No estoy a su nivel

—¿Cómo se siente la niña, Laura? —Las visitó Sara, y como siempre se mantuvo al pendiente

—He controlado la temperatura y me he comunicado con su pediatra. Él indicó los medicamentos que debía suministrarle y me repitió que, de seguir con las fiebres elevadas a temprana hora de la mañana, la llevaría a su consultorio.

Sara se acercó a la cuna de la pequeña y al tocar su frente, la fiebre había desaparecido por completo.

—Eres un ángel, hija, has llegado a esta casa para cuidar de Gema y hacer que su vida sea más tranquila.

—Ella es más fuerte de lo que se puede apreciar a simple vista, Sara. En muchas ocasiones me ha sorprendido, pues es tan pequeña y lucha con tantas fuerzas que es admirable.

Ellas seguían reunidas en la habitación cuando la puerta se abrió y ambas dirigieron su mirada y se encontraron con Gabriel. Él había regresado con hipo y, en cuanto Sara lo observó, pudo darse cuenta de que había estado tomando, pues cada vez que ingería alcohol, el hipo llegaba a su vida.

—En
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