Lucca apenas pudo ponerse de pie y Margarita se alarmó al ver lo pálido que estaba. Tenía los labios secos y los ojos hundidos. La mujer usó toda la fuerza que tenía para levantarlo del suelo y dejó a su suegra atrás para guiarlo hasta el interior de su nueva propiedad.La madre de Lucca no sabía muy bien qué estaba ocurriendo y se osó a perseguirlos cuando la joven secretaria nada dijo.Margarita ayudó a Lucca a sentarse en una de las pocas sillas que ornamentaban su casa y corrió por todos lados, buscando el bolso con medicinas del hombre.Cuando lo encontró, corrió hasta donde él se hallaba y se arrodilló entre sus piernas, conforme abrió la cremallera del bolso, se limpió las manos con desinfectante y se armó d
Las mujeres se quedaron en silencio por largos segundos y se miraron con ansiedad sin decir nada.—Margarita, no quiero perderlo —dijo su suegra y se acercó a ella con desesperación en la mirada—. Me perdí toda su infancia y adolescencia por satisfacer a su padre y, ¡míranos! —reclamó dolorida—, vamos a divorciarnos.—No vas a perderlo —dijo ella y le sonrió afable—. Pero debes darle tiempo para que te perdone —agregó sincera y se aguantó el llanto con valentía.No iba a mentirle respecto al camino nuevo que Lucca había escogido para continuar con su vida, pero tampoco iba a entregarle ilusiones.—Está bien —dijo su madre, cabizbaja y aceptó la verdad con
Ella asintió y caminó apurada para reunirse con él en el final de las escaleras. Ella tomó su mano en cuanto se reencontraron y no dudó en decirle lo que pensaba.—Dile que se quede con nosotros, no tiene a donde ir —imploró con los ojos caídos y el ceño fruncido. Lucca se sintió conmovido por su amabilidad y humanidad—. Es tu madre, yo…—Shhh… —susurró él y alzó su mano para acariciarle la mejilla. Ella cerró los ojos al sentir su contacto—. Cada día que pasa, tú me demuestras que eres la mujer correcta —agregó y ella abrió grandes ojos—. Cada día, Margarita, me demuestras que hice la mejor elección. —Los ojos de la muchacha brillaron y apretó los puños cuando
Lucca y Margarita organizaron su cuarto y su nueva cama y, tras usar el baño, el que ya empezaban a usar juntos y sin nada de vergüenza, se cepillaron los dientes frente al espejo y se lanzaron miradas cómplices en todo momento.Esa era la primera vez que Margarita vivía con un hombre y siempre había soñado que así fuera. Todo era tal cual ella lo había imaginado y, empezaba a entender que no se arrepentía de nada.Caminaron juntos por el cuarto. Él cerró bien las cortinas y revisó la seguridad de las ventanas. Cerró su puerta y apagó las luces. Margarita se puso crema en las manos y se recostó a su lado cuando todo estuvo oscuro y silencioso.—Lucca —murmuró ella y el hombre pasó su brazo por debajo de su cabeza para
Lucca no se pudo aguantar, tuvo que gemir cada vez que ella se lo clavó completo hasta el final y la cosa se puso peor cuando Margarita llegó al orgasmo y se rozó de forma circular alrededor de su miembro. Sus gemidos se convirtieron en gruñidos atiborrados de ardor.Ella recordó que su suegra los acompañaba y no tardó en cubrirle la boca para silenciarlo.—Tu madre… —musitó ella y le miró a los ojos con una gracia que lo hizo explotar en una divertida carcajada.Lucca apretó los labios cuando entendió lo que ella trataba de decirle y cerró los ojos para dejarse llevar por su sensual movimiento de pelvis.Margarita no se detuvo allí. Aprovechó de la dureza de su erección para continuar y
Margarita lo besó con suavidad en los labios y él respondió a sus besos dulces con los ojos cerrados, pero, por más que quiso ser un hombre lleno de vigor y duro para ella, no pudo. A veces, su cuerpo no respondía como él quería y se desanimó de sobremanera al entender que, tal vez, él no era el macho que ella tanto necesitaba.—Lo lamento —musitó triste, sin poder mirarla—, primero debo inyectarme —agregó.Ella sonrió y con las uñas, pero sin lastimarlo, le acarició la barba crecida que recubría su mentón. Le besó la punta de la nariz para transmitirle su consuelo, pero no dijo nada, puesto que tampoco anhelaba que él sintiera que le causaba lástima, porque no era así.—Voy &md
Margarita se quedó pasmada cuando él le dio la noticia. Se aguantó las lágrimas porque, sin querer, él le había entregado uno de los puestos que ella más había deseado, pero al que había renunciado cuando la habían discriminado por no tener una carrera universitaria que respaldara sus conocimientos.—Pero, yo no estudié para eso —gimió ella y se puso pálida.—No necesitas estudios —dijo él con total seguridad; ella quiso refutar, pero él se interpuso—, eres perfecta para ese puesto, pero si no quieres…—¡Sí! —gritó ella, interrumpiéndole—. Sí quiero —confirmó con mayor timidez y se ruborizó cuando él se acercó para tomarl
La mujer recibió una bofetada por parte de su propia madre y cerró los ojos para contener el llanto. No le dolía el golpe, le dolía la humillación a la que Lucca y su nueva esposa le habían hecho llegar y sin siquiera tocarla.—No es mi culpa —se atrevió a decir y su padre giró alterado para mirarla.—¡Cállate la boca, Lidia! —gritó su madre y se interpuso antes de que su esposo la sacudiera con violencia y la cosa se pusiera más grave—. Sabes bien que fue tu culpa.Lidia apretó los puños para contener la rabia y de reojo miró los informes de venta que reposaban sobre el escritorio de su padre.El hombre dio giros alrededor del mueble un par de veces y miró por la ventana el alargado viñedo que alegraba sus mañanas. Pero ese lunes era amargo, apenas podía apreciar el aroma de sus uvas y no les veía color a las hojas de las parras.Intentó pensar con calma en lo que estaba sucediendo, pero solo podía recordar la nueva producción en la que estaban trabajando.—Tendremos que detener la p