Los camiones madereros transitaban la carretera empapada de lodo amarillo, caía una leve brisa, mientras tanto, Guillermo Solares almorzaba una güirila con cuajada y un café caliente. Vino desde la capital a enterrar a su primo Filiberto Solares. Y, estaba acompañado de su otro primo de la ciudad, Juan Malvina. Estaban a unos pocos kilómetros de la hacienda de su primo, y desde la choza donde venden comida para los viajeros se observaban las montañas cubiertas de neblina. Juan también comía güirilas y le dijo a Guillermo que es la mejor que ha probado en toda la vida, y no se comparan a las de Managua. Guillermo pensaba en la muerte de su primo. En primer lugar, Filiberto al igual que todos los de Río Blanco caminan con un arma en los pantalones en caso de bandidos. Sin embargo, un hombre no puede contra seis bien armados a corta distancia.
La policía abandonó las investigaciones debido a la forma del atraco en medio de la carretera. Filiberto conducía un camión con el cual transportó ganado para vender y por consiguiente traía mucho dinero. Los bandoleros le tendieron una trampa a medio camino, hicieron caminar un caballo en la vía, y Filiberto se detuvo. Supuso que era la hora de su muerte, porque ya había escuchado las mañas de los ladrones de colocar una bestia en el camino. Así que extrajo su arma y se bajó del camión, pero no se percató que los bandoleros estaban detrás de él y, un tipo le disparó con una escopeta. Filiberto cayó al suelo de inmediato, ni siquiera tuvo tiempo para suspirar. Los ladrones tomaron el dinero y salieron corriendo de la escena del crimen. Más tarde, otros pueblerinos encontraron el camión encendido y vieron el cuerpo de Filiberto tirado en la carretera.
Esta es la única información que los familiares supieron, y desistieron al igual que la policía en buscar a los responsables de su muerte. Los atracos de ese tipo ocurren en el norte del país a diario, pero desde la muerte de Filiberto, los ganaderos tomaron acciones más férreas, contrataron tiradores expertos para que los acompañaran en sus negocios de venta de ganado. De esa forma han evitado los atracos, y en defensa legítima acribillaron a unos cuantos ladrones que intentaron las viejas artimañas para detener un camión como lanzar rocas al parabrisas o poner obstáculos en la vía.
Hace años que Guillermo decidió mudarse a la capital en busca de diferentes trabajos al del campo, quería hacer dinero, pero sin ensuciarse las manos de lodo como lo hace todo el mundo en los departamentos del norte. El primer empleo que consiguió en la capital fue como cambista, pero luego que mataran a uno de sus compañeros para robarle el dinero, se acobardó y buscó otro trabajo como vendedor en una tienda de comestibles. Cuando escuchó sobre la muerte de su primo, solicitó permiso a su jefe para ir a Río Blanco.
Juan terminó de comer la güirila y le dijo a Filiberto que estaba listo. Juan era el conductor, pagaron las güirilas y se dirigieron a la hacienda de Filiberto. Después de conducir durante una hora en un camino de tierra y piedras, llegaron a la hacienda. Ahí estaban reunidos los familiares de todas partes del país. La madre de Filiberto se lanzó a los hombros de Guillermo, lloraba y el joven también empezó a llorar. Juan saludó a los familiares y lo invitaron a tomar un trago de ron. Minutos después también Guillermo estaba tomando un trago de ron para aliviar las penas.
El tío Rodolfo se acercó para contarle a Guillermo que su primo falleció de manera instantánea, sin ningún sufrimiento, ya que el impacto atravesó su corazón. Guillermo no quería escuchar esa historia, estaba harto del tema, solo quería despedirse de su primo y largarse a la capital.
Al día siguiente enterraron a Filiberto en el cementerio de la hacienda. Mientras bajaban el féretro, la madre se desmayó y tuvieron que sostenerla para que no se lastimara al caerse. Guillermo seguía tomando ron de una botella, y estaba ebrio, su otro primo, Juan, también estaba ebrio al igual que todos, y después del entierro fueron a emborracharse aun más. Juan no podía conducir, y le dijo a su primo que se iba a dormir. Guillermo contestó con desdén mientras sostenía la botella de ron. Pronto cerró los ojos y se quedó dormido en una hamaca.
Tres días después, cuando se recuperaron de la borrachera, Guillermo y Juan se fueron de la hacienda, mientras transitaban la carretera vieron un caballo en la vía. Juan se detuvo, y aparecieron los bandoleros amenazándolos con sus rifles. Los hicieron bajarse de la camioneta, y tomaron sus pertenencias: celular, cartera y reloj. Guillermo pensó que iba a morir, pero los bandoleros se largaron después de robarles. Juan temblaba de miedo y se subió a la camioneta. Guillermo le dijo que no podía conducir sin licencia, pero Juan le dijo que los papeles estaban en la guantera, así que no había problema, sin embargo, no tenían dinero para el combustible. Así que regresaron a la hacienda para prestar algo de dinero, los familiares asustados por la historia de sus parientes, les dieron dinero. Lograron regresar a Managua, y Guillermo desde esa vez lleva en sus pantalones un revólver, Juan también consiguió un arma, para cuando les toca ir a visitar a la familia en Río Blanco.
Durante el ataque siniestro de los mumbads a la Biblioteca de Hashedan, salvé algunos papiros de relevancia, y escapé al archipiélago nordeste donde me recibió mi gran amigo y maestro Retienper. Cuando acomodé mis pertenencias, me detuve a leer los textos rescatados. Me llamó la atención uno de ellos, se trataba del misterioso manuscrito perteneciente a Argonad habitante de la mítica ciudad de Khalad, esto según el papiro de Historia de los pueblos mercenarios donde explica el poder que tenían estos reinos. Traduje el texto de Argonad en un año, debido a la complejidad de su idioma, aunque logré mostrar el mensaje se perdió cierto énfasis poético: El reino de Khalad, tierra de dunas y noches frías. Hace tiempo escalaba el alto risco de unas ruinas mineras tratando de regresar a casa, el sol me
El detective Zenthan revisaba en su gabinete de metal los archivos de algunos casos que había resuelto en Ciudad Macabria. Mientras leía el desafortunado asesinato del periodista “Lenin Martí” el teléfono empezó a sonar. Llamó a su asistente para que atendiera, pero ella había salido a conseguir el café matutino del detective. El teléfono sonó por tercera vez así que no tuvo más opción que contestar. Quien hablaba desde el otro lado era el magnate Benito Altare dueño de la empresa constructora “Fortune”. Hacía semanas que Benito había invitado al detective a una cena privada en su yate para discutir sobre asuntos de la ciudad. Sin embargo, esta vez se trataba de algo diferente más que una charla amena. El magnate le solicitó a Zenthan que viniera a su casa lo más pronto posible. Era algo que el detective vivía a diario, p
Hay disparos por todos los ángulos en la avenida universitaria. Algunos de mis compañeros se ocultan entre los árboles, y otros en las esquinas de las paredes. Caen piedras en los cascos y en los escudos. Se defienden con piedras. A este paso van a rendirse. Tienen que rendirse, nosotros tenemos las armas. Responden con piedras. Barricadas y trincheras, hay barricadas y trincheras. No podemos pasar. Una piedra en los pies de Gabriel. Otra. Aquel muchacho está en la esquina, Arnulfo lo tienen en la mira. Le dio al muchacho. Esto es una masacre. Tienen que rendirse, con piedras no van a hacer nada. Vamos, vamos, vamos. Fuego por todas partes, tiran bombas molotov. Charneles. Esto se va a poner difícil. Bombas lacrimógenas. Las devuelven a mano pelada. No puedo más, estos muchachos no se rinden. No tienen armas, solo piedras y bombas caseras. Arnulfo salió corriendo. Sigo aquí, inmóvil, veo todo el panorama escondido
Amelia invocó a los espíritus a la mesa con el dialecto del manual de Las ánimas. Libro que adquirió con un pacto diabólico. Sus ojos su pusieron en blanco mientras alzaba las manos y sacudía su cuerpo en convulsiones. Las voces del infierno empezaron a escucharse del portal que se abrió en medio de la mesa de ritos. Chevonke, Darius, Johan, y Gabriel fueron los espíritus que se presentaron. El olor a azufre se disipó y el portal se cerró. Los espíritus vestían las ropas con las que fueron sepultados. Amelia no les explicó las razones por las que estaban ahí. Y dio inicio a la reunión. Se dirigió a Chevonke preguntándole sobres su vida.«Fue Gijov, él nos vendió a todos, nos dimos cuenta cuando se apareció junto con el ejército. Nos acorralaron cuando nos preparábamos para atacar. Después de sacarnos del cuartel
(De Anselmo Peñalba a Luci Tanás)Estimado señor TanásSupe del trabajo que ofrece en los diarios. De verdad me urge conseguir ingresos, usted sabe, para pagar la luz, el agua y comprar víveres. Es cierto que no tengo hijos ni esposa, pero uno tiene sus necesidades, y en este momento cualquier trabajo me vendría bien. Sería un gran honor trabajar con usted. Me ha tocado duro vivir, desde pequeño, a los siete años ya lustraba zapatos, y vendía caramelos en la calle. También agua helada en bolsa, y limpia brisas. Por eso le escribo, espero que tenga misericordia, y se apiade de este pobre hombre que tiene hambre. Quisiera sí que me explicara en qué consiste el trabajo. Según dice en el diario usted ofrece una buena suma de dinero, y un horario flexible. Yo estoy dispuesto a todo, durante muchos años hice di
Desde que empecé a tomar el cóctel de pastillas para estabilizar mi salud mental olvidé esos pensamientos que torturaban mi mente. Pensamientos que tú sabes que me llevaban al delirio, y al desvarío. Tantas ideas locas que se me han ocurrido en mis estados maniáticos y ahora todo está resuelto, gracias al tratamiento y a la terapia del doctor y los enfermeros. Este lugar ha sido una bendición para mi salud mental. Carolina, confío en ti, eres mi amiga, y pues ha habido un poco de romance entre nosotros, no te estoy pidiendo que nos casemos, pero sí que comprendas mi situación. Ahora vivo en tranquilidad, veo el amanecer y me lleno de gozo al pensar en tu nombre. Pronto me darán de alta, eso es lo que me ha dicho Mauricio. Quiero volver a regocijarme en tus brazos, y decirte lo maravillosa que eres. Visitar el centro psiquiátrico para rehabilitarme fue la mejor decisión de mi vida. El ps
Zenthan conduce el Ford de su padre con dirección al Lago Tecapo, lo acompaña Jenny, su novia, una joven de ojos color almendra que conoció en la carrera de periodismo. Le sonríe cada vez que la mira mientras coloca su mano derecha en la pierna bronceada que se asoma por la falda. Un verde campo brilla alrededor de la carretera, a lo lejos se ven granjas pintadas en rojo con techo de madera. La joven observa las vacas que comen pasto y las señala con su dedo índice. Zenthan piensa llevar a su novia a la casa de campo que rentó para pasar con ella el fin de semana. Todavía no le ha dicho sobre su plan, espera sorprenderla. Ha sido paciente, sus primeros besos fueron tímidos porque la joven nunca había besado. Para empezar a salir, Zenthan habló con los padres de Jenny y de esa manera le dieron permiso para ser novio de su hija
Zenthan corría por el campo de batalla con una granada en la mano lista para lanzarla al tipo que disparaba con una ametralladora detrás de una barricada. Quitó el seguro del explosivo arrojándola a la trinchera. La granada cayó a su lado y como continuó disparando no se percató hasta que murió en la explosión. El estruendo de los disparos tanto de los soldados, la artillería pesada y los aviones bombarderos tenían al borde de la locura al ciudadano de Walsh, hasta que una granada cayó en sus pies. El detective despertó segundos después de escuchar en sus sueños la detonación de la granada. Sudaba, y su corazón estaba acelerado. Afuera caía una lluvia torrencial que desde hace años no se veía en Ciudad Walsh. Zenthan tenía meses soñando con la Gran Guer