¿Es que para esto las madres sacrifican su cuerpo y cordura? ¿Para que la que creías tu incondicional, tu hijita, te engañé para juntarte con el enemigo? Por más exagerada que suene, todos los pensamientos que estoy teniendo me suenan completamente justos.Sara me había traído a la misma heladería donde estaba Leonel. Esto no era una coincidencia ni a palos. Me dan ganas de cargar entre los brazos a mi hija y llevármela de aquí. Pero el hombre ese se da cuenta de nuestra presencia. No está mirando ahora.—¡Hola Leo! — saluda con su mano libre y muy entusiasta Sara.En el rostro de Leonel se muestra una breve sonrisa dedicada a mi hija, después esta pequeña confabuladora me guía a mi silla. En lo que ella ocupa un puesto entre los dos, mi flamante marido y yo nos quedamos viendo con dureza.—Mamá siéntate. Tenemos que hablar.Resignada me siento y aprovecho para arreglar su cola caída.—¿De qué tenemos que hablar señorita? ¿No era mejor decirme que nos reuniríamos con Leonel? — pregunt
Comprendía el encanto de tener una huerta propia en el techo de tu casa. Pero lo que no estaba comprendiendo esta mañana con Leandro, es que si el esfuerzo es equivalente al resultado. Hoy nos chocamos cuando regresaba de llevar al colegio a Sara, y verle con su overol extra grande me hizo hacerle preguntas que debí ahorrarme.Una llevó a la otra y heme aquí, ayudándole a sacar de la tierra las papas más minúsculas de la vida. Con cada nueva papa que saca y pone en la cesta que le sostengo, sus exclamaciones admiradas de lo mucho que habían crecido, eran cuestionables.—Mira lo grandes que están. ¿No son asombrosas? — habla encantado.Muevo la cesta para que más tierra se desprenda de estas cositas, y eso lo hace peor, pierden como el 30% del que creía su tamaño.—Mucho, gigantescas — digo fingiendo su emoción.Leandro ríe con ganas. Está agachado concentrado en las macetas y mover sus manos enguantadas.—Suenas convincente.—Lo siento es que… ¿no deberían ser más grandes? ¿Quién se l
Solicitar refuerzos no es un signo de debilidad, sino de estrategia. Estábamos hablando de estrategias porque necesitaría de una muy fuerte para lo que nos tocaba esta noche, en el gran cumpleaños número 75 de Leonor. Mis refuerzos eran más predecibles de lo que me gustaría admitir, se trataba de Selena.La misma Selena que no se decide entre el vestido de gala rosa o el verde que se ha probado. Desde temprano nos encontrábamos en la tarea de buscar qué vestir y aunque era muy tarde para tal diligencia, me excusaré con que mis días anteriores fueron muy ocupados.Aproveché el tiempo libre que me dejaban Sara y Leonor para concentrarme en el concepto principal de mi negocio. Después de romperme la cabeza leyendo cientos de portales de recetas y stalkeando cuentas de reposterías en redes sociales, decidí irme por la vía de los postres saludables.Después debía contar con el pequeño inconveniente de que Selena no sabía si sí tendría el sábado libre de su trabajo. Pudo confirmarme apenas
Podré quejarme de muchas cosas de los Brown, pero de algo que no podía quejarme era de su ridículo buen gusto. El jardín de la mansión, este por el que estábamos avanzado, resplandecía con la belleza propia de una decoración de ensueño.De los arboles caían lluvias de luces y en el área de invitados, las mesas altas repartidas tenían cómo adorno principal, una serie de velas de aroma exquisito. Ya luego estaba la música que provenía de la tarima de la que tanto me burlé, tocaban para nosotros un cuarteto de cuerdas. No sabía qué tocaban, sin embargo, se oían como un sueño hecho realidad.En medio de nuestra procesión entre el mar de invitados de pie y en varios grupos pequeños, nos dirigimos a la agasajada de la noche, la señora Leonor. Ella era la única sentada de los presentes, en una silla similar a un trono por la manera en la que le rodean.A su lado veía a Lemuel, y del otro a Luciano con Liam, el cual tenía un vaso de whisky vació en la mano. No dura mucho, antes de que comence
La sensación de vacío de mi estómago, sumado a la incertidumbre, no son tan largos como supuse. No moría como había supuesto en los dos segundos que duró mi caída. Más bien caigo en algo firme pero lo suficientemente blando como para no lastimarme.—¿Lo escuchaste? — oigo a Leonel por arriba de mi cuerpo.—¿Escuchar qué? — devuelve Victoria.—¿Viene de aquí el ruido?No sé dónde caí o cómo caí, pero lo que sí veo sobre mí es el cielo y las sombras de esos dos a través de un recuadro. Me muevo por donde sea que esté y me escondo donde hay techo. Estoy debajo del suelo puedo comprobar.—¿Esta es tu forma de ignorarme? — protesta Victoria mientras veo una luz iluminar donde había caído.—Ahorra tus energías para lidiar con tu marido, déjame en paz — escucho por última vez hablar a Leonel y la luz apagarse.Me quedo en silencio por un buen rato para confirmar que se hayan ido. Y creo que lo hicieron. Ya confirmado recapacito en muchos detalles. Como puedo me saco el celular del escote, po
Debí aumentar como 50 kilos anoche porque el cuerpo me pesa con exageración. Mi boca se siente muy seca y la luz que percibo con los ojos todavía cerrados, me molesta. Sin embargo, me rehusó a despertarme del todo por estar sobre un lugar cómodo y cálido. Me aferro más a este y no le quiero soltar. De hecho, me acurruco más, mi brazo le aprieta más, mi pierna se monta más encima, y mi nariz se sumerge en su delicioso aroma.Un aroma reconfortante y masculino.Reconfortante y masculino.Abro los ojos espabiladamente y me doy cuenta de dónde estoy, con quién estoy.Estoy en la cama con… Leonel. Abrazándolo y casi que montada encima de él. No ayuda a mi tranquilidad que este esté dormido y que mi rostro esté en contacto directo con su pecho desnudo. Levanto mi cabeza con la mayor de las vergüenzas y preocupaciones.No tenía nada de ropa de las caderas para arriba, y el resto cubierto con la sabana, es más martirizante que yo apenas tenga un camisón ligero puesto… sin sostén debajo.Esto
Hablar de sexo con un niño es complicado y momentos que considero sumamente bochornosos. Tanto así que, en la corta vida de Sara, había agarrado por las pinzas el tema, la mayor parte se lo había dejado a su colegio y libros de biología. Creo que el hecho de que nunca le hubiese presentado a una pareja también había influenciado en que su curiosidad fuese limitada. Ahora, no podía seguir esquivando lo evidente.En lo que Sara cerró la puerta, tanto a Leonel como a mí se nos bajó la calentura. Él me dio la espalda para acomodar “su asunto” y durante aproveché para salir de la bañera, secarme y ponerme mi bata de baño.—Hablaré con ella — le digo con prisa saliendo del sitio.Cuando lo hago, no hay rastros de Sara en nuestra habitación, por lo que me voy a la de ella. Tal cual, mi hija estaba sentada en su cama con las manos muy juntas, como si estuviese esperando su castigo. Me lleno de valor y me siento a su lado.—¿Por qué entraste a la habitación hija? ¿Querías que te ayudase con al
Los pasos que dan los hombres me ponen nerviosa. Estoy encerrada debajo de mi propia cama por una ridícula intuición que resultó siendo certera.—¿No estamos exagerando? ¿Por qué ella tendría esa agenda? — escucho a la segunda voz y lo confirmo… reconozco esas botas… era Leandro.—¿Le dices eso a Leonor? Solo busquemos y acabemos con esto — reconozco también la segunda… era Luciano.Así que Leonor había mandado a sus nietos en búsqueda de su diario. Lo cual me confirma dos cosas. Una, nada mío estaba a salvo en esta casa, y dos, ese diario era más importante de lo que hubiese imaginado. Detallo a esos dos caminando de aquí a ella en sumo silencio, cualquiera diría que no hay nadie en esta habitación.Si fuese otra saldría y les formaría la pelea del siglo. Sin embargo, si el río estaba sonando, piedras traería. Necesitaba leer ese diario y necesitaba que no le encontrasen. Este seguía en la habitación de Sara.—¿Y si lo escondió en la habitación de Sara? — propone Leandro.Ese traidor