Ser espectador de un torneo de polo es una experiencia épica, un deporte de elegancia y belleza clásica al que pocos pueden acceder. Nada más excitante y colmado de adrenalina que observar a estos jugadores coordinarse para golpear una pelota en esos uniformes dignos de la época colonial. Eso lo diría una Clara dopada y después de 10 horas de tortura ante este deporte soporífero, aburrido, y sin razón de ser. Uno en el que he sido prisionera durante siete ckukkers. Y para mi terror, uno en el que estoy siendo testigo de cómo el cerebro de una niña es más dócil ante el lavado mental. Mi pobre hijita anda más emocionada que nunca viendo el partido, y haciendo como cinco preguntas por segundo a Leonor o a Leonel. Que los dos le hayan contestado en tono didáctico, lo hace peor, Sara lo comprende todo y le gusta todo. El infierno. A mí no me gusta nada cómo he repetido mil veces. Le entendía la vuelta más o menos, sabía que la meta era llevar la pelota de madera a la portería del equipo
Ups. Mi mal. Qué pesar. Qué vergüenza que nos hayan atrapado en estas.Todas son frases que podría usar para explicar el beso que le había dado a Leonel en frente de la bruja más bruja del universo, Victoria. Sin embargo, decido hacerme la inocente frente a mi acto de venganza. Finjo vergüenza y me separo un poco de Leonel, solo un poco, este tampoco deja de tocarme la cintura.—Leonel, escuché que te habías casado en Las Vegas. Comprendo el motivo del chiste ahora que veo a tu mujer — ríe el hombre canoso.Su comentario no le cae bien a Leonel, ni pretende que le causo gracia.—Lorenzo, Victoria — habla en total seriedad.Victoria esconde los mil demonios que debe tener dentro.—Tiempo sin coincidir en un mismo sitio — dice filosa, después me mira filosa a mí — no puedo decir lo mismo de ti Clara. La hija de Clara estudia en el mismo colegio que nuestro hijo cariño.Quedo en un estado comatoso del shock que tengo. El tal Lorenzo era el esposo de Victoria. Estoy entre la sorpresa y un
El tiempo corría a una velocidad vertiginosa. Tanta que sentía que mi fecha de escape estaba más cerca, aun así, debía ser realista y asumir que ni por mitad de año íbamos todavía. No estoy en mi lugar favorito, pero de poco a poco se superaban las situaciones de crisis.Tratando de vivir mi vida en prácticamente cautividad, me la pasaba limitada a mis responsabilidades que eran atender a mi hija siendo su madre y atendiendo a Leonor siendo su acompañante. Lo primero era lo mismo que llevaba haciendo desde que me había convertido en mamá, tener a Sara como el centro de mi universo, supervisar sus tareas, llevarla al colegio, jugar con ella. Más que una responsabilidad, era parte de mi vida. Mientras que con Leonor di el paso que debía haber dado hace mucho.No es que me molestase acompañarla, sin embargo, mi pobre cerebro no podía más con el ajedrez o el domino, por lo que le sugerí otra actividad más amable para mi salud mental. Le propuse tejer a crochet, y ella acepto.Yo sé que te
¿Es que para esto las madres sacrifican su cuerpo y cordura? ¿Para que la que creías tu incondicional, tu hijita, te engañé para juntarte con el enemigo? Por más exagerada que suene, todos los pensamientos que estoy teniendo me suenan completamente justos.Sara me había traído a la misma heladería donde estaba Leonel. Esto no era una coincidencia ni a palos. Me dan ganas de cargar entre los brazos a mi hija y llevármela de aquí. Pero el hombre ese se da cuenta de nuestra presencia. No está mirando ahora.—¡Hola Leo! — saluda con su mano libre y muy entusiasta Sara.En el rostro de Leonel se muestra una breve sonrisa dedicada a mi hija, después esta pequeña confabuladora me guía a mi silla. En lo que ella ocupa un puesto entre los dos, mi flamante marido y yo nos quedamos viendo con dureza.—Mamá siéntate. Tenemos que hablar.Resignada me siento y aprovecho para arreglar su cola caída.—¿De qué tenemos que hablar señorita? ¿No era mejor decirme que nos reuniríamos con Leonel? — pregunt
Comprendía el encanto de tener una huerta propia en el techo de tu casa. Pero lo que no estaba comprendiendo esta mañana con Leandro, es que si el esfuerzo es equivalente al resultado. Hoy nos chocamos cuando regresaba de llevar al colegio a Sara, y verle con su overol extra grande me hizo hacerle preguntas que debí ahorrarme.Una llevó a la otra y heme aquí, ayudándole a sacar de la tierra las papas más minúsculas de la vida. Con cada nueva papa que saca y pone en la cesta que le sostengo, sus exclamaciones admiradas de lo mucho que habían crecido, eran cuestionables.—Mira lo grandes que están. ¿No son asombrosas? — habla encantado.Muevo la cesta para que más tierra se desprenda de estas cositas, y eso lo hace peor, pierden como el 30% del que creía su tamaño.—Mucho, gigantescas — digo fingiendo su emoción.Leandro ríe con ganas. Está agachado concentrado en las macetas y mover sus manos enguantadas.—Suenas convincente.—Lo siento es que… ¿no deberían ser más grandes? ¿Quién se l
Solicitar refuerzos no es un signo de debilidad, sino de estrategia. Estábamos hablando de estrategias porque necesitaría de una muy fuerte para lo que nos tocaba esta noche, en el gran cumpleaños número 75 de Leonor. Mis refuerzos eran más predecibles de lo que me gustaría admitir, se trataba de Selena.La misma Selena que no se decide entre el vestido de gala rosa o el verde que se ha probado. Desde temprano nos encontrábamos en la tarea de buscar qué vestir y aunque era muy tarde para tal diligencia, me excusaré con que mis días anteriores fueron muy ocupados.Aproveché el tiempo libre que me dejaban Sara y Leonor para concentrarme en el concepto principal de mi negocio. Después de romperme la cabeza leyendo cientos de portales de recetas y stalkeando cuentas de reposterías en redes sociales, decidí irme por la vía de los postres saludables.Después debía contar con el pequeño inconveniente de que Selena no sabía si sí tendría el sábado libre de su trabajo. Pudo confirmarme apenas
Podré quejarme de muchas cosas de los Brown, pero de algo que no podía quejarme era de su ridículo buen gusto. El jardín de la mansión, este por el que estábamos avanzado, resplandecía con la belleza propia de una decoración de ensueño.De los arboles caían lluvias de luces y en el área de invitados, las mesas altas repartidas tenían cómo adorno principal, una serie de velas de aroma exquisito. Ya luego estaba la música que provenía de la tarima de la que tanto me burlé, tocaban para nosotros un cuarteto de cuerdas. No sabía qué tocaban, sin embargo, se oían como un sueño hecho realidad.En medio de nuestra procesión entre el mar de invitados de pie y en varios grupos pequeños, nos dirigimos a la agasajada de la noche, la señora Leonor. Ella era la única sentada de los presentes, en una silla similar a un trono por la manera en la que le rodean.A su lado veía a Lemuel, y del otro a Luciano con Liam, el cual tenía un vaso de whisky vació en la mano. No dura mucho, antes de que comence
La sensación de vacío de mi estómago, sumado a la incertidumbre, no son tan largos como supuse. No moría como había supuesto en los dos segundos que duró mi caída. Más bien caigo en algo firme pero lo suficientemente blando como para no lastimarme.—¿Lo escuchaste? — oigo a Leonel por arriba de mi cuerpo.—¿Escuchar qué? — devuelve Victoria.—¿Viene de aquí el ruido?No sé dónde caí o cómo caí, pero lo que sí veo sobre mí es el cielo y las sombras de esos dos a través de un recuadro. Me muevo por donde sea que esté y me escondo donde hay techo. Estoy debajo del suelo puedo comprobar.—¿Esta es tu forma de ignorarme? — protesta Victoria mientras veo una luz iluminar donde había caído.—Ahorra tus energías para lidiar con tu marido, déjame en paz — escucho por última vez hablar a Leonel y la luz apagarse.Me quedo en silencio por un buen rato para confirmar que se hayan ido. Y creo que lo hicieron. Ya confirmado recapacito en muchos detalles. Como puedo me saco el celular del escote, po