Coorah.
Habitación 18, de la residencia del Colegio Mayor de Oxford, Condado de Oxfordshire, 2021
-” Todo está organizado, en breve le envió la copia del contrato, doctora Bell, en cuanto al alojamiento, ¿Quiere que le reservemos plaza en el edificio que tenemos para residentes?, la pena es que no tenemos alojamientos individuales, más bien habitaciones compartidas, con zonas comunes, y la cafetería que es gratis para el personal sanitario, nos aseguraríamos de que comparta habitación con otro interino, claro está.”- me dijo la encargada de persona de área de recursos humanos del Hospital Universitario Virgen del Rocío, en Sevilla.
-” No se preocupe, ya tengo el contrato de compra de una casa, está en pueblo de Dos Hermanas, cerca de Sevilla, la mudanza comenzara este fin de semana, la próxima semana me incorporo al trabajo.”- le dije con seguridad, mientras veía llegar con cara ansiosa, sudorosa, y con nerviosismos, mientras me miraba haciéndome gestos indicando a la puerta, a la que pronto sería mi excompañera de habitación.
-” Bueno la estaremos esperando, con mucha ilusión, Doctora Bell, y gracias por elegirnos.”- me dijo la jefa de personal, antes de colgar, mientras Mabel no dejaba de hacer gestos nerviosos y agitados, hacia la puerta.
-” ¿Se puede saber que te pasa? Estas histérica.”- le dije nada más colgar, ante lo aspavientos que hacía, casi sin hablar.
-” Tienes ... visita sorpresa, estarán ... aquí, en nada, ... me he pegado una carrera desde ... el vestíbulo, desde que los vi ... hablando con el celador en la puerta, ... es un maldito ... código rojo... Ahora dime ... ¿Es como ... para estar nerviosa? ... ¿o no?”- me dijo mi compañera de habitación, cuando al fin pudo hablar, entre jadeos, por el ejercicio que había hecho, en aras de nuestros años de amistad, y confianza.
Un código rojo era el código que usábamos cuando nos referíamos a la llegada prevista o no, de invitados incomodos o alterantes, ya fueran familiares, o de otro tipo, que sólo nos podían crear problemas, agitarnos, o molestarnos, pero que eran inevitables.
En el caso de Mabel, un código rojo implicaba a su exasperante madre, su adorado y cariñoso hermano, pero claro que era por él mismo, sino porque siempre venía acompañado del más incómodo de todos los invitados, el mejor amigo de su hermano, que resultaba ser el exnovio oculto de Mabel, un ser estúpido, retrograda, y ridículo, que llevaba muy mal que mi amiga lo hubiera dejado, para estudiar derecho.
En mi caso un código rojo implicaba a mi padre, el CEO de grupo Bell, un grupo que se encargaba, entre otras cosas, de la mayor flota pesquera de Oceanía, el indomable, serio, y estricto Lousntak Bell, y como no, su hermano menor, y vicepresidente del grupo, padre de mi mejor amiga, mi prima Kiora, mi consentidor, pero insistente, mi tío Dural Bell.
Mi familia no es la típica familia, sobre todo desde la muerte de mi madre, tiene muchas tradiciones, y secretos, algunos muy graves, y de muchos de esos secretos yo soy participe, como el de ocultar que no estudié empresariales, sino medicina.
Mi padre es el ser menos familiar, y más obsesionado por el trabajo, que yo conozco, incluso mucho antes del accidente, que nos arrebató la vida de mi madre, trabaja sin parar, tras su muerte, y mi recuperación, después de meses tras el trasplante, nunca más volvió a tomarse tiempo para él, menos para mí, sólo viajaba por trabajo, algo que me sirvió para cumplir mi sueño, lejos de Sídney.
Mi tío Dural es quien asumió el papel de padre en todo ese tiempo, algo que mi tía Ellin, siempre ha odiado, al principio no entendía ese odio, pensaba que era debido a la diferencia evidente que tenía del trato que mi tío tenía conmigo, en referencia del que tenía con su hija Kiora, algo que yo no entendía, y que trataba de paliar implicando, de forma directa, a mi prima en todos los halagos, o regalos, que mi tío me daba, y que Kiora no recibía. Pero esto fue hasta que descubrimos cual era el motivo real de este dispar trato, y lo supimos, para colmo, de la forma más traumática posible, sobre todo para Kiora, aunque a mí, también, me afectó, financiando mi decisión de cumplir mi sueño.
Ese día, mi prima y yo, estábamos tratando de escaparnos de nuestra nana, y guardiana, para asistir a una fiesta, donde habría chicos, en la playa, algo que teníamos prohibidísimo, sobre todo yo, por razones que pronto supe que tenían que ver con la tradición principal que se adjudica a la primogénita de la familia. Recuerdo que en ese momento yo tendría como unos quince años, por lo que Kiora debía tener trece.
Mientras nos escondíamos cerca de la puerta cerrada del garaje, en espera de encontrar el momento adecuado para coger la pequeña motocicleta que mi tío me había regalado, y que yo compartía con mi prima, ya que ella nunca recibió una, oímos una fuerte discusión en la ventana abierta del despacho de mi tío, que estaba encima de la puerta del garaje, y esta se producía entre él, y mi tía. Tras lo que escuchamos, tanto Kiora, como yo, entendimos porque para mi tío trataba así a mi tía, pero sobre todo a mi prima, su hija, de forma tan diferente que a mí.
En la discusión, entre múltiples insultos, llantos y gritos de mi tía, a los que su marido sólo respondía con palabras bruscas, dolorosas, y con monosílabos en ocasiones, supimos que la boda de mis tíos fue un arreglo precipitado, que nunca fue por amor, al menos, por parte de mi tío.
Pero esa no fue la mayor de las sorpresas que mi prima y yo conocimos, y que determino el trato que tendríamos en adelante, todo había sido culpa de la m*****a tradición familiar, mi madre fue primero amiga, compañera de clase, y conoció antes a mi tío, cuando mi padre la conoció gracias a su hermano, hacía dos años que mi tío y ella eran amigos.
Rápidamente, ambos se enamoraron, y se casarón dos años después de conocerse, fue ese motivo por el que mi tío se calló los verdaderos sentimientos que tenía por mi madre, sólo busco una mujer que se le pareciera, para tener una copia de la mujer que amaba en su casa, esa fue mi tía, aunque su parecido sólo era físico, su carácter era radicalmente opuesto. Así que su matrimonio fue un trato, a cambio de riqueza, que al principio a mi tía le valió, lógicamente en ese trato no entraba tener hijos, algo que mi tío reprochó a su mujer, para él, no tenía por qué querer a esa hija, para desgracia de mi adorada prima, cosa que no pasaba con su sobrina.
Al morir mi madre, mi tío asumió el roll que mi padre, por el dolor o por lo que fuera, dejó a un lado, el rol de padre. Justo por eso, él es el que más insiste en que yo regrese a cumplir mi deber de heredera, de hecho, fue mi tío quien eligió, alentando a mi padre, el hombre que debía ser mi marido, y que ellos querían para mí, que extrañamente, se parecía en carácter, y forma de ser, a mi padre y a mi tío.
Con la información que descubrimos, entre lágrimas, y mucho dolor, por parte de Kiora, y de sorpresa e ira incontrolable, por mi parte, esa tarde no fuimos al final a la fiesta, sólo nos fugamos, para estar a solas, y consolarnos mutuamente, fue esa tarde donde nuestra alianza de primas paso a ser una alianza de hermanas.
Ninguna de las dos habíamos elegido nacer en esa familia a tan atópica, y desde luego no íbamos a ser manejadas por ellos, como si fuéramos parte de sus propiedades, ni mi prima, ni yo, queríamos convertirnos en las próximas CEOs de grupo Bell, Kiora quería dedicarse al mundo de la moda, ser diseñadora, y desde luego, y, sobre todo, no ser como su madre, ella quería casarse con un hombre que la amara no sólo a ella, sino que, también, a los hijos que tuvieran.
Por mi parte, como sabéis, yo ya tenía claro mi sueño, y estaba decidida a hacer lo que fuera para que mi futuro no fuera manejado ni por mi padre, ni por mi tío, haría lo que fuera, mentir, engañara, huir, incluso vender mi alma al diablo, pero desde luego, nunca sería un número más en la fábrica de hacer CEOs, en la que se había convertido mi familia, la aniquiladora familia Bell.
Esa fue la promesa que nos hicimos las dos, en esa playa solitaria, mientras el sol moría en el mar, juramos que ambas lucharíamos por nuestros sueños, pese a ellos, y sobre todo que nos apoyaríamos para cumplirlo, no necesitábamos que nuestras familias nos quisieran, ya nos amábamos nosotras, entre nosotras, lo suficiente como paliar la falta de amor que teníamos. Ambas nos merecíamos ser felices.
-” ¡Eh! ¡Eeh! Vuelve, ¿Dónde te has ido? ¿Me estás escuchando? Regresa, ¡Demonios! No tienes tiempo para que huir...”- la voz de Mabel me hizo regresar de mis recuerdos, gracias a ellos, pude recapacitar.
-” No voy a huir, llevo haciéndolo los últimos seis años, es hora de enfrentarlos.”- le dije segura, mientras ella me miraba incrédula, como si me hubiera salido otra cabeza.
Coorah. Habitación 18, de la residencia del Colegio Mayor de Oxford, Condado de Oxfordshire, 2021. -” ¿Estás segura?”- me dijo la galesa. -” Nunca he estado más segura, ya es hora de que lo sepan todo.”- le dije. -” Pues que quiere que te diga, suerte, yo mejor me voy a comer algo, ya me cuentas después, no deseo estar en el fuego cruzado, no quiero ser un daño colateral.”- me dijo la galesa, con una sonrisa, abriendo la puerta de nuestra habitación. Justo en ese momento, dos hombres altos, de medina edad, algo rechonchos, con pelo canoso, que antes fue castaño oscuro, de ojos marrón claro, donde uno lleva gafas de vista, de pasta color negro, con trajes ejecutivos de color diferente, y ambos con una mirada seria, que hacía destacar, aún más, la relación familia que tenían, estaban parados delante de nuestra puerta, con clara intención de tocar. -” ¡Suerte!”- fue la despedida, tras saludar a esos dos hombres con una educada inclinación de cabeza, de Mabel, antes de desaparecer
Fazio. Ristorante La Sila, Little Italy, Chicago, Estados Unidos, 2023. -” Crees que la solución que te propongo acabará con el retraso en las entregas, Vico.”- le dijo en italiano Cosimo Bianchi, el hijo del capo elegido por la familia De Falco para llevar sus negocios en Chicago, a Vico Ricci, uno de los encargados de las entregas del material con que, la familia Bianchi hacía contrabando, bajo la orden de la familia De Falco. Yo por mi parte cumplía, como es natural, con la orden que, mi actual jefe Cosimo Bianchi, me ordenaba, mi misión consistía en golpear, con todas mis fuerzas, el abdomen de Vico, mientras este colgaba boca abajo del gancho que había en la nevera del fondo del restaurante, donde se suele colgar las piezas grandes de carne, para su conservación. Como siempre, en estos nueve años, desde que mi padre me envió de incognito, a conocer, servir, y ganarme la fidelidad de las familias que le eran fieles a la familia De Falco, hice mi trabajo con el máximo rigor, go
Narrador. Piso de lujo de Carlos, Arganzuela, Madrid, España, 2023. Esa mañana, como hacía, desde que llegó a trabajar al Hospital Virgen del Rocío, Coorah llegó a Madrid en el AVE, uno de los trenes de alta velocidad en España, que venía desde Sevilla, para pasar el fin de semana con su novio Carlos. Fue directa a su piso, después de coger un taxi en la estación de Atocha. Entrar fue fácil, ya que, en tras su última discusión, por la falta de interés que la australiana notaba en su novio por ella, este se disculpó entregándole una copia de la llave de su piso, para que Coorah, se diera cuenta de que confiaba en ella, que estaba comprometido en esa relación. La cuestión era que, desde que se había mudado a trabajar a Andalucía, en el sur del país, Coorah aprovechaba cada periodo libre que tenía, de más de dos días, evento que no solía ser muy habitual, sobre todo porque ella era interina, para viajar y verlo. Carlos trabajaba en Madrid, en una clínica de estética, junto a dos cir
Narrador. Piso de lujo de Carlos, Arganzuela, Madrid, España, 2023. Por unos segundos la cirujana se quedó pensativa, estaba tan concentrada que no se dio cuenta que la puerta del piso se había abierto en ese momento, y que un cansado Carlos, se detuvo en la entraba, al verla de espaldas a él, con una mueca de disgusto, mientras se colocaba bien la corbata, y el cuello de la camisa, para cubrir la marca que tenía en su cuello, tras su noche de sexo desenfrenado con su última conquista. -” Vine este finde para planteárselo, si todo me sale bien, tendrás que ser fuerte, la próxima en asumir el control de todo el grupo Bell, serás tú. Yo sólo seré Coorah Bell, la cirujana, señora de Carlos Basterra, y sin nada que ver con la familia Bell.”- dijo al final la australiana. Sus palabras hicieron que Carlos, al escucharlas, entrara sigilosamente, cerrando la puerta con cuidado, para ocultarse detrás del muro que dividía el pasillo del salón, y así poder escuchar mejor la conversación, sin
Fazio. Piso alquilado de Fazio Parisi, Barcelona, Cataluña, España, dos meses antes del viaje, 2024. -” ¿No tenéis que ir a fastidiar a mis hermanas?, ¿O cuidar a mis sobrinos?, ¡Malditos agotadores!”- les dije con un gruñido, en italiano, cuando le abrí la puerta me encontré con esos dos, con dos enormes bolsas de comida del supermercado, como si fuera un maldito inútil, y no pudiera hacer sólo la compra, como otro ser humano normal. -” Maldito desagradecido, encima que nos preocupamos por él, Renzo, deja eso en la nevera, el niño, es capaz de olvidarse”- me dijo Pietro empujándome a un lado para entrar en el piso. Ambos tenían la manía molesta, cuando estamos solos, y no requeríamos de las formalidades del trato, que pronto, en unos meses, adquiriría como el nuevo Don de la familia De Falco, de tratarme como un adolescente, solo porque Renzo me llevaba seis años, y Piero, cinco. Parece que esos dos se olvidaron, de que “ese jovencito”, de casi treinta años, les dio una severa p
Coorah. Crucero Sovereing, de Pullmantur, Puerto de Barcelona, Barcelona, Cataluña, España, 2024. -” Carlos, ya estoy en cubierta, ¿Dónde estás? Se suponía que embarcaríamos juntos, ¿No dijiste que estarías liberado para la tarde de ayer, y que no tuviéramos problemas al pasar el control, y así embarcar sin problemas?”- le dije en un mensaje, ante el problema que tenía en localizarlo, faltaba muy poco para que zarpáramos, en breve tendríamos que ir al camarote, para comenzar el simulacro de seguridad, en caso de abandono del barco, ante cualquier emergencia. -” Perdona amor, me surgió de nuevo una emergencia, ayer tarde, antes coger nuestro avión, por problemas posoperatorios, llegué esta mañana en el puente aéreo, he llegado muy justo al barco. Ya estoy pasando el control, nos vemos en media hora en el camarote, antes del simulacro, te dejo apenas tengo batería, con el corre, corre, se me olvidó cargar el móvil.”- me respondió casi inmediatamente, haciendo que soltara un gran susp
Fazio. Crucero Sovereing, de Pullmantur, Mediterráneo Occidental, 2024. Eran las dos de la mañana, cuando regresaba a mi camarote, tras recoger el comedor y preparaba para el almuerzo de mañana, después del segundo turno de la cena de bienvenida, cuando noté que había movimiento en su interior, no podía ser mi compañero de camarote, eso era algo totalmente imposible, mi compañero, era el responsable de la discoteca, y hasta la cuatro de la madrugada, no regresaría al camarote. Desde que me incorporé a la tripulación, lo había hecho cambiando mi aspecto para parecerme más al verdadero Luca Riva, el camarero que estaba sustituyendo, usaba ropa más holgada, y con relleno para amentar mi gordura, incluso usaba peluca del color rubio oscuro, del color del pelo de Luca. Usaba implantes de algodón en las encías, para cambiar la expresión de mi cara, a una más tosca, y cubría mis identificables ojos azules, típicos de los De Falco, por lentillas oscuras, dudaba que nadie me reconociera, au
Coorah. Crucero Sovereing, de Pullmantur, Mediterráneo Occidental, 2024. Un ruido similar al taladró de un dentista, estaba afanándose en reventarme la mente, me giré para ver si el desgraciado desaparecía, y eso fue como si metiera mi cabeza en una centrifugadora, mientras una enorme arcada de nauseas me invadía, llevé mi mano a la boca, para aguantar lo que pudiera, mientras intentaba abrir los ojos, para tratar de llegar al primer baño que encontrara, una luz cegadora y deslumbrante, hizo que miles de cristales diminutos, y ficticios, se clavaran en mi retina. Como pude, me arrastré, con dolor, fuera de la cama, que se movía como si fuera de agua. Me dirigí directa a la puerta que, por descontado, debía de ser el baño. Nada más abrir la puerta una luz me golpeó mentalmente, debía de ser el más ponente foco asesino que ha existido, quedé cegada, hasta el punto de que estuve a punto de cerrar la puerta, y “descargar”, todo lo que llevaba dentro, en la misma puerta del baño. Cerr