Paula bajó corriendo por las escaleras. No le importó mojarse y mancharse con el vino y se acercó a socorrer a su amiga, esa que tenía cara de vergüenza y de “yo no hice nada”.Le ofreció ayuda para salir de la poza en la que estaba hundida y miró a Lucca de forma aprensiva, pero ni siquiera él sabía que había sucedido, así que no pudo defenderse en ese momento tan complicado. En sus recuerdos solo podía vislumbrar y sentir ese momento tan especial que habían compartido. Después, la llave de acceso había explotado y todo se había ido a la mierda.Los invitados fotografiaron la gran fuga y se burlaron de la situación, conforme los afectados abandonaban la bodega subterránea y se abrieron paso a través de todos los ojos curiosos para escapar y secarse.Para su suerte, Margarita tuvo el respaldo de Paula, quien la sacó a toda prisa del lugar, pero Lucca no, él tuvo que enfrentarse a sus padres y a Lidia, quien le miraba con enfado.La fiesta se dio por terminada y los empleados acompañar
Se quedó de pie en una esquina del cuarto, analizando todo lo que sentía y tomó su teléfono móvil, sus medicamentos, sus zapatillas de deporte, una capucha negra y abandonó la propiedad a paso lento.Pisó suave para que nadie lo oyera y agarró una de las bicicletas familiares para escapar.Se sintió tan libre pedaleando por la carretera en la madrugada que la adrenalina lo revitalizó entero. Nunca se detuvo y avanzó tan rápido que no tardó ni media hora en llegar a la zona central del pueblo. Las calles estaban iluminadas y llenas de vida por el agitado verano.Encontró los bares repletos de turistas. La música juvenil se oía en cada esquina y el aroma a marihuana inundaba el ambiente, pero él ignoró todo y pedaleó hasta el departamento en el que Margarita y sus amigas vivían.Desde la vereda del frente miró el balcón que el departamento poseía y detalló las ventanas. Encontró una de las luces encendidas y se bajó de la bicicleta con apuro. Caminó hasta la entrada del edifico, saludó
Cuando Margarita se despertó otra vez, se encontró sola en la cama y se reincorporó asustada. No sabía si había tenido un increíble sueño o si de verdad Lucca la había abandonado en la mitad de la noche, después de tener sexo y en su primera noche de bodas.Dobló las rodillas contra su pecho y se tocó la cara con las dos manos cuando entendió que el hombre si la había abandonado. Podía sentir la humedad de su centro, el dolor en las caderas por el efectivo sexo y la vergüenza.Tal vez, la vergüenza era la peor parte de toda sensación que la anegaba en ese momento.Ahora que estaba un poco más lucida y cuerda, se sentía terrible al entender que se había casado con un hombre con un contrato de fondo en el que aseguraba un divorcio, y todo para salvar una empresa que, no solo le había mentido en su ascenso laboral, sino también que nunca le había valorado.Cuando su mama se enterara, ¡iba a matarla!Una risotada masculina la sacó de sus pensamientos trágicos y agarró lo primero que encon
Sus amigas eran insuperables y, si bien, le hacían pasar buenas vergüenzas, estaba eternamente agradecida de tener chiquillas tan libres y seguras a su lado.—Lidia me mintió —se rio Margarita—. Aguantó dos en una noche.—¡Dos! —exclamó July, ofendida—. Ni mi chino pito corto aguanta dos —protestó y se puso las manos en las caderas, viéndose ofendida.Margarita se rio y Paula también, pero se callaron en cuanto Lucca salió del cuarto de baño con una toalla de La Sirenita anudada en las caderas. Su cuerpo quedó en evidencia ante las tres mujeres que le miraron boquiabiertas. Margarita se mostró orgullosa de tener un esposo —aunque fuese falso— tan atractivo y bien hecho.—Margarita, ¿puedo usar tu cepillo de dientes? —preguntó amable y se mostró confundido por la mirada perdida de las tres muchachas.—¿Para qué preguntas eso si ya le metiste la lengua y algo más? —murmuró July con voz casi inaudible.Margarita gritó antes de que Lucca oyera las palabras de July y saltó de su taburete p
Las tres amigas no dudaron en correr de regreso al pueblo y revisar todos los cafés y restaurantes que el lugar poseía. No eran muchos, puesto que tampoco se trataba de una zona grande. Los turistas hicieron peor su búsqueda, pero no menos exitosa.Para su desgracia y para el futuro de Santa Marta, encontraron al hombre reunido con el padre de Lucca y con Lidia.Margarita supo que habían perdido el juego y la guerra.—Esa malnacida —rugió Paula escondida detrás de un arbusto.—Es culpa de Lucca —protestó Margarita, un poco ciega—. Si sus celos fueran más educados….—No culpes a ese pobre hombre —dijo Paula, con un cambio tan evidente que hasta July le miró confundida—. Está loco por ti y es tan inseguro.—¿Qué le hiciste a Paula? —preguntó Margarita, confundida con su actitud amable.—Si —dijo July, riéndose.—Nada, no le hice nada, solo abrí los ojos —dijo la muchacha y se cruzó de brazos encima del pecho.July se puso nerviosa en cuanto vio al padre de Lucca y a Mauro estrechar sus
Margarita miró por encima de su hombro y luego volvió a bajar su mirada. La clavó en el césped bajo sus pies y miró el anillo que Lucca le había obsequiado el día de su boda.Era terrible presenciar una boda de su propio esposo. Los ojos se le llenaron de lágrimas.Lucca se acomodó junto a su padre, con la frente en alto y desde su posición le dijo:—Sé que te acuestas con mi novia —afirmó y su padre le miró con horror—. Y sé que le quitaste el puesto a Margarita para esconder el robo que le estás haciendo a tu propia empresa.—No sé de qué estás hablando —protestó su padre, nervioso.Lidia se acercó lento, siguiendo el ritmo de la música. Tenía una tonta y triunfante sonrisa entre sus labios.—Puedo ser muchas cosas, papá, pero no soy estúpido —dijo él con seguridad y le miró a la cara. Su padre carraspeó nervioso—. Solo espero que cuando Valdivieso te quite la empresa, tengas donde caerte muerto —confirmó y sostuvo la mano de Lidia con una fingida sonrisa en su rostro.Su padre no p
Margarita se subió en el taxi a ojos cerrados y no le importó la ruta desconocida que el vehículo tomó. Ella confiaba en Lucca y en sus nuevas decisiones y se sentó a su lado en la parte trasera del vehículo sin dejar de pensar en lo ocurrido.Si bien, durante los primeros minutos viajó tensa, pues aún podía sentir la adrenalina recorriendo su cuerpo, se fue relajando poco a poco a medida que se alejaron del pueblo en el que ella había crecido.Los primeros diez minutos viajaron en silencio. Los dos iban sumidos en sus propios pensamientos y, aunque seguían cogidos de las manos, cada uno analizaba los hechos y asumía la verdad.—¿A dónde vamos? —preguntó Margarita cuando el taxi tomó una ruta que ella no conocía.Lucca sostuvo su mano con mayor fuerza y le acarició los dedos con los suyos. El entorno se volvió más verde y libre y Margarita se puso inquieta cuando no reconoció la zona en la que estaban.—Es una sorpresa —siseó él y le ofreció una dulce sonrisa.Margarita asintió y susp
Lucca sirvió un chorro de vino en el fondo de un vaso ovalado y juntos lo olieron sin pensar en nada más que conocer el producto. Cuando ella se percató, la punta de su nariz chocaba con la de él.Ella alzó los ojos y se rieron los dos, coquetos y tímidos; y, cuando se vieron a los ojos, tuvieron que olvidar el vaso y el oloroso vino para besarse apasionadamente en los labios.Lucca dejó reposar el vaso sobre uno de los mesones metálicos a su lado y recibió a la cariñosa joven entre sus abrazos. El beso fue vehemente y delicado. Las caricias no fueron olvidadas y los dos se reconocieron después de días tan interesantes.—¿Puedo? —preguntó ella cuando el beso terminó.Lucca asintió y le ofreció nuevamente el vaso con vino. Ella lo volvió a acercar a la punta de su nariz y saboreó el vino sin probarlo, solo al sentir su fragante aroma.Lo agitó de forma circular un par de veces y volvió a inhalar su aroma ventilado con los ojos cerrados, leyendo a toda prisa su composición.—¿Es muy fue