Capítulo 132
Lorenzo solo quería llevarla rápido al auto; una vez en casa podrían hablar todo lo necesario. No podía permitir que Marisela volviera a esconderse.

—¡Suéltame! ¡Déjame ir! —Marisela trastabillaba mientras intentaba zafarse de su mano.

Por más que pellizcaba y clavaba las uñas, solo conseguía dejar marcas rojas en el dorso de la mano de Lorenzo, cuyo agarre de hierro no cedía ni un milímetro.

—¡Estás loco! ¿Qué demonios pretendes? ¡Te juro que gritaré! —Marisela, desesperada, miraba alrededor buscando ayuda.

—Grita lo que quieras. ¿Quién se atreverá a impedir que lleve a mi esposa a casa? —gruñó Lorenzo amenazante.

Al escuchar cómo la llamó, Marisela sintió náuseas y un escalofrío le recorrió la piel. Levantó el pie para patearle la pantorrilla.

Pero caminar con una pierna mientras pateaba con la otra le hizo perder el equilibrio inmediatamente, y todo su cuerpo se precipitó hacia adelante.

La plaza era de cemento y en verano la ropa era ligera. Si caía de cara, seguramente se lastimar
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