La dueña de mi corazón
La dueña de mi corazón
Por: J.Łicet Gacia Ramos
Un sueño

«Un sueño»

Un estruendo y un cristal roto fueron el resultado que dejó la brisa cuando se coló por la ventana en donde se encontraba durmiendo Laura. En ese mismo instante abrió sus ojos, estaba agitada e incrédula por lo que acababa de soñar.

Miró todo su alrededor para poder convencerse de que había despertado.

—¡Qué tonta! —expresó burlándose de sí misma, pues acababa de tener un sueño que le parecía imposible. —¿Cómo puedo ni siquiera pensar que un hombre tan poderoso como lo es Gabriel Wilson podría llegar a invitarme a su cama?

—¡Se vale soñar! —escuchó la voz de Ángela. Su mejor amiga y compañera de apartamento.

Después de tan jocosa respuesta, ambas rieron. Laura se puso de pie y observó al vecindario por su pequeña y rota ventana.

—¡Basta de soñar estupideces hora de seguir buscando empleo!

Tomó un baño y luego en pijama preparó su café y se sentó en su laptop. No pasó mucho tiempo cuando una hermosa noticia encontrada en su computadora la hizo saltar de emoción.

—¡No lo puedo creer! ¡Tengo una entrevista de trabajo! —gritaba a todo pulmón.

Ángela de inmediato entró a la habitación y se unió a la gran alegría y el momento emotivo de su amiga.

—¡Felicidades, amiga! Pero espera un momento, acabo de ver que tu entrevista inicia en media hora.

—¡Nooo!

La energía de Laura se fue al piso, pues esa empresa quedaba hasta el otro lado de la ciudad y si se iba en un autobús de camino calculaba algunos 40 minutos, así que su alegría se fue al piso y llegó la angustia.

—¡Ah no! No te puedes dar por vencida sin ni siquiera intentarlo. Ya que tomaste un baño, ahora te vistes y yo te presto dinero para que vayas en un taxi.

—¿De verdad harías eso por mí, amiga?

—Incluso me ofrezco a acompañarte.

De inmediato la instó a que se vistiera, juntas abordaron un taxi y 40 minutos después estuvieron en la empresa. Las piernas de Laura temblaban, pues solo de ver aquel imponente lugar sentía que no encajaba allí.

—¿Señoritas, qué desean?

Escuchó la voz de la secretaria mientras las miraba con una ceja anclada y de manera despectiva, pues aunque Laura era hermosa, no tenía los recursos para vestir acordes al prestigio del lugar.

—Me han enviado un email para la entrevista de trabajo.

—¿Me puedes confirmar lo que acabas de decir? —Una vez más la miró de arriba abajo detenidamente, dejando en evidencia su desagrado.

—¡Claro que sí!

Laura se puso de pies sintiendo flaqueo en sus rodillas, pues se sentía intimidada con la mirada de aquella mujer y con todo el lugar.

Cuando adelantó dos pasos hacia adelante, vio una pequeña niña con cabellos rubios que venía llorando y se aferró a la pierna de la joven. Laura, sin pensarlo, la tomó en sus brazos. Fue mágico cómo la pequeña se recostó en sus hombros y dejó de llorar.

—¡Bájala en este momento! —le exigió la secretaria.

—¡Perdón! Solo quise ayudar a que no siguiera llorando la pequeña.

—Tu trabajo aquí sería de conserje y has llegado media hora tarde, así que has perdido la oportunidad. Ahora puedes regresar a casa.

El desagrado a primera vista de aquella secretaria era más que evidente, así que Laura, sin omitir palabra, lentamente fue descendiendo para bajar a la niña, intimidada por la fuerte mirada de la secretaría, pero la pequeña se aferró a su cuello y no quería soltarla.

—No quiere.

—¡Te he dicho que la sueltes! —ya el tono de la secretaría era irritable y Ángela fue quien respondió.

—¡Quién diablos te crees para tratar a las personas así!

—A mí me respeta. Yo soy la secretaria de gestión y solo estoy librando esta prestigiosa empresa de gentuza como ustedes.

—Aquí veo a una secretaria que no puede tener una vida diferente a la nuestra. Solo que trae ínfulas de dueña de la empresa. ¿Dónde están los modales?

Alexandra salió del escritorio y se dirigió hacia dónde se encontraba Laura. Ella iba con toda la intención de tomar a la niña por la fuerza de ser necesario.

—Dame a la niña y se largan de aquí.

—¿Qué es este alboroto?

Se escuchó una voz de tenor fuerte. Cuándo sus miradas rodaron, se encontraron con un apuesto hombre de 1,90 de estatura con mirada fuerte… vestía de diseñador y su aroma era algo que no se podía describir con solo palabras. Lo más extraño fue que a Laura se le hizo conocida.

Era él, el hombre con quien Laura había soñado horas atrás. Ella no podía creer lo que sus ojos estaban viendo.

—Señor, yo me encargo de esto.

Él miró a Laura y se quedó sorprendido al ver que la pequeña Gema permanecía tranquila en sus brazos.

—¿Cómo te llamas? —se dirigió a Laura.

—Ella es una de las vacantes para el puesto de conserje, pero llegó con una hora tarde y…

—¿Ya tienes a la persona para ese puesto?

—Sí —mintió descaradamente.

—¡Excelente! Señorita, sígame…

Él inició a caminar y Laura lo siguió. La secretaria los observó enojada y de inmediato se dirigió a Ángela.

—Conozco muy bien a las trepadoras como ustedes.

—No creas que me vas a intimidar, si estamos aquí es porque llamaron a mi amiga, pero independientemente de eso. Yo también conozco a desgraciadas como tú y tengo un posgrado de cómo arrancar sus extensiones de cabello postizo.

Ángela no estaba dispuesta a dejarse humillar y eso lo dejó bastante claro.

Ella esperó a su amiga por unos minutos y luego se marcharon juntas. Laura no dijo una sola palabra y esto la dejó realmente inquieta.

—¿De qué se trató la reunión? ¿Ya tienes un trabajo? —Laura seguía en silencio, provocando que su amiga se detuviera en seco. —¡Ah, no! O me cuentas o no adelantó un solo paso más.

—No. No tengo trabajo. Ese hombre necesita una baby-sitter para su hija y lo mío son los números...

—¿Le dijiste que no querías ser su niñera?

—Él no me dejó decir nada, y en cuanto le dije que no tenía la experiencia necesaria, me sacó de la oficina.

—¿Ya lo conocías? —de inmediato le preguntó.

—No.

—No lo niegues, Laura. Llevas más de un año mencionando a ese hombre y justo esta mañana me dijiste que soñaste con él.

—No sé lo que está sucediendo conmigo. Creo que los golpes en mi cabeza me han enloquecido.

Laura actuaba de manera muy extraña y esto a su amiga la preocupaba mucho. Caminaron una hora y sin darse cuenta ya estaban frente a la casa en donde vivían.

—No estás bien, amiga.

Ella miró a Ángela preocupada y sintió pesar por ella. —No te preocupes, amiga. Desde la tarde de aquel fatídico accidente, jamás estuve bien. Siento mucho haberte hecho pasar un mal momento y perder dinero.

—Lo único que me preocupa es lo que sucedió en esa reunión. ¿Acaso a él te ha faltado el respeto?

—No. Aquí la que está mal soy yo y quiero conseguir un trabajo para ir en busca de un psiquiatra, o temo que todo se me salga de control.

—¿A qué te refieres?

—Ángela. Yo soñé con ese hombre y en mi sueño llevaba la misma ropa que vestía el día de hoy. No solo eso, incluso pude conocer el aroma de su perfume.

—¿Fue una premonición?

—¡No lo sé! Solo me quedé impactada al ver lo que vestía y su rostro era tan familiar, que incluso me atreví a tratarlo de tú…

—¿Qué pasó en tu sueño premonitorio? Debes recordar. —Ángela se exaltó un poco, pues la noche del accidente donde Laura perdió a su familia, ella le contó sobre un sueño y ese sueño horas después se hizo realidad.

—Nada malo. Él se dirigía a mí —hizo silencio y no continuó hablando.

—¿Solo eso?

—Él se acercaba a mí como si yo fuera su esposa y me trataba como tal. —Ella miró a su amiga totalmente sonrojada. —Inclusive me hizo el amor durante el sueño.

—¿Solo eso? ¡Qué sueño tan delicioso! ¡Ay no! Me has dado un gran susto…

Ella miró a Ángela con cariño —Gracias por preocuparte por mí y ser mi compañera fiel.

—Gracias a ti por prestarme tu compañía y ser incondicional. Ahora no sigas con las pendejadas, que no controló esas cosas llamadas, sentimientos y vamos a continuar buscando empleo.

Después de la tragedia que cobró la vida de los padres y la hermana de Laura. Su amiga pasó a ser su lugar seguro y un refugio invaluable.

—¡Maldita perra! —gritó Ángela en cuanto abrió su computador.

—¿Qué sucede? —se acercó Laura de inmediato.

—¡Mira esto! La muy canina nos aseguró que el puesto estaba ocupado y no es así.

Ella se sentía indignada por el maltrato y de inmediato decidió iniciar una queja, pero Laura la detuvo.

—No le demos importancia a personas que no la tienen, amiga. Acabo de recibir otro email para una segunda entrevista. Así que no pienso mirar atrás y a esas personas se las dejamos al karma.

—En algunos momentos me gustaría llamarme de esa manera —terminó golpeando la mesa del escritorio en donde se encontraba la computadora.

—Ya olvida todo y mejor ayúdame a conseguir algo decente para vestir mañana en la entrevista. Capaz esa secretaria me descartó por las fachas que llevaba por salir a toda prisa.

—¡Desgraciada! No sabía la mujer inteligente que despreciaba por ser prepotente y creída.

—¡Vamos!

Ella siguió a su amiga, pero seguía reprochando por el trato recibido, pues estaba segura de no merecerlo.

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