El final de los tiempos se acerca para Leonel. ¿Cuáles crean que sean sus excusas esta vez? ¿Les sorprendió lo de Victoria? ¡Abrazos!
Apretaría su cuello hasta que dejase de respirar, enterraría un cuchillo en su ya de por sí frío pecho, o lo intoxicaría con algún veneno. Todas esas me parecían buenas opciones para acabar con Leonel Brown. En eso me aseguro caminando con los pies hirviéndome de rabia, no solo los pies sino todo el cuerpo. No me ayuda que el aula donde ocurrió aquella terrible escena quedase tan lejos del estacionamiento, cada vez faltaba poco. Poco para librar al mundo de semejante escoria.—¡Señora Clara! ¡Señora Clara espéreme por favor! — oigo gritar a una mujer detrás de mí.Me provoca seguir caminando como la desquiciada que era, pero sé quién me llama. Me detengo y acumulo paciencia para hablar con la coordinadora. Esta viene trotando hacia mí. Si me estaba siguiendo lo debió hacer corriendo.—Me quiero disculpar en nombre de la institución. Esos no son los valores que enseñamos en nuestro colegio — afirma.No era la más firme creyente de lo que decía, había escuchado por casi una hora a esas
Si fuese capaz de conocer los pensamientos de Leonel, tal vez nuestra comunicación sería mucho más sencilla. Dándome la espalda tras mi pregunta y evitando siquiera que pueda ver las expresiones que está haciendo. Por fin pienso que me va a confesar lo que hay en su cabeza, pero en su lugar se levanta y toma el tacón que le lance del suelo, ese que ni había notado dónde había caído. Después me lo pasa, su expresión ya está más compuesta. —En lugar de desviarnos del tema, volvamos a lo que nos concierne — comenta, yo le recibo el zapato. Lo cual me remonta a la manzana de la discordia, la dulce, dulce, Victoria. —¿Con qué Victoria te estaba amenazando en la llamada? Sonaba como que te estaba amenazando, no me vayas a esquivar esta vez. —Tengo muchos años en el fango con ella, tiene de dónde amenazarme, pero… no me dan miedo sus amenazas. Si yo caigo, la voy a arrastrar conmigo — lo dice como el propio psicópata calmado, a ese al que le agrada el dolor. Me confunde, todo en Leonel
¿Quieres que te diga qué es imposible viviendo en un mundo de apariencias como en el que viven los Brown? Evitar a su círculo social en su hábitat natural por mucho tiempo. En mis primeras semanas en mi vida postiza había podido evitar esta clase de enfrentamientos, pero era el curso inevitable del trato que había hecho con Leonel.Si este quería fingir que éramos la familia feliz, era obvio que lo iba a presumir a más personas, todas las que pudiese en este tipo de eventos. Se trataba del bendito partido de polo al que me invitó Leonor, sin mi consentimiento, por cierto.De todos los eventos sociales a los que me podía invitar Leonor después de la tortura de soportar a toda su familia por más de un mes, tenía que seleccionar el más pretencioso y aburrido de la vida, un partido de polo. Me lo repetía en mi cabeza una y otra vez. Como si repetirlo tantas veces iba a hacer que se borrase esta realidad.—Nunca, nunca he tocado a un caballo de verdad Leo. ¿¡Voy a poder tocar uno!? — pregu
Ser espectador de un torneo de polo es una experiencia épica, un deporte de elegancia y belleza clásica al que pocos pueden acceder. Nada más excitante y colmado de adrenalina que observar a estos jugadores coordinarse para golpear una pelota en esos uniformes dignos de la época colonial. Eso lo diría una Clara dopada y después de 10 horas de tortura ante este deporte soporífero, aburrido, y sin razón de ser. Uno en el que he sido prisionera durante siete ckukkers. Y para mi terror, uno en el que estoy siendo testigo de cómo el cerebro de una niña es más dócil ante el lavado mental. Mi pobre hijita anda más emocionada que nunca viendo el partido, y haciendo como cinco preguntas por segundo a Leonor o a Leonel. Que los dos le hayan contestado en tono didáctico, lo hace peor, Sara lo comprende todo y le gusta todo. El infierno. A mí no me gusta nada cómo he repetido mil veces. Le entendía la vuelta más o menos, sabía que la meta era llevar la pelota de madera a la portería del equipo
Ups. Mi mal. Qué pesar. Qué vergüenza que nos hayan atrapado en estas.Todas son frases que podría usar para explicar el beso que le había dado a Leonel en frente de la bruja más bruja del universo, Victoria. Sin embargo, decido hacerme la inocente frente a mi acto de venganza. Finjo vergüenza y me separo un poco de Leonel, solo un poco, este tampoco deja de tocarme la cintura.—Leonel, escuché que te habías casado en Las Vegas. Comprendo el motivo del chiste ahora que veo a tu mujer — ríe el hombre canoso.Su comentario no le cae bien a Leonel, ni pretende que le causo gracia.—Lorenzo, Victoria — habla en total seriedad.Victoria esconde los mil demonios que debe tener dentro.—Tiempo sin coincidir en un mismo sitio — dice filosa, después me mira filosa a mí — no puedo decir lo mismo de ti Clara. La hija de Clara estudia en el mismo colegio que nuestro hijo cariño.Quedo en un estado comatoso del shock que tengo. El tal Lorenzo era el esposo de Victoria. Estoy entre la sorpresa y un
El tiempo corría a una velocidad vertiginosa. Tanta que sentía que mi fecha de escape estaba más cerca, aun así, debía ser realista y asumir que ni por mitad de año íbamos todavía. No estoy en mi lugar favorito, pero de poco a poco se superaban las situaciones de crisis.Tratando de vivir mi vida en prácticamente cautividad, me la pasaba limitada a mis responsabilidades que eran atender a mi hija siendo su madre y atendiendo a Leonor siendo su acompañante. Lo primero era lo mismo que llevaba haciendo desde que me había convertido en mamá, tener a Sara como el centro de mi universo, supervisar sus tareas, llevarla al colegio, jugar con ella. Más que una responsabilidad, era parte de mi vida. Mientras que con Leonor di el paso que debía haber dado hace mucho.No es que me molestase acompañarla, sin embargo, mi pobre cerebro no podía más con el ajedrez o el domino, por lo que le sugerí otra actividad más amable para mi salud mental. Le propuse tejer a crochet, y ella acepto.Yo sé que te
¿Es que para esto las madres sacrifican su cuerpo y cordura? ¿Para que la que creías tu incondicional, tu hijita, te engañé para juntarte con el enemigo? Por más exagerada que suene, todos los pensamientos que estoy teniendo me suenan completamente justos.Sara me había traído a la misma heladería donde estaba Leonel. Esto no era una coincidencia ni a palos. Me dan ganas de cargar entre los brazos a mi hija y llevármela de aquí. Pero el hombre ese se da cuenta de nuestra presencia. No está mirando ahora.—¡Hola Leo! — saluda con su mano libre y muy entusiasta Sara.En el rostro de Leonel se muestra una breve sonrisa dedicada a mi hija, después esta pequeña confabuladora me guía a mi silla. En lo que ella ocupa un puesto entre los dos, mi flamante marido y yo nos quedamos viendo con dureza.—Mamá siéntate. Tenemos que hablar.Resignada me siento y aprovecho para arreglar su cola caída.—¿De qué tenemos que hablar señorita? ¿No era mejor decirme que nos reuniríamos con Leonel? — pregunt
Comprendía el encanto de tener una huerta propia en el techo de tu casa. Pero lo que no estaba comprendiendo esta mañana con Leandro, es que si el esfuerzo es equivalente al resultado. Hoy nos chocamos cuando regresaba de llevar al colegio a Sara, y verle con su overol extra grande me hizo hacerle preguntas que debí ahorrarme.Una llevó a la otra y heme aquí, ayudándole a sacar de la tierra las papas más minúsculas de la vida. Con cada nueva papa que saca y pone en la cesta que le sostengo, sus exclamaciones admiradas de lo mucho que habían crecido, eran cuestionables.—Mira lo grandes que están. ¿No son asombrosas? — habla encantado.Muevo la cesta para que más tierra se desprenda de estas cositas, y eso lo hace peor, pierden como el 30% del que creía su tamaño.—Mucho, gigantescas — digo fingiendo su emoción.Leandro ríe con ganas. Está agachado concentrado en las macetas y mover sus manos enguantadas.—Suenas convincente.—Lo siento es que… ¿no deberían ser más grandes? ¿Quién se l