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Capítulo 6. Engaños que fomentan una mentira. 2.

Narrador.

Piso de lujo de Carlos, Arganzuela, Madrid, España, 2023.

Por unos segundos la cirujana se quedó pensativa, estaba tan concentrada que no se dio cuenta que la puerta del piso se había abierto en ese momento, y que un cansado Carlos, se detuvo en la entraba, al verla de espaldas a él, con una mueca de disgusto, mientras se colocaba bien la corbata, y el cuello de la camisa, para cubrir la marca que tenía en su cuello, tras su noche de sexo desenfrenado con su última conquista.

-” Vine este finde para planteárselo, si todo me sale bien, tendrás que ser fuerte, la próxima en asumir el control de todo el grupo Bell, serás tú. Yo sólo seré Coorah Bell, la cirujana, señora de Carlos Basterra, y sin nada que ver con la familia Bell.”- dijo al final la australiana.

Sus palabras hicieron que Carlos, al escucharlas, entrara sigilosamente, cerrando la puerta con cuidado, para ocultarse detrás del muro que dividía el pasillo del salón, y así poder escuchar mejor la conversación, sin ser descubierto, con cierta preocupación.

-” No gracias, ni quiero, ni deseo ese puesto...”- comenzó a decir Kiora, pero su prima la interrumpió añadiendo un dato que sabía que interesaría a la diseñadora.

-” Bueno siempre puedes casarte con el guaperas de Heng Thoma, y que el llevé el grupo, mientras tú diseñas, Antonella Gucci”- le dijo su prima con una malvada sonrisa.

-” ¡Estás loca!, ese Terminator programado, y sin sentimientos, sólo tiene un objetivo, casarse contigo, además por muy bueno que está, es un completo gilipollas, así que paso, ando todo el día entre tíos buenos, seguro que alguno terminar llamado mi atención, uno, o varios, ¿Quién sabe?, ¿Por qué limitarse?”- dijo Kiora con su habitual humor, aunque ese tono no engaño a su prima, algo le había pasado a su prima con Heng, la cirujana no quiso hurgar en esa herida, por ahora.

-” Bueno, da igual, lo que tengo claro es que soy feliz como estoy ahora, y no quiero el dinero, ni el poder de los Bell, ni regalado, me alegro no haberle dicho a Carlos quien soy en realidad, lo mismo si lo sabe, se asusta, y me deja, es una persona muy sencilla, no le gusta la hipocresía, cuando nos casemos, nunca sabrá quién era yo, ni cual era el papel que tenía en este mundo para con mi familia, que mi padre, y mi tío, hagan con su grupo lo que quieran, yo no quiero nada de eso.”- dijo Coorah.

-” ¡Amen, hermana!”- dijo con una carcajada Kiora.

La australiana cirujana no se había dado sin cuenta de que todas sus palabras habían sido escuchadas por Carlos, que furioso había vuelto a salir por la puerta, cerrando con cuidado.

El español tenía que pensar muchas cosas, y con Coorah allí no podía. Luego le envió un mensaje, ya en su coche, para luego apagar el teléfono todo el fin de semana, le ponía que tenía que viajar, por una urgencia de un cliente, a Portugal. La verdad era que se pasó el finde en casa de su último ligue, practicando mucho sexo, mientras se replanteaba dejar a Coorah.

Sin la fortuna Bell, ella no le servía de nada, según el cirujano plástico, la herencia de esa fea gordita era su único atractivo, ya que no se dejaba ayuda, con su aspecto físico. Tampoco podía dejarla sin más, después de los años invertidos, no fuera que esa estúpida cambiara de opinión, la verdad estaba en hecho de que Carlos esta hecho un maldito lío, pero la solución a su problema tuvo su desenlace, once meses después, cuando conoció a la heredera del grupo Milton, y la conquistó, tras esto, sólo tocó hacer un cambio de objetivo, sin no comunicado previo a Coorah, y de la forma más miserable.

Por su parte, Coorah, tras la decepción de encontrarse sola, y con sensación de abandono, en Madrid, pasó esos días de compras, y visitando amigos que hizo en su época de especialidad, el domingo volvió a Sevilla, pensando que habría otro finde de semana para estar juntos, algo que no volvió a ocurrir en los próximos meses, porque, según Carlos, tenía un nivel elevado de trabajo, y apenas podía verse.

Así el tiempo límite para el trato, se fue acercado, sin que la cirujana cumpliera con unas de las partes del trato que había llegado con su padre, y cuando quedaban cinco meses para cumplirse el tiempo, llegó el primer aviso de su padre, algo que metió más presión en la preocupada cirujana, ella, ciegamente, no dudaba de que su novio la amaba, así que sólo le quedó idear las primeras vacaciones, junto a su novio, en un crucero que pasaría por el mediterráneo occidental, asesorada por su imaginativa prima, para que este al fin, en medio de un romántico atardecer en el mediterráneo, su Carlos le pidiera matrimonio, un viaje que, sorprendentemente, su novio aceptó con cierta emoción.

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