Diario Ninkuba
Sección de crónicas
El templo y el sacerdote
Hace un mes ocurrió el asesinato atroz del sacerdote más temible de la Ciudad de Walsh. Luego que un miembro visitara al sacerdote para una reunión se encontró con la sorpresa de ver a su líder con varias apuñaladas mortales en su pecho y abdomen. Notificó a la policía, sin embargo, pasaron semanas y la investigación, en especial la labor del detective Zenthan, fueron inútiles para esclarecer el crimen. Por esta razón, me di a la tarea de averiguar los hechos. En primer lugar, el sacerdote del Templo Litasis, era un extranjero del continente oriental, según confirma el primer entrevistado, que por precaución omito su nombre. Hermus Gilore, ese era su nombre según la documentación legal, vino a la ciudad hace más de diez años para abrir un lugar de adoración, de acue
Leslie despertó en la cama de un cliente al quien la noche anterior le dio todo el placer y éxtasis que un hombre puede experimentar a finales del siglo diecinueve. Se levantó desnuda y continuó así porque tenía pereza de vestirse con todo ese ropaje de encajes y corsé. Escuchó el bullicio matutino y se acercó a ver por la ventana los coches arreados por caballos, el día empezó, decenas de obreros caminaban por la Avenida Central de Ciudad Walsh. Los barcos de vapor venían de todas partes del mundo al Puerto Central, y a esa hora arribaban cientos de migrantes y viajeros. La joven pelirroja se miró al espejo para peinarse como lo hacía de costumbre, en ese momento recordó las caricias de su madre, que fue fusilada por la policía luego de involucrarse en un enfrentamiento anarquista para e
Eran las tres de la mañana, me sentía ebrio, y lo único en que pensaba era que iba a la cárcel. Pensaba en la cárcel como un lugar terrible donde me violarían y quien sabe que más me iba a suceder. La oficial abrió una puerta y entré al recinto. La única iluminación provenía de un bombillo colgado en un techo de zinc. Subí unas escaleras embaldosadas y me dirigí al oficial que estaba sentado en un escritorio. Cargaba algunos libros que logré tomar de mi mochila. Me ordenaron entrar a una habitación, el oficial que estaba ahí me dijo que me quitara el pantalón e hiciera cinco sentadillas. Tenía que bajarme también el calzoncillo. Me sentía humillado porque me vería desnudo un tipo desconocido pero al final tuve que hacer las sentadillas. Salí de la oficina. Luego de eso volví donde el oficial que estaba sentado en el e
Vieski se preguntó detrás de los barrotes láser si escaparía del juicio que le aguardaba en su planeta delante de la reina Kabria II. Observó la angustia de Longon, compañero habitante de Ulbarín que se unió a la rebelión. Llevaban veinte minutos en las celdas, el capitán debía arribar a Ulbarín para comenzar el juicio de los rebeldes. Vieski pensó en todos sus camaradas muertos, muchos eran amigos de la infancia que se arriesgaron con la esperanza de derrocar a la reina de Ulbarín. La reina surgió luego que su padre muriera, y como única heredera al trono, ascendió y los consejeros le advirtieron de la región este de Ulbarín, donde hacía décadas se escuchaba el rumor de un sujeto capaz de abrir portales hacia otros lugares del espacio. De ahí provenía Vieski y sus amigos. Creció como todo mundo en Ulbarín, en
Después de un largo sueño desperté en una cama de cemento, mi cuerpo estaba abatido de tantos golpes, no recordaba qué había sucedido, sin embargo, estaba desnudo y moría de frío en una celda putrefacta. Vi las manchas moradas en mi abdomen supuse que eran de la paliza que me habían dado, apenas podía mover el cuello, y mi espalda estaba tan adolorida que cada vez que respiraba mis pulmones se contraían. Pensé que estaba en alguna celda de máxima seguridad, pero no comprendía las razones de mi detención. Pasaron las horas, podía escuchar que los guardias del otro lado de la celda pronunciaban nombres desconocidos: «Bismarck, Claudio y Luis». Después de anunciarles que salieran de las celdas cerraban de nuevo la puerta. Luego, escuché mi nombre, pero se trataba de un tocayo, tenía esperanzas de salir lo más pronto posible. La peste del excus
Los camiones madereros transitaban la carretera empapada de lodo amarillo, caía una leve brisa, mientras tanto, Guillermo Solares almorzaba una güirila con cuajada y un café caliente. Vino desde la capital a enterrar a su primo Filiberto Solares. Y, estaba acompañado de su otro primo de la ciudad, Juan Malvina. Estaban a unos pocos kilómetros de la hacienda de su primo, y desde la choza donde venden comida para los viajeros se observaban las montañas cubiertas de neblina. Juan también comía güirilas y le dijo a Guillermo que es la mejor que ha probado en toda la vida, y no se comparan a las de Managua. Guillermo pensaba en la muerte de su primo. En primer lugar, Filiberto al igual que todos los de Río Blanco caminan con un arma en los pantalones en caso de bandidos. Sin embargo, un hombre no puede contra seis bien armados a corta distancia. La p
Durante el ataque siniestro de los mumbads a la Biblioteca de Hashedan, salvé algunos papiros de relevancia, y escapé al archipiélago nordeste donde me recibió mi gran amigo y maestro Retienper. Cuando acomodé mis pertenencias, me detuve a leer los textos rescatados. Me llamó la atención uno de ellos, se trataba del misterioso manuscrito perteneciente a Argonad habitante de la mítica ciudad de Khalad, esto según el papiro de Historia de los pueblos mercenarios donde explica el poder que tenían estos reinos. Traduje el texto de Argonad en un año, debido a la complejidad de su idioma, aunque logré mostrar el mensaje se perdió cierto énfasis poético: El reino de Khalad, tierra de dunas y noches frías. Hace tiempo escalaba el alto risco de unas ruinas mineras tratando de regresar a casa, el sol me
El detective Zenthan revisaba en su gabinete de metal los archivos de algunos casos que había resuelto en Ciudad Macabria. Mientras leía el desafortunado asesinato del periodista “Lenin Martí” el teléfono empezó a sonar. Llamó a su asistente para que atendiera, pero ella había salido a conseguir el café matutino del detective. El teléfono sonó por tercera vez así que no tuvo más opción que contestar. Quien hablaba desde el otro lado era el magnate Benito Altare dueño de la empresa constructora “Fortune”. Hacía semanas que Benito había invitado al detective a una cena privada en su yate para discutir sobre asuntos de la ciudad. Sin embargo, esta vez se trataba de algo diferente más que una charla amena. El magnate le solicitó a Zenthan que viniera a su casa lo más pronto posible. Era algo que el detective vivía a diario, p
Hay disparos por todos los ángulos en la avenida universitaria. Algunos de mis compañeros se ocultan entre los árboles, y otros en las esquinas de las paredes. Caen piedras en los cascos y en los escudos. Se defienden con piedras. A este paso van a rendirse. Tienen que rendirse, nosotros tenemos las armas. Responden con piedras. Barricadas y trincheras, hay barricadas y trincheras. No podemos pasar. Una piedra en los pies de Gabriel. Otra. Aquel muchacho está en la esquina, Arnulfo lo tienen en la mira. Le dio al muchacho. Esto es una masacre. Tienen que rendirse, con piedras no van a hacer nada. Vamos, vamos, vamos. Fuego por todas partes, tiran bombas molotov. Charneles. Esto se va a poner difícil. Bombas lacrimógenas. Las devuelven a mano pelada. No puedo más, estos muchachos no se rinden. No tienen armas, solo piedras y bombas caseras. Arnulfo salió corriendo. Sigo aquí, inmóvil, veo todo el panorama escondido