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Capítulo 2. Un trato envenado. Parte 1.

Coorah.

Habitación 18, de la residencia del Colegio Mayor de Oxford, Condado de Oxfordshire, 2021

-” Todo está organizado, en breve le envió la copia del contrato, doctora Bell, en cuanto al alojamiento, ¿Quiere que le reservemos plaza en el edificio que tenemos para residentes?, la pena es que no tenemos alojamientos individuales, más bien habitaciones compartidas, con zonas comunes, y la cafetería que es gratis para el personal sanitario, nos aseguraríamos de que comparta habitación con otro interino, claro está.”- me dijo la encargada de persona de área de recursos humanos del Hospital Universitario Virgen del Rocío, en Sevilla. 

-” No se preocupe, ya tengo el contrato de compra de una casa, está en pueblo de Dos Hermanas, cerca de Sevilla, la mudanza comenzara este fin de semana, la próxima semana me incorporo al trabajo.”- le dije con seguridad, mientras veía llegar con cara ansiosa, sudorosa, y con nerviosismos, mientras me miraba haciéndome gestos indicando a la puerta, a la que pronto sería mi excompañera de habitación.

-” Bueno la estaremos esperando, con mucha ilusión, Doctora Bell, y gracias por elegirnos.”- me dijo la jefa de personal, antes de colgar, mientras Mabel no dejaba de hacer gestos nerviosos y agitados, hacia la puerta.

-” ¿Se puede saber que te pasa? Estas histérica.”- le dije nada más colgar, ante lo aspavientos que hacía, casi sin hablar.

-” Tienes ... visita sorpresa, estarán ... aquí, en nada, ... me he pegado una carrera desde ... el vestíbulo, desde que los vi ... hablando con el celador en la puerta, ... es un maldito ... código rojo... Ahora dime ... ¿Es como ... para estar nerviosa? ... ¿o no?”- me dijo mi compañera de habitación, cuando al fin pudo hablar, entre jadeos, por el ejercicio que había hecho, en aras de nuestros años de amistad, y confianza.

Un código rojo era el código que usábamos cuando nos referíamos a la llegada prevista o no, de invitados incomodos o alterantes, ya fueran familiares, o de otro tipo, que sólo nos podían crear problemas, agitarnos, o molestarnos, pero que eran inevitables.

En el caso de Mabel, un código rojo implicaba a su exasperante madre, su adorado y cariñoso hermano, pero claro que era por él mismo, sino porque siempre venía acompañado del más incómodo de todos los invitados, el mejor amigo de su hermano, que resultaba ser el exnovio oculto de Mabel, un ser estúpido, retrograda, y ridículo, que llevaba muy mal que mi amiga lo hubiera dejado, para estudiar derecho.

En mi caso un código rojo implicaba a mi padre, el CEO de grupo Bell, un grupo que se encargaba, entre otras cosas, de la mayor flota pesquera de Oceanía, el indomable, serio, y estricto Lousntak Bell, y como no, su hermano menor, y vicepresidente del grupo, padre de mi mejor amiga, mi prima Kiora, mi consentidor, pero insistente, mi tío Dural Bell. 

Mi familia no es la típica familia, sobre todo desde la muerte de mi madre, tiene muchas tradiciones, y secretos, algunos muy graves, y de muchos de esos secretos yo soy participe, como el de ocultar que no estudié empresariales, sino medicina. 

Mi padre es el ser menos familiar, y más obsesionado por el trabajo, que yo conozco, incluso mucho antes del accidente, que nos arrebató la vida de mi madre, trabaja sin parar, tras su muerte, y mi recuperación, después de meses tras el trasplante, nunca más volvió a tomarse tiempo para él, menos para mí, sólo viajaba por trabajo, algo que me sirvió para cumplir mi sueño, lejos de Sídney.

Mi tío Dural es quien asumió el papel de padre en todo ese tiempo, algo que mi tía Ellin, siempre ha odiado, al principio no entendía ese odio, pensaba que era debido a la diferencia evidente que tenía del trato que mi tío tenía conmigo, en referencia del que tenía con su hija Kiora, algo que yo no entendía, y que trataba de paliar implicando, de forma directa, a mi prima en todos los halagos, o regalos, que mi tío me daba, y que Kiora no recibía. Pero esto fue hasta que descubrimos cual era el motivo real de este dispar trato, y lo supimos, para colmo, de la forma más traumática posible, sobre todo para Kiora, aunque a mí, también, me afectó, financiando mi decisión de cumplir mi sueño.

Ese día, mi prima y yo, estábamos tratando de escaparnos de nuestra nana, y guardiana, para asistir a una fiesta, donde habría chicos, en la playa, algo que teníamos prohibidísimo, sobre todo yo, por razones que pronto supe que tenían que ver con la tradición principal que se adjudica a la primogénita de la familia. Recuerdo que en ese momento yo tendría como unos quince años, por lo que Kiora debía tener trece.

Mientras nos escondíamos cerca de la puerta cerrada del garaje, en espera de encontrar el momento adecuado para coger la pequeña motocicleta que mi tío me había regalado, y que yo compartía con mi prima, ya que ella nunca recibió una, oímos una fuerte discusión en la ventana abierta del despacho de mi tío, que estaba encima de la puerta del garaje, y esta se producía entre él, y mi tía. Tras lo que escuchamos, tanto Kiora, como yo, entendimos porque para mi tío trataba así a mi tía, pero sobre todo a mi prima, su hija, de forma tan diferente que a mí.

En la discusión, entre múltiples insultos, llantos y gritos de mi tía, a los que su marido sólo respondía con palabras bruscas, dolorosas, y con monosílabos en ocasiones, supimos que la boda de mis tíos fue un arreglo precipitado, que nunca fue por amor, al menos, por parte de mi tío. 

Pero esa no fue la mayor de las sorpresas que mi prima y yo conocimos, y que determino el trato que tendríamos en adelante, todo había sido culpa de la m*****a tradición familiar, mi madre fue primero amiga, compañera de clase, y conoció antes a mi tío, cuando mi padre la conoció gracias a su hermano, hacía dos años que mi tío y ella eran amigos.

Rápidamente, ambos se enamoraron, y se casarón dos años después de conocerse, fue ese motivo por el que mi tío se calló los verdaderos sentimientos que tenía por mi madre, sólo busco una mujer que se le pareciera, para tener una copia de la mujer que amaba en su casa, esa fue mi tía, aunque su parecido sólo era físico, su carácter era radicalmente opuesto. Así que su matrimonio fue un trato, a cambio de riqueza, que al principio a mi tía le valió, lógicamente en ese trato no entraba tener hijos, algo que mi tío reprochó a su mujer, para él, no tenía por qué querer a esa hija, para desgracia de mi adorada prima, cosa que no pasaba con su sobrina.

Al morir mi madre, mi tío asumió el roll que mi padre, por el dolor o por lo que fuera, dejó a un lado, el rol de padre. Justo por eso, él es el que más insiste en que yo regrese a cumplir mi deber de heredera, de hecho, fue mi tío quien eligió, alentando a mi padre, el hombre que debía ser mi marido, y que ellos querían para mí, que extrañamente, se parecía en carácter, y forma de ser, a mi padre y a mi tío.

Con la información que descubrimos, entre lágrimas, y mucho dolor, por parte de Kiora, y de sorpresa e ira incontrolable, por mi parte, esa tarde no fuimos al final a la fiesta, sólo nos fugamos, para estar a solas, y consolarnos mutuamente, fue esa tarde donde nuestra alianza de primas paso a ser una alianza de hermanas.

Ninguna de las dos habíamos elegido nacer en esa familia a tan atópica, y desde luego no íbamos a ser manejadas por ellos, como si fuéramos parte de sus propiedades, ni mi prima, ni yo, queríamos convertirnos en las próximas CEOs de grupo Bell, Kiora quería dedicarse al mundo de la moda, ser diseñadora, y desde luego, y, sobre todo, no ser como su madre, ella quería casarse con un hombre que la amara no sólo a ella, sino que, también, a los hijos que tuvieran.

Por mi parte, como sabéis, yo ya tenía claro mi sueño, y estaba decidida a hacer lo que fuera para que mi futuro no fuera manejado ni por mi padre, ni por mi tío, haría lo que fuera, mentir, engañara, huir, incluso vender mi alma al diablo, pero desde luego, nunca sería un número más en la fábrica de hacer CEOs, en la que se había convertido mi familia, la aniquiladora familia Bell.

Esa fue la promesa que nos hicimos las dos, en esa playa solitaria, mientras el sol moría en el mar, juramos que ambas lucharíamos por nuestros sueños, pese a ellos, y sobre todo que nos apoyaríamos para cumplirlo, no necesitábamos que nuestras familias nos quisieran, ya nos amábamos nosotras, entre nosotras, lo suficiente como paliar la falta de amor que teníamos. Ambas nos merecíamos ser felices.

-” ¡Eh! ¡Eeh! Vuelve, ¿Dónde te has ido? ¿Me estás escuchando? Regresa, ¡Demonios! No tienes tiempo para que huir...”- la voz de Mabel me hizo regresar de mis recuerdos, gracias a ellos, pude recapacitar.

-” No voy a huir, llevo haciéndolo los últimos seis años, es hora de enfrentarlos.”- le dije segura, mientras ella me miraba incrédula, como si me hubiera salido otra cabeza.

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