No les llevo mucho tiempo a los hermanos Zhao, comenzar con sus negocios y que estos rindieran frutos, con el paso de los meses y a medida que abrían sus clubs de defensa personal, Takashi sintió que debía independizarse, aunque ya una vez lo había intentado, cuando apenas tenía 18 años, claro que no funciono, pues este reconocido asesino no sabía hacer casi nada, de lo que una persona normal, debería saber, fue por ello, que apenas observo que algo raro sucedía entre la niñera y su hermano Yaozu, tomo la decisión de comprar un departamento, y coloco un anuncio, se busca empleada para tareas domésticas, sin retiro, buena paga y así la conoció.
— Bien Mia Ferrante ¿verdad? — Takashi observaba la figura frente a él, y cotejaba la información en la documentación que la joven le había dado.
— Así es. — respondió de forma distraída la rubia, mientras observaba el bello departamento, aunque escaso de muebles, menos trabajo para ella, pensó la rubia.
— Son reales. — murmuro distraído Takashi, inspeccionando con detenimiento la documentación.
— Sí que lo son. — rebatió con molestia Mia. — ¿Piensa que soy una exreclusa, asesina o algo? — Takashi no pudo evitar reír a lo dicho.
— Todo lo contrario, eres muy… pequeñita, no pareces ser mayor de edad, solo eso… ¿podrás ocuparte de mí departamento? — Mia bufo molesta, no era la primera vez que alguien se burlaba por su altura.
— Soy muy capaz señor, le propongo un trato, déjeme quedarme una semana, si luego no queda satisfecho con mi desempeño, solo me corre, sin pago alguno.
Le tomó la palabra y ese fue su error, Mia era… el caos, pequeña de altura, con abundante cabello y pecas… aún más llamativas que su escultural cuerpo, le costaba concentrarse cuando la veía ir y venir de un lado a otro, un torbellino rubio, tan dorado como el mismo sol, que limpiaba todo a su paso y con gran maestría y lo que comenzó como una prueba de una semana, se extendió, por dos años, y a cada día Takashi prestaba más atención a su empleada.
Hasta que un día ya no la pudo ignorar más, se suponía que Mia no estaría en el departamento, era la semana de vacaciones, en la cual Takashi viajaba a las tierras del tigre blanco, convivía con su familia y ella debería de hacer lo mismo, pero el oriental no estaba de humor para asistir a la reunión familiar, pues el traidor de Yaozu daría la maravillosa noticia de que seria padre una vez más, peor aún, se casaría con la niñera, fantástico, se dijo el castaño, se alegraba por su hermano, pero sabía que eso solo ocasionaría que Huang y Renzo, preguntarán cuando le daría un nieto, ¡por favor! Ni siquiera tenía novia, ninguna mujer le llamaba tanto la atención como para tal compromiso, excepto…, no, se lo repitió por billonésima vez, Mia era algo prohibido, intuía que no era amor lo que sentía por esa joven, más se asemejaba a la obsesión, ¿y como estaba seguro de ello? Fácil, había colocado un rastreador en su maleta, ¡eso no era normal! Menos de un jefe a una empleada, pero, ya no toleraba que Mia no le dijera donde vivían sus padres o mejor aún, donde podía localizarla si necesitaba algo en esa semana de vacaciones, como por ejemplo, verla, malditamente estaba obsesionado, se rendía a esa idea no por gusto, sino por las pruebas, pues ya había sucedido en esos dos años que por uno u otro motivo, él se había retrasado en regresar a casa, y cuando al fin llegaba, ella estaba durmiendo, su humor cambiaba tan drásticamente por solo no verla al llegar, que sentía ganas de asesinar, verdaderas ganas de destripar a alguien, hasta que a mitad de la noche, no lo soportaba más e iba a su habitación y la veía dormir, tan bella, tan única, tan brillante, era su sol, solo de él, si, definitivamente estaba obsesionado, solo eso explicaba que regresara a su departamento con toda la intención de chequear el rastreador e ir por ella, quizás y aun no tomaba el avión, o tren, o bus, malditamente odiaba no saber dónde encontrarla, cuanto tardaría para ver sus ojos color miel…
— ¡Dios mío! — el grito de Mia debió de asustarlo, distraerlo o sorprenderlo, sin embargo, Takashi se sentía en el mismo paraíso, no solo por ver a su empleada nuevamente, luego de tres agónicas horas, en las que pensó que pasaría una semana sin verla, más bien era la ensoñación de verla con su bata de baño, con su cabello húmedo, con pequeñas gotas trazando líneas que a él le gustaría recorrer con la lengua entre sus maravillosos y blanquecinos pechos. — Yo le puedo explicar. — comenzó a decir la joven mientras ajustaba la bata, y Takashi sonrió con malicia.
— Claro que sí, explícame, Mia, soy todo oídos. — sacando fuerza de voluntad que no sabía que poseía, se sentó en el borde de su cama, porque si, la pequeña empleada estaba en su habitación y Takashi se dijo que arrojarla a su cama y lamerla cual paleta, solo asustaría a Mia.
— Bueno… claramente no le diré que me equivoque de habitación, cuando conozco mejor este lugar que usted. — Takashi elevo una ceja, ya se había percatado que cuando Mia se enojaba o alteraba lo trataba de usted.
— Estoy totalmente de acuerdo contigo, no podrías equivocarte de habitación, eso solo nos deja en que… entraste adrede a mi cuarto, y no precisamente a limpiar, aunque no me molestaría si quieres limpiar en esas fachas de hoy en adelante. — Mia abrió sus ojos casi con espanto.
— Dios, las cosas que dice. — el castaño respiro con profundidad, evocando las largas horas de meditación en sus tierras, reuniendo todo de él para mantener la compostura, tal como lo hacía cuando acompañaba a sus primos y hermanos a reuniones de la mafia, salvo que ahora no se jugaba la vida de nadie, solo su destino, porque sabia que si saltaba sobre Mia… ya no había vuelta atrás. — Solo… solo use su hidromasaje, ¿sí? No es como que lo hago siempre, solo una que otra vez al mes, no se enoje, es que mi espalda duele horrores, cada vez que me toca ir a la tintorería por sus edredones y colchas, eso no sucedería si usted tuviera la precaución de follar a sus mujeres sobre las sábanas, ¿comprende? Son más fáciles y livianas para lavar. — hasta el momento todo le parecía divertido y muy caliente al oriental, hasta que noto como los ojos de Mia comenzaron a humedecerse, entonces, toda diversión se borró de su mirada.
— Mia. — la llamo con preocupación y poniéndose de pie.
— No fue mi intención ensuciar su bata, la llevare a la lavandería. — continúo diciendo la joven con la voz temblorosa, mientras se abrazaba a si misma y Takashi no lo resistió, y fue a su lado y la abrazo, disfrutando de su cercanía, pues a pesar de que vivían juntos y él buscaba mil formas de acercarse, Mia se las arreglaba para esquivarlo, por lo que sí, se podria decir que este era el primer contacto físico genuino que este par tenía.
— Deja de decir tonterías Mia. — Mia dejo de respirar, y no era solo por el abrazo de Takashi, era por la voz con la que le estaba hablando, una tan suave y cariñosa, una que Mia jamás había escuchado. — Solo te estaba molestando, no debes apenarte por esto, es más, puedes usar mi baño las veces que desees, y ya no debes preocuparte por las mantas.
— ¿Dejara de traer sus conquistas diarias? — pregunto solo por decir algo, pues de pronto sus manos picaban por abrazar a su jefe, pero se obligó a apretarse aún mas a ella misma, mientras Takashi… acariciaba su espalda con un lento va y ven.
— No, solo que las llevare yo. — y en el momento que lo dijo, queria golpearse, ¿como se supondría que se acercaría a nivel amoroso a Mia?, si decía y hacia esas estupideces ¿Qué rayos le pasaba?
— Sí, es lo mínimo que debe hacer, o hacerse responsable de pagar una sesión de masaje por mes para su pobre empleada.
La perdió y no solo la oportunidad de hacer de ese encuentro algo especial y único, perdió la sensación de Mia entre sus brazos, pues gracias a su gran bocotá, la joven se liberó de su agarré y se marchó.
— Lo arruine. — se dijo cuando se vio solo en su cuarto. — Que gran idiota.
Y mientras Takashi se lamentaba, Mia corría medio desnuda a su habitación, con el corazón latiendo a mil por segundo, y los ojos ardiendo por las ganas de llorar que tenia, Takashi nunca la vería como una mujer, para él, ella solo era la empleada, que limpiaba su hogar.
El teléfono de Takashi repiqueteaba sin cesar, y el castaño salió de su miseria, solo para gemir al ver el nombre de su padre en la pantalla.— Hola padre. — dijo con reverencia, porque sabía lo que le esperaba.— ¿Hola, padre? Oh, si, cierto que soy tu padre, bueno eso dicen los registros familiares, aunque tu corazón debe de decir otra cosa, solo eso explicaría que no estes aquí para mi cumpleaños. — Takashi dejo salir un gran suspiro, y se dejó caer en su cama, aun con la vista fija, en donde solo unos minutos antes, estaba parada Mia.— No puedo ir, lo siento, yo… — sabía que Renzo no le dejaría pasar algo como aquello, no sin una buena excusa, y decidió serle honesto. — No puedo dejar de verla, no soporto la idea de estar más que un par de horas lejos de ella. — confeso en medio de un suspiro, y la línea quedo en silencio por casi dos minutos.— ¿De quién estamos hablando? — podía ser que Renzo fuera el padre biológico de las tres mujeres de la familia, pero malditamente, para es
El corazón de Mia latía desbocado, mientras ingresaba en la cocina, reprochándose esa estúpida sumisión que brotaba de ella encubierta a modo de respeto, ¿Por qué demonios lo trato de usted? Puede que Takashi fuese algunos años más grande que ella, puede que sea su jefe, puede que Takashi sude autoridad, pero malditamente ella sabía que, al tratarlo de usted, solo era la evidencia del gran lavado de cerebro que sus padres le hicieron.— Si algun día haces algo que moleste al señor Mirko, baja la cabeza, y háblale de usted, que vea lo arrepentida que estas, y si su enojo persiste, arrodíllate y besa sus pies, no te levantes hasta que él te lo diga. — le aconsejo su madre, mientras acomodaban los almohadones de los sillones.— Pero eso es… denigrante. — rebatió escandalizada, sintiendo nuevamente ese espíritu que le imploraba ser libre y distinta a las demás, incluso a sus hermanas.— ¿Denigrante? ¿dónde aprendes esas palabras? — su padre la veía con furia en la mirada y Mia retrocedió
Takashi solo sonrió al ofuscamiento de Mia, le encantaba ese carácter suyo, ella no lo veía con miedo y reverencia, como lo hacían las mujeres de su clan, claro que Mia no sabia que tan capaz era Takashi a la hora de asesinar, pero, aun así, ante los ojos de Mia y la forma en la que esta lo trataba, Takashi se sentía bien, normal, común, aunque no lo fuera.— ¿Estás haciendo ese estofado que tanto me gusta? — pregunto al verla retirar del fuego la olla a presión.— No es estofado, es Berza gaditana, y si, la estoy haciendo ¿o es que de pronto has quedado ciego? — Mia no comprendía de donde salía esa osadía con un hombre que bien podía dejarla en la calle si un día se levantara de mal humor, pero con Takashi se sentía a gusto, a veces pensaba que podía ser ella al natural y que no habrían consecuencias, que Takashi no se espantaría, ni molestaría, aun así, y como había sucedido horas atrás, a veces el miedo y las enseñanzas de sus padres, la acobardaban, el miedo era algo que latía en
Takashi se perdió en la imagen frente a él, Mia era hermosa, en todo momento del día, pero lo era aún más cuando se alimentaba, sus mejillas crecían ante las grandes bocanadas de alimento que esta ingería, y fue cuando Takashi reparo en que, a pesar de que siempre la veía alimentarse bien, Mia no engordaba, definitivamente tenía un buen metabolismo, pero en parte ese hecho lo comenzó a preocupar, el que quizás, a ese metabolismo elevado se debía el que ella fuera tan… pequeña.— ¿Cuánto mides? — dijo de pronto y Mia detuvo su masticar, para verlo con ojos filosos.— Lo normal. — dijo luego de tragar. — No quieras comenzar a molestar con mi estatura, aquí el único que esta mal con la estatura eres tú. — lo acuso antes de engullir una cucharada más de su delicioso estofado.— ¿Por qué siempre me atacas? — se quejó con falso espanto, aunque era lo que mas le divertía de molestar a Mia. — solo estaba preguntando por curiosidad, además no mides lo mismo que una mujer promedio, mis hermanas
Mia llevo la taza de té a sus labios, y Takashi lamio los suyos, preguntándose que tan suave seria esa carnosa boca rosada, ¿conservarían el sabor del té?— Me parece muy injusto que la familia de tu padre Renzo, te haga de menos, al igual que a tus hermanos, después de todo, tu padre Huang ama a tus tres hermanas como si llevaran su sangre y tu padre Renzo también los ama a ustedes, ellos no deberían de poner peros para repartir el dinero que le corresponde a tu padre Renzo, ¡eso es tan injusto! — Takashi casi que se sintió mal por mentirle de esa manera, pero el fin justifica los medios o eso decían.— Sí que lo es, lo peor de todo es que pensaba contar con el apoyo de mi hermano Yaozu, para apelar la decisión que la familia Bach ha tomado, es decir, ¿Qué diferencia hace el estar desposado? — estaba seguro que si su papá Huang se enterara de lo que estaba haciendo, ahora sí que estaría en grandes problemas, pero en su defensa, fue su padre Renzo quien le sugirió todo aquello, y él e
La palabra de dos letras broto de sus labios, pero… ¿cómo no iba a aceptar? Si el único hombre que había despertado todo su ser estaba de rodillas ante ella. Aun en un completo aturdimiento Mia se marchó a su recamara, con un único pedido de Takashi.— Me haces el hombre más feliz sobre la faz de la tierra, en verdad Mia, ahora, ve a preparar tu equipaje, que yo me encargare del resto, aunque no es necesario que cargues muchas cosas, en las tierras de los Zhao nada te faltara, lo juro, tendrás más de lo que necesites, por siempre.¿Por qué malditamente su corazón latía de esa manera? Mia lo sabía, aunque temía reconocerlo en voz alta, y es que ella se había enamorado de ese bastardo mujerzuelo, aunque sabía que no debía, y no era solamente porque Takashi pasara más tiempo con su pene fuera que dentro de sus pantalones, ella sabía que no debía enamorarse y mucho menos aspirar a tomar hombre alguno, porque ella ya estaba casada, ya estaba usada y rota, atrozmente marcada.Aun con el est
Takashi observo con detenimiento la documentación de Mia, ya lo había hecho dos años atrás, y como entonces, ahora tampoco encontró algo fuera de lugar, claro que él no era especialista en falsificaciones, no, eso recaía en su hermano Ren, no en él, si fuese que tuviera que ver una herida incluso en fotografía, sabría incluso con un solo vistazo con que objeto fue hecha, pero no con documentos, eso no era lo suyo, y se maldijo en su interior por ello, porque aun a riesgo de que su papá Huang se enterara de su intrincado plan, decidió llamar a casa, pidiéndole a los espíritus que sea Renzo quien respondiera, porque malditamente el que estuviera marcando a su teléfono móvil, no le garantizaba nada.— ¿Se puede saber porque aún no estas aquí? Y espero que tengas una buena excusa, el cumpleaños de tu padre no se puede postergar. — no, esa noche al parecer los dioses y espíritus estaban ayudando a otra persona.— Hola papá y sí que tengo una buena excusa, decidí dejar más pastel para usted
Mia se removía en la cama, el sudor surcaba su frente y la desesperación era clara aun en su rostro inconsciente.— Mia, ¿ya estas lista? — Takashi no pudo evitar ingresar en su recamara, no había podido dormir en toda la noche, quizás por ello era por lo que esta vez se despertó antes que la joven, aun así, algo en su interior lo inquietaba, por lo que solo abrió la puerta e ingreso. — Mia. — la llamo con preocupación al ver su rostro convertido en una mueca de dolor y miedo.— ¡No! — grito la joven saltando de la cama y ambos quedaron frente a frente.— Mia, ¿Qué te sucede? — Takashi quiso acercarse, pero la joven elevo sus manos frente a ella, mientras respiraba de forma agitada.— No se acerque, estoy sucia. — dijo de forma automática, aunque Takashi observo su confusión momentánea, propia de quien despierta de esa forma. — Estoy sudada. — explico al notar la confusión en el rostro de Takashi.— Lo se lo veo, y mi pregunta sigue siendo la misma ¿estas bien? — el mayor queria cercio