El corazón de Mia latía desbocado, mientras ingresaba en la cocina, reprochándose esa estúpida sumisión que brotaba de ella encubierta a modo de respeto, ¿Por qué demonios lo trato de usted? Puede que Takashi fuese algunos años más grande que ella, puede que sea su jefe, puede que Takashi sude autoridad, pero malditamente ella sabía que, al tratarlo de usted, solo era la evidencia del gran lavado de cerebro que sus padres le hicieron.
— Si algun día haces algo que moleste al señor Mirko, baja la cabeza, y háblale de usted, que vea lo arrepentida que estas, y si su enojo persiste, arrodíllate y besa sus pies, no te levantes hasta que él te lo diga. — le aconsejo su madre, mientras acomodaban los almohadones de los sillones.
— Pero eso es… denigrante. — rebatió escandalizada, sintiendo nuevamente ese espíritu que le imploraba ser libre y distinta a las demás, incluso a sus hermanas.
— ¿Denigrante? ¿dónde aprendes esas palabras? — su padre la veía con furia en la mirada y Mia retrocedió un paso, recordando por qué había aplastado tantos almohadones al sentarse y es que su trasero aun ardía por los azotes que su progenitor le había dado, por solo decir que su hermano podía servirse té el mismo, que no era manco y ella no era su sirvienta, y eso había sido tres días atrás, pero aun con ese tiempo, tenía su trasero al rojo vivo.
— Téngale paciencia, usted sabe lo difícil que es que las mentes de nuestras niñas no se contaminen con tanta cosa que los demás dicen, no se enoje, ella aprenderá, y si no es con nosotros, el señor Mirko le enseñara como usted lo hizo conmigo. — las tripas de la rubia se le revolvieron por solo observar a su madre verse los pies, mientras su padre la veía con superioridad, eso no era amor.
— Mejor háblale de como mantener a un hombre feliz, eso sí que tú lo aprendiste bien.
— Como diga. — su madre la tomo de la mano y la llevo a la cocina, donde los garbanzo y las alubias ya estaban en remojo desde la noche anterior.
— Odio que te trate como si fueses un perro. — se quejó la rubia, pero no pudo ver el rostro de su madre, pues esta le había dado una bofetada que incluso la hizo ver estrellas y casi le saco la quijada de lugar.
— Solo eres una estúpida que cree ser mejor que todas, y no te das cuenta al peligro al que te expones. — Mia estaba cansada de los golpes, odiaba a su madre por ellos, pues era la que siempre impartía los castigos, aunque si debía ser honesta, prefería los golpes de su madre que los de su padre, por lo que llena de coraje y aun tomando su mejilla, la vio con toda la intención de enfrentarla, de todos modos ¿que más le podria hacer? ¿Darle con el cinturón una vez más? Estaba segura de que ya no sentiría el dolor ni picor por más que le diera en su espalda, pero su furia se disipó al verla con los ojos aguados, reteniendo lagrimas que Mia sabia bien no dejaría salir. — Ya eres una mujer en edad de merecer, para eso nacemos, para eso nos crían, Mirko te escogió a ti, mi más pequeña niña. — la voz le temblaba, y en ese acto, Mia comprendió que esa era la forma de su madre de decirle que la amaba. — Y puede que sea muy adinerado y que tu padre crea que tendrás una vida privilegiada, pero, así como me ves no soy estúpida, ese hombre es el mismo diablo y por mas que quisiera ayudarte no puedo. — su madre aferraba las muñecas de Mia con tanta fuerza, que incluso la sangre no le llegaba a las manos, pero la rubia sabía que esa reacción era la propia de Sara, era su forma de no gritar, apretar los puños con fuerza, como si fuese una extensión de su voz, esa que no se oía si su padre no queria. — Entiende de una vez Mia, si no obedeces a tu esposo, me temo que tu destino sea peor que el mío. — el susurro de su madre se interrumpió y sus ojos se abrieron un poco más, alguien estaba tras ella y Mia lo sabía.
— Así que tu destino no fue bueno. — la voz de su padre hizo palidecer aún más a su madre, y por cobardía Mia no se atrevió a girar, sabía que si lo hacía todo iría peor.
— No quise decir eso Manolo, no lo interprete de esa forma, a lo que me refería es que, por estar de odiosa y altanera, me gane mi castigo, por no saber comportarme como se debe… — el padre de Mia chasqueo la lengua y Sara guardo silencio, aun viéndose los pies.
— Si le hablarás de cosas de hembras espera a que me largue de aquí, no seas tan desvergonzada. — Mia tenía ganas de gritarle a su padre lo doble moral que era, pues solo unas horas antes, había estado jactándose con los hombres de su comunidad, que todas sus hijas eran vírgenes, que “sus flores” estaban intactas, y ahora si tenía vergüenza hasta de asomar la nariz fuera de su hogar, por solo saber todo lo que su padre decía de ellas y ahora se espantaba, aun así, Mia era “sensata” y no movió ni un musculo, hasta que escucho los pasos de su padre alejarse.
— Harás que me maten un día Mia, lo juro. — se quejó su madre irguiéndose una vez más, para ir por los demás ingredientes para hacer su famoso berza gaditana.
— Mamá. — pocas veces Mia tenía algun impulso de tocar a su madre, pues desde niña, siempre fue tratada como algo prestado, algo que se debía mantener, solo para ser entregada en buen estado. — ¿Qué te hizo papá? — Mia creía que ya nada la asustaría, que el odio que sentía por Manolo no podria ser mayor del que ya sentía, pero solo cuando vio los ojos de su madre, supo que estaba equivocada.
— Él solo hizo, lo que un hombre casado debe hacer, solo fui yo que me comporté como gata furiosa… — Sara negó con la cabeza, como arrepintiéndose aun luego de tantos años. — La prueba del pañuelo solo dio dos rosas… pero tu padre cuando me estreno hizo crecer un rosal entero en las sábanas, tanto que ya no se pudieron guardar, las tuve que tirar.
— ¿Qué? — la voz de Mia era menos que un susurro.
— Mia, ¿Cuándo vas a prestar atención a lo que te enseño? La primera vez que estes con tu esposo, debes de relajarte, si tu no te sueltas y haces enojar a tu esposo, puedes salir muy herida, en ese entonces, estuve una semana sin poder ponerme de pie, el sangrado no paraba y por supuesto que no puedes ir a un hospital, eso solo trae más problemas, porque los doctores no entienden, ellos dicen cosas estúpidas, porque si el que te estrena es tu esposo, eso no puede ser violación, en fin, todo eso por lo menos sirvió para que el honor de tu padre este bien en lo alto, todos estaban sorprendidos de lo potente que es Manolo, ya vez, no solo tuvo una sábana que lucir con mucho mas que una que otra rosa, quede preñada en la primera vez y le di un hombre, el orgullo de tu padre…
Si, sus padres habían lavado su cerebro, solo eso explicaba no solo que tratara de usted a Takashi, cuando sentía que este estaba enojado o que lo había molestado de alguna forma, también era el hecho de que estaba cocinando Berza gaditana, porque malditamente extrañaba a su madre.
— Mia. — la voz de su jefe la hizo pegar un brinco.
— ¿Sí?
— ¿Estas bien? Estas pálida. — de pronto, las grandes manos de Takashi acariciaron su rostro, y Mia, no pudo evitar sentir sus mejillas calientes, pero también fue consiente que si Takashi le diera así sea una bofetada, podria arrancarle la quijada, pues sus manos eran enormes.
— Ya deja de estar tocando lo que no es tuyo. — se quejó, elevando su coraza, esa que se había colocado dos años atrás, cuando escapo de su esposo.
Takashi solo sonrió al ofuscamiento de Mia, le encantaba ese carácter suyo, ella no lo veía con miedo y reverencia, como lo hacían las mujeres de su clan, claro que Mia no sabia que tan capaz era Takashi a la hora de asesinar, pero, aun así, ante los ojos de Mia y la forma en la que esta lo trataba, Takashi se sentía bien, normal, común, aunque no lo fuera.— ¿Estás haciendo ese estofado que tanto me gusta? — pregunto al verla retirar del fuego la olla a presión.— No es estofado, es Berza gaditana, y si, la estoy haciendo ¿o es que de pronto has quedado ciego? — Mia no comprendía de donde salía esa osadía con un hombre que bien podía dejarla en la calle si un día se levantara de mal humor, pero con Takashi se sentía a gusto, a veces pensaba que podía ser ella al natural y que no habrían consecuencias, que Takashi no se espantaría, ni molestaría, aun así, y como había sucedido horas atrás, a veces el miedo y las enseñanzas de sus padres, la acobardaban, el miedo era algo que latía en
Takashi se perdió en la imagen frente a él, Mia era hermosa, en todo momento del día, pero lo era aún más cuando se alimentaba, sus mejillas crecían ante las grandes bocanadas de alimento que esta ingería, y fue cuando Takashi reparo en que, a pesar de que siempre la veía alimentarse bien, Mia no engordaba, definitivamente tenía un buen metabolismo, pero en parte ese hecho lo comenzó a preocupar, el que quizás, a ese metabolismo elevado se debía el que ella fuera tan… pequeña.— ¿Cuánto mides? — dijo de pronto y Mia detuvo su masticar, para verlo con ojos filosos.— Lo normal. — dijo luego de tragar. — No quieras comenzar a molestar con mi estatura, aquí el único que esta mal con la estatura eres tú. — lo acuso antes de engullir una cucharada más de su delicioso estofado.— ¿Por qué siempre me atacas? — se quejó con falso espanto, aunque era lo que mas le divertía de molestar a Mia. — solo estaba preguntando por curiosidad, además no mides lo mismo que una mujer promedio, mis hermanas
Mia llevo la taza de té a sus labios, y Takashi lamio los suyos, preguntándose que tan suave seria esa carnosa boca rosada, ¿conservarían el sabor del té?— Me parece muy injusto que la familia de tu padre Renzo, te haga de menos, al igual que a tus hermanos, después de todo, tu padre Huang ama a tus tres hermanas como si llevaran su sangre y tu padre Renzo también los ama a ustedes, ellos no deberían de poner peros para repartir el dinero que le corresponde a tu padre Renzo, ¡eso es tan injusto! — Takashi casi que se sintió mal por mentirle de esa manera, pero el fin justifica los medios o eso decían.— Sí que lo es, lo peor de todo es que pensaba contar con el apoyo de mi hermano Yaozu, para apelar la decisión que la familia Bach ha tomado, es decir, ¿Qué diferencia hace el estar desposado? — estaba seguro que si su papá Huang se enterara de lo que estaba haciendo, ahora sí que estaría en grandes problemas, pero en su defensa, fue su padre Renzo quien le sugirió todo aquello, y él e
La palabra de dos letras broto de sus labios, pero… ¿cómo no iba a aceptar? Si el único hombre que había despertado todo su ser estaba de rodillas ante ella. Aun en un completo aturdimiento Mia se marchó a su recamara, con un único pedido de Takashi.— Me haces el hombre más feliz sobre la faz de la tierra, en verdad Mia, ahora, ve a preparar tu equipaje, que yo me encargare del resto, aunque no es necesario que cargues muchas cosas, en las tierras de los Zhao nada te faltara, lo juro, tendrás más de lo que necesites, por siempre.¿Por qué malditamente su corazón latía de esa manera? Mia lo sabía, aunque temía reconocerlo en voz alta, y es que ella se había enamorado de ese bastardo mujerzuelo, aunque sabía que no debía, y no era solamente porque Takashi pasara más tiempo con su pene fuera que dentro de sus pantalones, ella sabía que no debía enamorarse y mucho menos aspirar a tomar hombre alguno, porque ella ya estaba casada, ya estaba usada y rota, atrozmente marcada.Aun con el est
Takashi observo con detenimiento la documentación de Mia, ya lo había hecho dos años atrás, y como entonces, ahora tampoco encontró algo fuera de lugar, claro que él no era especialista en falsificaciones, no, eso recaía en su hermano Ren, no en él, si fuese que tuviera que ver una herida incluso en fotografía, sabría incluso con un solo vistazo con que objeto fue hecha, pero no con documentos, eso no era lo suyo, y se maldijo en su interior por ello, porque aun a riesgo de que su papá Huang se enterara de su intrincado plan, decidió llamar a casa, pidiéndole a los espíritus que sea Renzo quien respondiera, porque malditamente el que estuviera marcando a su teléfono móvil, no le garantizaba nada.— ¿Se puede saber porque aún no estas aquí? Y espero que tengas una buena excusa, el cumpleaños de tu padre no se puede postergar. — no, esa noche al parecer los dioses y espíritus estaban ayudando a otra persona.— Hola papá y sí que tengo una buena excusa, decidí dejar más pastel para usted
Mia se removía en la cama, el sudor surcaba su frente y la desesperación era clara aun en su rostro inconsciente.— Mia, ¿ya estas lista? — Takashi no pudo evitar ingresar en su recamara, no había podido dormir en toda la noche, quizás por ello era por lo que esta vez se despertó antes que la joven, aun así, algo en su interior lo inquietaba, por lo que solo abrió la puerta e ingreso. — Mia. — la llamo con preocupación al ver su rostro convertido en una mueca de dolor y miedo.— ¡No! — grito la joven saltando de la cama y ambos quedaron frente a frente.— Mia, ¿Qué te sucede? — Takashi quiso acercarse, pero la joven elevo sus manos frente a ella, mientras respiraba de forma agitada.— No se acerque, estoy sucia. — dijo de forma automática, aunque Takashi observo su confusión momentánea, propia de quien despierta de esa forma. — Estoy sudada. — explico al notar la confusión en el rostro de Takashi.— Lo se lo veo, y mi pregunta sigue siendo la misma ¿estas bien? — el mayor queria cercio
Mia no podía dejar de pensar lo que Takashi le había dicho, solo horas antes, ¿en verdad en el oriente el matrimonio era un equipo? No sabía si creer eso, lo más probable fuera que Takashi la estuviera engañando… o tal vez, era su cultura la que estaba mal.— Ven aquí Mia. — la voz de su jefe, la hizo redirigir sus pasos, habían descendido el automóvil he ingresado en el aeropuerto, por lo que los pies de Mia se habían dirigido a donde la mayor cantidad de personas iban, solo ahora, se percataba que Takashi tomaba otro rumbo.— Pero ¿las salas de embarques no estan por allí?— Eso es para los vuelos comerciales, ya te lo dije anoche, el avión de mi familia espera por nosotros. — Mia casi bufo al ver el avión privado, e incluso se sintió mal de sentir culpa por pedirle el dinero que le faltaba para saldar su deuda a Takashi, tal vez aún estaba a tiempo para aceptar la mitad de la herencia que el mayor le había prometido.— No seas codiciosa, Mia, confórmate con ser libre. — murmuró la
Takashi seco su rostro, y se observo con detenimiento, era un hombre de 30 años, muy diestro a la hora de asesinar, pero muy torpe para coquetear, siempre se le dio bien ser directo, y un poco salvaje, pero a lo largo de esos dos años, ya había probado ser directo con Mia, y lo único que conseguía de ella eran risas, tomando sus torpes intentos de seducción como bromas, y su confianza comenzó a tambalear, aunque cada día otras mujeres lo tomaran en serio, en cuanto él proponía así sea un beso, pero Mia era distinta, Mia era algo que Takashi nunca había enfrentado, inocencia y audacia, débil si se la veía con detenimiento, cual burbuja de jabón, un movimiento mal dado y Mia podria resultar herida, pero a la vez… el fuego en su mirada cuando algo no le gustaba, se notaba que era una fierecilla y no precisamente de esas que solo rasguñan, Mia era capaz de arrancar corazones, o provocar que Takashi los arrancara, como había arrancado los ojos del pobre diablo que tuvo la brillante idead d