Inicio / Fantasía / La era de Zenthan / El manuscrito de Argonad
El manuscrito de Argonad

Durante el ataque siniestro de los mumbads a la Biblioteca de Hashedan, salvé algunos papiros de relevancia, y escapé al archipiélago nordeste donde me recibió mi gran amigo y maestro Retienper. Cuando acomodé mis pertenencias, me detuve a leer los textos rescatados. Me llamó la atención uno de ellos, se trataba del misterioso manuscrito perteneciente a Argonad habitante de la mítica ciudad de Khalad, esto según el papiro de Historia de los pueblos mercenarios donde explica el poder que tenían estos reinos. Traduje el texto de Argonad en un año, debido a la complejidad de su idioma, aunque logré mostrar el mensaje se perdió cierto énfasis poético:

            El reino de Khalad, tierra de dunas y noches frías. Hace tiempo  escalaba el alto risco de unas ruinas mineras tratando de regresar a casa, el sol me daba en la espalda, y parecía que iba a derretirme. Unos guardias armados con arcos empezaron a tirar flechas desde abajo. Le dije a Faltrak que escalara más rápido, él era bastante débil, siempre me acompañaba a las misiones para conseguir recursos, no pertenecía a una estirpe guerrera. Debido a eso sus destrezas eran mínimas, y recibió un flechazo que atravesó su pecho, y antes de caer me tomó la mano, sin embargo, tenía que seguir, y lo solté, y no volví a ver atrás, me apresuré con todas mis fuerzas para escalar mientras escuché el golpe de la caída. Los flechazos continuaron, algunas flechas se clavaban en las rocas, seguí entre las fisuras abriendo paso. Llegué a un momento en el que me faltaba el aire, y los guardias desde arriba parecían hormigas.       

            Cuando por fin subí hasta la cima no esperaba encontrarme con más guardias, pensé que era capaz de derrotarlos, de todas maneras solo eran guardias, y yo un hijo de guerreros. Desenvainé mi espada mientras los guardias se posicionaron rodeándome para atacar. Supuse que era una mal estrategia por parte de ellos. Me di cuenta que sería pan comido.

            Uno a uno me enfrentó, no tuve más opción que usar mis habilidades y empuñar mi espada hasta desarmar a mi enemigo, y tomarlo del cuello como rehén. Les dije que podían salvarse si desistían, comenzaron a reírse, ellos sabían que mi padre era el asesino de Khalad. A pesar de eso, se confiaron pensando que por ser joven no tenía fuerza para derrotarlos. Había pasado toda mi vida entrenando, y no tenían oportunidad, como insistieron, degollé al primer sujeto y todos se abalanzaron con sus armas. Recordé la técnica de la danza de fuego, y uno a uno se desplomó en segundos cuando introduje mi espada en sus abdómenes y gargantas. La sangre saltó en mi ropa y en mi cara. Los tipos cayeron a la arena caliente. Mientras uno de ellos convulsionaba, me pidió entre ahogos que lo matara, pero matarlo sería aliviar su dolor, así que lo dejé ahí, hasta que se ahogó en sangre. Limpié la espada, y la guardé para continuar mi camino de regreso a casa.

            Sabía que mi padre había dejado de buscarme, aunque era el mejor hijo, es decir, el mejor entrenado en las artes asesinas, no perdería su tiempo en empezar una travesía para salvarme, estaba demasiado ocupado con sus negocios. Mi captura fue una gran estupidez debido a Faltrak, por eso no lo pensé dos veces cuando solté su mano en el risco. A Faltrak lo engañó un enemigo de mi padre ofreciéndole una suma de dinero para asesinar a un supuesto mercader.

            Todo fue una trampa, en cuanto llegamos Ikar, la casa del mercader estaba repleta de prostitutas desnudas en una piscina. Desde ese momento supe que todo había sido un engaño, y mientras estaba a la expectativa de un enemigo, Faltrak se tiró a la piscina junto con las mujeres que empezaron a acariciarlo. A los pocos segundos aparecieron los Hanjers, asesinos del otro reino en busca de venganza contra de mi padre. Tiré el arma porque eran demasiados, además sabía que no podría contra tantos asesinos de mayor experiencia. Sacaron a Faltrak de la piscina, nos amarraron y nos trasladaron hasta el desierto de Astaral.

            En el desierto de Astaral, supe que la única forma de escapar era rompiendo las cadenas en mis manos. Me senté a meditar en la prisión arreada por caballos, y suspiré el poder de los ancestros hasta que las cadenas se soltaron, en ese momento mis ojos ardían en llamas, también liberé a Faltrak. Necesitaba un arma, y lo primero que vi fue una espada corta. La tomé y le dije a Faltrak que debíamos subir el risco de la minería. Ahí fue cuando lo atravesó una flecha.

            Después de todo eso, necesitaba un caballo para llegar a la casa de mi padre, porque si iba a pie el viaje duraría semanas. Revisé las pertenencias de los guardias y encontré suministros suficientes para caminar hasta el siguiente pueblo que vi cuando me trasladaban. Sin embargo, no encontré el pueblo debido a los ventarrones de arena. Tuve que quedarme quieto cubriéndome de la arena durante horas. Cuando la arenisca pasó, seguí mi camino, tomé un sorbo de agua, y luego de varios kilómetros vi a lo lejos el pueblo de Mashen. Debía ser cuidadoso con los habitantes debido a la posibilidad de ser reconocido, mi objetivo era conseguir transporte.

            Al llegar a Mashen era de tarde, escuché el ruido de hombres en risas proveniente de una caseta. Y, vi varios caballos afuera, era el momento perfecto para robar uno. De manera sigilosa empecé a soltar la soga, y me subí al caballo que me pareció más resistente. Uno de los hombres de la cantina salió y me vio arriba del caballo diciéndome que me mataría. Desenvainó su espada y empezó a seguirme mientras cabalgué a toda velocidad. Vi varias flechas pasar a mi lado, pero logré escapar.

            Después de varios kilómetros cabalgando, detuve la velocidad, y me fijé en las bolsas que cargaba el animal. Revisé cada una y encontré una buena espada, un arco y varias flechas. La espada tenía los símbolos de guerreros Hanjers. Pensé que me había arriesgado demasiado al ir a ese pueblo, pero estaba a salvo. Oscureció y vi que el caballo jadeaba, me bajé para que descansara y me percaté que tenía un flechazo en su pierna. Era un caballo muerto, con la pierna herida era imposible seguir mi camino. Lo sacrifiqué y puse a asar su carne. Escuché el aullido de varios lobos, así que les tendí una trampa. Me escondí entre un bulto de arena hasta que apareció la manada de lobos. Apunté con el arco y con rápidos tiros los maté.

            Estaba fuera de peligro, podía descansar en paz. Pensé en mi maestro asignado por mi padre, además de mostrarme mapas de todos los reinos, también aprendí de otras culturas y magia. Gracias a él descubrí mi fuerza interior, y mis hermanos me envidaban porque ellos no heredaron las destrezas de mi padre. Como no tenían las capacidades suficientes para continuar el negocio familiar, se dedicaron a la agricultura. Mientras tanto, mi padre me pagaba por las misiones mercenarias. Con ese dinero di a forjar una espada de acuerdo a mi fuerza interior, cuando me atraparon los Hanjers se robaron esa espada, y eso me dolió demasiado. Con el arma que encontré en el caballo sentí una magia oculta en ella, tanto así que dejé de sostenerla porque era demasiado poder.

            En la noche sufrí de insomnio, y me acerqué a revisar la espada. Descubrí en uno de los símbolos parecidos a nuestro idioma de Khalad que se trataba de alguien con más de mil asesinatos. Empecé a temblar porque había posibilidades de que el dueño estuviera buscando su arma. También leí que la espada era abría puertas hacia el destino que uno quisiera. Mientras revisaba el arma se activó y vi la ciudad de Khalad. Supuse que si entraba podía ahorrarme cientos de kilómetros de viaje. Y, así fue como llegué en segundos a mi ciudad.

            Las puertas de la fortaleza estaban cerradas, y le avisé al guardia de la torre que era hijo de Luxargon. El guardia abrió las puertas y dijo que mi padre estaba furioso. Caminé por la plaza de armas hasta la casa de mi padre. Antes de tocar a la puerta, escuché su voz diciéndome que estaba a punto de presenciar una guerra por haber usado magia enemiga. Era posible que mi padre con su fuerza interior sintiera la puerta que se abrió desde el otro lado. No me percaté de eso, en realidad pensé que la puerta se había cerrado. Por lo tanto, mi padre me dijo que había entregado a la ciudad a una guerra y debía recibir el castigo del rey. Mi padre salió de la casa y me llevó hasta el rey.

            Mientras tanto, los asesinos de Hanjers siguieron mi rastro y cientos de ellos atravesaron el portal aun abierto. Los guardias sonaron las alarmas y los arqueros se posicionaron para defender la fortaleza. Caminé hacia la entrada del palacio del rey, y me hicieron pasar delante del trono. Me arrodillé delante del rey quien me dijo que debía enfrentar mi castigo. En primer lugar, me quitaron el permiso de mercenario, y todas mis pertenencias iban a las arcas del rey, las cuales no eran muchas cosas, solo mis ahorros. Luego procedió a bajarme de grado, dijo que ya no podría usar una espada, sino el arado para trabajar la tierra. En seguida entraron varios guardias pidiendo órdenes al rey para frenar a los Hanjers, el rey ordenó que mi padre se encargara de detenerlos. Mi padre se retiró de la sala del rey y fue a defender la ciudad.

            Luego de eso, apareció mi maestro y el rey le ordenó preparar mi huida junto con él, me solicitó ser su guardia personal. No entendía nada de lo que sucedía, pero mi maestro me dio una copia de la espada que había forjado hace meses.

            El maestro dijo que nos apresuráramos. Huimos por el túnel oculto del reino y a lo lejos cuando íbamos en el carruaje, observé la ciudad de Khalad en llamas. Sentí el poder del fuego recorrer mi cuerpo, así que salté del carruaje y le dije al rey que defendería la ciudad. Aunque me ordenó que no lo hiciera, corrí y entré por el túnel oculto, hasta llegar de nuevo al palacio. Bajé las escaleras y de inmediato una espada por poco me corta la garganta, encendí mi furia y descuartice al sujeto de Hanjers con tanta furia y enojo que no podía parar de clavarle la espada en su cuerpo. Cuando otro guerrero se acercó también hice lo mismo. Quería ir al frente a luchar al lado de mi padre, nuestra estirpe de mercenarios no podía tener fin por culpa mía, así que corrí degollando a decenas de Hanjers.

            El fuego, la arena y la sangre era el escenario. Esquivaba las flechas, las espadas, hasta que encontré a mi padre que alzaba dos espadas contra el enemigo. A lo lejos presentí que una gran magia oscura se acercaba, era el dueño de la espada que abría puertas. Lo vi acercarse hacia mí, nos enfrentamos y encendimos nuestra magia a su máxima potencia. Al chochar nuestras armas una onda expansiva envió a todos los soldados tanto de la ciudad como enemigos salieron volando. Mi padre seguía en pie esperando más Hanjers, hasta que un buen grupo de ellos lo atravesaron con sus espadas. Eso me enfureció y decidí darle más batalla al mago, hasta ponerlo de rodillas y hacerlo suplicar por su vida. Alcé mi espada y le corté el cuello de un tajo, su cabeza rodó y los demás Hanjers observaron temerosos, y salieron espantados de la ciudad.

            Corrí hacia mi padre, vi que lo habían atravesado varias espadas, no había forma de salvarlo. Cuando todo finalizó, enterré a mi padre y hubo ceremonias por parte del rey. No podía parar de culparme por la muerte de mi padre y de los demás soldados. El rey tuvo clemencia a pesar de haber desobedecido sus órdenes. Me devolvió el permiso de mercenario, y ocupé el puesto más alto de la familia, mis hermanos me respetaban, y continué con el negocio de asesinatos en honor a mi padre.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo