La esposa falsa del mafioso
La esposa falsa del mafioso
Por: Cristina López
Capítulo 1.

Sus ojos verdes la observaban con detenimiento, como quien compra un automóvil y quiere cerciorarse que valga lo que se pagara por él; el estómago de Mia se retorcía y su vista cayó al piso lustrado, cualquier lugar era mejor que verlo a él. No queria estar allí, aunque sus hermanas estaban felices de ser las afortunadas de desfilar para ese hombre.

— Si. Es ella la que quiero. — aseguro parado frente a ella, que solo podía ver sus zapatos lustrados. — Esas piernas y ese pecho, no lo olvidaría ni en mil años.

Asqueroso, depravado, ¿quién le dio el derecho de verla de esa forma? o si, sus costumbres, sus ancestros, esos que vestían a las jóvenes de forma provocadora, pero claro que no decían que era para seducir, claro que no, se le llamaba cazar a un buen esposo, debería estar resignada, incluso no debería sentirse mal, sus hermanas no lo estaban, al menos antes de que él la escogiera a ella, ahora la veían con envidia; pero Mia era distinta, desde niña, siempre cuestionando todo y eso era problemático.

— La guardare para ti un par de años, aun es joven. — queria agradecerle a su padre el permitirle quedarse un par de años más, aunque claro que Mia lo conocía muy bien, no era porque sintiera apego a ella, claro que no, era que aún no estaba lista, su avance para ser “una buena esposa” estaba muy por debajo de lo habitual, pues Mia cuestionaba y cuestionaba, como tratando de evitar ese día, en el que ella fuera entregada como ganado, o mejor dicho como mula, para servir y complacer a quienes sus padres consideraran un buen esposo.

— Claro que lo harás, doblare la dote y tú te encargaras que su honor este intacto para mí. — era costumbre hablar de ello, no debía sentir pudor y vergüenza, ellos eran así, pero, nuevamente Mia no parecía encajar con su familia, al menos su mentalidad.

— Te doy mi palabra…

— Me darás una prueba antes del matrimonio, o te matare junto con toda tu familia. — no sería la primera, ni la última vez que algo así sucediera, y siempre se decía lo mismo, está bien, son las leyes de nuestra gente, Mia no queria pertenecer a “esa gente”

— No se preocupe, mis niñas son de casa, estan bien preparadas para ocuparse del hogar y ser todas unas señoras, aunque claro que son inocentes en otros aspectos…

— Por eso es por lo que te la dejo, cuando venga por ella, espero que al menos la teoría la sepa bien, no quiero a una niña llorona, quiero a una mujer para que atienda el hogar, se ocupe de los hijos y por supuesto que me atienda como se debe, porque si falla en algunas de sus obligaciones, que no se queje si la trato como basura.

La bendita alarma la hizo salir del infierno, odiaba recordar aquellos días, odiaba su pasado y no sabía qué hacer con su futuro, ¿cuánto más podria estar allí, donde se encontraba?

Luego de un rápido, pero refrescante baño, comenzó con su día, fue a la cocina preparo el café, tocino, huevos, tostada, mermelada, y lo dispuso todo sobre la mesa, mientras repasaba la superficie de los muebles, y tarareaba una canción, cuando vio que ya eran las 8 de la mañana ingresó en la recamara principal, sin tocar y mucho menos espantarse por lo que vio.

— Buenos días, Mia. — saludo con una enorme sonrisa Takashi, su cabello estaba húmedo, apenas y se acababa de colocar un pantalón de algodón, su pecho… una tabla perfecta para lavar ropa y se lo hizo saber.

— Un día de estos restregare tus camisas en tu abdomen. — las carcajadas del castaño, no se hicieron esperar, al igual que su avance.

— Cuando quieras, puedes probar. — murmuro en su oído antes de continuar su camino.

— Ya, no te acerques tanto, no sea que se me peguen tus piojos.

— Me ofendes Mia, sabes que no tengo.

— En la cabeza que piensa no, pero más abajo quien sabe. — murmuró de camino a abrir las cortinas para que el sol al fin ingresara en la recamara.

— ¿Quieres revisar? — ofreció con voz seductora y Mia arrugo su entrecejo, haciendo una expresión de asco.

— Ve a desayunar Takashi, después te quejas si esta frio. — zanjo la molestia burla de su jefe.

— ¡Hey! cierra la cortina, que aún es muy temprano. — se quejó una morena desde la cama y Takashi desapareció como alma en pena, como odiaba su cobardía, se quejó Mia en su interior.

— Sí, claro, es muy temprano, pero esto no es motel cariño, será mejor que te vistas y te largues, tengo mucho que limpiar, en especial cambiar la sabanas. — agrego con acides mientras recogía la ropa interior de esa mujer y se la dejaba en la cama, junto con un muy lindo y diminuto vestido, para luego salir y darle un poco de privacidad, le daba más pudor ver medio desnuda a esa mujer que a su jefe.

— Deberías tener cuidado en cómo me hablas, eres solo la sirvienta, y yo… — otra loca, pensó la joven, apenas la morena salió hecha una fiera del cuarto.

— Una más de las cientos con las que mi jefecito a dormido, ahórrame el teatro y sal de una vez, que como tu he visto desfilar muchas y como lo has dicho, soy la sirvienta, tengo mucho que hacer como para esperar todo el día el acompañarte a la puerta. — no sabía porque se molestaba tanto, de acuerdo, era vergonzoso tener que lidiar con las “amigas” de su jefe, aunque quizás en el fondo se regañaba que ella no pudiera ser así, libre de dormir con quien quisiera, se sentía como basura.

— Pero ¿quién te crees? criada de cuarta… — la morena dejo en claro la diferencia de estatura entre ellas, cuando se acercó peligrosamente a la pequeña Mia.

— ¡Amanda! — la voz de Takashi fue lo suficientemente fría aun estando del otro lado del pasillo, saliendo de las escaleras.

— Tamara, mi nombre es Tamara. — se quejó la morena.

— Lo que sea, me tiene sin cuidado, ya tuviste lo que querías, ahora largo. — sin disimuló alguno se colocó entre Tamara y la pequeña chica de la limpieza.

— ¿Qué? Pero…

— Sin escándalos, que ambos sabemos a qué te anotaste a mi club, y no fue precisamente para que te entrene en defensa personal, solo querías que te follara, en fin, ya está hecho, ahora largo, me gusta desayunar tranquilo. — Tamara corrió como toda una colegiala, que se notaba que no era, y al fin salió del departamento, no sin antes casi tirar la puerta del golpe que le dio. — Así se saca la basura. — acoto Takashi y Mia lo vio mal.

— Si la ves de esa forma ¿Por qué la trajiste a tu hogar? — queria preguntarle porque la follo, porque malditamente tenía que follar a todo lo que se le cruzara… menos a ella.

— Esto no es mi hogar, solo es el lugar donde tú y yo vivimos, mi hogar… es la casa que mis padres levantaron en las tierras de la familia. — y allí estaba una vez más el misterio de Takashi, nunca hablaba claro de nada, mucho menos de su familia.

— Nunca es bueno construir en terreno familiar, luego se mueren y es todo abogados por la herencia. — dijo como si nada la rubia y bajo a desayunar.

Takashi se sentía la peor basura del mundo, si alguno de sus padres supiera en lo que se había convertido, no, incluso ser un mujeriego era perdonable, mejor dicho, si su padre Huang supiera que trataba como basura a las mujeres con las que dormía, estaría en un gran problema, pero… había perdido el norte, al igual que sus hermanos, ser mafiosos era fácil y sencillo, tratar de cambiar y convertirse en … algo que no sea mafiosos o asesinos, era lo difícil, todo cambiaba, la forma de ver la vida, mejor dicho, comprender que las probabilidades de morir joven, se van achicando y en cambio te encuentras con casi 30 años sin saber que hacer de la vida, salvo por una cosa.

— Me encanta como cocinas. — y tu compañía se dijo por dentro, por solo verla allí, frente a él con la boca llena de migas de las tostadas.

— Lo sé, por eso me pagas tan bien, porque te gusta como cocino, y como plancho tu ropa y hablando de pago… ¿no crees que debería tener un pequeño aumento? — Takashi se trapico con el café, no por el pedido del aumento, sino que Mia se había inclinado a tomar la mantequilla y gracias a un pequeño botón desabrochado, había visto la cima de esos voluptuosos pechos. — No es necesario que hagas teatro, sé que tienes dinero de sobra. — lo acuso mal interpretando su ahogamiento.

— Si sigues pidiendo aumentos, no se cuanto más dure mi dinero, si mal no recuerdo te di uno hace seis meses.

— No fue un aumento, eso es un complemento, ya que voy dos veces por semana a tus oficinas a limpiar, y el aumento del que te hablo es por lo que acaba de suceder.

— ¿Qué cosa? — se veía tan linda cuando lo apuntaba con el cuchillo, lo pensó, mas no lo dijo.

— Las locas que traes, juro que una de ellas, algún día me golpeara… — estaba indignada, pero no por lo que las mujeres le pudieran decir, era otra cosa, que jamás diría.

— Nunca, ni ellas, ni nadie, jamás te lastimarán, antes saldrán en bolsas de basura de esta casa. — Mia rio, al supuesto chiste de su jefe, pero Takashi sabía que tan capaz era de matar y desmembrar a quien sea, que se atreviera a tocar a su Mia. — Aun así, te daré el aumento, solo asegúrate de que siempre tengamos bolsas de basura, solo por si acaso.

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