Takashi solo sonrió al ofuscamiento de Mia, le encantaba ese carácter suyo, ella no lo veía con miedo y reverencia, como lo hacían las mujeres de su clan, claro que Mia no sabia que tan capaz era Takashi a la hora de asesinar, pero, aun así, ante los ojos de Mia y la forma en la que esta lo trataba, Takashi se sentía bien, normal, común, aunque no lo fuera.
— ¿Estás haciendo ese estofado que tanto me gusta? — pregunto al verla retirar del fuego la olla a presión.
— No es estofado, es Berza gaditana, y si, la estoy haciendo ¿o es que de pronto has quedado ciego? — Mia no comprendía de donde salía esa osadía con un hombre que bien podía dejarla en la calle si un día se levantara de mal humor, pero con Takashi se sentía a gusto, a veces pensaba que podía ser ella al natural y que no habrían consecuencias, que Takashi no se espantaría, ni molestaría, aun así, y como había sucedido horas atrás, a veces el miedo y las enseñanzas de sus padres, la acobardaban, el miedo era algo que latía en su interior, y que por mas que Mia tratara de controlar, simplemente no lo conseguía del todo siempre.
— No, pero mis retinas aún tienen tu imagen medio desnuda grabadas en ellas, ¿Qué quieres que diga? Sera algo difícil de olvidar. — fuego, eso sentía Mia en su cara y podía jurar que estaba quemándose.
— Es un desvergonzado, además yo también lo he visto medio desnudo y muchas mas veces y luego no ando molestándolo por ello. — no, claro que Mia no decía nada, ni reprochaba aquello, mas bien, se alegraba cada vez que lo encontraba apenas saliendo de la cama, escapando de esas mujeres que él mismo llevaba a su lecho.
— Tienes razón, pero si quieres y como te dije, puedes sentirte en todo tu derecho si de hoy en adelante limpias nuestro hogar en bata de baño. — Mia pego un pequeño grito al quemarse con el vapor de la olla a presión que estaba abriendo, algo que jamás le había sucedido, pero sin embargo el comentario de Takashi la había desconcentrado, y no era la parte de deambular por ese lugar en bata de baño, era el hecho de que él dijera “nuestro hogar”. — Maldición Mia, deja eso. — en menos de un parpadeo Takashi había arrojado la olla al enorme fregadero, y ahora tenia la pequeña mano de Mia, entre sus enormes garras, esas enormes manos que habían acabado con tantos enemigos.
— No es nada. — murmuro la rubia, como cada vez que Takashi estaba demasiado cerca, y es que el impulso de tocarlo cada vez era mayor.
— Al parecer, tienes razón, pero de todas formas te colocare un ungüento, no sea que empeore o que te deje alguna marca, no se porque demonios insistes en hacer comida tan elaborada, ya te he dicho que me molesta verte perder tanto tiempo en la cocina. — Mia bufo y se escabullo al fregadero, mientras Takashi sacaba el ungüento que había colocado en un gabinete de la cocina, precisamente, suponiendo, que algo así pudiera pasar, y es que Mia pasaba mucho tiempo en la cocina.
— Pues para eso me paga señor. — dijo de manera burlesca, pero Takashi solo achico sus ojos, mientras le quitaba una vez más la olla de las manos.
— Puedes pedir comida a domicilio y no me molestaría, además de que con gusto la pagaría, te puedo asegurar que me saldría mas barato que el hacerme responsable de tu cuenta medica si un día una de esas ollas cae sobre ti y terminas en el hospital… — de pronto la imagen de la pequeña rubia sufriendo diversos tipos de quemaduras, bailo en su mente, y Takashi tuvo que respirar con profundidad, conocía bien cada tipo de esas lesiones, él se las ocasionaba muchas veces a sus enemigos, quemaduras con agua hirviendo, como la piel se ampollaba ye incluso se desprendía, las quemaduras con fuego directo y como la carne olía… se obligo a detener todo aquello, y concentrarse en la mano de Mia. — En verdad, ya no te quiero en la cocina. — aseguro viéndola con seriedad, sus ojos en un combate silencioso, donde él queria imponer su orden y Mia su deseo, dejando en claro que no la cumpliría.
— No puede prohibirme el ingresar en la cocina, para ello me paga.
— Te seguiré pagando lo mismo, sin que cocines… — claro que sí, Takashi pondría el mundo a sus pies si ella se lo pidiera, pero ahora Mia solo era consiente que Takashi hablaba en serio en no dejarla ingresar en la cocina.
— No. — se quejó, y algo en su mirada cambio, la fuerza de querer hacer lo que queria fue remplazada poro el temor y la desilusión, Takashi lo noto, en cómo sus ojos brillaban, un brillo que no era como los que le conocía, era tristeza, la reconoció, pero no la podía comprender.
— ¿Qué? ¿Qué te duele? — pregunto llevando sus ojos del rostro de Mia a su mano, quizás la quemadura si era de cuidado y él no se había percatado, porque Takashi no podía comprender o aceptar de que esa mirada fuera por algo que él había dicho.
—Es lo único que amo hacer… — murmuro la joven y sus ojos viajaron a la olla, que aun aguardaba a Mia. — No me quite la felicidad de saber que tan capaz soy, de crear nuevas formas de hacer un platillo. — por loco que pareciera, Takashi la comprendió de inmediato, pues él sentía ese pesar cuando de joven sus padres lo dejaban en arresto domiciliario impidiéndole el asesinar, alegando que temían que sus nuevas formas de tortura, le causara algun daño emocional, bien, Takashi queria sacar de la cocina a Mia temiendo que se lesionara, pero… era lo que a ella le gustaba, experimentar nuevos métodos de cocción para los alimentos, como él experimentaba en las torturas.
— Quita esa cara, no sabía que te gustará tanto cocinar, aun así, debes prometerme que serás cuidadosa.
— Claro que soy cuidadosa, esto solo sucedió porque tu estas molesta que molesta. — Mia al fin se apartó del mayor y fue por su creación. — mejor sé de utilidad y coloca los platos, esto ya está.
Takashi la obedeció sin chistar, pues aprovecharía la cena, para proponerle matrimonio, solo esperaba que los espíritus, estuvieran a su favor.
Takashi se perdió en la imagen frente a él, Mia era hermosa, en todo momento del día, pero lo era aún más cuando se alimentaba, sus mejillas crecían ante las grandes bocanadas de alimento que esta ingería, y fue cuando Takashi reparo en que, a pesar de que siempre la veía alimentarse bien, Mia no engordaba, definitivamente tenía un buen metabolismo, pero en parte ese hecho lo comenzó a preocupar, el que quizás, a ese metabolismo elevado se debía el que ella fuera tan… pequeña.— ¿Cuánto mides? — dijo de pronto y Mia detuvo su masticar, para verlo con ojos filosos.— Lo normal. — dijo luego de tragar. — No quieras comenzar a molestar con mi estatura, aquí el único que esta mal con la estatura eres tú. — lo acuso antes de engullir una cucharada más de su delicioso estofado.— ¿Por qué siempre me atacas? — se quejó con falso espanto, aunque era lo que mas le divertía de molestar a Mia. — solo estaba preguntando por curiosidad, además no mides lo mismo que una mujer promedio, mis hermanas
Mia llevo la taza de té a sus labios, y Takashi lamio los suyos, preguntándose que tan suave seria esa carnosa boca rosada, ¿conservarían el sabor del té?— Me parece muy injusto que la familia de tu padre Renzo, te haga de menos, al igual que a tus hermanos, después de todo, tu padre Huang ama a tus tres hermanas como si llevaran su sangre y tu padre Renzo también los ama a ustedes, ellos no deberían de poner peros para repartir el dinero que le corresponde a tu padre Renzo, ¡eso es tan injusto! — Takashi casi que se sintió mal por mentirle de esa manera, pero el fin justifica los medios o eso decían.— Sí que lo es, lo peor de todo es que pensaba contar con el apoyo de mi hermano Yaozu, para apelar la decisión que la familia Bach ha tomado, es decir, ¿Qué diferencia hace el estar desposado? — estaba seguro que si su papá Huang se enterara de lo que estaba haciendo, ahora sí que estaría en grandes problemas, pero en su defensa, fue su padre Renzo quien le sugirió todo aquello, y él e
La palabra de dos letras broto de sus labios, pero… ¿cómo no iba a aceptar? Si el único hombre que había despertado todo su ser estaba de rodillas ante ella. Aun en un completo aturdimiento Mia se marchó a su recamara, con un único pedido de Takashi.— Me haces el hombre más feliz sobre la faz de la tierra, en verdad Mia, ahora, ve a preparar tu equipaje, que yo me encargare del resto, aunque no es necesario que cargues muchas cosas, en las tierras de los Zhao nada te faltara, lo juro, tendrás más de lo que necesites, por siempre.¿Por qué malditamente su corazón latía de esa manera? Mia lo sabía, aunque temía reconocerlo en voz alta, y es que ella se había enamorado de ese bastardo mujerzuelo, aunque sabía que no debía, y no era solamente porque Takashi pasara más tiempo con su pene fuera que dentro de sus pantalones, ella sabía que no debía enamorarse y mucho menos aspirar a tomar hombre alguno, porque ella ya estaba casada, ya estaba usada y rota, atrozmente marcada.Aun con el est
Takashi observo con detenimiento la documentación de Mia, ya lo había hecho dos años atrás, y como entonces, ahora tampoco encontró algo fuera de lugar, claro que él no era especialista en falsificaciones, no, eso recaía en su hermano Ren, no en él, si fuese que tuviera que ver una herida incluso en fotografía, sabría incluso con un solo vistazo con que objeto fue hecha, pero no con documentos, eso no era lo suyo, y se maldijo en su interior por ello, porque aun a riesgo de que su papá Huang se enterara de su intrincado plan, decidió llamar a casa, pidiéndole a los espíritus que sea Renzo quien respondiera, porque malditamente el que estuviera marcando a su teléfono móvil, no le garantizaba nada.— ¿Se puede saber porque aún no estas aquí? Y espero que tengas una buena excusa, el cumpleaños de tu padre no se puede postergar. — no, esa noche al parecer los dioses y espíritus estaban ayudando a otra persona.— Hola papá y sí que tengo una buena excusa, decidí dejar más pastel para usted
Mia se removía en la cama, el sudor surcaba su frente y la desesperación era clara aun en su rostro inconsciente.— Mia, ¿ya estas lista? — Takashi no pudo evitar ingresar en su recamara, no había podido dormir en toda la noche, quizás por ello era por lo que esta vez se despertó antes que la joven, aun así, algo en su interior lo inquietaba, por lo que solo abrió la puerta e ingreso. — Mia. — la llamo con preocupación al ver su rostro convertido en una mueca de dolor y miedo.— ¡No! — grito la joven saltando de la cama y ambos quedaron frente a frente.— Mia, ¿Qué te sucede? — Takashi quiso acercarse, pero la joven elevo sus manos frente a ella, mientras respiraba de forma agitada.— No se acerque, estoy sucia. — dijo de forma automática, aunque Takashi observo su confusión momentánea, propia de quien despierta de esa forma. — Estoy sudada. — explico al notar la confusión en el rostro de Takashi.— Lo se lo veo, y mi pregunta sigue siendo la misma ¿estas bien? — el mayor queria cercio
Mia no podía dejar de pensar lo que Takashi le había dicho, solo horas antes, ¿en verdad en el oriente el matrimonio era un equipo? No sabía si creer eso, lo más probable fuera que Takashi la estuviera engañando… o tal vez, era su cultura la que estaba mal.— Ven aquí Mia. — la voz de su jefe, la hizo redirigir sus pasos, habían descendido el automóvil he ingresado en el aeropuerto, por lo que los pies de Mia se habían dirigido a donde la mayor cantidad de personas iban, solo ahora, se percataba que Takashi tomaba otro rumbo.— Pero ¿las salas de embarques no estan por allí?— Eso es para los vuelos comerciales, ya te lo dije anoche, el avión de mi familia espera por nosotros. — Mia casi bufo al ver el avión privado, e incluso se sintió mal de sentir culpa por pedirle el dinero que le faltaba para saldar su deuda a Takashi, tal vez aún estaba a tiempo para aceptar la mitad de la herencia que el mayor le había prometido.— No seas codiciosa, Mia, confórmate con ser libre. — murmuró la
Takashi seco su rostro, y se observo con detenimiento, era un hombre de 30 años, muy diestro a la hora de asesinar, pero muy torpe para coquetear, siempre se le dio bien ser directo, y un poco salvaje, pero a lo largo de esos dos años, ya había probado ser directo con Mia, y lo único que conseguía de ella eran risas, tomando sus torpes intentos de seducción como bromas, y su confianza comenzó a tambalear, aunque cada día otras mujeres lo tomaran en serio, en cuanto él proponía así sea un beso, pero Mia era distinta, Mia era algo que Takashi nunca había enfrentado, inocencia y audacia, débil si se la veía con detenimiento, cual burbuja de jabón, un movimiento mal dado y Mia podria resultar herida, pero a la vez… el fuego en su mirada cuando algo no le gustaba, se notaba que era una fierecilla y no precisamente de esas que solo rasguñan, Mia era capaz de arrancar corazones, o provocar que Takashi los arrancara, como había arrancado los ojos del pobre diablo que tuvo la brillante idead d
Mia dejo su lugar, bajo la excusa de que iría a descansar en la magnifica cama que había en la habitación del avión, y aunque Takashi deseaba ir tras ella, le permitió escapar, porque la conocía, en dos años había aprendido a conocerla y sabía que necesitaba tiempo para procesar todo, o eso creía el mayor.La joven no vio a su alrededor, solo se dejo caer en la cama, viendo el techo, y rememorando lo que su jefe y pronto esposo le había dicho.— Las bodas en nuestras tierras son eventos grandiosos y llenos de rituales y tradiciones que se han mantenido durante siglos. No tienes nada que preocuparte, solo es nuestra cultura, aunque nosotros nos saltaremos algunos pasos, como los preparativos.— Disculpe profesor, pero tengo una pregunta. — Takashi sonrió, y una tonta idea de ver a Mia en un uniforme escolar bailo frente a él.— Dígame, señorita Ferrante, ¿Cuál es su duda? Yo me encargare de saciarla. — ¿Por qué la temperatura había aumentado? O solo era ella que se imaginaba a Takashi