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Capítulo 30: Dulces colombianos

No sé en qué momento me ha subido en la mesa, pero, la realidad es que me preocupa que yo abra mis piernas para abrazarlo con estas sin tener un poco de vergüenza. Porque eso no fue algo que ordené hacer y si realice.

— ¿Qué me estás haciendo? ¿Eres el plan de uno de mis enemigos o qué demonios sucede? — pregunta Arnold colocando su frente a la mía.

— No podría relacionarme con esas personas crueles. Ellos son unos desgraciados que no merecen algo más que su caída. Yo no puedo ser alguien enviado por ellos cuando la violencia no es algo de mi agrado.

— Por favor, no me falles, estoy entregándome por completo a algo que no sé cómo manejar pero quiero sentir. No me hagas daño. — pide Arnold como un pequeño pollito pidiendo abrigo a su madre la gallina.

Por lo que, lo abrazo aunque en la posición en la que e
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