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Hay hombres que no tienen límites

Scarlet chasqueó la lengua he hizo un cálculo mental. De la librería hasta la guardería tendría que tomar un taxi si quería llegar a tiempo. Solo esperaba que no se extendieran mucho. Conociendo los presentes, eso era algo que no se esperaba.

Si tenía una cosa, era que era una persona demasiado puntual, apenas eran las 6:30 y ella ya se encontraba dentro de la tienda. Sería de mala educación ir a saludar sin la persona que le avisó, así que mientras tanto escogería algunos libros para leerlos en casa.

Apretó la bufanda hasta cubrir casi hasta la nariz, la temperatura allí también era baja y ella era muy mala para eso.

Caminó entre los muchos estantes. Había de ciencias, tecnología, los muy adornados principalmente promoviendo mangas, tal vez cogería algunos, quién dijo que el manga era para niños. También había de novelas cortas de romance, de esas que te podías leer en una noche y que podían resultar hasta empalagosas.

Llegó hasta el de literatura universal y se demoró en escoger los que más de llamaron la atención. Era una lectora ardua y rápida por lo que la selección siempre era una proeza.

Desplazándose un rato más, encontró un lomo que tenía un nombre en dorado que captó su interés. Se acercó y extendió su brazo pero ahí fue cuando maldijo sus escasos centímetros. Sus dedos apenas lograban tocarlo. Su otro brazo estaba ocupado de libros por lo que el peso extra no le permitía ponerse en puntillas además de los zapatos de tacón alto. Intentó de nuevo inútilmente. Frunció el ceño y se fue enderezando rindiéndose.

-Este es el libro que desea?- sintió una voz masculina a su lado y cuando se giró estaba delante de ella el libro que quería.

Lo tomó agradecida por dentro y levantó la vista para darle las gracias a la persona, pero las palabras salieron de sus labios como un susurro.

Ante ella estaba uno de los empleados de la tienda vestido con uno de los delantales con el logo impreso. Era alto, mucho más que ella, tal vez alrededor del metro noventa. El mismo tenía en sus labios una sonrisa suave y principesca con la que seguro había enamorado a muchas mujeres. Decir que había salido de alguna novela no estaría erróneo. ¿Eso existía?

-Quiere que le ayude en algo más- su voz era levemente grave pero sin llegar a perder atractivo varonil, denotando su juventud.

Le tomó unos segundos responder. Normalmente no interactuaba con las personas de las tiendas, solamente hacía su trabajo y cuando terminaba se iba solo despidiéndose del que estuviera cerca.

-Gracias, estoy bien puedo buscar el resto por mí misma, no se preocupes- bajó la cabeza y se cubrió aún más el rostro con la bufanda, no sabía si lo hacía intencional o no pero la mirada penetrante de los ojos color avellana de aquel chico la incomodaba.

-Ya veo- acaso había oído desilusión en su voz o se estaba volviendo loca- Si desea algo solo tiene que llamar-

El empleado dio la vuelta y emprendió camino hacia un conjunto de chicas. Estas lo llamaban muy entusiasmadas y que lo rodearon pareciendo gatas en celo.

Por lo visto él era bastante popular. Con esa cara y cuerpo no era de extrañar.

Scarlet se quedó mirando la escena algo repugnada. En serio las mujeres actuaban así. ¿Dónde estaba el respeto propio? De esa forma solo serían una chica más en el supuesto grupo de fanes. Pero ella no era la adecuada para opinar.

Sintió una mano masculina sobre su hombro que le hizo girarse rompiendo el contacto visual con la espalda del joven.

-Hola, disculpa la tardanza, una reunión de último momento- Zeig era un hombre en sus treinta, pero su vida agitada le había sacado unas cuantas arrugas de más.

Tenía buen aspecto, de ojos y pelo oscuros, y muy carismático para su edad, tal vez demasiado. La había invitado varias veces a salir, pero ella siempre lo rechazaba. Era buena gente pero no era para nada tipo.

-No te preocupes, yo llegué muy temprano- acomodó los libros que había seleccionado en sus brazos

Zeig no dejó pasar ese momento y se los arrebató de las manos, sin darle tiempo a protestar.

-Eso parece muy pesado, yo los llevaré, ¿son todos los que quieres?-

Scarlet deseó llegar a su casa lo antes posible, así que asistió con la cabeza. Mientras más rápido fuera la reunión, más rápido se iría a recoger a su mascota, no quería dejarlo solo cuando cerrara la guardería. El hombre caminó en dirección a la caja y los pagó todos. Le entregó la bolsa y a ella no tuvo más remedio que agradecer con el ceño fruncido.

-Por esto me debes un café-

Sabía que el gesto no iba a ser gratis y lo miró entrecerrando los ojos en señal de molestia.

-No me mires así, arruinarás tu hermoso rostro- intentó tocar su mejilla pero ella la giró de su alcance.

Ahí estaba de nuevo. Cuantas veces la habían invitado a salir solo por su belleza. Nunca se habían interesado en saber cómo se sentía ni como era realmente. Quizás una mujer independiente y algo aburrida pero así era su personalidad. Por esa razón era que fracasaban sus intentos de relaciones. Ya se había cansado de ello y había decidido desde hacía 1 año no salir con nadie más que la viera de manera superficial.

-Lo siento, pero no puedo complacerte, estoy muy ocupada con el trabajo- sabía que iba a ser una pelea dura convencerlo de que no quería ir.

Su compañero de trabajo se caracterizaba por ser muy persistente, demasiado para el gusto de ella, e incluso podía ser muy acaparador. Solía tener buenas intenciones pero al final era siempre, para lograr sus metas, o más bien una meta relacionada con su casa, específicamente su cuarto.

-Oh, Zeig, llegaste, me hubieras avisado- de entre los estantes apareció el jefe de la tienda que los saludaba con una gran sonrisa.

Scarlet lo miró llegar y lo recordó haberlo visto algunas veces en la editorial. Era un hombre mayor que siempre tenía un lapicero en una mano y una libreta en la otra. Si este trabajo le pegaba, el de inspector fue creado para él. Algo tocó su hombro y sintió un aliento caliente en su oreja

-Hablaremos más tarde, esta vez no me rendiré tan fácil- insistió el hombre. Sacrlet gruñó internamente. Era más fácil enterrarle los libros en su mano contra su cara a ver si la dejaba de molestar.

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