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Capítulo 32: Abejas y flores

Hablar de sexo con un niño es complicado y momentos que considero sumamente bochornosos. Tanto así que, en la corta vida de Sara, había agarrado por las pinzas el tema, la mayor parte se lo había dejado a su colegio y libros de biología. Creo que el hecho de que nunca le hubiese presentado a una pareja también había influenciado en que su curiosidad fuese limitada. Ahora, no podía seguir esquivando lo evidente.

En lo que Sara cerró la puerta, tanto a Leonel como a mí se nos bajó la calentura. Él me dio la espalda para acomodar “su asunto” y durante aproveché para salir de la bañera, secarme y ponerme mi bata de baño.

—Hablaré con ella — le digo con prisa saliendo del sitio.

Cuando lo hago, no hay rastros de Sara en nuestra habitación, por lo que me voy a la de ella. Tal cual, mi hija estaba sentada en su cama con las manos muy juntas, como si estuviese esperando su castigo. Me lleno de valor y me siento a su lado.

—¿Por qué entraste a la habitación hija? ¿Querías que te ayudase con al
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