Capítulo 125
Dentro del auto, en la acera, Lorenzo miraba la entrada del edificio de oficinas. Con la mano izquierda apretando el volante, preguntó entre dientes:—¿Quién hizo la denuncia?

—No dejó su nombre, no lo sé —respondió el guardia.

Lorenzo respiró profundamente y volvió a preguntar:

—¿Era hombre o mujer?

—Mujer —contestó el guardia.

—¿Joven o mayor? —insistió Lorenzo.

El guardia respondió:

—Joven.

Lorenzo abrió mucho los ojos, pensando:

¡Seguro que fue Marisela!

¿Cuándo lo había descubierto? ¿En qué momento había entrado al edificio sin que él lo notara? ¡No había dejado pasar a nadie sin observarlo!

—¿Podría darme su número de teléfono? —le pidió Lorenzo al guardia.

El guardia se mostró incómodo ante la petición:

—Lo siento, señor, eso no es posible. Todo ha sido un malentendido que no ha causado mayor problema, solo le hemos molestado a usted.

—Además, no sería apropiado darle el número de la señorita, ¿no cree? Usted es un hombre, supongo que no guardará rencor por esto.

Lorenzo apretó e
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