Convencerlo

Sus amigas eran insuperables y, si bien, le hacían pasar buenas vergüenzas, estaba eternamente agradecida de tener chiquillas tan libres y seguras a su lado.

—Lidia me mintió —se rio Margarita—. Aguantó dos en una noche.

—¡Dos! —exclamó July, ofendida—. Ni mi chino pito corto aguanta dos —protestó y se puso las manos en las caderas, viéndose ofendida.

Margarita se rio y Paula también, pero se callaron en cuanto Lucca salió del cuarto de baño con una toalla de La Sirenita anudada en las caderas. Su cuerpo quedó en evidencia ante las tres mujeres que le miraron boquiabiertas. Margarita se mostró orgullosa de tener un esposo —aunque fuese falso— tan atractivo y bien hecho.

—Margarita, ¿puedo usar tu cepillo de dientes? —preguntó amable y se mostró confundido por la mirada perdida de las tres muchachas.

—¿Para qué preguntas eso si ya le metiste la lengua y algo más? —murmuró July con voz casi inaudible.

Margarita gritó antes de que Lucca oyera las palabras de July y saltó de su taburete p
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