Capítulo 2

Acabo llegando diez minutos tarde, luego de que mi coche se pusiera en mi contra y se negara a arrancar.

Y no fue hasta que, después de insultar toda mi mala suerte y prometer que si se portaba bien haría que le dieran una encerada extra y que lo llevaría a la playa un día de semana, (sé que estoy siendo absurda, pero mald¡tamente funcionó), mi coche arrancó y, aunque pisé a fondo el acelerador y me pasé un semáforo, terminé llegando de todos modos tarde.

No obstante, a pesar de cubrirme de gloria por mi retraso y mi desliz cuando una página impropia con imágenes extremadamente obscenas se abrió en medio de la presentación entre el editor en jefe y el autor del momento, pude salir adelante y completar el resto de la reunión con bastante tiempo extra para responder las preguntas apropiadas y calmar mis abochornadas mejillas por el momento tan incómodo que me había tocado vivir.

Ahora, después de todo, la pequeña salita de juntas está en silencio. Yo de pie en frente y con dos pares de ojos observándome con atención; mi jefe impertérrito, con sus ojos ámbar calmados y Scorpius deslizando la mirada con atención entre mi rostro y las imágenes que aún se proyectan detrás de mí.

Mis dibujos e ilustraciones se encuentran dispersos en la mesa frente a ellos. Mi corazón late con fuerza, tengo los nervios a flor de piel y el temor de que lo haya arruinado todo, crece como el fuego. 

Pasan cinco segundos.

Luego diez.

Llegamos a los treinta y estoy cerca del ataque nervioso por su especulativa mirada sobre mi trabajo.

Minuto.

Minuto y medio.

Y lo único que quiero es gritar.

¡Digan algo!

—Me encanta — dice al final el autor. 

Dejo escapar una exhalación profunda, casi desinflándome frente a sus ojos, pero me repongo con rapidez y cuadro mis hombros.

Me dedica una sonrisa afable, es cálida, y sus ojos claros son tan amables como la sinceridad que transmite su rostro. 

¡Santo infierno, lo logré! 

—Es exactamente lo que busco — afirma, encantado, volviendo a observar a mi jefe y luego de nuevo a mí —. Es audaz, sexi y preciso. No podría siquiera seguir buscando las palabras exactas para lo que ha propuesto.

—Usted es el experto, sí dice que no hay más palabras para abordar esto, no me queda más que creerle — digo, sonriendo. 

Él suelta una risa, mientras sacude la cabeza y sus ojos brillan llenos de humor. Se levanta de la silla y le tiende la mano a mi jefe, quien también se pone de pie y acepta el gesto. 

—La quiero a ella, Delmar — dice y me lanza una mirada con una hermosa sonrisa brillante. 

Mis mejillas toman ligero calor, pero no dejo de sonreír, controlando mis ganas de brincar de alegría como una niña.

Mi jefe responde con un asentimiento satisfecho. 

—Te dejo en buenas manos — contesta—. La señorita Doherty es brillante y sé qué hará un gran trabajo. 

—No tengo dudas sobre ello — le responde a mi jefe. 

Estoy pletórica, pero debo controlarme.

Mi jefe se dedica a platicar con él un poco más y como ninguno de los dos me toma atención, aprovecho el instante para desconectar mi computadora y guardar mi portafolio. 

¡Santo infierno! ¡Lo logré! ¡Lo logré!

—Cuide de él, Doherty — dice mi jefe de buen humor.

Cuando levanto la mirada, él ya está en la puerta despidiéndose de nosotros.

Davis Delmar no se queda en un lugar más de lo que lo necesitan y es un as para pillar nuevos talentos, por eso es el jefe de edición en LovEly Publishing. Un jefe buenísimo. Serio, pero calmo, con sus propias reglas en el trabajo y, ¿por qué negarlo? Increíblemente guapo; con ese pelo castaño, ojazos parecidos al whisky y esa piel morena deliciosa.

Algunas de las chicas del piso de edición babean por él.

Tiene un cuerpo de infarto y una sonrisa que hace que las bragas se te bajen solas… incluso si hay un fuerte rumor de que es gay, porque jamás le han visto con ninguna mujer. Pero, aunque lo fuera, eso no le quita un ápice de hermosura. Todas seguirían coladitas por él de igual forma. Es inevitable. Y, vale, no tiene ese fuerte efecto en mí, no es mi tipo. Es exquisitamente hermoso y no me avergüenza aceptarlo, pero lo admiro. Y no me atrae sexual ni románticamente, lo cual, si lo pienso, es lo mejor para mí.

Sin líos amorosos de ningún tipo ni con nadie. 

Termino de cerrar la cremallera de mi maletín y lo cuelgo en mi hombro, dispuesta a recoger el resto de mis cosas e ir a casa. 

Me volteo e impacto contra un pecho firme. Trastabillo de inmediato un paso atrás.

—Lo siento — me disculpo con una sonrisita tímida. 

El señor Backer me mira con una sonrisa cándida.

Es alto, más que yo, y tiene una sonrisa encantadora. 

—Haremos un buen equipo — me dice, tendiéndome la mano.

—Lo mismo digo, señor Backer— la acepto de buena gana. 

Porque en serio creo que así será.

Amo su trabajo; es asertivo, multifacético y, ahora, demasiado caliente para mi propio bien, su propio bien y el bien de todas las personas que están esperando ansiosos su próxima historia. Y estoy tremendamente agradecida de que mis conceptos le hayan gustado. Más bien, ¡estoy que exploto de felicidad! He estado trabajando en aquellos dibujos desde hace tres semanas. Días de los cuales me pasé encerrada en casa viendo la luz del día mínimamente, con tal de que todo saliera perfecto. 

Niega mientras aun sostiene mi mano.

—Nada de formalidades, por favor. Nos estaremos viendo a menudo, me será muy incómodo ser tan formal. Asique, tutéeme, señorita Doherty, por favor.

Sonrió y alzo la barbilla.

Me gusta, tiene un aura tranquila y amigable, aunque debo admitir que de todas formas que es guapo a rabiar con su rostro masculino con barba de pocos días, su cabello negro tiernamente enroscado en las puntas, sus rasgos con la mezcla de encantador y duro, que acompañan ese par de ojos tan celestes como el cian.

Es sexi de modo encantador, como mi jefe. 

—Lo haré — cabeceo —. Solo si usted me tutea también. Puede llamarme Lía. 

—Soy Marco — un brillo desconocido cruza su mirada y aprieta ligeramente más mi mano, alargando mucho más nuestro saludo. 

Alguien toca la puerta de la sala y, un segundo después, Sabrina abre un poco y se asoma.

—Señor Backer, la señorita Anthon ha llegado — informa y abre un poco más la puerta —. El señor Delmar dijo que podía utilizar esta sala durante la próxima hora, si así lo amerita.

—Gracias — le responde él y yo le suelto. 

Sabrina se retira y deja espacio para que, entre una chica rubia, de brillantes ojos verdes silvestres, rostro fino y una tímida sonrisa.

Su paso es seguro mientras se dirige a nosotros. Lleva el cabello atado en una coleta alta y un traje color rosa pálido hermoso que se ajusta a ella de forma fantástica. Sus tacones nude, sobre todo, son lo que llaman mi atención. Esos zapatos de Channel, no pasan desapercibidos. Ya lo sabré yo bien.

Ella me dedica una corta mirada que pasa de la cortesía a la curiosidad en un parpadeo. La veo fruncir ligeramente el ceño mientras me estudia, pero tan rápido como me está observando, su mirada se dirige a Marco e inmediatamente sus mejillas adoptan un leve e inocente rubor.

—Lía, mi nueva asistente, Airi Anthon. Señorita Anthon, mi ilustradora, Lía Doherty — hace las presentaciones pertinentes.

—Un placer — ambas nos tomamos las manos y sonreímos con cortesía. 

Se ve una chica dulce, su voz es melodiosa y, si no me engaña mi mirada audaz, presiento que ella siente algo por su nuevo jefe. 

—Los dejaré a solas — doy un paso atrás para rodearlos y retirarme.

Marco me detiene, poniéndose justo frente a mí. 

—¿Podría invitarte a cenar?  — propone con suavidad. 

Su mirada es un mar de calma y esperanza. 

Está atento a mi reacción y yo no puedo más que mirarlo asombrada por su osadía. Me resulta realmente sorprendente su invitación, sobre todo porque será mi superior y porque nos acabamos de conocer hace poco.

Doy un breve vistazo a la chica que se mantiene en segundo plano. Su rostro ha dejado atrás el rubor y ahora se encuentra pálida, aunque sus ojos verdes no pierden detalle de ambos. Definitivamente a Airi le gusta Marco, pero mirándolo bien a él, no es de extrañar.

Vuelvo a tomarle atención y abro la boca para negar amablemente. Si bien no debe importarle los sentimientos de esta chica a la que no conozco de nada, debo admitir que no me sentiría cómoda cenando con él. 

—Si serás mi ilustradora de cabecera, es mejor que comencemos a conocernos mejor — agrega, ampliando su sonrisa e interrumpiendo mi negativa —. Me gusta tener un buen equipo, Lía, y deseo de corazón que hagamos un buen trabajo. 

—Marco… — comienzo, pero él nuevamente me interrumpe. 

Esta vez mete la mano al interior de su chaqueta y me tiende un pequeño trozo de cartulina gris.

La acepto, con un poco de reticencia.

—No tienes que responder ahora — dice suavemente. 

Puedo ver que en la cartulina oscura está impreso su nombre en letras plateadas, junto con su número de contacto y un par de direcciones electrónicas. Pensaba que solo íbamos a comunicarnos por e-mail y, si la suerte estaba de mi parte, tener reuniones una vez cada semana para que diera el visto bueno a mi avance… Pero ahora resulta que este encantador, quiere tener una cita conmigo. Y soy lo suficientemente lista para leer entre líneas y darme cuenta que nada tiene que ver con una junta de trabajo.

Me siento halagada y desconcertada.

Quiero trabajar con él, tengo muchos ánimos de hacerlo, pero no de esa manera. 

—Puedes llamarme si te apetece aceptar mi propuesta o por si tienes alguna duda sobre mi trabajo — se inclina hacia adelante y planta un beso en cada mejilla, me sobresalto ligeramente ante su contacto. Luego toma distancia y me sonríe con suavidad —. Sería un honor saber de ti antes de nuestra reunión y, sobre todo, que me hagas compañía cualquier noche en un restaurante. 

La lengua se me ha quedado trabada y, lo peor de todo, es que mi reacción no es nada comparada al rostro de la chica que está detrás de Marco. La pobre ha perdido definitivamente el color en las mejillas. 

—Yo… — carraspeo un poco cuando recupero mi capacidad de pensar —. Lo tendré en cuenta.

Esto me supera.

Este tío es un ligón.

Es atractivo, sí, pero algo me dice que este tipo de invitaciones las hace con cualquiera que llame un mínimo de atención.

Es famoso, rico y exitoso, no es como si no pudiera permitírselo. Pero, de todos modos, me trastoca… 

Acabo por despedirme con rapidez de ambos y escapo.

Los ojos de esa chica me siguen y cuando se da cuenta que le devuelvo la mirada, ella aparta los ojos en directo al suelo. Vaya…

Esto ha terminado más raro de cómo ha comenzado. 

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo