Luché, traté de escapar de sus garras. Pero no me quedaba más que escuchar a Leonel. En lo único en lo que confiaba de él, era que sus amenazas no eran en vano.—Habla, y sin tu zalamería o falsos testimonios — digo.—Soy complaciente cuando me lo propongo. — me sonríe y después se enseria — Tienes una hija pequeña, trabajas largas jornadas en un empleo que no te permite verla crecer. Tal vez que no te permitirá costear en un futuro alguna de sus emergencias médicas o sus sueños universitarios.Escondo mis manos por debajo de la mesa, porque si estuviesen encima, él podría ver a la perfección cómo mis dedos están sufriendo espasmos por doquier.—Trabajemos un año más por este matrimonio. Al finalizar este periodo de tiempo, de ser contra producente para nosotros te concederé el divorcio, una pensión basada en mis ingresos actuales por el resto de tu vida, el título de una de mis casas y un fidecomiso generoso para Sara — propone.Así que, esa era su propuesta. Fingir que volvimos a dó
Sabía que había vendido la poca dignidad que tenía a Leonel Brown por dinero, pero esto era mucho con demasiado. Algo era fingir ser su esposa, y algo más, era meter de lleno a Sara en esto. Mi sentido de alerta se incendió con lo que escuché y, por ende, decidí tratar cara a cara lo que me proponía. Decidimos encontrarnos en un café de su preferencia, a saber, si yo podía acertar con un lugar digno de su presencia. Al llegar me sorprendo con el sitio. Parece agradable y no tan ostentoso, la mesera me pasa a la terraza para el desayuno, y he ahí a Leonel Brown. Esperándome en una mesa, viendo al horizonte que daba con los edificios de la ciudad, y tomando café. Me siento sin saludarle, solo mirándolo, él me sonríe. —Muéstrale la carta a mi invitada Penélope — pide Leonel a la mesera que me trajo hasta acá. Ella tuvo todo este tiempo una tableta debajo del brazo, me la ofrece. No la tomo, no será necesario. —Un café negro mediano, es todo lo que quiero. Gracias — pido a la empleada
Mis días se volvieron un infierno lleno de regalos costosos a mi casa y de invitaciones ridículas por parte de la gente que trabajaba para Leonel. Todavía me costaba creer que hubiesen aceptado con tanta facilidad a Sara en el colegio privado que sugirió el innombrable o mi hija hubiese reaccionado bien al convencerla con lo de que allí tendría más tiempo para dedicarse a sus clases de pintura. Más allá de mi amor inagotable de madre, sabía con objetividad que mi hija tenía talento en el área. Todavía no le había mencionado muy bien quién era ese hombre, solo le había dado pistas de que nos mudaríamos y que le presentaría a nuevos amigos. Con respecto a mi trabajo, renuncié tal cual me lo pidió el chantajista ese, y heme aquí vistiendo de Chanel, disfrazada de alguien que no soy. —¿A dónde vas tan bonita mami? — se asoma a mi habitación Sara. Volteo a sonreírle apenada y al mismo tiempo nerviosa. Le hago señas de que se acerque y me agacho a su nivel. Era momento de decirle lo que i
La piel de mi mano me arde, pero no es lo único que arde con el toque de Leonel. También me arde el estómago y se lo doy a conocer atravesándolo con mi mirada. Él me dedica una sonrisa suave, después dirige sus ojos a su primo. Leandro por su parte carraspea y toma su cubierto.—Nada en especial. Es impactante y grato tenerte de nuevo con nosotros Clara — dice.—Gratísimo — alza su copa con vino Luciano.Quiero que Leonel me deje de tocar, y fuerzo mi mano para salirme de su toque. Pero, Leonel tiene vena de secuestrador porque no me permite moverla como quiero, la aprieta más y más.—¿Ese es el anillo de mamá? — pregunta curiosa y filosa Leah analizando mi mano — Pensé que habían hecho borrón y cuenta nueva. ¿O cómo es que fue? No debo ser la única confundida con tu reintegración a la familia.—Hija, es una joya que cedí a mi primer nieto en casarse. Habíamos discutido ya de esto — comenta Leonor.—Sí, a la esposa de tu nieto, no a tu hija, ya lo sabemos mamá, no hace falta repetirlo
El momento que nunca quise se hiciera realidad, está tomando vida de una manera desgarradora. Cierro con las fuerzas que no tengo el cierre de mi maleta sobre la cama, era la última maleta por armar en mi cuarto. Me las había ingeniado para meter en dos maletas grandes mi ropa, zapatos y demás objetos de uso personal para mi mudanza a la mansión Brown.Salgo de mi habitación para toparme entonces con mi triste sala vacía, únicamente llena de cajas de cartón apiladas. Había metido mis pocos electrodomésticos, adornos, utensilios en dichas cajas, con la esperanza de volver a usarlos en lo que mi acuerdo con Leonel terminase, por los momentos me los guardaría la señora Celia, puesto que pondría de nuevo en alquiler el anexo.Lo único que faltaba era supervisar a Sara en su habitación. Me asomo a esta y la veo luchando para que su bolso de viaje sea suficiente para contener sus peluches. No me lo parecía.—¿Qué tal si llevamos tus peluches en una bolsa aparte mi vida? Romperás el cierre s
He perdido la cuenta de las muchas veces que la mano de mi hija ha apretado la mía en nuestra entrada a la mansión Brown. Nuestra primera caminata por su interior tenía a Sara mirando de lado a lado impactada por lo que observaba, no la culpaba, esta casa era extravagante e impresionante. Las primeras veces que Leonor me invitó a su hogar, no paraba de pensar en lo mucho que se asemejaba a los palacios por dentro. No podía creer que alguien como yo, pudiese visitar un lugar así cuando quisiera. Para finalizar mi fantasía ilusa, que el palacio tuviese a su propio príncipe, Leonel, era todo lo que una ingenua como yo soñaba. En este presente, siendo obligada a volver a este lugar de viejos recuerdos, ya ha dejado de parecerme un palacio, me parece más bien esas casas lúgubres embrujadas o dignas de alguna escena de crimen. Y el que fue mi príncipe alguna vez, ese que estamos siguiendo, se asemeja más a un carcelero. Nuestra procesión termina, puesto que Leonel se detiene en una de las
Apenas llegue con mis maletas a la mansión Brown, y ya Leonor se había llevado a mi hija de paseo, Leah había lanzado sus comentarios imprudentes y Leonel no se cree mi recurso para despertar de la realidad. Me mira como si fuera una necia. Si lo soy es por su culpa, que no confié tanto en mí.—¿Podrías parar de hacer eso y acompañarme? — habla saliendo de la habitación.Le sigo con cuidado, supervisando que no haya moros en la costa. Leah parecía que había vuelto a su sarcófago. Si mal no recordaba, ella tenía su habitación y espacios favoritos en el segundo piso. A no ser que se haya cambiado de lugar, claro.—¿A dónde quieres que te acompañe? — camino a su mismo nivel ya.—Te daré un recorrido por la casa. Algunas cosas han cambiado — dice.—¿Y por qué me importaría saber qué ha cambiado aquí? No te preocupes por mí, me la pasaré en la habitación de Sara, comeremos en el comedor y luego a la calle. Ah y no te olvides, de las 8 horas de prisión en tu cama.Hablo por hablar sin enten
No es que sea cobarde, es que era estratégica. Y al Leonel estar a la hora en la que me quería acostar en la habitación de su abuela, eso lo utilicé como recurso para dormirme por “accidente” en la cama de mi hija. Tal vez oí a la medianoche llamando mi nombre, pero “no le escuché”, ni este hizo el intento por despertarme. Así había sobrevivido a mi primera noche bajo el dominio de los Brown. Faltaban cientos de noches más, sin embargo, no podía andar con negativismos. Mucho menos ahora que necesito mantener un buen semblante frente a Sarita. Verla más animada que anoche mientras come de su cereal, me anima. También me lo hace que el uniforme escolar de su nuevo colegio, le haya quedado a la perfección. Hoy era el gran día, su primer día de clases en este nuevo sitio. Había investigado de Nuestra Señora de Lourdes y era lo mejor de lo mejor de la ciudad. Esperaba que esta fuese una experiencia positiva y divertida para mi hija. Termino de tomarme mi café en la mesa de desayuno donde