Un último abrazo

Laura no podía conciliar el sueño por más que lo intentó. La conversación con su jefe la hizo ir en retroceso y los rostros de sus padres y su pequeña hermana llegaron a su mente.

Los extrañaba y le dolía solo pensar en ellos. En ese momento observó a la pequeña Gema mientras dormía en su cuna y entendió el porqué de su llanto, pues aunque era muy pequeña, podía sentir la ausencia de la mujer que le dio la vida.

—Eres tan pequeña para vivir una ausencia tan dolorosa, pero te entiendo bastante y quizás por eso sientes tranquilidad en mi compañía. Pues estamos conectadas por un sentimiento y una gran pérdida.

Para no despertarla, ella decidió salir a caminar al jardín e intentar terminar de leer un libro, así que lo tomó y se marchó de puntillas para no despertar a Gema.

Mientras Gabriel por fin estaba teniendo un sueño junto a su amada Sandra.

—¡Mi amor! ¡Estás aquí!

Él la abrazó fuerte y se quebró a llorar en sus brazos. Ella estaba vestida de blanco y en su cabeza llevaba una corona de flores. Se veía hermosa, tal como él la recordaba.

—No estás cumpliendo con lo pautado, Gabriel.

—No puedo sin ti, ¡no puedo!

—Ya no me puedes amar, ahora el destino nos separó y es momento de superarlo. Vive y ama para que puedas volver a encontrar la felicidad.

—¡Nooo! ¡Llévame contigo! No quiero seguir sin ti. ¡No quiero!

—Mi tiempo se cumplió y te amé cada día de mi vida, pero ha llegado el momento de liberarte.

—¿Qué dices? ¡No!

—Gema, te necesita. Yo deposité mi amor en ella y la dejé para que fuera tu compañía. También quiero que sepas que estaré muy cerca de ti, muy cerca.

—¡No quiero estar sin ti! Cada día es un infierno en tu ausencia.

—Debo irme, ven y dame un último abrazo.

Él la abrazó fuerte y una vez más pudo percibir el aroma de su piel. Aunque fue un sueño y despertó abrazando la almohada y llorando como un niño, agradeció a la vida por hacer posible un sueño tan hermoso. Un sueño que realmente estaba necesitando.

—¡Gema!

Él se puso de pie y salió a buscar a su hija. Desde ese día decidió encargarse de su pequeña en todo momento y cumplir con su promesa.

De camino chocó con Laura y rápidamente la tomó en sus brazos para que no cayera al piso. Él no sabía si era producto del sueño que tuvo momento atrás, pero al tenerla en sus brazos, sintió cómo su piel se erizaba y creyó tener a Sandra en sus brazos.

—¡Perdón, señor Wilson!

De inmediato salió corriendo de la situación y tomó distancia.

—Estaba concentrada leyendo mi libro y no lo vi venir.

—Tranquila, yo fui imprudente, lo admito…

Ella lo miró sudado y algo exaltado, cuando la temperatura era agradable y esto llamó su atención.

—¿Se siente bien, señor Wilson?

—Solo dime, Gabriel, ya eres parte de esta casa y las formalidades son un poco tediosas.

Ella se sintió avergonzada —entendido.

—Quiero dormir con Gema. He despertado con esa necesidad y por eso he salido a buscarla…

—Adelante, yo le ayudaré a llevarla hasta su habitación.

—No.

—¿No?

—Estoy seguro de que ella va a llorar, así que he decidido dormir con ustedes.

—¿Por qué podría llorar? Usted es su padre y de alguna manera su compañía puede brindarle tranquilidad.

—Necesito dormir junto a ella en su habitación, así que ahora vuelvo.

Él regresó por una almohada y al llegar a la habitación, Laura ya tenía a la niña en la cama y ella estaba arreglando el sofá.

—¿Vas a dormir allí? —ella asintió. —¿Estás segura de que no estarás incómoda?

—No. Este sofá es una nube esponjosa al lado de mi rígido y firme colchón.

—Arriba, hay habitaciones amplias y tienen dos camas disponibles. Si quieres, me dices y le digo a Sofía para que acondicione una de ellas y lleven la cuna y las cosas de Gema.

—¿Dos camas? Eso me recuerda a mi amiga Ángela. La extraño tanto.

—¿Quién es ella? ¿La chica que te acompañaba el día que te vi en la empresa? —ella asintió.

—Es lo único que tengo en esta tierra. Mi amiga y mi única familia.

—¿Quieres que venga y trabaje aquí contigo?

—No lo sé, tendría que preguntarle.

—Pues aquí no hay muchas cosas para hacer y ella te sirve de compañía. Me sentí mal contigo por arruinar tu día libre y con esto me gustaría compensarte.

—En cuanto la llame le haré la propuesta y en cuanto a mi día libre, tranquilo, no es mucho lo que puedo hacer allá afuera. Y bueno, a dormir… Mañana tienes trabajo pendiente y debes descansar.

Ella se acomodó en el sofá y él abrazó a su pequeña. Estaba relajado por la compañía de Laura, pues había pasado mucho tiempo antes de sentirse a gusto en compañía de una persona y asoció que Gema se sentía igual.

Esa noche el sueño salió de su cuerpo y solo contemplaba lo hermosa y parecida a su esposa que era Gema. Ese pensamiento lo hizo tomar su almohada y regresar a su habitación, donde permaneció sentado en el sofá y sin cerrar los ojos durante toda la noche.

—¡Papá, papá!

Escuchó pequeños golpes en la puerta y se puso de pie para ir hasta allá.

—Hola.

Él observó a la niña con un nuevo peinado y después de mucho tiempo sonreía…

—¿Quién te ha peinado tan bella?

—Nana —terminó señalando hacia dónde se encontraba Laura.

—¿Nana?

—Sí. Ella me decía mamá y como no es lo correcto, pues la enseñé a decirme de esta manera.

Él observó a Laura y al verla con un vestido veraniego de los que él mismo le había obsequiado, no pudo dejar de pensar en Sandra.

Aunque Laura era totalmente diferente a su esposa, siempre que estaban juntos podía sentir la paz que ahora ella le brindaba.

—Ella vino a buscarlo para desayunar en su compañía.

Él miró su reloj. —No creo poder hacerlo, se me hará tarde y tengo una junta pautada para hoy.

—Gabriel. Gema debe ser tu prioridad, ella te necesita, pues es pequeña y aún así siente el vacío de esta casa.

Esas palabras taladraban en su pecho, así que cambió de opinión y con todo el amor acompañó a su pequeña y a Laura al desayuno.

Gema reía y apreciaba su alrededor. Deleitó a su padre hablando sobre los colores y los números. Un desayuno tranquilo, como habían pasado años sin disfrutar, pero no pudo quedarse por más tiempo y se marchó a la empresa a terminar los pormenores.

—¿Otra vez la niña no te dejó dormir? —entró Tomás. Su amigo y con quien solía hablar.

—Ella está muy tranquila desde que su baby-sitter nos acompaña. Esta mañana hemos tenido un desayuno, los tres que realmente disfrutamos y había pasado mucho tiempo desde que eso sucediera.

—¿Te gusta la mujer? —terminó haciendo esa mirada incómoda que Gabriel odiaba.

—Yo sigo enamorado de mi esposa. ¿Lo recuerdas?

—Lo entiendo, hermano, pero es hora de abrir los ojos y buscar a una mujer para casarte o Sabrina será tu destino.

—Nadie me va a imponer a una mujer caprichosa y maleducada. Y es como ya te lo he dicho, aún amo a mi esposa y no quiero mirar a nadie más.

—No dudó de que eres un hombre con determinación, pero conoces a tu madre y ella está decidida a hacer posible ese matrimonio.

No sabía por qué, pero en ese momento llegó Laura a su mente. —Prefiero hacer un matrimonio bajo contrato con Laura. Por lo menos con ella, Gema está tranquila y siente seguridad.

—¿Un matrimonio contractual? —risas alocadas. —Eso no te define para nada. Admite que te gusta la mujer y esto solo será una excusa…

—¡No! Laura es todo lo contrario a lo que me gusta de una mujer. Me gustan las rubias y ella es morena y muy normal. No digo que sea fea, pero…

Tomás se quedó observando a su amigo. —Cada día está un poco más loco. En las mujeres no se buscan rasgos físicos… En mi opinión, pido suerte para salir bien librado de la locura que es el amor en todo el sentido de la palabra.

—¡El amor es solo una m****a! Y ya no me puede hacer más daño del que me ha hecho.

—Entonces, por eso planeas un matrimonio contractual con la baby-sitter. ¿Cierto, señor correcto?

—No te he asegurado nada, solo hice una suposición. —Él se quedó en silencio mirando al espacio y Tomás no lo podía dejar de observar hasta que decidió hablar. —Anoche soñé con Sandra.

—¿Sí?

—Sí. Aunque me dijo que no estaba cumpliendo con lo prometido y tenía que seguir sin ella.

—Te lo he repetido mil veces.

—¿Cómo hago para que mi corazón desee a alguien más y la ame como a ella? Solo te puedo decir que nadie hizo un manual para enseñarnos a vivir sin la mujer que amamos y ella era la dueña absoluta de mi corazón.

Ver tanto dolor en sus ojos hizo que su amigo cambiara de tema y se postrara ante un amor tan hermoso, un amor que solo pudo separar la muerte inminente.

—Tu reunión está pautada para dentro de 30 minutos. Enseguida iré a terminar con los pormenores.

Tomás se marchó en el momento en que Gabriel, por consejo de Laura, había decidido hablar de cómo se sentía. También entendió que Tomás no era la persona más indicada, pues siempre lo dejaba hablando solo.

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