El dolor

«El dolor»

De regreso a la mansión, Laura encontró a la abuela de la niña intentando calmar su llanto, pero sin éxito aparente.

—Buenas tardes. —Laura se presentó con la señora y de inmediato la niña abrió sus brazos para recibirla.

—¿Eres la nueva niñera? —preguntó mirando a la joven de pies a cabeza.

—Así es. —Se acercó y tendió su mano. —Mi nombre es Laura, un placer conocerla.

Ella se quedó pasmada al ver que la niña tomó el tetero, la arrulló en sus brazos para que se lo tomara e hizo silencio inmediatamente.

—¡El placer es mío! —respondió aún impactada. —¿Hoy no era tu día libre?

—Así es, pero el señor Wilson me pidió que regresara para cuidar de la pequeña, ya que no paraba de llorar.

La señora Amanda tenía muchas preguntas. —¿Sabes que Gabriel está a punto de perder a la niña?

—¿Qué? No sabía nada.

—La familia de su esposa insiste en que él no cumple con los requisitos pautados para cuidar de la pequeña, incluso alegan que la niña no está bien de salud. 

—¡Oh no! Imagino que ha de ser por todo el caos que desencadena cada vez que la pequeña inicia con su llanto. Esos momentos son caóticos para el señor Wilson.

—Lo peor es que no sé si mi hijo quiere conservar a la pequeña.

—¡No puede ser! Él se ve muy feliz en compañía de la pequeña Gema.

—Todo es un caos con mi hijo, todavía está impactado por la pérdida de su esposa e incluso ha visitado al psiquiatra, ya que culpa a su hija de la trágica muerte de su madre durante el parto.

—¡Qué tristes! No tenía ningún conocimiento…

—Te pido disculpas, sin conocerte he venido a llenarte de problemas ajenos. Ya te he hablado sobre estas cosas, pero en realidad estoy muy preocupada por mi hijo. Su vida ha cambiado literalmente y estoy muy preocupada.

—¿Estaba enferma la mamá de Gema?

—Durante el parto, ella falleció, dio su último aliento cuando conoció a su hija. Los doctores no saben describir la causa de su muerte, dicen que puede tratarse del síndrome de Hellp (una variante de la preeclampsia), pues todo parecía estar en control y de un momento a otro todo se complicó y perdió la vida.

—Debió de ser muy doloroso para el señor Wilson —Amanda asintió con dolor evidente.

En ese instante, la puerta se abrió y Gabriel entró caminando a la mansión, así que su madre no terminó de hacerle la historia, se puso de pie y fue a recibir a su hijo.

—Me habías comunicado que tenías una cita importante, pautada para hoy.

Ella miró su reloj. —Sí, ya voy saliendo, solo estaba conociendo a la baby-sitter de la pequeña Gema.

—Ha sido un placer, señora Amanda.

Laura se marchó y los dejó solos para que pudieran hablar. Subió a la habitación de la niña, la hizo tomar un baño, la arregló para salir y, una vez preparadas, bajó las escaleras.

—Ahora vamos a salir.

A su regreso, él la observó detenidamente. —¿Irás así vestida?

—Sí. Le he preguntado al doctor de la pequeña que si ya puede comer helado y él ha ordenado que pocas cantidades de azúcar, así que solo iremos al parque por un helado y aprovecharé para mostrarle los colores de la naturaleza.

Extrañada por la pregunta y algo avergonzada, se marchó en compañía del chofer. Esa tarde ambas disfrutaron del parque. Gema se reía y disfrutaba de su paseo a plenitud, disfrutando de la oportunidad de jugar como una niña de su edad. Laura aprovechó toda la energía de la pequeña y regresaron a casa cuando ya se había dormido.

Ya de regreso la despertó, le dio un baño para sacar el sudor y la ropa sucia, luego volvió a dormirla. En el momento en que la acomodó en la cuna, el tenor fuerte de la voz de Gabriel asustó a la joven.

—¡Lo haces ver tan fácil!

Ella dio un salto —Perdón, no sabía que estabas ahí…

—¿Me puedes acompañar? —ella asintió y juntos fueron a la habitación de Laura.

—¿Qué es todo esto?

Ella se sorprendió bastante al ver su cama llena de vestidos, cajas de zapatos y carteras. Todo estaba nuevo y con etiquetas.

—Son regalos para ti.

Ella sintió vergüenza, pues por la mirada interrogativa que le lanzó en la tarde solo pensó que se avergonzaba de cómo ella se veía y por eso le ofreció ropa nueva.

—¿Por qué los regalos? Estoy consciente de que no son parte de nuestro contrato laboral.

—No pienses mal, esto es por tu buen desempeño en el trabajo y porque gracias a ti ha regresado la paz a mi hogar.

—Y… yo solo hago mi trabajo…

—Entonces, por eso te estoy recompensando.

Gabriel hablaba sin ninguna expresión y, hasta ese momento, Laura se percató de que desde su llegada a esa mansión en su rostro no había parecido una sonrisa, ni siquiera cuando su pequeña jugueteaba con él. Parecía de hielo, su forma de expresar era seca y contundente, su dolor se apreciaba con solo mirarlo. Era tan fácil percibir el vacío de su pecho y sentir preocupación.

—¡Muchas gracias!

—Era todo lo que tenías que decir desde el principio.

Con esas palabras dejó demostrado toda su intención de marcharse, pero ella lo detuvo, volviéndose atrevida.

—Si en algún momento deseas hablar y sacar todo el dolor que emana de sus ojos, yo lo puedo escuchar.

Aun de espalda le respondió —¿Qué lograría con eso?

—Sacar de adentro todo el dolor que lleva su corazón. Los seres humanos tenemos luchas internas y creemos que somos tan fuertes que decidimos no compartirla y cada día somos aplastados por una gran carga que con solo palabras podemos compartir.

—¿Tú ni siquiera imaginas el dolor que llevó en mi corazón?

—Entiendo que ni siquiera lo imagino, pero cada persona tiene una historia. — Ella fue a su cartera y sacó una libreta de apunte con un hermoso bolígrafo, llevaba una G (inicial del nombre de su jefe), se acercó y se la entregó.

—Como hoy es día de regalos, me he atrevido a comprar este pequeño detalle para usted. Si no deseas hablar de lo que tienes atorado en su corazón y lo mantiene entristecido, le invito a que lo escriba y luego lo lea, estoy segura de que de esta manera podrás aligerar tus cargas.

Con mirada inexpresiva se dio vuelta y caminó hacia ella, miró la libreta y luego la miró a ella —Tú, ¿qué vas a saber de un gran dolor que te atormenta de día y de noche? ¿Qué puedes saber sobre lo que siento? ¿Qué sabes de la culpa que llevo cada día y el remordimiento de no poder hacer nada a la hora de perder al ser que más he amado sobre la tierra?

—Yo sí sé y tengo pleno conocimiento de dolores fuertes.

—¿Sí? ¡A ver, sorpréndeme!

—Tener un sueño premonitorio donde pierdes a toda tu familia, en el cual pasas horas sufriendo su partida, te despiertas con la almohada húmeda de tantas lágrimas y dolor, no es suficientemente doloroso, ¿cierto? Así que después de sufrirlo durante un sueño, me tocó vivirlo. Yo también sé lo que se siente cuestionarse por no poder hacer nada y ver la vida de los seres que más he amado sobre la tierra desvanecerse justo frente a mis ojos.

Una sensación extraña llegó al pecho de Gabriel al escuchar las palabras de Laura, pero lo sorprendente era que lo contaba como si no lo hubiese vivido.

—¿De verdad te tocó vivir algo tan horrible?

—Así es, sufrí en mi subconsciente la muerte de mis padres y de mi pequeña hermana y luego me tocó sufrirla en vida propia con solo horas de diferencia.

Con miedo a hablar o quebrarse delante de su empleada, él se acercó, tomó aquella libreta, le agradeció por el regalo y se marchó a su habitación.

Cada día era más difícil entender a su jefe, pues era un hombre inalcanzable, alguien que lo tenía todo: apuesto, adinerado, poderoso y con una hermosa familia. En cambio, la tristeza amenazaba con llevarlo al abismo.

Él a su regreso a la habitación no creía lo que sucedía y de inmediato entró a su computadora y busco un accidente como el que ella había mencionado, allí fue cuando confirmó lo que le decía, pero lo verdaderamente extraño era su expresión tranquila, como una persona hablaba de perder a sus seres queridos sin asomar una lágrima de dolor en sus ojos, ¿se puede ser tan fuerte? ¿Cómo se aprende a vivir con el dolor?

—Permiso, señor. La señorita Sabrina ha insistido en comunicarse con usted toda la tarde.

—No quiero hablar con nadie, dile que ya me he dormido —terminó haciéndoles gestos con las manos para que saliera de su habitación.

Él seguía indagando sobre el accidente de Laura y fue algo totalmente horrible. Estaba prestando total atención cuando su celular lo interrumpió.

«Clin» Mensaje nuevo:

Sabrina: —¿Olvidas que tienes una prometida?

Gabriel: —¿Olvida que soy un hombre ocupado?

Sabrina: —Esa excusa no me convence, así que inventa otra…

Gabriel: —Estaré trabajando en eso. Cuando lo tenga resuelto, te informaré. Buenas noches.

Dejando a Sabrina totalmente irritada por su desprecio, apagó su celular y se recostó en su almohada, donde minutos después quedó dormido como una roca.

—¡Que no crea que se va a librar de mí! —expresó Sabrina molesta.

—¿Qué sucede, hija? Déjame adivinarlo. Otra vez Gabriel y sus problemas.

—Sus problemas no me importan, necesito que se case conmigo y siempre le da más largas.

—Debes de tener paciencia, hija.

—¿Más? ¡No quiero! Esta relación a distancia me está dificultando obtener lo que deseo. Así que en cuanto los médicos me den un diagnóstico positivo sobre mi padre, me iré a vivir a Los Ángeles con Gabriel y buscaré quedarme embarazada lo más rápido posible.

—No creo que sea una buena opción y menos después de que saliste corriendo por los gritos irritables de su hija.

Ella hizo rostro de horror —Achí, no me lo recuerdes, esa chiquilla malcriada es insoportable.

—¿Imaginas que salgas embarazada de mellizos como tú y tu hermano? Dos bebés chillando toda la madrugada.

—¡Ay no! Ya me convenciste. Mejor me invento otro método de seducción, pero ¡mocosos chillones, no quiero!

Ella tomó su celular y llamó a la madre de Gabriel para contarle lo mal que estaba siendo tratada. Cómo siempre haciendo su papel de víctima.

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