MarthaDescubrí en este poco tiempo que estar en la inconsciencia era mejor, las pocas veces que despertaba el dolor en mi estómago era un poco insoportable, me sentía tan cansada que apenas unos minutos después volvía a dormir, para mi tercer día postrada en cama abrí los ojos y no vi a nadie cerca, fruncí el ceño, veía algo diferente en donde me encontraba, pero no lograba dar con lo que era, carraspeo para ver si podía tragar mejor y una mano caliente tomaba la mía, giré hacia otro lado y allí estaba él.Mis músculos tensos se relajaron visiblemente y él profundizó la arruga entre sus ojos en su estado de preocupación, hoy se veía vestido con unos jeans y una camisa de botones manga larga enrollada en sus antebrazos, poder y fuerza que derrochan eran imposibles evitarlas. Nuestra particular tensión seguía palpable en el ambiente, sin embargo, era eclipsado por este ambiente antiséptico.—¿Despertaste? —se veía preocupado.Lo noté por las oscuras bolsas oscuras bajo sus ojos y el qu
GIOLuego de las palabras del médico más ganas tenía de llevarme a Martha de aquí, el doctor la veía como mujer y no como paciente y eso me enerva.—Como diga, jefe— Manuel se dio media vuelta y se fue.A mi encargo no le vio nada extraño ni pestañeo así que no me preocupa en exceso por eso ni por nada, regresé después con Martha, que en el hospital y para el mundo se llamaba Monique.Ella seguía asimilando eso y a veces no prestaba atención cuando se dirigían a ella con ese nombre y yo amablemente le recuerdo con apelativos cariñosos que el médico o la enfermera le hacen una pregunta.—¿Cuándo piensan darla de alta? —cuestionó la Nonna molesta por no imponerse por encima del cuerpo médico. La Nonna estaba cerca de la habitación de Martha por lo que nunca está descuidada.—Espero que hoy, aunque ella está igual de insistente que tú— le dije a modo de reproche cariñoso.Al parecer la Nonna pensó que era un halago.—Ya sabes lo que dicen ¿no? Los hombres siempre buscan a su figura mater
MARTHALos días pasan lentos estando en cama, todos están al pendiente de mí y no es que no me guste, es que me sofocaba en exceso, quería salir de estas cuatro paredes, no estaba acostumbrada a pasar el día sin hacer nada. Nada de nada.No estoy acostumbrada a este tipo de atenciones, así que trataba de no molestar más de la cuenta, al menos los convencí de que podía ir al baño sola y también ducharme, aunque Gio con cualquier excusa siempre me baña con mucho cuidado y deleite y de eso no me voy a quejar jamás, los cuidados del temido capo era lo favorito de mi día.Ese tipo de cosas me hacen preguntarme en donde estaría yo ahorita si Miguel no me hubiera engañado y no hubiera fingido su muerte, que hubiera sido de mí de no conocer a un hombre como Gio Santori, a una amiga como Isolda, a una mujer tan llena de sabiduría como Isabel.—¿En qué piensas, nena? —habla Gio desde el marco de la puerta.Tenía medio cuerpo recostado del marco de la puerta mientras me veía atento, vestido con
MARTHA No solo era mi recuperación lo que me tenía un poquito de mal humor, eran las ganas de tener a Gio entre mis piernas, nunca fui una mujer necesitada de sexo, si no lo tenía no le daba mucha importancia. Para que darle vuelta a algo que no se podía obtener. Si bueno, eso era en el pasado, mi presente era un poco más frenético, acelerado y aterrador me convertía en otra mujer estando cerca de Gio y eso a veces asustaba. A veces no me reconocía cuando sentía las ganas de abordarlo, solo había pasado una semana desde que me dispararon, me sentía mejor, pero Gio no se me acercaba de esa manera y no sabía si estaba usando otros medios para aliviarse, si aún me deseaba o no, después de todo era un hombre ¿no? ¿Los mafiosos son fieles? —Debes tomarte las medicinas Martha, es para el dolor— insistía Isolda. —Me dan sueño, son muy fuertes y no las quiero— rebatí enojada no con Isolda en sí, sino cansada de tantas pastillas que me dejaban aletargada. —Necesitas esto, aunque sea la mi
Martha Corrí hasta alcanzar la gaveta de mi mesita de noche sacando el arma y revisando que estuviera cargada, cuando me giré Isolda me veía con ese gesto inescrutable que no me dejaba leer lo que pensaba.—Vas a ir siempre detrás de mí y como dice Gio, dispara primero...—Pregunta después —afirme decidida, aliviada de que no quiera encerrarme, en no sé dónde.No iba a dejar a la Nonna sola, bajamos con cuidado y me sorprendía que con el tamaño y el peso de Isolda está apenas emitía un sonido, la imite lo mejor que pude, pero no me sentía tan grácil como ella.Al pie de la escaleras se escuchaban voces, pero ya no estaban en la sala estaba angustiada porque alguien le hubiera hecho daño a la Nonna.—Eso es ridículo— sentenció la Nonna a voz en grito —aquí no hay ninguna Monique.—Esa tal Monique mató a mi hermano— asegura el hombre y hundo el ceño extrañada, yo no he matado a nadie.—Tu hermano murió sólo, al meterse con la mujer del Capo de todos y ahora lo harás tú, por irrumpir de
IsoldaEstábamos poniendo la primera capa de pintura cuando la noche caía, pasamos todo el día moviendo escombros y quitando muebles para no mancharlos de pintura, Manuel y los chicos salieron a fumar, la Nonna estaba en la cocina cuando una Martha con pintura en su cuello y pómulo se me acercó con una cerveza fría, ella llevaba un té frío en las manos.—¿Alguna vez me terminarás de contar tu historia? —indaga curiosa.Me giré para verla, era hermosa en verdad, a la par de fuerte y valiente, aunque yo lo vea imprudente, pero es parte de lo que es. Solo pienso en Gio cuando venga y sepa lo que pasó.Porque nada se le escapa al Capo de todos.Martha es una mujer paciente, no empuja tus límites, respeta cada silencio como si fuera el suyo propio y eso hizo que me enamorara de ella más que como una amiga. Probablemente estaba mal para algunos y el señor Gio lo sabía, me lo dijo, y creo que por eso mismo me puso al cuidado de ella. Estar en la cárcel cambia muchas cosas a veces y no me mol
GioHaber ido a Roma no era lo que esperaba, aunque aproveché para visitar un viejo amigo y un tío lejano de papá por lo demás una pérdida de tiempo y Filippo estuvo de acuerdo conmigo cuando se aburrió hasta el cansancio.Así que regresé a casa el tercer día de haberme ido muy temprano en la mañana y me encontré a Martha con un pañueleta en la cabeza mientras le decía a Manuel e Isolda donde quería una escultura de medio busto.—¿Interrumpo? —pregunté sonriendo al verla tan concentrada, solo tenía ojos para ella en la habitación.El silencio que siguió a eso no me lo esperaba así que hundo el ceño confundido dándome el tiempo de ver a todos.—¡Gio! —su voz salió una octava más alta y más chillona, levanté una ceja.—¡Hijo, llegaste! —dijo la Nonna saliendo de la cocina con una paleta de madera llena de salsa roja en la mano.—Sí, llegué —le confirmé, me fui a saludarla.Le di un beso en la coronilla y me giré para ver al resto, mis escoltas se disculparon y salieron tan rápido que pa
—¿Crees que merezcas una reprimenda? —pregunté, mordía allí donde estaba su pulso y la sentía acelerarse más.—Sí— se escuchó como un jadeo y eso estiró mis pantalones en mi ingle.—Subamos, Martha —la levanté alejándola de mi regazo—. Si hago esto aquí toda la casa se enterara de que quiero doblarte en el sofá y castigarte con más que mis manos.Aunque arriba también la escuchen nadie la verá con esa cara de legítimo placer que me regala con cada toque, cada orgasmo, su rostro se contorsiona en total abandono y eso es sólo mi derecho, no el de alguien más.Me di cuenta rápidamente que no me saciaré jamás de Martha, su piel sedosa, sus gemidos, sus gestos y su entregan era algo que no había tenido con otra mujer. He estado con un puñado de mujeres y ninguna se puede comparar con Martha, ninguna le llega a la suela del zapato.Me acosté y la senté en mi regazo, mi polla rozando sus mojados pliegues, ella se levantó en sus rodillas y tomando mi verga con una mano se la introdujo en su i