Sus ojos verdes la observaban con detenimiento, como quien compra un automóvil y quiere cerciorarse que valga lo que se pagara por él; el estómago de Mia se retorcía y su vista cayó al piso lustrado, cualquier lugar era mejor que verlo a él. No queria estar allí, aunque sus hermanas estaban felices de ser las afortunadas de desfilar para ese hombre.
— Si. Es ella la que quiero. — aseguro parado frente a ella, que solo podía ver sus zapatos lustrados. — Esas piernas y ese pecho, no lo olvidaría ni en mil años.
Asqueroso, depravado, ¿quién le dio el derecho de verla de esa forma? o si, sus costumbres, sus ancestros, esos que vestían a las jóvenes de forma provocadora, pero claro que no decían que era para seducir, claro que no, se le llamaba cazar a un buen esposo, debería estar resignada, incluso no debería sentirse mal, sus hermanas no lo estaban, al menos antes de que él la escogiera a ella, ahora la veían con envidia; pero Mia era distinta, desde niña, siempre cuestionando todo y eso era problemático.
— La guardare para ti un par de años, aun es joven. — queria agradecerle a su padre el permitirle quedarse un par de años más, aunque claro que Mia lo conocía muy bien, no era porque sintiera apego a ella, claro que no, era que aún no estaba lista, su avance para ser “una buena esposa” estaba muy por debajo de lo habitual, pues Mia cuestionaba y cuestionaba, como tratando de evitar ese día, en el que ella fuera entregada como ganado, o mejor dicho como mula, para servir y complacer a quienes sus padres consideraran un buen esposo.
— Claro que lo harás, doblare la dote y tú te encargaras que su honor este intacto para mí. — era costumbre hablar de ello, no debía sentir pudor y vergüenza, ellos eran así, pero, nuevamente Mia no parecía encajar con su familia, al menos su mentalidad.
— Te doy mi palabra…
— Me darás una prueba antes del matrimonio, o te matare junto con toda tu familia. — no sería la primera, ni la última vez que algo así sucediera, y siempre se decía lo mismo, está bien, son las leyes de nuestra gente, Mia no queria pertenecer a “esa gente”
— No se preocupe, mis niñas son de casa, estan bien preparadas para ocuparse del hogar y ser todas unas señoras, aunque claro que son inocentes en otros aspectos…
— Por eso es por lo que te la dejo, cuando venga por ella, espero que al menos la teoría la sepa bien, no quiero a una niña llorona, quiero a una mujer para que atienda el hogar, se ocupe de los hijos y por supuesto que me atienda como se debe, porque si falla en algunas de sus obligaciones, que no se queje si la trato como basura.
La bendita alarma la hizo salir del infierno, odiaba recordar aquellos días, odiaba su pasado y no sabía qué hacer con su futuro, ¿cuánto más podria estar allí, donde se encontraba?
Luego de un rápido, pero refrescante baño, comenzó con su día, fue a la cocina preparo el café, tocino, huevos, tostada, mermelada, y lo dispuso todo sobre la mesa, mientras repasaba la superficie de los muebles, y tarareaba una canción, cuando vio que ya eran las 8 de la mañana ingresó en la recamara principal, sin tocar y mucho menos espantarse por lo que vio.
— Buenos días, Mia. — saludo con una enorme sonrisa Takashi, su cabello estaba húmedo, apenas y se acababa de colocar un pantalón de algodón, su pecho… una tabla perfecta para lavar ropa y se lo hizo saber.
— Un día de estos restregare tus camisas en tu abdomen. — las carcajadas del castaño, no se hicieron esperar, al igual que su avance.
— Cuando quieras, puedes probar. — murmuro en su oído antes de continuar su camino.
— Ya, no te acerques tanto, no sea que se me peguen tus piojos.
— Me ofendes Mia, sabes que no tengo.
— En la cabeza que piensa no, pero más abajo quien sabe. — murmuró de camino a abrir las cortinas para que el sol al fin ingresara en la recamara.
— ¿Quieres revisar? — ofreció con voz seductora y Mia arrugo su entrecejo, haciendo una expresión de asco.
— Ve a desayunar Takashi, después te quejas si esta frio. — zanjo la molestia burla de su jefe.
— ¡Hey! cierra la cortina, que aún es muy temprano. — se quejó una morena desde la cama y Takashi desapareció como alma en pena, como odiaba su cobardía, se quejó Mia en su interior.
— Sí, claro, es muy temprano, pero esto no es motel cariño, será mejor que te vistas y te largues, tengo mucho que limpiar, en especial cambiar la sabanas. — agrego con acides mientras recogía la ropa interior de esa mujer y se la dejaba en la cama, junto con un muy lindo y diminuto vestido, para luego salir y darle un poco de privacidad, le daba más pudor ver medio desnuda a esa mujer que a su jefe.
— Deberías tener cuidado en cómo me hablas, eres solo la sirvienta, y yo… — otra loca, pensó la joven, apenas la morena salió hecha una fiera del cuarto.
— Una más de las cientos con las que mi jefecito a dormido, ahórrame el teatro y sal de una vez, que como tu he visto desfilar muchas y como lo has dicho, soy la sirvienta, tengo mucho que hacer como para esperar todo el día el acompañarte a la puerta. — no sabía porque se molestaba tanto, de acuerdo, era vergonzoso tener que lidiar con las “amigas” de su jefe, aunque quizás en el fondo se regañaba que ella no pudiera ser así, libre de dormir con quien quisiera, se sentía como basura.
— Pero ¿quién te crees? criada de cuarta… — la morena dejo en claro la diferencia de estatura entre ellas, cuando se acercó peligrosamente a la pequeña Mia.
— ¡Amanda! — la voz de Takashi fue lo suficientemente fría aun estando del otro lado del pasillo, saliendo de las escaleras.
— Tamara, mi nombre es Tamara. — se quejó la morena.
— Lo que sea, me tiene sin cuidado, ya tuviste lo que querías, ahora largo. — sin disimuló alguno se colocó entre Tamara y la pequeña chica de la limpieza.
— ¿Qué? Pero…
— Sin escándalos, que ambos sabemos a qué te anotaste a mi club, y no fue precisamente para que te entrene en defensa personal, solo querías que te follara, en fin, ya está hecho, ahora largo, me gusta desayunar tranquilo. — Tamara corrió como toda una colegiala, que se notaba que no era, y al fin salió del departamento, no sin antes casi tirar la puerta del golpe que le dio. — Así se saca la basura. — acoto Takashi y Mia lo vio mal.
— Si la ves de esa forma ¿Por qué la trajiste a tu hogar? — queria preguntarle porque la follo, porque malditamente tenía que follar a todo lo que se le cruzara… menos a ella.
— Esto no es mi hogar, solo es el lugar donde tú y yo vivimos, mi hogar… es la casa que mis padres levantaron en las tierras de la familia. — y allí estaba una vez más el misterio de Takashi, nunca hablaba claro de nada, mucho menos de su familia.
— Nunca es bueno construir en terreno familiar, luego se mueren y es todo abogados por la herencia. — dijo como si nada la rubia y bajo a desayunar.
Takashi se sentía la peor basura del mundo, si alguno de sus padres supiera en lo que se había convertido, no, incluso ser un mujeriego era perdonable, mejor dicho, si su padre Huang supiera que trataba como basura a las mujeres con las que dormía, estaría en un gran problema, pero… había perdido el norte, al igual que sus hermanos, ser mafiosos era fácil y sencillo, tratar de cambiar y convertirse en … algo que no sea mafiosos o asesinos, era lo difícil, todo cambiaba, la forma de ver la vida, mejor dicho, comprender que las probabilidades de morir joven, se van achicando y en cambio te encuentras con casi 30 años sin saber que hacer de la vida, salvo por una cosa.
— Me encanta como cocinas. — y tu compañía se dijo por dentro, por solo verla allí, frente a él con la boca llena de migas de las tostadas.
— Lo sé, por eso me pagas tan bien, porque te gusta como cocino, y como plancho tu ropa y hablando de pago… ¿no crees que debería tener un pequeño aumento? — Takashi se trapico con el café, no por el pedido del aumento, sino que Mia se había inclinado a tomar la mantequilla y gracias a un pequeño botón desabrochado, había visto la cima de esos voluptuosos pechos. — No es necesario que hagas teatro, sé que tienes dinero de sobra. — lo acuso mal interpretando su ahogamiento.
— Si sigues pidiendo aumentos, no se cuanto más dure mi dinero, si mal no recuerdo te di uno hace seis meses.
— No fue un aumento, eso es un complemento, ya que voy dos veces por semana a tus oficinas a limpiar, y el aumento del que te hablo es por lo que acaba de suceder.
— ¿Qué cosa? — se veía tan linda cuando lo apuntaba con el cuchillo, lo pensó, mas no lo dijo.
— Las locas que traes, juro que una de ellas, algún día me golpeara… — estaba indignada, pero no por lo que las mujeres le pudieran decir, era otra cosa, que jamás diría.
— Nunca, ni ellas, ni nadie, jamás te lastimarán, antes saldrán en bolsas de basura de esta casa. — Mia rio, al supuesto chiste de su jefe, pero Takashi sabía que tan capaz era de matar y desmembrar a quien sea, que se atreviera a tocar a su Mia. — Aun así, te daré el aumento, solo asegúrate de que siempre tengamos bolsas de basura, solo por si acaso.
La familia de Takashi era peculiar, asesinos, sicarios, empresarios, mafiosos, tenías para escoger lo que más te gustara y así como sus oficios eran variados, sus integrantes no podían ser menos, casi la mitad de la familia estaba compuesta por personas que no eran familia, si, así era, su árbol genealógico era una locura, pero sin hondar mucho en ello, y si nos centramos en la familia directa de Takashi Zhao… era igual de complicado, si bien todos eran mafiosos, no tenía un núcleo normal, por decirlo de alguna manera, ya que ellos tenían dos padres, padre Renzo y papá Huang, si, sus padres eran gay y habían acudido a un vientre de alquiler, donde en teoría debían concebir solo un hijo de cada uno, pero resultaron siendo ocho, si, ocho hijos, tres de Renzo y cinco de Huang.— Hola papá. — el mayor que ya ostentaba algunas canas, pero aun con la vista más aguda que cualquier otra persona, le dedico una pequeña sonrisa cuando volteo a verlo. — ¿Cómo estás? — pregunta estúpida se dijo Ta
No les llevo mucho tiempo a los hermanos Zhao, comenzar con sus negocios y que estos rindieran frutos, con el paso de los meses y a medida que abrían sus clubs de defensa personal, Takashi sintió que debía independizarse, aunque ya una vez lo había intentado, cuando apenas tenía 18 años, claro que no funciono, pues este reconocido asesino no sabía hacer casi nada, de lo que una persona normal, debería saber, fue por ello, que apenas observo que algo raro sucedía entre la niñera y su hermano Yaozu, tomo la decisión de comprar un departamento, y coloco un anuncio, se busca empleada para tareas domésticas, sin retiro, buena paga y así la conoció.— Bien Mia Ferrante ¿verdad? — Takashi observaba la figura frente a él, y cotejaba la información en la documentación que la joven le había dado.— Así es. — respondió de forma distraída la rubia, mientras observaba el bello departamento, aunque escaso de muebles, menos trabajo para ella, pensó la rubia.— Son reales. — murmuro distraído Takashi
El teléfono de Takashi repiqueteaba sin cesar, y el castaño salió de su miseria, solo para gemir al ver el nombre de su padre en la pantalla.— Hola padre. — dijo con reverencia, porque sabía lo que le esperaba.— ¿Hola, padre? Oh, si, cierto que soy tu padre, bueno eso dicen los registros familiares, aunque tu corazón debe de decir otra cosa, solo eso explicaría que no estes aquí para mi cumpleaños. — Takashi dejo salir un gran suspiro, y se dejó caer en su cama, aun con la vista fija, en donde solo unos minutos antes, estaba parada Mia.— No puedo ir, lo siento, yo… — sabía que Renzo no le dejaría pasar algo como aquello, no sin una buena excusa, y decidió serle honesto. — No puedo dejar de verla, no soporto la idea de estar más que un par de horas lejos de ella. — confeso en medio de un suspiro, y la línea quedo en silencio por casi dos minutos.— ¿De quién estamos hablando? — podía ser que Renzo fuera el padre biológico de las tres mujeres de la familia, pero malditamente, para es
El corazón de Mia latía desbocado, mientras ingresaba en la cocina, reprochándose esa estúpida sumisión que brotaba de ella encubierta a modo de respeto, ¿Por qué demonios lo trato de usted? Puede que Takashi fuese algunos años más grande que ella, puede que sea su jefe, puede que Takashi sude autoridad, pero malditamente ella sabía que, al tratarlo de usted, solo era la evidencia del gran lavado de cerebro que sus padres le hicieron.— Si algun día haces algo que moleste al señor Mirko, baja la cabeza, y háblale de usted, que vea lo arrepentida que estas, y si su enojo persiste, arrodíllate y besa sus pies, no te levantes hasta que él te lo diga. — le aconsejo su madre, mientras acomodaban los almohadones de los sillones.— Pero eso es… denigrante. — rebatió escandalizada, sintiendo nuevamente ese espíritu que le imploraba ser libre y distinta a las demás, incluso a sus hermanas.— ¿Denigrante? ¿dónde aprendes esas palabras? — su padre la veía con furia en la mirada y Mia retrocedió
Takashi solo sonrió al ofuscamiento de Mia, le encantaba ese carácter suyo, ella no lo veía con miedo y reverencia, como lo hacían las mujeres de su clan, claro que Mia no sabia que tan capaz era Takashi a la hora de asesinar, pero, aun así, ante los ojos de Mia y la forma en la que esta lo trataba, Takashi se sentía bien, normal, común, aunque no lo fuera.— ¿Estás haciendo ese estofado que tanto me gusta? — pregunto al verla retirar del fuego la olla a presión.— No es estofado, es Berza gaditana, y si, la estoy haciendo ¿o es que de pronto has quedado ciego? — Mia no comprendía de donde salía esa osadía con un hombre que bien podía dejarla en la calle si un día se levantara de mal humor, pero con Takashi se sentía a gusto, a veces pensaba que podía ser ella al natural y que no habrían consecuencias, que Takashi no se espantaría, ni molestaría, aun así, y como había sucedido horas atrás, a veces el miedo y las enseñanzas de sus padres, la acobardaban, el miedo era algo que latía en
Takashi se perdió en la imagen frente a él, Mia era hermosa, en todo momento del día, pero lo era aún más cuando se alimentaba, sus mejillas crecían ante las grandes bocanadas de alimento que esta ingería, y fue cuando Takashi reparo en que, a pesar de que siempre la veía alimentarse bien, Mia no engordaba, definitivamente tenía un buen metabolismo, pero en parte ese hecho lo comenzó a preocupar, el que quizás, a ese metabolismo elevado se debía el que ella fuera tan… pequeña.— ¿Cuánto mides? — dijo de pronto y Mia detuvo su masticar, para verlo con ojos filosos.— Lo normal. — dijo luego de tragar. — No quieras comenzar a molestar con mi estatura, aquí el único que esta mal con la estatura eres tú. — lo acuso antes de engullir una cucharada más de su delicioso estofado.— ¿Por qué siempre me atacas? — se quejó con falso espanto, aunque era lo que mas le divertía de molestar a Mia. — solo estaba preguntando por curiosidad, además no mides lo mismo que una mujer promedio, mis hermanas
Mia llevo la taza de té a sus labios, y Takashi lamio los suyos, preguntándose que tan suave seria esa carnosa boca rosada, ¿conservarían el sabor del té?— Me parece muy injusto que la familia de tu padre Renzo, te haga de menos, al igual que a tus hermanos, después de todo, tu padre Huang ama a tus tres hermanas como si llevaran su sangre y tu padre Renzo también los ama a ustedes, ellos no deberían de poner peros para repartir el dinero que le corresponde a tu padre Renzo, ¡eso es tan injusto! — Takashi casi que se sintió mal por mentirle de esa manera, pero el fin justifica los medios o eso decían.— Sí que lo es, lo peor de todo es que pensaba contar con el apoyo de mi hermano Yaozu, para apelar la decisión que la familia Bach ha tomado, es decir, ¿Qué diferencia hace el estar desposado? — estaba seguro que si su papá Huang se enterara de lo que estaba haciendo, ahora sí que estaría en grandes problemas, pero en su defensa, fue su padre Renzo quien le sugirió todo aquello, y él e
La palabra de dos letras broto de sus labios, pero… ¿cómo no iba a aceptar? Si el único hombre que había despertado todo su ser estaba de rodillas ante ella. Aun en un completo aturdimiento Mia se marchó a su recamara, con un único pedido de Takashi.— Me haces el hombre más feliz sobre la faz de la tierra, en verdad Mia, ahora, ve a preparar tu equipaje, que yo me encargare del resto, aunque no es necesario que cargues muchas cosas, en las tierras de los Zhao nada te faltara, lo juro, tendrás más de lo que necesites, por siempre.¿Por qué malditamente su corazón latía de esa manera? Mia lo sabía, aunque temía reconocerlo en voz alta, y es que ella se había enamorado de ese bastardo mujerzuelo, aunque sabía que no debía, y no era solamente porque Takashi pasara más tiempo con su pene fuera que dentro de sus pantalones, ella sabía que no debía enamorarse y mucho menos aspirar a tomar hombre alguno, porque ella ya estaba casada, ya estaba usada y rota, atrozmente marcada.Aun con el est