La cálida cena con los Brown había sido el precedente a un acontecimiento más terrible del que me había salvado anoche. Este era, dormir en la misma cama de Leonel Brown. Un evento humillante, peligroso y diría que asqueroso. Así que, veme aquí en el baño del susodicho subiendo hasta mi barbilla casi el cuello de mi suéter. Parezco un anuncio de ropa de invierno por la forma en la que estoy vestida, de pies a cabeza con la mayor cantidad de capas que pude encontrar. Mi meta era la de dejar la menor cantidad de piel al descubierto cerca de esa cosa. De esta manera, no entraría en contacto con su propia piel por accidente, o de querer tocarme por algún motivo maquiavélico, tendría que esforzarse por desenvolverme. Despertándome con ello y dándole su merecido. Salgo del baño para encontrármelo con su espalda recostada del espaldar de su cama. Está concentrado en su celular y diviso que en un pijama estándar. Es entonces cuando se da cuenta de que he salido, y se me queda mirando como un
La vida de una mantenida no era tan mala como lo esperaba. Después de una semana de convivir con las serpientes zarrapastrosas de los Brown, he de confesar que raramente me los había topado por los pasillos, o vuelto a compartir mesa. Todos estaban ocupados en sus propios asuntos y como los cocineros y los alimentos abundaban en esta casa, cada quien comía por su parte, algunos ni aquí. Un recurso que aprovechaba a mi favor, buscaba horas estratégicas para comer sola con Sara en los espacios comunes, y al estar la niña en el colegio, me encerraba en su habitación y pedía comida a esta.Aunque, eso último solo se daba cuando Leonor no me convidaba a sus pasatiempos. La señora casi siempre me secuestraba por “accidente” en las horas en las que Sarita estaba en el colegio. O me ponía a jugar la terrible tortura del ajedrez, o se decidía por la agonizante tortura del domino, y ni hablar de cuándo recibía visitas a su estudio. Había estado presente en algunas pláticas con varias de sus ami
Cuando la vieja Clara amaba con veneración al viejo Leonel, creía que lo conocía hasta el último recoveco. Pero en el presente, la nueva Clara que odia con veneración al nuevo Leonel, no sabía qué estaba tramando y eso le alborotaba los nervios. ¿Cómo no tenerlos alborotados con su extraño actuar?Leonel nos ayudó a limpiar la habitación de Sara mientras le preguntaba por su día de clases y Selena me daba miradas de burla. Con el cuarto limpio nos dejó en paz, y pudimos ir a bañarnos en la piscina como había planeado. Pero la paz no duró mucho que digamos, al atardecer se apareció para preguntar a Sara si quería comer hamburguesas con carne a la parrilla.Mi hija iba a decir que sí, ya lo sabía, y verle la forma en la que sus ojitos se emocionaban por ese hombre, me devolvía al pasado, al pasado en el que yo le veía de la misma manera. Como alguien que era imposible me fallase.Por más diplomático que fuese ese hombre con mi hija, no era capaz ni de freír un huevo por su propia cuenta
Lo bueno de criar a un hijo empático es que te podías poner un poquito de cebolla cerca de los ojos a escondidas, y ya te estaban cuidando como si estuvieses en estado terminal. Esa fue la actitud de Sara durante nuestro desayuno, preguntándome muchas veces si estaba bien, y hablándome de cómo las pesadillas no eran de verdad. Escucharla hablar me hizo erizar los vellos de mis brazos. Porque sonaba como justamente la voz de mi sueño. Nunca vi su rostro, pero sabía que era la voz de Leonel. Una duda ridícula se me siembra en la mente. ¿Leonel llegó a hablarme o era producto de mi imaginación? No puedo confirmar o desmentir esto ya que había salido temprano a su oficina. No sabía si era más desagradable esta duda o el simple hecho de que estaba comenzando a ver en Sarita a Leonel. ¿Es que sí se parecían? ¿O es que estaban pasando más tiempo de lo que deberían juntos? Con toda esa bruma de pensamientos maneje hasta el colegio de mi hija. Uno en el que era hora de que dejase esos pensam
Apretaría su cuello hasta que dejase de respirar, enterraría un cuchillo en su ya de por sí frío pecho, o lo intoxicaría con algún veneno. Todas esas me parecían buenas opciones para acabar con Leonel Brown. En eso me aseguro caminando con los pies hirviéndome de rabia, no solo los pies sino todo el cuerpo. No me ayuda que el aula donde ocurrió aquella terrible escena quedase tan lejos del estacionamiento, cada vez faltaba poco. Poco para librar al mundo de semejante escoria.—¡Señora Clara! ¡Señora Clara espéreme por favor! — oigo gritar a una mujer detrás de mí.Me provoca seguir caminando como la desquiciada que era, pero sé quién me llama. Me detengo y acumulo paciencia para hablar con la coordinadora. Esta viene trotando hacia mí. Si me estaba siguiendo lo debió hacer corriendo.—Me quiero disculpar en nombre de la institución. Esos no son los valores que enseñamos en nuestro colegio — afirma.No era la más firme creyente de lo que decía, había escuchado por casi una hora a esas
Si fuese capaz de conocer los pensamientos de Leonel, tal vez nuestra comunicación sería mucho más sencilla. Dándome la espalda tras mi pregunta y evitando siquiera que pueda ver las expresiones que está haciendo. Por fin pienso que me va a confesar lo que hay en su cabeza, pero en su lugar se levanta y toma el tacón que le lance del suelo, ese que ni había notado dónde había caído. Después me lo pasa, su expresión ya está más compuesta. —En lugar de desviarnos del tema, volvamos a lo que nos concierne — comenta, yo le recibo el zapato. Lo cual me remonta a la manzana de la discordia, la dulce, dulce, Victoria. —¿Con qué Victoria te estaba amenazando en la llamada? Sonaba como que te estaba amenazando, no me vayas a esquivar esta vez. —Tengo muchos años en el fango con ella, tiene de dónde amenazarme, pero… no me dan miedo sus amenazas. Si yo caigo, la voy a arrastrar conmigo — lo dice como el propio psicópata calmado, a ese al que le agrada el dolor. Me confunde, todo en Leonel
¿Quieres que te diga qué es imposible viviendo en un mundo de apariencias como en el que viven los Brown? Evitar a su círculo social en su hábitat natural por mucho tiempo. En mis primeras semanas en mi vida postiza había podido evitar esta clase de enfrentamientos, pero era el curso inevitable del trato que había hecho con Leonel.Si este quería fingir que éramos la familia feliz, era obvio que lo iba a presumir a más personas, todas las que pudiese en este tipo de eventos. Se trataba del bendito partido de polo al que me invitó Leonor, sin mi consentimiento, por cierto.De todos los eventos sociales a los que me podía invitar Leonor después de la tortura de soportar a toda su familia por más de un mes, tenía que seleccionar el más pretencioso y aburrido de la vida, un partido de polo. Me lo repetía en mi cabeza una y otra vez. Como si repetirlo tantas veces iba a hacer que se borrase esta realidad.—Nunca, nunca he tocado a un caballo de verdad Leo. ¿¡Voy a poder tocar uno!? — pregu
Ser espectador de un torneo de polo es una experiencia épica, un deporte de elegancia y belleza clásica al que pocos pueden acceder. Nada más excitante y colmado de adrenalina que observar a estos jugadores coordinarse para golpear una pelota en esos uniformes dignos de la época colonial. Eso lo diría una Clara dopada y después de 10 horas de tortura ante este deporte soporífero, aburrido, y sin razón de ser. Uno en el que he sido prisionera durante siete ckukkers. Y para mi terror, uno en el que estoy siendo testigo de cómo el cerebro de una niña es más dócil ante el lavado mental. Mi pobre hijita anda más emocionada que nunca viendo el partido, y haciendo como cinco preguntas por segundo a Leonor o a Leonel. Que los dos le hayan contestado en tono didáctico, lo hace peor, Sara lo comprende todo y le gusta todo. El infierno. A mí no me gusta nada cómo he repetido mil veces. Le entendía la vuelta más o menos, sabía que la meta era llevar la pelota de madera a la portería del equipo