres además de amor inagotable, tenían paciencia inagotable he de recordarme. Y esa misma paciencia era la que debía seguir exhibiendo en la cena que acontecería en pocos minutos.Mi hija se está apreciando en el espejo con su vestido rosa, y yo aplacando mi cabello con las manos. No podía tener la guardia baja esta noche, sería mi absoluto final.—¿Listas para comer? — esa es la primera línea que escucho decir a Leonel después de nuestra discusión.Está parado en la puerta. Cruzamos una breve mirada recelosa del otro. Aunque a él se le cae cuando Sara va hacia él.—¡Tengo mucha hambre! ¿Sabías que nada más el helado de chocolate me quita el hambre? — ofrece Sara mostrando su picardía.Leonel no se queda atrás le extiende la mano y saca de la habitación. No me queda más que seguirlos.—Qué raro, me enseñaron cuando estud
La cálida cena con los Brown había sido el precedente a un acontecimiento más terrible del que me había salvado anoche. Este era, dormir en la misma cama de Leonel Brown. Un evento humillante, peligroso y diría que asqueroso. Así que, veme aquí en el baño del susodicho subiendo hasta mi barbilla casi el cuello de mi suéter. Parezco un anuncio de ropa de invierno por la forma en la que estoy vestida, de pies a cabeza con la mayor cantidad de capas que pude encontrar. Mi meta era la de dejar la menor cantidad de piel al descubierto cerca de esa cosa. De esta manera, no entraría en contacto con su propia piel por accidente, o de querer tocarme por algún motivo maquiavélico, tendría que esforzarse por desenvolverme. Despertándome con ello y dándole su merecido. Salgo del baño para encontrármelo con su espalda recostada del espaldar de su cama. Está concentrado en su celular y diviso que en un pijama estándar. Es entonces cuando se da cuenta de que he salido, y se me queda mirando como un
La vida de una mantenida no era tan mala como lo esperaba. Después de una semana de convivir con las serpientes zarrapastrosas de los Brown, he de confesar que raramente me los había topado por los pasillos, o vuelto a compartir mesa. Todos estaban ocupados en sus propios asuntos y como los cocineros y los alimentos abundaban en esta casa, cada quien comía por su parte, algunos ni aquí. Un recurso que aprovechaba a mi favor, buscaba horas estratégicas para comer sola con Sara en los espacios comunes, y al estar la niña en el colegio, me encerraba en su habitación y pedía comida a esta.Aunque, eso último solo se daba cuando Leonor no me convidaba a sus pasatiempos. La señora casi siempre me secuestraba por “accidente” en las horas en las que Sarita estaba en el colegio. O me ponía a jugar la terrible tortura del ajedrez, o se decidía por la agonizante tortura del domino, y ni hablar de cuándo recibía visitas a su estudio. Había estado presente en algunas pláticas con varias de sus ami
Cuando la vieja Clara amaba con veneración al viejo Leonel, creía que lo conocía hasta el último recoveco. Pero en el presente, la nueva Clara que odia con veneración al nuevo Leonel, no sabía qué estaba tramando y eso le alborotaba los nervios. ¿Cómo no tenerlos alborotados con su extraño actuar?Leonel nos ayudó a limpiar la habitación de Sara mientras le preguntaba por su día de clases y Selena me daba miradas de burla. Con el cuarto limpio nos dejó en paz, y pudimos ir a bañarnos en la piscina como había planeado. Pero la paz no duró mucho que digamos, al atardecer se apareció para preguntar a Sara si quería comer hamburguesas con carne a la parrilla.Mi hija iba a decir que sí, ya lo sabía, y verle la forma en la que sus ojitos se emocionaban por ese hombre, me devolvía al pasado, al pasado en el que yo le veía de la misma manera. Como alguien que era imposible me fallase.Por más diplomático que fuese ese hombre con mi hija, no era capaz ni de freír un huevo por su propia cuenta
Lo bueno de criar a un hijo empático es que te podías poner un poquito de cebolla cerca de los ojos a escondidas, y ya te estaban cuidando como si estuvieses en estado terminal. Esa fue la actitud de Sara durante nuestro desayuno, preguntándome muchas veces si estaba bien, y hablándome de cómo las pesadillas no eran de verdad. Escucharla hablar me hizo erizar los vellos de mis brazos. Porque sonaba como justamente la voz de mi sueño. Nunca vi su rostro, pero sabía que era la voz de Leonel. Una duda ridícula se me siembra en la mente. ¿Leonel llegó a hablarme o era producto de mi imaginación? No puedo confirmar o desmentir esto ya que había salido temprano a su oficina. No sabía si era más desagradable esta duda o el simple hecho de que estaba comenzando a ver en Sarita a Leonel. ¿Es que sí se parecían? ¿O es que estaban pasando más tiempo de lo que deberían juntos? Con toda esa bruma de pensamientos maneje hasta el colegio de mi hija. Uno en el que era hora de que dejase esos pensam