Capítulo 5

El corazón de Mia latía desbocado, mientras ingresaba en la cocina, reprochándose esa estúpida sumisión que brotaba de ella encubierta a modo de respeto, ¿Por qué demonios lo trato de usted? Puede que Takashi fuese algunos años más grande que ella, puede que sea su jefe, puede que Takashi sude autoridad, pero malditamente ella sabía que, al tratarlo de usted, solo era la evidencia del gran lavado de cerebro que sus padres le hicieron.

— Si algun día haces algo que moleste al señor Mirko, baja la cabeza, y háblale de usted, que vea lo arrepentida que estas, y si su enojo persiste, arrodíllate y besa sus pies, no te levantes hasta que él te lo diga. — le aconsejo su madre, mientras acomodaban los almohadones de los sillones.

— Pero eso es… denigrante. — rebatió escandalizada, sintiendo nuevamente ese espíritu que le imploraba ser libre y distinta a las demás, incluso a sus hermanas.

— ¿Denigrante? ¿dónde aprendes esas palabras? — su padre la veía con furia en la mirada y Mia retrocedió un paso, recordando por qué había aplastado tantos almohadones al sentarse y es que su trasero aun ardía por los azotes que su progenitor le había dado, por solo decir que su hermano podía servirse té el mismo, que no era manco y ella no era su sirvienta, y eso había sido tres días atrás, pero aun con ese tiempo, tenía su trasero al rojo vivo.

— Téngale paciencia, usted sabe lo difícil que es que las mentes de nuestras niñas no se contaminen con tanta cosa que los demás dicen, no se enoje, ella aprenderá, y si no es con nosotros, el señor Mirko le enseñara como usted lo hizo conmigo. — las tripas de la rubia se le revolvieron por solo observar a su madre verse los pies, mientras su padre la veía con superioridad, eso no era amor.

— Mejor háblale de como mantener a un hombre feliz, eso sí que tú lo aprendiste bien.

— Como diga. — su madre la tomo de la mano y la llevo a la cocina, donde los garbanzo y las alubias ya estaban en remojo desde la noche anterior.

— Odio que te trate como si fueses un perro. — se quejó la rubia, pero no pudo ver el rostro de su madre, pues esta le había dado una bofetada que incluso la hizo ver estrellas y casi le saco la quijada de lugar.

— Solo eres una estúpida que cree ser mejor que todas, y no te das cuenta al peligro al que te expones. — Mia estaba cansada de los golpes, odiaba a su madre por ellos, pues era la que siempre impartía los castigos, aunque si debía ser honesta, prefería los golpes de su madre que los de su padre, por lo que llena de coraje y aun tomando su mejilla, la vio con toda la intención de enfrentarla, de todos modos ¿que más le podria hacer? ¿Darle con el cinturón una vez más? Estaba segura de que ya no sentiría el dolor ni picor por más que le diera en su espalda, pero su furia se disipó al verla con los ojos aguados, reteniendo lagrimas que Mia sabia bien no dejaría salir. — Ya eres una mujer en edad de merecer, para eso nacemos, para eso nos crían, Mirko te escogió a ti, mi más pequeña niña. — la voz le temblaba, y en ese acto, Mia comprendió que esa era la forma de su madre de decirle que la amaba. —   Y puede que sea muy adinerado y que tu padre crea que tendrás una vida privilegiada, pero, así como me ves no soy estúpida, ese hombre es el mismo diablo y por mas que quisiera ayudarte no puedo. — su madre aferraba las muñecas de Mia con tanta fuerza, que incluso la sangre no le llegaba a las manos, pero la rubia sabía que esa reacción era la propia de Sara, era su forma de no gritar, apretar los puños con fuerza, como si fuese una extensión de su voz, esa que no se oía si su padre no queria. —  Entiende de una vez Mia, si no obedeces a tu esposo, me temo que tu destino sea peor que el mío. — el susurro de su madre se interrumpió y sus ojos se abrieron un poco más, alguien estaba tras ella y Mia lo sabía.

— Así que tu destino no fue bueno. — la voz de su padre hizo palidecer aún más a su madre, y por cobardía Mia no se atrevió a girar, sabía que si lo hacía todo iría peor.

— No quise decir eso Manolo, no lo interprete de esa forma, a lo que me refería es que, por estar de odiosa y altanera, me gane mi castigo, por no saber comportarme como se debe… — el padre de Mia chasqueo la lengua y Sara guardo silencio, aun viéndose los pies.

— Si le hablarás de cosas de hembras espera a que me largue de aquí, no seas tan desvergonzada. — Mia tenía ganas de gritarle a su padre lo doble moral que era, pues solo unas horas antes, había estado jactándose con los hombres de su comunidad, que todas sus hijas eran vírgenes, que “sus flores” estaban intactas, y ahora si tenía vergüenza hasta de asomar la nariz fuera de su hogar, por solo saber todo lo que su padre decía de ellas y ahora se espantaba, aun así, Mia era “sensata” y no movió ni un musculo, hasta que escucho los pasos de su padre alejarse.

— Harás que me maten un día Mia, lo juro. — se quejó su madre irguiéndose una vez más, para ir por los demás ingredientes para hacer su famoso berza gaditana.

— Mamá. — pocas veces Mia tenía algun impulso de tocar a su madre, pues desde niña, siempre fue tratada como algo prestado, algo que se debía mantener, solo para ser entregada en buen estado. — ¿Qué te hizo papá? — Mia creía que ya nada la asustaría, que el odio que sentía por Manolo no podria ser mayor del que ya sentía, pero solo cuando vio los ojos de su madre, supo que estaba equivocada.

— Él solo hizo, lo que un hombre casado debe hacer, solo fui yo que me comporté como gata furiosa… — Sara negó con la cabeza, como arrepintiéndose aun luego de tantos años. — La prueba del pañuelo solo dio dos rosas… pero tu padre cuando me estreno hizo crecer un rosal entero en las sábanas, tanto que ya no se pudieron guardar, las tuve que tirar.

— ¿Qué? — la voz de Mia era menos que un susurro.

— Mia, ¿Cuándo vas a prestar atención a lo que te enseño? La primera vez que estes con tu esposo, debes de relajarte, si tu no te sueltas y haces enojar a tu esposo, puedes salir muy herida, en ese entonces, estuve una semana sin poder ponerme de pie, el sangrado no paraba y por supuesto que no puedes ir a un hospital, eso solo trae más problemas, porque los doctores no entienden, ellos dicen cosas estúpidas, porque si el que te estrena es tu esposo, eso no puede ser violación, en fin, todo eso por lo menos sirvió para que el honor de tu padre este bien en lo alto, todos estaban sorprendidos de lo potente que es Manolo, ya vez, no solo tuvo una sábana que lucir con mucho mas que una que otra rosa, quede preñada en la primera vez y le di un hombre, el orgullo de tu padre…

Si, sus padres habían lavado su cerebro, solo eso explicaba no solo que tratara de usted a Takashi, cuando sentía que este estaba enojado o que lo había molestado de alguna forma, también era el hecho de que estaba cocinando Berza gaditana, porque malditamente extrañaba a su madre.

— Mia. — la voz de su jefe la hizo pegar un brinco.

— ¿Sí?

— ¿Estas bien? Estas pálida. — de pronto, las grandes manos de Takashi acariciaron su rostro, y Mia, no pudo evitar sentir sus mejillas calientes, pero también fue consiente que si Takashi le diera así sea una bofetada, podria arrancarle la quijada, pues sus manos eran enormes.

— Ya deja de estar tocando lo que no es tuyo. — se quejó, elevando su coraza, esa que se había colocado dos años atrás, cuando escapo de su esposo.

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