La esposa consentida del jefe De Falco
La esposa consentida del jefe De Falco
Por: Iraya Baute
Prologo.

Coorah:

Universidad de Oxford, Condado de Oxfordshire, Inglaterra, 2019.

-” ¿Estas seguras lo que vas a hacer? ¿No tienes miedo que mi tío se entere?”- me dijo mi querida prima Kiora, la única que sabía que, desde hacía cuatro años, desde que llegué a Oxford, estudiaba dos carreras, una por vocación, medicina, y la otra para engañar a mi padre, donde desde luego, no tenía grandes notas.

-” Tengo que dejar de engañarme, no puedo seguir este ritmo, necesito concentrarme en mi verdadero sueño, así que voy a abandonar la carrera de empresariales.”- le dije totalmente segura mientras me estiraba en mi cama, era madrugada en Oxford mientras que, en Sídney, de donde Kiora me llamaba, ya eran casi medio día.

-” Pero si se entera el tío Lousntak, se va a enfurecer.”- me aseguró mi miedosa prima.

-” Como decía la abuela, no hay recompensa, sin sacrificio, sabes que odio esa m*****a tradición de que el primogénito de la familia debe llevar la herencia del grupo Bell, sobre todo porque si eres mujer, debes casarte con el hombre que nuestros mayores elijan, cosa que hoy en día es retrograda, y hasta ilegal, seguro. Además, sabes que tengo mi sueño de ser cirujana de trasplantes, y no deseo casarme, por ahora, no es que odié a Heng, me parece un chico serio y trabajador, un encanto, pero sinceramente no es mi tipo, demasiado serio, demasiado implicado en el grupo, es uno de los adoradores de mi padre, es como salir con un clon de mi padre, no gracias.”- le dije mirando la hora, debía dormir algo, tenía el vuelo a las ocho de la mañana.

-” Como quieras, sabes que siempre te apoyaré, pero sabes que, si tú no eres la heredera del grupo, la siguiente en la lista soy yo, recuerda que tengo otro sueño, por ahora mi padre, no se opone, tampoco es que me haga mucho caso, pero si todo se descubre, y consigues difícilmente que tu padre te deje seguir tu sueño, me harás una putada gorda, doctora.”- me dijo mi prima fingiendo un gemido.

-” Bueno siempre puedes casarte con Heng, y que él lo llevé todo, es muy eficiente, y tú estás colada por él.”- dije tirando a dar en la diana.

-” No sé de lo que hablas, .... estúpida, te dejo tengo clase.”- me dijo con prisas, y nerviosa, colgando el teléfono, sin dejarme tiempo a que yo me despida.

-” Cobarde”- dije yo mirando mi silencioso móvil. 

Me estiré de nuevo para dormir al menos dos horas más, antes de levantarme para ir al aeropuerto, por fin comenzaba mi especialidad en cirugía, y como esperé, me habían dado la plaza en el Hospital Universitario Infanta Leonor, en Madrid, España, en un programa de intercambio de Erasmus, que yo había solicitado, por dos años.

Aunque me sentía algo culpable, le había metido a mi padre de que, mi viaje a España era parte del programa de especialización en macroeconomía, en realidad iba a cumplir mis dos años de especialidad, para luego elegir la rama de cirugía de trasplantes, en tres años y medio si todo salía bien, y con mucho sacrificio, podría cumplir el sueño que tuve cuando tenía doce años, y mi vida se salvó gracias a la generosidad de la familia de mi donante de corazón.

Todo comenzó cuando, mis padres y yo viajamos por vacaciones por toda Europa, mi padre después de años de trabajo cumplió promesa que le hizo a mi madre, y hacer ese esperado viaje, por su aniversario de bodas, sin saber que, desgraciadamente, sería el último.

Nos encontrábamos viajando por una de las autopistas del sur de España, en Andalucía, cuando un camión, que transportaba material de construcción, se le reventó dos ruedas, y el conductor acabó dando bandazos antes de volcar, llevándose varios coches a su paso, mientras el material que transportaba se soltaba de sus correas de seguridad, para caer sobre algunos coches, uno de ellos fue el nuestro, comenzando nuestra gran tragedia.

Lamentablemente, mi madre murió en el acto tras caerle una gran viga de acero, yo fui atravesada por un lateral de esa viga, y mi padre quedó afectado en su pierna derecha, hoy en día, tras muchas operaciones, aun cojea.  

Estuve a punto de fallecer porque mi corazón quedo gravemente dañado, entre otras lecciones, pero como estábamos en España el sistema de trasplantes se activó muy rápido, y recibí mi corazón, un día y medio después de declarar que tenía un grave deterioro cardiaco.

Por mi parte, entre la tristeza que sentía por la muerte de mi madre, a mis doce años, la profunda depresión de mi padre, que sólo quería morir, por la pérdida de la mujer que amaba, y por mi depresión que me inundó ante el dolor, me sentí culpable por haber sobrevivido, incluso por haber recibido un corazón de otro ser humano, cuya familia ahora mismo, estaban llorando su muerte, así como válvula de escape, para dejar de sentirme culpable, sólo pensaba en conocerlos. 

Pero por culpa de la política de trasplantes, y pese a que pedí, e incluso rogué, a mi padre, que hiciera lo que fuera para saber quién era mi donante, nunca puede saberlo, lo único que conseguí fue poder dejarles una carta anónima, sin apenas referencias personales nada relevantes, agradeciéndoles, su sacrificio, y que sabría cuidar de ese corazón que me habían donado, esa carta fue entregada por la Fundación Española de Trasplantes, a la familia del donante.

Un año después, mientras estudiaba en Sídney Australia, en el instituto privado la segundaria, sin saber qué hacer con mi vida, y con pocas ganas de cumplir con las tradiciones de mi familia, menos con sólo trece años, recibí, a través de la Fundación, una carta de la familia del donante, donde me explicaban que se alegraban de que el corazón de su hijo, hubiera servido a una niña tan joven, me decían que él que había sido un estudiante de medicina, le hubiera gustado saber que había salvado sin proponérselo su primera vida, y que seguro que él estaba feliz por eso.

Ese fue el momento, tras leer la carta, y llorar mucho, que todo cambio para mí, supe que ya tenía un propósito en esta vida, que por lo menos cumpliría con el deseo del duelo de mi corazón, para por fin dejar de sentirme como me sentía.

 Así que comencé a informarme en saber que tenía que hacer para estudiar medicina, y descubrí que me gustaba, no sabía si era por mí, o por la influencia del corazón de mi donante, pero tenía claro en que me iba a especializar, en algo que esperaba que, al dueño de mi corazón, al que decidí llamar Pablo, porque lo único que sabía era que era español, estaría feliz, quería convertirme en cirujana especialista en trasplantes, al menos de esa forma, una parte de él seguiría salvando vidas, después de salvar la mía.

Sabía que esto iba a crear problemas con mi familia, sobre todo con mi padre y mi tío, que tenían mi futuro más que previsto, debido a la dichosa tradición que tienen los Bell para establecer un heredero, que llevara el gran grupo Bell, pero claro yo no pensaba desistir en mi sueño.

Según las tradiciones de mi familia, sólo el primogénito del primer primogénito puede heredar, pero con diferencias que, para mí, son muy machistas, el varón hereda directamente, sin tener que casarse, aunque prefieren que lo haga con la mujer de su elección, que él ame, justo como ocurrió con mis padres.

Pero la diferencia radica en que, la primogénita debe casarse con el hombre que sus mayores de la familia Bell, elijan, en mi caso mi padre y mi tío, así fue la boda de mis abuelos.

Lógicamente el hombre que se case con la heredera también tiene que cumplir unos requisitos, el primero es debe cambiar su apellido a Bell, tomando el apellido de su esposa, y convertirse en su mano derecha, ya que ella será la presidenta del grupo. 

También hay una condición que, tanto los herederos, como herederas, deben cumplir, en los siguientes tres años después de su matrimonio, deben tener un hijo, o una hija, que consolide el futuro del imperio de los Bell. 

Con esto queda claro que yo seré la primera Bell, que me niego a cumplir esa tradición tan de los siglos pasados, primero no em atrae heredar el imperio Bell, yo tengo un sueño que cumplir, salvar vidas, y nada, ni nadie, me hará desistir de él, nunca, aunque le rompa el corazón, de nuevo, a mi padre.

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