Inicio / Mafia / La esposa consentida del jefe De Falco / Capítulo 3. Un trato envenado. Parte 2.
Capítulo 3. Un trato envenado. Parte 2.

Coorah.

Habitación 18, de la residencia del Colegio Mayor de Oxford, Condado de Oxfordshire, 2021.

-” ¿Estás segura?”- me dijo la galesa.  

-” Nunca he estado más segura, ya es hora de que lo sepan todo.”- le dije.

-” Pues que quiere que te diga, suerte, yo mejor me voy a comer algo, ya me cuentas después, no deseo estar en el fuego cruzado, no quiero ser un daño colateral.”- me dijo la galesa, con una sonrisa, abriendo la puerta de nuestra habitación.

Justo en ese momento, dos hombres altos, de medina edad, algo rechonchos, con pelo canoso, que antes fue castaño oscuro, de ojos marrón claro, donde uno lleva gafas de vista, de pasta color negro, con trajes ejecutivos de color diferente, y ambos con una mirada seria, que hacía destacar, aún más, la relación familia que tenían, estaban parados delante de nuestra puerta, con clara intención de tocar.

-” ¡Suerte!”- fue la despedida, tras saludar a esos dos hombres con una educada inclinación de cabeza, de Mabel, antes de desaparecer por el pasillo, dejando la puerta de dormitorio abierta, para que, las incomodas visitas, pudieran entrar.

-” Coorah Bell, tenemos que hablar, ¿dime qué demonios es esto?”- me dijo mi padre nada más entrar, arrojándome unas fotos, demostrando que, contar, tenía poco que contar.

En las fotos se me veía claramente, con diferentes uniformes sanitarios, en algunos iba vestida de cirujana, en otras tenía sobre ese uniforme, la bata blanca, típicas de los médicos.

-” ¿Me has estado espiando?”- pregunté enfadada sin mostrar arrepentimiento ninguno.

-” Tranquilo Cobar, hablemos con la niña primero, con gritos no arreglamos nada.”- dijo mi tío, como siempre, en su papel de conciliador, entre mi padre y yo.

-” ¡No me voy a tranquilizar, Lousntak! La culpa es tuya, no debí dejar que me convencieras de mandarla a estudiar a Inglaterra, siempre ha sido una m*****a rebelde, y tú la defiendes.”- dijo mi padre iracundo, discutiendo con su hermano, como si yo no estuviera allí, algo que, con mi padre, era más que una costumbre, era una forma de vida.

-” Estoy aquí, papá, si tienes algo que decirme dímelo a mí, no hagas lo de siempre, escudarte detrás del tío.”- le dije dejando salir la rebeldía que siempre mantenía bajo control, para evitar enfrentamientos, con mi inflexible padre.

-” ¡Vez a lo que me refiero! ¡Maldita niñata desobediente!”- gruñó mi padre golpeando con su puño el lateral de mi escritorio, de la frustración.

-” Vamos a tranquilizarnos todos de una vez, Coorah no ayuda esa actitud, nenita, vamos a sentarnos, y hablar como adultos.”- nos dijo mi tío a los dos, con algo desesperación.

Sentí que temblaba de disgusto al oírlo llamarme “nenita” un apodo que me puso desde pequeña, y que al principio me gustaba, hasta que descubrí, esa tarde, que el amor de mi tío hacía mí, era más debido a ser hija de quien era, y por mi parecido con mi madre, que por ser su sobrina.

-” Bien me sentaré a hablar, pero desde ya os digo, no pienso dejar de ser doctora, así que asúmanlo, los dos.”- dije con determinación, rasgo que, aunque no desee reconocerlo, heredé de mi padre.

-” Eso lo veremos m*****a malcriada, eso lo veremos...”- dijo mi padre con la misma determinación, en forma de reto, sentándose en el borde de mi cama.

Fue en ese momento cuando comenzaron los reproches y las amenazas de mi padre, mientras yo me mantenía en mis trece, a no ceder, y mi tío intentaba que la cosa no fuera a más, lo gracioso era que, mi tío, mientras intentaba ser comprensivo, al mismo tiempo intentaba que yo me plegara a volver a Australia, para cumplir, con lo según él, eran mis obligaciones como primogénita del grupo Bell. 

De hecho, era mi tío quien más insistía en que regresara, y me casara con Heng Thomas, el asistente, y mano derecha de mi padre, que era el que, en definitiva, mi padre y mi tío, habían preparado para, no sólo ser mi esposo, sino que también, ser mi apoyo, cuando me convirtiera en lo que ellos querían, la CEO del grupo Bell. Algo que yo no pensaba hacer, por muchas razones.

Entre ellas estaba mi sueño, y el que no deseaba tener como esposo que era un clon exacto de mi padre. Físicamente Heng era atractivo, se podría decir que era un maldito sueño para las mujeres, sino que se lo pregunten a mi discreta y motivada prima. 

Era rubio, de ojos verde claro, alto, muy corpulento, el perfecto californiano, vestido con un traje de diseño, pero sin tabla de surf, pero su carácter era lo que más odiaba de él, era serio, indiferente, y totalmente, adicto al trabajo, además que era un maldito perro guardián de mi padre, y de mi tío. 

-” Ni voy a volver, ni me voy a casar con Heng, además tengo novio...”- le dije, pero no pude acabar de hablar cuándo, por primera vez, hasta ahora, mi diplomático tío, se alteró, al oir mis últimas palabras, mientras mi padre me volvía a mirar con ira nada disimulada.

-” ¿Cómo que tienes novio? ... ¿Has oído lo que dijo tu hija, hermano?”- dijo mi tío en un gruñido enfadado.

-” Lo he oído, y sigo diciendo que tú tienes la culpa, Coorah nunca debió de salir de nuestro país, allí la teníamos controlada.”- dijo mi padre con otro gruñido, esta vez mirando con enfado a su hermano pequeño.

Mi tío me miro con sentimientos encontrados, y finalmente respiró a fondo, y me dijo algo que provocó que luego se arrepintiera, estoy segura.

-” Nenita, debes recapacitar estoy seguro de que ese chico no te conviene, seguro que está contigo por tu dinero, seguro que ni ve lo maravillosa niña que eres, Heng, ya te valora, sabe lo importante que eres, no hemos asegurado de ello.”- dijo mi tío creyendo que sus palabras me afectarían, sin darse cuenta de que era, al contrario. Menos ganas tenía de hacer lo que ellos me pedían.

-” Él no sabe quién soy, nunca se lo he dicho, quiero que me traten de forma normal, nadie sabe quién soy, en realidad, ni de dónde vengo”- le dije con seguridad en la mirada.

-” ¿Estás segura de que él no sabes quién eres?”- preguntó mi padre con una sonrisa de incredulidad, como diciéndome que sin ser quien soy, ningún hombre me miraría.

La ira me inundó, y miré a mi padre con la misma determinación que él tenía en sus ojos, en ese momento.

-” Pongo mi mano en el fuego por él, estoy segura de que me ama, y que se casará conmigo.”- le dije mirando a mi padre con reto, mientras mi tío gruñía con disgusto al de mi padre, al oírme hablar así de Carlos.

-” Bien hagamos un trato, sin tan segura estas...no dices que no necesitas nada de tu familia, de nuestro patrimonio, bien durante tres años vivirás de tu sueldo, como médico, sin ningún lujo que pueda darte nuestra familia...”- comenzó a decirme mi padre con una sonrisa peligrosa y una mirada calculadora, pensando que así me amedrentaría, por eso lo interrumpí para demostrarle que no tenía miedo.

-” Perfecto, eso es lo que pensaba hacer, de hecho, aquí tienes todas mis tarjetas de crédito, puedes congelar la cuenta donde recibo los intereses de las acciones que tengo del grupo.”- le dije completamente, dejando mis tarjetas sobre la mesa.

-” No he acabado, malcriada niña, te tienes que casar con tu novio, en esos tres años...”- esta vez quien interrumpió a mi padre fue una protesta enérgica de mi tío.

-” ¡No esto de acuerdo, en ese punto!”- dijo mi tío con algo de enfado, pero mi padre siguió hablando.

-” ... Pero él no puede saber quién eres, ni de tu patrimonio, te tienes que casar contigo, por lo que eres, si no lo consigues, si nos llamas pidiendo ayuda, o él no se casa contigo, debes volver a Sídney, y asumir tu responsabilidad para con la familia, y el grupo. ¿Aceptas?”- me dijo mi padre con seriedad, aunque no podía disimular la intención. 

-” Acepto”- le dije con la misma mirada de reto que tenía mi padre, mientras eludía las quejas airadas de mi tío, que rechazaba de manera rotunda el trato que acabábamos llegar mi padre y yo.

En un principio pensé que llevar a cabo ese trato, sería fácil, en cuanto a la parte económica, no tenía problema, ser cirujana de trasplantes, en España, estaba muy bien pagado, y por otro lado no me gustaba rodearme de los lujos que tenía antes, quería vivir mi vida. 

Pero en cuento a que Carlos me pidiera matrimonio estuvo mucho más complicado de lo que yo pensaba, por varias razones, donde dos de ellas, las más determinantes, eran desconocidas por mí, cuando las descubrí, ya eran demasiado tarde, iba a perder irremediablemente la apuesta, sino hacía algo, lo que fuera.

Sigue leyendo en Buenovela
Escanea el código para descargar la APP

Capítulos relacionados

Último capítulo

Escanea el código para leer en la APP