Hay disparos por todos los ángulos en la avenida universitaria. Algunos de mis compañeros se ocultan entre los árboles, y otros en las esquinas de las paredes. Caen piedras en los cascos y en los escudos. Se defienden con piedras. A este paso van a rendirse. Tienen que rendirse, nosotros tenemos las armas. Responden con piedras. Barricadas y trincheras, hay barricadas y trincheras. No podemos pasar. Una piedra en los pies de Gabriel. Otra. Aquel muchacho está en la esquina, Arnulfo lo tienen en la mira. Le dio al muchacho. Esto es una masacre. Tienen que rendirse, con piedras no van a hacer nada. Vamos, vamos, vamos. Fuego por todas partes, tiran bombas molotov. Charneles. Esto se va a poner difícil. Bombas lacrimógenas. Las devuelven a mano pelada. No puedo más, estos muchachos no se rinden. No tienen armas, solo piedras y bombas caseras. Arnulfo salió corriendo. Sigo aquí, inmóvil, veo todo el panorama escondido detrás de un auto, no debería esconderme, órdenes son órdenes, pero yo no puedo hacer esto. Dale, dale, dale. Empecinados a matar a todos los muchachos. No creo que esto sea buena idea. Si con piedras nos tienen sofocado no me imagino con armas. El comisionado está loco.
Refuerzos. Los tenemos rodeados, de aquí no salen. Yo tampoco, no sé a qué hora me metí a esto. Y ahora tengo que ir masacrar a estos muchachos. Recuerdo los pasajes de la biblia que me leía mi madre. ¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti? Y fuera de ti nada deseo en la tierra. Llevamos horas masacrando a estos muchachos. ¿Cuándo va a terminar esto? Soy un muchacho igual que ellos, debí continuar la carrera de contabilidad. Pero así es la vida, no siempre se tiene lo que se quiere. Los disparos de M16 continúan. Algunos muchachos se cubren con hojas de zinc. Otro caído. Lo arrastran. Arnulfo tiene un cigarro en su boca mientras dispara con su escopeta. Se le acabaron las municiones, viene a recargar. Arnulfo apunta al pecho. Dijo que le dio a uno. Y se ve rabioso y contento. Cumple las órdenes, pero esto es una masacre. Disparar a quien no dispara. No matarás. Y aquí estamos cumpliendo órdenes terrenales y a la vez desobedeciendo las leyes divinas.
Arnulfo se quedó sin municiones, se escondió detrás de un árbol. Espera que alguien le pase municiones. Yo no puedo, no voy a participar en esta masacre. Que esto acabe pronto. Me duele la frente. Escucho los “Que se rinda tu madre”. “Que se rinda tu madre”. Estos muchachos son fuertes, resisten con piedras. Ya hay varios muertos. Arnulfo parece sediento de sangre, está bien entrenado. Lleva una década como policía. Supongo que siempre ha esperado este momento para poder disparar con su escopeta. El sol nos tiene mareados ¿A qué hora terminamos esta masacre? Los muchachos se repliegan, se están retirando, corren hacia a todas partes. Arnulfo y Gabriel los persiguen. Les disparan. Más muertos, y heridos. Voy a salir de mi escondite. Le grito a Arnulfo y no responde, tampoco Gabriel responde. Me duele la frente.
Los muchachos se rindieron. Arnulfo le está dando patadas a un jovencito que grita de dolor. Sigue dándole patadas a las costillas. Gabriel. No contesta. Gabriel. Nadie me escucha. Mi camisa está empapada de sangre. Me duele la frente. Otro joven está tirado en el pavimento. Está muerto, le dieron en el pecho. De seguro una víctima de Arnulfo. Dios mío. Esto es una masacre. Hay charcos de sangre por todas partes. Algunos muchachos lloran. Y otros ríen. Los suben a la camioneta. Allá los van a torturar. No quisiera ser uno de ellos. Padre mío, somos unos asesinos. Unos bárbaros.
Federico ¿estás preparado para esto? Me contaron que pensás desertar. No jefe, esos rumores son falsos. Yo sigo sus órdenes. Eso espero, porque ahora las leyes son otras. A los desertores los fusilamos. Te lo advierto, si haces una cagada, yo mismo te mato. ¿Estamos claro? Sí, señor. Bueno, vaya a montarse a la camioneta. Espero que cumpla con las órdenes, porque como le dije, yo mismo lo mato. Me duele la frente, me duele todo. Mi camisa está empapada de sangre. No me han disparado, tampoco me dieron una pedrada. ¿Por qué estoy sangrando?
Pobres muchachos, van en fila a la camioneta. Los van a torturar. Solo se defendían. Y nosotros venimos a cazarlos como bestias. Dale, dale, dale. Súbanse o los matamos. Dale chavalo jodido, subí a la camioneta, allá en las celdas te espera el negro Wilson. La van a pagar caro, nos hicieron gastar balas y varios de nosotros estamos heridos. Se me apuran, que estoy encachimbado. El comisionado está furioso. Mejor bajo la mirada antes que me mire y diga que no hice nada. No puedo con este dolor, me voy a desmayar. Y mis ropas están empapadas de sangre. Pero ¿por qué? Siento que hace rato mi cuerpo no es mi cuerpo. Escucho los alaridos de los muchachos. Ya las balas cesaron de rondar la avenida universitaria.
Las almas de los muchachos muertos me saludan. Puedo verlos tristes y sombríos. Siguen ahí de pie, viendo sus cuerpos masacrados por las balas. ¿Acaso estoy muerto? Esa es la única posibilidad. No hay otra forma. Sin embargo, no recuerdo en qué momento morí. Tal vez fue hace un día. O hace horas. Si pudiera recordarlo todo tendría sentido. Arnulfo y Gabriel se subieron a la camioneta, acompañan a los demás, se dirigen a la estación. Se ven sofocados. No me esperan. ¿Por qué no me esperan? Ya lo recuerdo. El comisionado me disparó. Por eso puedo ver a las almas de los muchachos muertos. Por eso mi camisa está empapada de sangre. Me disparó en la frente. Me mató por desertar. Es cierto, lo recuerdo, deserté, tiré mi arma en su escritorio, se levantó y con mi misma arma me disparó. Todos permanecieron callados, hasta Arnulfo y Gabriel. El comisionado también estaba sediento de sangre. Me mató. Y ahora estoy aquí deambulando con las almas víctimas de la represión.
Amelia invocó a los espíritus a la mesa con el dialecto del manual de Las ánimas. Libro que adquirió con un pacto diabólico. Sus ojos su pusieron en blanco mientras alzaba las manos y sacudía su cuerpo en convulsiones. Las voces del infierno empezaron a escucharse del portal que se abrió en medio de la mesa de ritos. Chevonke, Darius, Johan, y Gabriel fueron los espíritus que se presentaron. El olor a azufre se disipó y el portal se cerró. Los espíritus vestían las ropas con las que fueron sepultados. Amelia no les explicó las razones por las que estaban ahí. Y dio inicio a la reunión. Se dirigió a Chevonke preguntándole sobres su vida.«Fue Gijov, él nos vendió a todos, nos dimos cuenta cuando se apareció junto con el ejército. Nos acorralaron cuando nos preparábamos para atacar. Después de sacarnos del cuartel
(De Anselmo Peñalba a Luci Tanás)Estimado señor TanásSupe del trabajo que ofrece en los diarios. De verdad me urge conseguir ingresos, usted sabe, para pagar la luz, el agua y comprar víveres. Es cierto que no tengo hijos ni esposa, pero uno tiene sus necesidades, y en este momento cualquier trabajo me vendría bien. Sería un gran honor trabajar con usted. Me ha tocado duro vivir, desde pequeño, a los siete años ya lustraba zapatos, y vendía caramelos en la calle. También agua helada en bolsa, y limpia brisas. Por eso le escribo, espero que tenga misericordia, y se apiade de este pobre hombre que tiene hambre. Quisiera sí que me explicara en qué consiste el trabajo. Según dice en el diario usted ofrece una buena suma de dinero, y un horario flexible. Yo estoy dispuesto a todo, durante muchos años hice di
Desde que empecé a tomar el cóctel de pastillas para estabilizar mi salud mental olvidé esos pensamientos que torturaban mi mente. Pensamientos que tú sabes que me llevaban al delirio, y al desvarío. Tantas ideas locas que se me han ocurrido en mis estados maniáticos y ahora todo está resuelto, gracias al tratamiento y a la terapia del doctor y los enfermeros. Este lugar ha sido una bendición para mi salud mental. Carolina, confío en ti, eres mi amiga, y pues ha habido un poco de romance entre nosotros, no te estoy pidiendo que nos casemos, pero sí que comprendas mi situación. Ahora vivo en tranquilidad, veo el amanecer y me lleno de gozo al pensar en tu nombre. Pronto me darán de alta, eso es lo que me ha dicho Mauricio. Quiero volver a regocijarme en tus brazos, y decirte lo maravillosa que eres. Visitar el centro psiquiátrico para rehabilitarme fue la mejor decisión de mi vida. El ps
Zenthan conduce el Ford de su padre con dirección al Lago Tecapo, lo acompaña Jenny, su novia, una joven de ojos color almendra que conoció en la carrera de periodismo. Le sonríe cada vez que la mira mientras coloca su mano derecha en la pierna bronceada que se asoma por la falda. Un verde campo brilla alrededor de la carretera, a lo lejos se ven granjas pintadas en rojo con techo de madera. La joven observa las vacas que comen pasto y las señala con su dedo índice. Zenthan piensa llevar a su novia a la casa de campo que rentó para pasar con ella el fin de semana. Todavía no le ha dicho sobre su plan, espera sorprenderla. Ha sido paciente, sus primeros besos fueron tímidos porque la joven nunca había besado. Para empezar a salir, Zenthan habló con los padres de Jenny y de esa manera le dieron permiso para ser novio de su hija
Zenthan corría por el campo de batalla con una granada en la mano lista para lanzarla al tipo que disparaba con una ametralladora detrás de una barricada. Quitó el seguro del explosivo arrojándola a la trinchera. La granada cayó a su lado y como continuó disparando no se percató hasta que murió en la explosión. El estruendo de los disparos tanto de los soldados, la artillería pesada y los aviones bombarderos tenían al borde de la locura al ciudadano de Walsh, hasta que una granada cayó en sus pies. El detective despertó segundos después de escuchar en sus sueños la detonación de la granada. Sudaba, y su corazón estaba acelerado. Afuera caía una lluvia torrencial que desde hace años no se veía en Ciudad Walsh. Zenthan tenía meses soñando con la Gran Guer
El jefe del Departamento de Policía de Future Walsh entró a la oficina del detective Gregory para solicitarle visitar la casa del mítico cyborg Petermann debido a un aviso de asesinato del androide asistente. Gregory escuchó la orden del jefe, enseguida apagó el cigarro en un cenicero, tomó su Lazer Colt, se puso la gabardina negra, y salió del edificio. El detective se dirigió hacia el estacionamiento en busca de una patrulla, cuando el guardia le entregó las llaves, le advirtió que esta vez cuidara del auto porque solía estrellarse o dejarlos averiados después de todas sus investigaciones. Gregory debía estar en la escena del crimen en cuanto antes, por eso condujo a toda velocidad. El detective era un hombre solitario, dejó a su familia en los barrios bajos para convertirse en oficial
El Departamento de Policía de Ciudad Walsh recibió una llamada de un joven para alertar sobre la escena de un crimen en la Avenida Gilbert. La asistente del detective Zenthan entró a su oficina para explicarle lo sucedido. El detective se levantó de su silla y se encaminó en su Ford Fairlane a la dirección indicada. Las casas de la Avenida Gilbert eran para ciudadanos pudientes con trabajos ejecutivos en el centro de la ciudad. Nunca antes se había escuchado de un doble asesinato en ese lugar seguro y alejado de los barrios aledaños donde proliferaba la delincuencia. Sin embargo, al llegar veinte minutos después, un joven caucásico con cuerpo de defensa de algún equipo de fútbol americano temblaba afuera de la casa junto a la puerta. Zenthan estacionó el auto, encendió un cigarro y se acercó al joven para preguntarle qué había ocurrido. Terminó de fumar el ci
Diario NinkubaSección de crónicasEl templo y el sacerdoteHace un mes ocurrió el asesinato atroz del sacerdote más temible de la Ciudad de Walsh. Luego que un miembro visitara al sacerdote para una reunión se encontró con la sorpresa de ver a su líder con varias apuñaladas mortales en su pecho y abdomen. Notificó a la policía, sin embargo, pasaron semanas y la investigación, en especial la labor del detective Zenthan, fueron inútiles para esclarecer el crimen. Por esta razón, me di a la tarea de averiguar los hechos. En primer lugar, el sacerdote del Templo Litasis, era un extranjero del continente oriental, según confirma el primer entrevistado, que por precaución omito su nombre. Hermus Gilore, ese era su nombre según la documentación legal, vino a la ciudad hace más de diez años para abrir un lugar de adoración, de acue